domingo, 31 de julio de 2011

LA REALIZACIÓN

La realización viene a través de la naturaleza, no de la sociedad. Llevas tu destino en tu interior, pero es algo inconsciente. Síguelo. Nadie más sabrá que lo has alcanzado, pero tú serás consciente de ello. Puede que no obtengas el premio Nobel porque nunca se ha concedido a una persona realizada. Nadie realizado ha recibido nunca el premio Nobel –ningún Buda, ningún Jesús- y tampoco sucederá en el futuro, porque el premio Nobel se otorga a alguien que haya obedecido a la sociedad con sinceridad, y que haya logrado alcanzar los objetivos de la sociedad, no los suyos propios. Mira a los ganadores del premio Nobel y no hallarás personas más tristes que ellas. Muchos se han suicidado, y no se trata de una mera coincidencia, sino que tiene un significado. La mayoría no se sienten realizados. Los premios no pueden colmarte.

Permite el fluir de la naturaleza inconsciente; no la fuerces conscientemente.

Para triunfar en este mundo hay que ser un mentiroso. Pero entonces te pierdes a ti mismo. Triunfas en este mundo y te conviertes en un fracaso en el otro. Y finalmente, el otro es el que cuenta.

Una vez que muestras una cierta inclinación hacia las demostraciones y la teatralidad, llega el mundo y te apresa de inmediato. Te convierte en una víctima.

Una vez que te interesas en lo que los demás dicen de ti, cada uno de tus actos será un fracaso. Aquí puede que tengan éxito, pero ese éxito es totalmente inútil porque nunca te realizará, nunca florecerás a partir de él. Nunca alcanzarás la realización de tu destino; tu simiente seguirá siendo una simiente. Puedes acumular recortes de periódicos que hablen de ti, pero esos recortes mortecinos, esos certificados que cuelgas de la pared de tu sala de estar, no son la vida. Los rostros con los que cargas cuando sales, las sonrisas falsas, no son la vida. Y poco a poco, con cada nuevo acto, más te hundes en la mentira. ¿Cómo puedes creer que alcanzarás el gozo a través de esas mentiras? Puedes lograr gran parte de la porquería de este mundo, pero te perderás todo lo que es real.

Dice Chuang Tzu. Sé en el Tao, de manera auténtica y sincera. Solo se requiere de un tipo de sinceridad: hacia el Tao, hacia tu naturaleza interior, tu auténtica naturaleza. No se necesita ningún otro tipo de sinceridad; deja que todo el mundo de tache de insincero. No te preocupes.

Eso es lo que le dijo al Buda su padre, porque el Buda abandonó a sus padres. Eso es lo que le dijo al Buda su esposa, porque él la abandonó. Eso es lo que le dijo todo el reino, porque él lo dejo. Pero era feliz, y fue sincero con su Tao, con su naturaleza. Y dijo: “No hay otro camino posible. Si sufrís, lo hacéis a causa de vuestras expectativas, no por mí”.

Estás aquí para realizarte; los demás tienen que realizarse a sí mismos. Si esperan algo de ti, ese es su problema; sufrirán, pero tú no tienes por qué ser falso a causa de ello.

Sé sincero con tu naturaleza interior y ayuda a los demás a ser sinceros con la suya propia. A eso lo llamo un hombre religioso. Un hombre así es alguien que es sincero respecto a su naturaleza interior y que ayuda a los demás a ser sinceros respecto a las suyas. Estás aquí para realizar tu destino, y los demás están aquí para realizar los suyos. No esperes nada de ellos; si no, los convertirás en exhibicionistas, los convertirás en mentirosos. No esperes nada de nadie, y no colmes las expectativas que tienen los demás acerca de ti. Ni siquiera les des el mínimo indicio de que vas a colmarlas. Pasa por los sufrimientos que tengas que pasar y estate preparado para hacerlo, pero no permitas que otros se formen expectativas respecto a ti. De lo contrario, el mundo te atrapará y encerrará.

Los hinduistas lo han llamado rit. Jesús lo llamó el Reino de Dios. Chuang Tzu lo llama el Tao. Sea cual fuere la palabra que se utiliza, significa permanecer cerca de la propia inconsciencia y fluir con ella sin condiciones. Significa fluir incondicionalmente con el inconsciente, lleve donde lleve, y confiar en ello.

sábado, 23 de julio de 2011

LA TORRE DEL ESPÍRITU

"El espíritu cuenta con una torre inexpugnable que ningún peligro puede perturbar mientras la torre esté vigilada por el Protector invisible que actúa inconscientemente, y cuyas acciones se extravían cuando son deliberadas, reflexivas e intencionadas."

Tu espíritu está protegido por la naturaleza misma, no temas. No temas ni te sientas inseguro porque tu ser está protegido por la existencia entera; todo el cosmos te ayuda. Pero la ayuda es inconsciente, no es deliberada. Y tú no puedes manipularla, sino que tienes que estar suelto de manera que la fuerza cósmica pueda trabajar en ti. Si actúas con premeditación, te pones tenso. Si te pones tenso, te limitas. Si te limitas, el infinito no puede trabajar en ti. Y siempre que te asustas acabas encogiéndote, tiene lugar una contracción física.

Chuang Tzu dice que en tu interior está lo eterno, lo inmortal. La muerte no puede destruirlo. No hay por qué temerlo. Estás asustado porque no estás en la torre, en la torre invisible del espíritu. Ahora vives según las leyes y reglas de la sociedad, pero esas leyes y reglas no pueden protegerte, solo te dan la sensación de protección. Pero no hay nada que proteja. Las leyes no pueden darte seguridad, solo una cierta sensación de seguridad, que es falsa.

Al final llega la muerte y hace pedazos todas tus seguridades. Temblarás, aterrado, a menos que regreses al origen, a la torre interior del espíritu. ¿Qué es esa torre? ¿Cómo funciona? Funciona inconscientemente.

Cuando nace un niño, ¿cómo sabe el bebé que han pasado nueve meses y que tiene que abandonar el útero? ¿Cómo se entera? No tiene calendario, ni reloj, ni nada por el estilo. Pero cuando pasan nueve meses está listo para nacer. En realidad, lucha por nacer. Por eso la madre siente tanto dolor. Se trata de una auténtica lucha. Se inicia el conflicto, y la madre se contrae, temerosa del dolor que sentirá su cuerpo. Así que se resiste. Esa resistencia, y el niño tratando de salir del útero, crean el dolor. Si la madre se dejase, si no ofreciese resistencia, no habría dolor. En las sociedades primitivas nunca había dolor. Cuanto más civilizada es una mujer, más dolor siente. La razón es que ahora según las leyes y reglas; ahora todo se ha convertido en falso y antinatural.

¿Cómo sabe el niño cuándo ha llegado la hora? ¿Cómo sabe una semilla que ha llegado el momento de brotar? La semilla puede llegar a esperar todo el año hasta que llega el momento adecuado. La semilla nunca va a consultar astrólogos ni quirománticos; cuando llega el momento la semilla se abre y se abandona a sí misma en la tierra. Deja caer sus protecciones y brota. ¿Por qué los árboles florecen en la estación adecuada? ¿Cómo se mueven las estrellas? Observa el cosmos… tan misterioso, complicado y complejo. Pero, no obstante, se mueve de manera fácil, simple y sin esfuerzo. Está protegido por el Tao, por la naturaleza, por el espíritu de la propia naturaleza. El hombre es un insensato porque se cree muy sabio.

Luego el niño crece. ¿Alguna vez te has fijado que todos los niños son hermosos? Es muy difícil encontrar un niño feo. Todos los niños son hermosos. ¿De dónde proviene esa gracia? Más tarde es difícil encontrar una persona hermosa entre cien. Al principio las cien eran hermosas, ¿qué les pasó a las otra noventa y nueve? ¿Cómo se volvieron feas? ¿Por qué todos los niños son hermosos? Son hermosos a causa del movimiento; el flujo es natural. La naturaleza es hermosa. Si eres artificial y antinatural, entonces te vuelves feo; si actúas deliberadamente, entonces la fealdad penetra en ti.

Un niño vive inconsciente. Cuando tiene hambre, llora; cuando tiene sueño, duerme. Pero le obligamos a seguir reglas y leyes.

sábado, 16 de julio de 2011

POR QUÉ SUFRIMOS

El sufrimiento no existe en parte alguna excepto en el corazón del hombre. La naturaleza es gozosa; la naturaleza siempre está festejando su existencia sin ningún miedo ni ansiedad. La existencia prosigue existiendo, pero el hombre es un problema. ¿Por qué? Todo hombre es un problema. Si solo unos pocos fuesen problemas que pudiésemos denominar enfermos, anormales, pero resulta que es al contrario: solo unos pocos no son problemas. Rara vez existe un hombre como el Buda, Jesús o Chuang Tzu: alguien que esté como en casa, cuya vida sea un éxtasis y no sufrimiento ni ansiedad. Pero todo el mundo vive sufriendo y en el infierno.

El hombre se ha extraviado; no me refiero a un hombre en particular, sino a la sociedad humana como tal, desde la raíz. Nada más nace un niño, la sociedad empieza a iniciarlo en la pauta anormal, en la pauta antinatural por la que todo el resto está sufriendo. Los psicólogos han intentado profundizar en el misterio de ver a partir de qué momento el niño empieza a extraviarse y han dado con que es a la edad de cuatro año. Sobre esa edad, el niño pasa a formar parte de la sociedad; alrededor de esa edad deja de ser natural. Antes de cumplir cuatro años sigue formando parte del gran mundo de árboles, flores, aves y animales; es salvaje. A partir de entonces se le domestica y la sociedad se hace cargo. Entonces empieza a vivir según las normas, la moralidad, lo que es correcto y lo que no es; deja de ser una totalidad. Todo queda dividido. Antes de iniciar un movimiento tiene que decidir de forma deliberada cómo moverse, qué hacer y qué no hacer. La “obligación” ha penetrado en él y esa “obligación” es la enfermedad. Ha llegado la discriminación. Ahora el niño ya no forma parte de lo divino, deja de estar en gracia.

Intenta comprenderlo: ese es el significado de la historia bíblica de la pérdida de la inocencia de Adán. Antes de comer del árbol del conocimiento era natural, vivía en el Jardín del Edén. Ese Jardín del Edén está aquí; esos árboles siguen viviendo en su interior; esos animales continúan formando parte de él; el sol, la luna y las estrellas siguen recorriendo su firmamento.

El Jardín del Edén es aquí y ahora, pero tú estás fuera. ¿Por qué fue expulsado Adán? Porque comió del fruto del conocimiento. Y a los cuatro años todos los Adanes y las Evas vuelven a ser expulsados.

No es algo que haya sucedido en el pasado; tiene lugar cada vez que nace un niño: Adán nace a la vida, Eva nace a la vida. Hasta los cuatro años no hay conocimiento. A los cuatro años el niño empieza a comprender qué es cada cosa. Entonces se extravía, pierde el camino, y deja de ser natural, perdiendo la espontaneidad. A partir de ahora vivirá según las reglas.

Una vez que se comienza a vivir según las reglas se empieza a sufrir. Sufrirás porque no puedes amar de manera espontánea, no puedes disfrutar, no puedes bailar, no puedes cantar. Una vez que empiezas a vivir según las reglas hay que moverse de una manera determinada, y la vida nunca es de una manera determinada. Es un fluido, es un líquido, un flujo flexible, y nadie sabe adónde se dirige. Una vez que empiezas a vivir según las reglas empiezas a saber adónde vas. Pero en lo más profundo el movimiento se ha detenido. Ahora simplemente vegetas, te mueres porque estás preso. Esa reclusión es muy sutil, y a menos que estés totalmente alerta no serás capaz de verla. Es como si llevases puesta una armadura invisible.

Wilhelm Reich descubrió que toda enfermedad mental cuenta con un desarrollo corporal, un paralelismo en el cuerpo; algo que se ha muerto en el cuerpo, que se ha tornado sólido. Y a menos que esa zona del cuerpo se relaje, que el bloqueo se disperse y que la energía corporal vuelva a ser un flujo, será imposible liberar el espíritu.

Adán es expulsado, y todo Adán y toda Eva son expulsados del paraíso. ¿Por qué? Porque han comido del fruto del conocimiento, y ese fruto es de lo más venenoso. Si quieres desechar toda discriminación –la división intencional deliberada-, tienes que desechar el conocimiento; tendrás que volver a ser niño.

Crees que estás aquí a causa de la sociedad; piensas que estás aquí por moralidad, y por todos esos disparates que la acompañan; crees que estás aquí gracias a tu Biblia, Corán, Gita. ¡Pues no! La naturaleza existe sin ninguna ley. Cuenta con sus propias leyes intrínsecas, pero no son leyes aprobadas por los hombres. No necesitan tu autorización; están ahí y la vida se desarrolla siguiéndolas. Si no interfieres, alcanzarás el objetivo de inmediato; si interfieres, entonces tendrás dificultades. Así que si estás en dificultades, pasando angustia y sufrimiento, tienes que saber que es porque interfieres con la naturaleza. No se puede hacer nada a menos que dejes de interferir.

Ese es todo el mensaje de Chuang Tzu: no interfieras con la naturaleza. Permítela, muévete con ella, confía en ella. Tú has salido de ella; es tu madre, es la fuente; y un día volverás a ella; es el destino fundamental. Mientras tanto, ¿para qué interferir?, ¿para qué luchar? Esa lucha se ha convertido ahora en algo casi innato.

sábado, 9 de julio de 2011

LO SENCILLO ES LO ADECUADO.

Pero para ti es justo lo contrario. Siempre eliges lo difícil porque la dificultad representa un desafío y el desafío alimenta al ego. La dificultad es adecuada para ti; lo fácil o sencillo nunca es suficiente. Como en lo sencillo no hay conquista, el ego no puede sentirse satisfecho. Cuanto más difícil es una tarea, más se regocija el ego, más extático se siente. Tiene que conseguirse, el Everest debe conquistarse, la luna debe conquistarse.

Alguien le preguntó a Edmund Hillary, que fue el primero en llegar a la cima del Everest: “¿Para qué tanto esfuerzo? Los hombres lo habían intentado durante cien años y muchos habían muerto. Nunca regresaron. ¿Por qué ese deseo de escalar el Everest? ¿Qué tiene?”. ¡No tiene nada!

A lo largo de cien años fueron muchos los que murieron, los que perdieron sus vidas, los que nunca regresaron; pero, no obstante, un año tras otro aparecía un nuevo grupo que lo intentaba. Y esto es interesante: ningún indio se atrevió nunca a hacerlo, y eso que el Everest está en la India. Ningún tibetano se preocupó nunca de hacerlo. ¡Y eso que el Everest está en la frontera del Tíbet! ¿Para qué? Pero cada año llegan grupos de Occidente. Cuando Edmund Hillary lo escaló, al regresar alguien le preguntó por qué. Dijo: “Porque el Everest estaba allí, y a menos que fuese conquistado, no podía sentirme tranquilo. Permanecía allí, inconquistado como un desafío para el ego. Tenía que ser conquistado porque estaba allí”.

Lo difícil atrae. Cuanto más difícil, más te atrae. Se hace más valioso porque a través de ello, si lo conquistas, también logras un ego más grande. Aunque fracases también lograrás un ego más grande, porque al menos lo habrás intentado, mientras que otros ni siquiera se atrevieron.

Si lo logras con sencillez, con facilidad, es como si no se lograse nada, porque el ego no puede sentirse más grande. Y si fracasas es mucho lo que se pierde, porque todo el mundo dirá: “¿No has podido conseguir algo tan fácil?” La dificultad atrae al ego como un imán, pero lo sencillo es lo adecuado. Por ello el ego nunca se ve atraído hacia lo adecuado, siempre es atraído hacia lo erróneo.

Una persona se convierte en criminal porque el crimen es algo difícil, se convierte en político porque la política es difícil, se vuelve loco por el dinero porque el dinero es difícil. La gente se vuelve loca por todo lo que es difícil. No por conseguir nada, sino simplemente porque está ahí, como un Everest, como un desafío; tiene que ser conquistado.

Mira a la gente que tiene éxito, a los que han triunfado. ¡Míralos! ¿Qué han conseguido? Puede que hayan logrado ascender al Everest, vale, pero allí no hay nada. Hay que regresar. Mira a los presidentes, primeros ministros, Rockefellers: ¿qué han conseguido? ¡Nada! En su fuero más interno saben que no han logrado nada. Pero una cosa sí que han conseguido, la más difícil: la historia los recordará. La historia siempre recuerda a los insensatos, porque

los insensatos hacen la historia y los insensatos la escriben.

¿Cómo se puede hacer historia si se es sencillo? Si ganáis una guerra y matáis a millones de personas, entonces hacéis historia. Si os limitáis a cepillaros los dientes por la mañana, ¿cómo podéis llegar a hacer historia? ¡Y lo sencillo es lo adecuado! Te das un baño, cantas un poco… ¿Cómo puedes llegar a hacer historia de esa manera? Comes tus alimentos y te vas a dormir en silencio sin sueños… ¿cómo puedes llegar a hacer historia así?

¡No! La historia no repara en personas sencillas y naturales. La historia repara en gente que está loca, obsesionada por algo, que crea dificultades. Y lo difícil es erróneo, lo fácil o sencillo es correcto; sé sencillo y no trates de pasar a la historia. Deja eso para los insensatos y los locos, pero tú permanece fuera. Porque no puedes tener ambas cosas. Puedes tener una vida, o puedes ser recordado por la historia. Si tienes una vida, solo serás un hombre sencillo haciendo cosas sencillas y pequeñas, y nadie reparará en ti. Existirás como si nunca lo hubieras hecho. Eso significa sencillo: existir como si no existieses, existir como si no fueras, sin meterte en el camino de nadie. Nadie sabrá de ti pero no hay necesidad. Disfrutarás; alcanzarás las cumbres del éxtasis. Lo sencillo es lo adecuado.

Continúa con sencillez y lo estarás haciendo bien.

sábado, 2 de julio de 2011

EL MIEDO Y LAS RELIGIONES

La muerte y la resurrección son la base de la religión occidental. La mayoría de cristianos, más que venerar a Cristo veneran a la cruz. La cruz es un símbolo de muerte, ¿por qué? Porque la muerte es el miedo fundamental. Hacer pensar a la gente en la muerte equivale a atemorizarla. Si hacemos que una persona tome consciencia de la muerte, lo más seguro es que comience a temblar como una hoja; y cuando una persona tiembla de miedo, es fácil convertirle en víctima, es fácil convertirla a la religión más insensata. Estará dispuesta a creer en cualquier cosa, más aún si se le promete la inmortalidad.

Así, los seguidores del cristianismo dicen que aquellos que se acojan a la iglesia se salvarán, y que no hay garantía alguna para aquellos que no lo hagan. Están condenados y no podrán salvarse, y esto es lo que dicen también otras religiones. Eso es crear miedo. Ponerles a pensar en la muerte es infundirles miedo. ¿Quién no le temería a la muerte? Y el hombre asustado es susceptible de convertirse en esclavo.

¿Y por qué la resurrección? La muerte infunde temor y la promesa de la resurrección provoca codicia. Quien muera dentro de la iglesia resucitará como un ser divino, con todo lo que siempre deseó y necesitó y un cuerpo hermoso de luz rodeado de una aureola.

Todos son trucos basados en el miedo y la codicia, en el castigo y el premio. Es lo mismo que B.F. Skinner hacía con sus ratas: asustarlas para que hagan cosas, o lo que vemos en los circos que hasta los leones tiemblan, lo único que se necesita es infundirles el miedo. Es la simple técnica de crear miedo y prometer recompensa.

Esto es lo que algunas religiones han hecho con los hombres, les enseñaron el pecado y la culpa. La forma más exitosa de explotar a los hombres es infundiéndoles miedo y enseñándoles que todo es pecado. Si, la muerte infunde miedo, pero también está muy lejos, morirás después de cincuenta o setenta años… ¿Setenta años?...Ya veremos, en este momento no estás muriendo.

Quizá algunos ancianos sientan miedo, es por eso que encontramos a muchos de ellos en las iglesias y templos, porque a esas edades el miedo se intensifica, están cerca de la muerte, y sienten que deben hacer algo. La vida se les escapa y deben hacer algo para el futuro.

Lo importante es vivir una religión de la vida, del amor, de la alegría, donde no existan culpas ni tampoco condicionar a las mentes señalando los pecados. No hay necesidad de enviar a una persona al fuego eterno. ¿Por qué querría Dios ser semejante torturador?

Todo lo que se llama pecado, son errores, y los errores son una forma de aprender, sin embargo, es una insensatez volver a cometer el mismo error. Si ya han aprendido, insistir en el error, es simplemente insensato y destructivo. El error repetido destruye a quien lo comete, destruye a los otros, y además, no deja nada.

La ira nos empequeñece en lugar de hacernos crecer. Si aman y son amables sentirán que fluyen y flotan cada vez más alto, pesarán menos. Por consiguiente aprendan que el amor da alas para volar, mientras que el odio y la ira son tan pesados que los mantendrán anclados en el suelo.

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