sábado, 27 de febrero de 2016

EL AMOR VERDADERO

TODO ES UNA LEY, NO DOS, la unidad es la naturaleza misma de la existencia. La dualidad es nuestra imaginación. Por eso nos pasamos la vida entera añorando el amor. La añoranza del amor no es más que un síntoma de que donde existe la unidad hemos creado una dualidad que es falsa.

No puedes encontrar a una persona que no tenga una profunda necesidad de amor... todos quieren amar y quieren ser amados. ¿Por qué tanto deseo de amor? Debe de ser algo muy profundamente enraizado. Esto es lo que está tan profundamente enraizado: la vida es una; hemos imaginado que estamos separados. Y esa separación se vuelve muy pesada. Es falsa y es una carga. El amor no es otra cosa que la idea de volver a ser uno con la totalidad. De ahí el deseo de ser amado; de ahí el deseo de ser necesitado; de ahí el deseo de que haya alguien que acepte tu amor. Parece difícil hacerse uno con la totalidad. Pero al menos habrá alguien que te acepte; al menos podrás salvar esa distancia a través de la puerta de una persona.

Por eso, si no estás enamorado piensas constantemente en el amor. Y eso se convierte en una obsesión: te obsesionas. Está siempre rondando a tu alrededor. Y si estás enamorado, surge otra cosa: el amor, no importa lo profundo e inmenso que sea, resulta insuficiente; parece que falta algo.

Los que no están enamorados buscan el amor; los que están enamorados se dan cuenta de que se necesita algo más. Los grandes amantes se sienten muy frustrados en lo profundo de sí, porque se acercan al encuentro y llegan a un punto en el que parece que todo va a desaparecer... pero de nuevo son arrojados de vuelta a sí mismos. Tienen vislumbres de cercanía, pero no de unidad. Si has amado bien, entonces surge el deseo de oración o de meditación.

El deseo de oración es esto: que lo he intentado y he visto que el amor ofrece vislumbres. Pero las vislumbres hacen que estés más sediento aún que antes. Uno tiene sed, y entonces llega a tener vislumbres de un bello río, de una fuente fresca. Y uno oye la canción de la fuente, pero luego desaparece; entonces uno tiene más sed que nunca. Los que no están enamorados sufren; pero su sufrimiento no es nada comparado con el de los que están realmente enamorados. Su sufrimiento es tremendo; su sufrimiento es muy agudo y muy intenso, porque están cerca y, sin embargo, lejos. Parece que el reino está a la vuelta de la esquina, y cuanto más se acercan, más se aleja. Es como un horizonte que retrocede.

El amor es el primer paso hacia Dios; la oración es el final, o la meditación, el paso final. El amor te enseña una nueva sed, un nuevo hambre; por eso es bello el amor. Muchas personas vienen a mí y me preguntan sobre el amor, y yo les digo: Entre en él, sabiendo muy bien que los estoy enviando al peligro. No los estoy enviando al amor profundo para que puedan sentirse satisfechos. Nadie está nunca satisfecho. Los envío a una historia de amor profundo para que lleguen a estar realmente sedientos, para que tengan tanta sed que sólo Dios sea suficiente, nada más.

El amor te prepara para una gran sed, una sed de lo divino, porque has tenido vislumbres en la otra persona, ha habido momentos en los que has visto al dios o a la diosa. Has mirado en lo profundo de la otra persona y has encontrado alivio; ha surgido en ti una cierta serenidad. Pero es transitoria, momentánea, viene y va; es más como un sueño que como una realidad.

Un hombre llego a Ramanuja, un gran místico, y le dijo:

-Me gustaría enamorarme de Dios. ¡Muéstrame el camino!

Y Ramanuja contestó:

-Primero dime una cosa, ¿has amado a alguien alguna vez?

El hombre respondió:

-No me interesan este mundo ni las cosas mundanas, el amor y cosas por el estilo. Quiero a Dios.

Ramanuja dijo:

-Por favor, piensa otra vez. ¿Has amado alguna vez a una mujer, a un niño, a alguien?

El hombre contestó:

-Ya te lo he dicho: soy una persona religiosa; no soy un hombre mundano, y no amo a nadie. Muéstrame el camino, cómo puedo llegar a Dios.

Se dice que Ramanuja empezó a llorar. Con lágrimas en los ojos, le dijo:

-Entonces es imposible. Primero tendrás que amar a alguien. Ese es el primer paso. ¿Estás pidiendo el paso último y ni siquiera has dado el primero? ¡Ve y ama a alguien!

Sólo cuando el amor no sacia tu sed, Dios se convierte en una necesidad. Pero ambas necesidades están en el mismo camino. La razón básica es que en realidad no estamos separados de la totalidad, pero pensamos que estamos separados. Por eso surge el deseo: ¿cómo hacerse uno con la totalidad?

El primer paso tienes que darlo con alguien de quien te puedas enamorar, y, luego, el segundo paso surgirá de ello por sí mismo. Un amor auténtico te lleva necesariamente hacia la oración. Y si el amor no te está llevando hacia la oración, es que aún no es amor; no es amor verdadero, porque un amor verdadero te prueba necesariamente que el amor no es suficiente. Se necesita más. Un amor verdadero te lleva a la puerta del templo, tiene que llevarte. Ese es el criterio de un amor verdadero.

sábado, 20 de febrero de 2016

CUANDO YA HAS TRASCENDIDO

Una vez que eres el maestro, el amo de tu mente, la mente ha sido trascendida. En cuanto te vuelves maestro de tu mente, la mente ya no está ahí. Sólo permanece si eres su esclavo. Esto hay que entenderlo.

Si no eres el maestro, sigues siendo esquizofrénico, fragmentado. Cuando esa maestría surge en ti, cuando tienes consciencia y disciplina –el látigo y la cuerda-, las divisiones se disuelven, te vuelves una unidad entera. En esa unidad, has trascendido. Entonces ya no te ves como algo separado de tu mente. Entonces ya no te ves como algo separado del cuerpo. Entonces ya no te ves como algo separado de la totalidad. Eres uno.

Todos los que son maestros de su ser, son uno con la existencia; sólo los esclavos están separados. La separación es una enfermedad. Con salud, no estás separado de la totalidad, te haces uno con ella.

Trata de entenderlo. Cuando tienes dolor de cabeza, tu cabeza está separada de ti. ¿Lo has observado? Cuando el dolor de cabeza te martillea por dentro, te golpea por dentro, tu cabeza está separada de ti. Pero cuando el dolor desaparece, la cabeza también desaparece; ya no la sientes, ya no está separada, se ha hecho parte de tu ser.

Si tu cuerpo está perfectamente sano, no tienes ninguna sensación corporal, es como si no tuvieras cuerpo. Ese estado de no sentir el cuerpo es la definición de la salud perfecta. Si algo te duele, inmediatamente tomas consciencia de ello, y en esa consciencia hay separación. Si tienes una espina en el pie, o el zapato te aprieta, hay una división. Cuando el zapato se ajusta perfectamente, la división ha sido trascendida.

Te das cuenta de la mente porque, de alguna forma, tu vida no es armoniosa; hay alguna disonancia, algo desafinado, en desacuerdo. Hay algo disonante dentro de ti, por eso te sientes dividido. Cuando todo concuerda y se armoniza, todas las divisiones se trascienden.

La energía no se va en una dirección, y tú en otra. Ahora ambos vais en la misma dirección. Ya no hay lucha, la división ha desaparecido. Ya no estás luchando contra el río; ahora fluyes con el río, vas montado en él. De pronto, ya no estás separado del río.

Entra en un río. Primero, trata de ir a contracorriente, lucha, conflicto, y verás que el río está luchando contigo, dirás que el río está intentando derrotarte. Y ya verás: el río te derrotará con el tiempo... porque llegará un momento en que te sentirás cansado, y verás que el río está venciendo y que tú estás siendo derrotado.

Luego prueba la otra manera: flota con el río, déjate llevar, y poco a poco verás que ahora el río no lucha contigo en absoluto; incluso cuando ibas a contracorriente, el río no luchaba contigo. Tú eras el único que luchaba, el único en un estado egoísta; el que trataba de ganar, de salir victorioso; el que intentaba probar algo, que “soy alguien”. Esa idea de ser alguien estaba creando todo el problema.

Ahora no eres nadie, flotas con el río, en un estado de profunda entrega. El río ya no va contra ti, ¡nunca había ido! Sólo cambia tu actitud, y entonces sientes que el río ha cambiado completamente. Pero el río siempre ha sido el mismo; pero ahora tú vas montado en el río. Y si puedes dejarte flotar totalmente, sin hacer ni un mínimo esfuerzo por nadar, simplemente flotando, entonces tu cuerpo y el cuerpo del río se funden. Entonces ya no sabes dónde acaba tu cuerpo y dónde comienza el cuerpo del río. Entonces formas una unidad orgánica con el río. Entonces sentirás una experiencia orgásmica. Al ser uno con el río, de pronto todas las limitaciones han sido trascendidas. Ya no eres pequeño, ya no eres grande, eres la totalidad.

Y esa es la manera de llegar a casa, porque la “casa” es el origen, la fuente misma de la que procedes; la “casa” o está en otra parte. La “casa” es de donde vienes, de donde has surgido. La “casa” es la fuente. Si uno se permite a sí mismo entrar en un estado de profunda entrega, uno llega a casa. “Casa” significa que uno llega a la fuente misma de la vida y del ser, uno toca el comienzo mismo.

Y no sólo puedes descansar tú; el río también. Mientras el conflicto continúa, ni tú ni Dios podéis descansar. Recuerda esto. Esto es algo muy valioso que hay que recordar siempre. Si no estás sereno, Dios no puede estar sereno; si no eres feliz, Dios no puede ser feliz; si no eres dichoso, Dios no puede ser dichoso, porque eres parte de él, parte de la totalidad. Tú le afectas a él tanto como él te afecta a ti.

La vida está en íntima relación. Todo está relacionado con todo lo demás. Es una ecología, una relación profunda de todo con todo. Existe una coherencia. Si no eres feliz, Dios no puede ser feliz, porque tú eres una parte. Es como si mi pierna no estuviera feliz; ¿cómo voy a estarlo yo? Esa infelicidad me afecta. No sólo estás tú en un gran apuro, tu energía vital también está en un gran apuro contigo. No es sólo que tú seas complicado y estés enfermo; tu energía vital se ha vuelto complicada y enferma.

Cuando has alcanzado un punto en que te sientes uno con el río de la vida, ya no hay necesidad de consciencia y disciplina. Entonces ya no hay necesidad de meditar. Entonces no hay necesidad de hacer nada. Entonces la vida lo hace por ti. Entonces te puedes relajar, porque puedes confiar totalmente. Entonces ya no hay necesidad ni siquiera de consciencia, recuerda.

Al principio, la conciencia es necesaria. Al principio, incluso la disciplina, es necesaria. Pero según vas creciendo espiritualmente, la escalera se trasciende y puedes tirarla.

sábado, 13 de febrero de 2016

LA BUSQUEDA AUTÉNTICA

Gertrude Stein se estaba muriendo. De pronto, abrió los ojos y preguntó a los amigos que se habían reunido a su alrededor: “¿Cuál es la respuesta?”. Esto es tremendamente bello, casi un koan. No se ha formulado la pregunta; ella pregunta: “¿Cuál es la respuesta?”. Por supuesto, nadie fue capaz de responder. Se miraron entre sí. Ni siquiera pudieron comprender a qué se refería. Se necesitaba un maestro zen, alguien que pudiera responder desde el corazón, espontáneamente, de inmediato. Alguien que pudiera reírse a carcajadas, o gritar, o hacer algo, porque semejante pregunta –“¿Cuál es la respuesta?”- no se puede responder con palabras.

Stein está diciendo que es una pregunta tal que no se puede formular, y, sin embargo, la pregunta está ahí, así que ¿cuál es la respuesta? La pregunta es tal que es imposible expresarla con palabras. Es tan profunda que no se puede traer a la superficie. Pero sin embargo está ahí, así que ¿cuál es la respuesta? La pregunta es tal que no está separada de quien la pregunta, como si todo su ser se hubiera convertido en un signo de interrogación: ¿Cuál es la respuesta?

Se miraron entre sí. No tenían ni idea de qué hacer. Deben haber pensado: Esta mujer moribunda se ha vuelto loca. Es una locura, es absurdo preguntar “¿Cuál es la respuesta?”, cuando aún no se ha formulado la pregunta. Nadie contestó. Nadie era suficientemente consciente como para contestar. Nadie respondió, porque, de hecho, allí no había nadie para responder. Nadie estaba suficientemente presente como para responder.

-En ese caso –insistió ella-, ¿cuál es la pregunta?

De nuevo se produjo el silencio. ¿Cómo te va a decir otro cuál es la pregunta? Ciertamente, se ha vuelto loca. Ciertamente, ya no está en su sano juicio. Pero la pregunta es tal que es imposible decir qué es. En el momento en que la dices, la traicionas. En el momento en que la verbalizas, ya no es la misma. No es la misma pregunta que había en el corazón. Una vez que se ha verbalizado, se convierte en algo mental. Parece casi trivial, casi superficial. No puedes formular la pregunta suprema. Al formularla, ya no será suprema.

Sólo un maestro podría haber comprendido lo que ella decía. Era una bella mujer, una bella persona, de tremendo entendimiento. Y en el último momento de su vida, floreció en este koan. Debes haber oído su famosa frase, que casi se ha vuelto un cliché: “Una rosa es una rosa”. No se puede decir nada sobre la rosa, excepto que es una rosa. Todo lo que pueda decir sobre ella la falsificará. Está ahí simplemente, con su extraña belleza, con su fragancia desconocida, como un hecho. No puedes teorizar sobre ella. Y lo que teorices será sobre otra cosa, no será sobre esa rosa; será un reflejo en el espejo, no será la cosa auténtica.

Una rosa es una rosa, no se puede decir nada más. No se está diciendo nada al decir: una rosa es una rosa es una rosa. Si vas a un lógico, dirá que es una tautología; se está repitiendo la misma palabra innecesariamente. ¡No se está diciendo nada! Pero sí se está diciendo algo: que no se puede decir nada.

-En ese caso –insistió ella-, ¿cuál es la pregunta?

El silencio permaneció intacto. Nadie fue capaz de responder. No se necesitaba una contestación; ella estaba pidiendo una respuesta.

Puedes seguir pensando sobre la vida y la muerte, y puedes seguir creando muchas teorías e hipótesis, pero toda la filosofía es una sandez.

La vida permanece sin responder, la muerte permanece sin responder.

En ese momento, Stein preguntaba sobre la vida y la muerte; pero sobre lo que es la vida, sobre lo que es también la muerte, sobre lo supremo, el fundamento, la base misma de tu ser. Ella preguntaba: ¿Quién soy? Pero la filosofía no tiene respuestas. La filosofía ha estado tratando de responder; siglos de pensamiento, especulación, pero el esfuerzo entero está vacío.

Omar Khayam dijo: “Cuando era joven frecuenté ávidamente al doctor y al santo, y oí grandes debates sobre y en torno a ello, pero siempre salí por la misma puerta tal como había entrado”.

Sobre y en torno a ello... Mucho debate, mucho filosofeo, pero sobre y en torno a ello, nunca exactamente en la cuestión, siempre por las ramas.

Sigue habiendo mucho debate acalorado; nada sale de él. Parece un puro galimatías. Nada puede salir de él, porque la vida no es una cuestión filosófica. Y cualquier respuesta que sólo sea filosófica no será la repuesta. La vida es existencial. Sólo una respuesta existencial puede satisfacerte, no una respuesta dada por otra persona; no una respuesta fabricada, confeccionada por la mente; no una respuesta prestada de las escrituras, sino una respuesta que surja en tu ser, florece, resplandece, lleva tu destino total a un estado manifiesto; te hace completamente consciente. Va a ser una realización; no una respuesta, sino una realización; no una respuesta, sino una revelación; no una respuesta, sino una experiencia, existencial.

La búsqueda es existencial. Nunca va aquí y allá, nunca está sobre y en torno. No se anda por las ramas; es recto como una flecha.

Uno de los filósofos más grandes de Occidente, Ludwing Wittgenstein, se acercó muchísimo a la actitud zen, casi llamó a esa puerta. Él dice: Lo místico no es cómo son las cosas en el mundo, sino que el mundo exista. Que el mundo es, eso es el verdadero misterio. No cómo estás aquí, no cómo llegaste aquí, no el propósito de que estés aquí, sino el hecho mismo de estar aquí es el mayor misterio. El hecho mismo de que estés aquí, de que yo esté aquí, es el mayor misterio. Y cuando la respuesta no se puede expresar con palabras, tampoco la pregunta puede expresarse con palabras.

Eso me recuerda:

Un hombre acudió a Buda y le dijo:

-Por favor, responde mi pregunta sin usar palabras, porque he oído ya hace mucho que la respuesta es tal que no se puede expresar con palabras.

Buda se rió y contestó:

-Por supuesto, lo que has oído es correcto; pero haz tu pregunta sin usar palabras y entonces te responderé sin usar palabras.

El hombre dijo entonces:

-Eso es imposible.

Entonces comprendió: si la pregunta no se puede formular, ¿cómo se va a poder formular la respuesta? Si la pregunta misma no se puede hacer, ¿cómo puedes exigir una respuesta?


Wittgenstein tiene razón. Y cuando la respuesta no se puede expresar con palabras y tampoco la pregunta se puede expresar con palabras, el enigma no existe. Ni la pregunta ni la respuesta se pueden expresar con palabras, así que ¿dónde está el enigma?, así que ¿cuál es el problema?

Esto es un entendimiento tremendo. El problema no existe, lo ha creado la mente; es una creación de la mente. Si una pregunta puede ser formulada, también es posible responderla.

Alguien preguntó a Wittgenstein:

-Entonces, ¿por qué sigues escribiendo esos libros tan bellos?

Su libro Tractatus Logico Philosophicus había sido recientemente aclamado como uno de los libros más importantes de toda la historia humana.

-Entonces, ¿por qué sigues escribiendo libros? Si la pregunta no puede ser formulada y no se puede dar la respuesta, entonces, ¿por qué?

Él dijo:

-Mis proposiciones sirven como elucidaciones de la siguiente manera: cualquiera que me comprende, con el tiempo las reconoce como absurdas. Dejadme repetirlo: Cualquiera que me comprende, con el tiempo las reconoce como absurdas. Las ha usado como escalones para elevarse por encima de ellas. Debe, por así decirlo, tirar la escalera tras haber subido por ella.

Cuando comprendes, todo lo que digo también es absurdo. Si no comprendes, entonces parece significativo. Todo el sentido se debe a la mala interpretación. Si comprendes, entonces todo el sentido desaparece; sólo la vida es. El sentido es de la mente, una proyección de la mente, una interpretación de la mente. Entonces, una rosa es una rosa es una rosa, ni siquiera estas palabras existen. Sólo la rosa... sólo la rosa sin ningún nombre, sin ningún adjetivo, sin ninguna definición. Sólo la vida es, de pronto, sin ningún sentido, sin ningún propósito. Y ese es el mayor misterio a realizar.

Así que el sentido no es la búsqueda auténtica. La búsqueda auténtica es encontrar la vida misma, cruda, desnuda.

De alguna forma, todas las preguntas son tontas, y todas las respuestas también. Todas las preguntas son tontas de alguna forma porque son creaciones de la mente, y la mente es la barrera entre tú y lo real. Y la mente sigue creando preguntas, retrasa la búsqueda. Te convence de que eres un gran buscador porque estás haciendo tantas preguntas. Pero al preguntar estás acumulando nubes a tu alrededor. Primero preguntarás, luego la pregunta te rodeará; luego empezarás a obtener respuestas, luego te rodearán esas respuestas, y permanecerá siempre una barrera entre tú y la vida cruda, salvaje, desnuda; lo que es. No es ni una pregunta ni una respuesta, es una revelación. Cuando no está la mente, surge en ti esa revelación de lo real. Está simplemente ahí, manifestándose en toda su gloria, disponible en su totalidad.

Pero el hombre sigue haciendo pregunta, y le parece que, de alguna forma, seguir preguntando constituye una gran búsqueda. No lo es. Todas las preguntas, todas las respuestas, todo juegos, todas son juegos. Puedes jugar si quieres, pero nada se resolverá de esa forma. Y la gente sigue preguntando hasta el mismo final de su vida.

Pero Gertrude Stein fue por buen camino. En el último momento reveló una cualidad zen. Demostró ser una mujer de gran entendimiento y conciencia. Por supuesto, la gente que estaba allí no pudo comprender lo que había revelado. La habrían comprendido en Oriente, pero no en Occidente. Debieron pensar que se había vuelto loca antes de morir, porque nuestras pregunta continúan, las mismas preguntas tontas. Incluso en el mismo extremo, cuando llega la muerte, seguimos haciendo las mismas preguntas rutinarias, podridas, y seguimos buscando respuestas.

El hombre sigue interesado en los espejos. El hombre sigue interesado en lo que los demás piensan de él, en lo que los demás dicen de él. El hombre sigue creando una imagen bella de sí mismo. Ese es todo el esfuerzo de tu vida. Y un día despareces y tu imagen cae al polvo. En polvo te convertirás, nada permanece.

Estate alerta. No te intereses demasiado en la imagen. Interésate por lo real, y lo real está dentro de ti; es tu energía. No tiene nada que ver con ninguna otra persona. Para conocerse a uno mismo no es necesario ningún espejo, porque el autoconocimiento no es un reflejo. El autoconocimiento es un encuentro directo, inmediato; te pones cara a cara con tu propio ser.

sábado, 6 de febrero de 2016

LA MENTE ILUSORIA

“Mediante la ilusión, uno lo vuelve todo falso. La ilusión no la causa la objetividad; es el resultado de la subjetividad.”

El mundo no la está causando: tú la estás causando. Así que nunca eches la culpa al mundo. No digas, como la gente suele decir, que el mundo es ilusorio, que el mundo es maya. El mundo no es maya, el mundo no es ilusorio, es tu mente, es tu propia subjetividad, la que sigue creando maya, ilusión, por todas partes.

Por ejemplo: vas caminando, has salido de paseo por la mañana y al lado de la carretera ves un diamante, un diamante muy hermoso, brillante. Es muy valioso para ti; el valor se lo ha dado tu mente, de otra forma es una piedra como cualquier otra. Si preguntas a otras piedras al lado de la carretera, simplemente se reirán de ti: “Es quizá una piedra brillante, pero ¿qué más da?, una piedra es una piedra”. Si no pasa nadie por esa carretera, entonces no hay ningún diamante. En cuanto alguien pasa por esa carretera, inmediatamente una cierta piedra se transforma en su mente y se vuelve un diamante.

Esa cualidad de diamante se la da la mente a la piedra, nunca ha existido. Cuando la humanidad desaparezca de este planeta, las cosas seguirán ahí pero de manera totalmente diferente. Una rosa será una flor tan corriente como cualquier otra; no habrá diferencia. El Ganges no será un río sagrado; será un río corriente como los demás. Y no habrá diferencia entre una iglesia y un templo; ambos serán lo mismo.

La diferencia la pone la mente. Las categorías son creadas por la mente. La aprobación y la condena son de la mente. Cuando la mente ya no está ahí, todo es como realmente es. No surge ninguna evaluación.

Uno lo vuelve todo falso si uno es falso. Vas proyectándote a ti mismo, todo lo demás funciona como pantalla.

La noche en que Buda alcanzó la iluminación, se sentó bajo el árbol y dijo: “No volveré a levantarme de aquí en mi vida si no alcanzo la iluminación. ¡Se acabó! No volveré a hacer algo para lograrlo. Me voy a sentar aquí, este árbol será mi muerte”. Una decisión total. En ese momento abandonó la “decidofobia” completamente, una decisión total. ¡Medita sobre ello! Y esa misma noche, al llegar la mañana se iluminó.

He oído una historia sobre un místico sufí. Baba Shaij Farid:

Una vez, un joven se acercó a Farid cuando éste estaba bañándose en el Ganges, y le preguntó cómo podía encontrar a Dios. Baba Farid lo agarró, avanzó con él por el agua, y cuando estaban bastante lejos, lo empujó con fuerza bajo el agua. El joven casi se había ahogado cuando el santo lo soltó.

-¿Por qué has hecho eso? –preguntó totalmente sorprendido y aún con agua en la garganta.

-Cuando anheles a Dios con tanta fuerza como anhelabas aire cuando estabas bajo el agua –replicó Baba Shaij Farid-, lo encontrarás.

El deseo debería volverse tan intenso que lo pones todo en juego. La pasión por buscar debería ser tan total que no permites que una sola duda te haga flaquear. La intensidad misma traerá la verdad. ¡Puede suceder en un solo momento!, sólo necesitas que tu fuego interno adquiera una intensidad total.

La decisión debería ser total. Es arduo, por supuesto, pero todo el mundo tiene que pasar por esa dificultad una vez. Hay que pagar por la verdad, y no hay otra forma de pagar por ella, tienes que poner todo tu ser en el altar. Ese es el único sacrificio que se necesita.

Si la intensidad es total, la lucha ha terminado. Si quieres buscar, ponte en ello totalmente. Si no quieres buscar, olvídate completamente de ello. Entra totalmente en el mundo. Algún día llegará el momento adecuado para comenzar la búsqueda.

Si no estás dispuesto a poner todo tu ser en la búsqueda, a involucrarte con todo tu corazón, eso sencillamente muestra que aún no has acabado con el mundo. El mundo todavía te atrae, los deseos aún te persiguen. Todavía te gustaría hacerte rico, poderoso, el presidente, o algo por el estilo. La avaricia aún se esconde en tu interior. Todavía no has llegado a ese momento de consciencia en que uno se da cuenta que el tesoro auténtico está dentro y no fuera. Entonces, entra en el mundo externo.

No actúes a medidas; esa es la situación más peligrosa.

Si eres medio religioso, medio mundano, te perderás ambos. No serás capaz de hacer frente al mundo; tu religión se volverá una interferencia. Y tampoco serás capaz de hacer frente a la búsqueda interna; tus deseos mundanos te distraerán continuamente. ¡No hace falta! Si el mundo todavía te atrae, si aún sientes que hay algo que tienes que conseguir, entonces vete por ello, y frústrate completamente. Te frustrarás. Eso significa que necesitas vagar, errar, un poco más. Nada de malo en ello, ¡hazlo pronto! Ponte a ello también, para acabar cuanto antes. Entonces estarás listo, maduro. Entonces toda tu energía se vuelve hacia adentro. Frustrada por lo externo, la energía va hacia dentro espontáneamente.

Pero la gente es astuta. Quieren tener ambos mundos, quieren nadar y guardar la ropa. Intentan ser listos, pero esa listeza va a probar su estupidez. Esa listeza no es inteligencia, porque a medias no se consigue nada. Todo logro necesita intensidad, total intensidad.

En un solo momento se puede acabar la lucha.

Y cuando la lucha ha terminado, uno comprende que todo estaba bien. La ganancia y la pérdida, ambas se asimilan. Errar también es parte del crecimiento, y entrar en el mundo también era parte de la búsqueda de Dios. ¡Era necesario! Por eso, cuando digo que vayas al mundo, no lo digo en ningún sentido condenatorio. Simplemente digo que es necesario. ¡Acaba de una vez con ello! Aún no estás listo, y si intentas llegar a tu fuente interna a medias, va a ser una represión. Y la represión divide, te pone enfermo.

He oído una anécdota:

Un muchacho, su madre y su padre habían sido invitados a cenar en casa de una tía. Ella era una de esas mujeres quisquillosas, y los padres advirtieron al chico para que se portara mejor que nunca.

-No empieces a pedir cosas cuando estemos comiendo, ni vayas a cogerlas –le dijeron-. Espera que te pregunten.

Durante la cena, de alguna forma estaban pasando por alto al chico cuando servían las cosas buenas. Él no dijo nada. Luego, tosió un poco. Nadie le prestó la menor atención.

Por fin, durante una breve pausa en la charla, dijo con voz clara y alta:

-¿Alguien quiere un plato limpio?

Esa es la mente del hombre reprimido, siempre observando, esperando; siempre anhelando, deseando. Y la mente encontrará una u otra manera para toser, o para decir: ¿Alguien necesita un plato limpio?

Cualquier deseo reprimido se reafirmará; encontrará una forma de reafirmarse. No reprimas nunca un deseo. Comprende, pero no reprimas nunca. Sé consciente, pero no reprimas nunca. Los deseos son grandes lecciones; si los reprimes, te perderás la lección. Vive en ellos. Vive conscientemente. Compréndelos, por qué están ahí, qué son. Y cuando digo que los comprendas, la comprensión sólo es posible si no los condenas. Si los has condenado de antemano, no puedes comprenderlos. Se natural: no decidas lo que está bien y lo que está mal. Simplemente, observa.

Cuando surja la ira, no digas que está mal. De hecho, ni siquiera digas que es ira, porque en la misma palabra “ira” ya ha entrado una condena. Simplemente, cierra los ojos, llámalo X, Y, Z, lo que quieras, que X está surgiendo. Siente la diferencia cuando dices que surge la ira y cuando dices que surge X. Hay una diferencia inmediatamente. Con X no tienes ni pro ni contra; con X no estás ni a favor ni en contra; con X no tienes prejuicios. Con “ira” tienes prejuicios, siglos de condicionamiento, que la ira es mala.

Simplemente mira, observa, fíjate. La ira también es energía, parte del toro. Mírala. Obsérvala. Y con sólo mirar y observar, verás que la energía se transforma. La observación es alquímica: cambia la energía, su cualidad. Y pronto verás: la misma energía que iba a ser ira se ha transformado en compasión. La compasión está oculta en la ira igual que el árbol está oculto en la semilla, sólo se necesita la comprensión profunda.

Así que entra en el mundo; acaba de una vez con el mundo. No le tengas miedo al mundo, porque si tienes miedo tratarás de escapar estando aún a medio madurar, y estar a medio madurar es lo peor. Deja que la presión del mundo te madure perfectamente. Que estés tan frustrado, tan desilusionado, que estés disponible para empezar otro viaje, hacia otro espacio.

Y entonces sucede algo hermoso...

Si te vuelves represivo, empiezas a reprimir lo que ha sido condenado por la sociedad, empiezas a reprimir también todo lo que es natural y no debe ser reprimido.

Pero sucede algo hermoso. Por ejemplo, el sexo desaparece, pero eso no significa que desaparezca el amor. Un tipo de energía totalmente nuevo surge en ti. El amor se hará más fuerte, el amor se hará más vigoroso. Y si sucede el sexo, será parte del amor; tendrá un contexto totalmente diferente. Así que no es apropiado llamarlo sexo.

Ahora mismo, si el amor sucede como parte del sexo. El sexo sigue siendo lo básico. Cuando te interesas sexualmente en alguna otra persona, desaparece el amor por la persona con la que relacionabas sexualmente antes.

Cuando se transforma la energía sexual, va hacia esferas más elevadas, la energía no va hacia abajo, sino hacia arriba; o, lo que es lo mismo, no va hacia fuera, sino hacia dentro. Adentro y arriba son las mismas dimensiones. Abajo y afuera también son la misma dimensión. No son dos dimensiones. Cuando la energía va hacia arriba o adentro, el sexo se vuelve una parte, una sombra, del amor. Ya no es importante en sí mismo.

Pero si reprimes y no eres consciente, reprimirás el sexo y reprimirás también el amor, porque te asustarás: siempre que el amor entre en tu mente, le seguirá el sexo, inmediatamente. Así que te asustarás también del amor. Una persona represiva llega a tenerle miedo a la energía misma.

Recuerda: la represión no te ayudará.

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