sábado, 29 de marzo de 2014

LOS DESEOS INSTINTIVOS

El deseo de amar y de ser amado, el deseo de comprender y ser comprendido son muy instintivos, muy naturales; pero también muy vinculantes, aprisionantes. Por eso, aunque sólo me escuches unos minutos, si puedes olvidar esos dos deseos, en esa trascendencia encontrarás la alegría última.

Los deseos de entender y ser entendido, van juntos. A menos que comprendas, no puedes abandonar el deseo de ser comprendido. Una vez que entiendes la simple existencia de tu ser, ambos desaparecen. No hay nada más que entender, y no hay una demanda de que alguien te entienda.

Y lo mismo es verdad para el amor.

En el momento en que entiendes lo que es el amor, tu experiencia de lo que es el amor, te conviertes en amor. Entonces no queda en ti la necesidad de ser amado y tampoco hay necesidad en ti de amar. Amar será para ti una experiencia simple y espontánea, como respirar. No puedes hacer nada más; simplemente amas.

Si el amor no viene de vuelta a ti, no te sentirás herido, porque sólo una persona que se ha convertido en amor puede amar. Sólo puedes dar lo que tienes. Pedir a la gente que te quiera, a gente que no tiene amor en su vida, a gente que no ha llegado al origen de su ser donde el amor tiene su altar, ¿cómo pueden amarte? Pueden aparentar. Pueden decirlo, pueden incluso creerlo, pero antes o después estas cosas van a cambiar...; se va a saber que, por lo general, sólo es una apariencia, que sólo es una actuación, que es hipocresía.

Puede que no haya intención de engañarte, pero ¿qué puede hacer la persona? Tú pides amor y la otra persona también quiere amar. Ambos comprendéis que se espera que tú ames, que sólo entonces puedes recibir amor; por eso intentas de todas las formas posibles tomar la postura del amor. Pero la postura está vacía. Ambos lo vais a comprobar y ambos os vais a quejar al otro de que eso no está bien. Desde el principio habéis sido dos mendigos mendigando uno al otro, y lo único que ambos tenéis son cuencos de mendigar vacíos.

Ambos aparentan que pueden dar, pero su deseo básico es recibir.

No puedes dar lo que no tienes.

Y los que lo tienen -esto hay que comprenderlo muy claramente-, los que han encontrado la fuente del amor dentro de sí mismos ya no necesitan ser amados. Sin embargo serán amados.

Amarán por la simple razón de que tienen demasiado; de la misma forma que una nube de lluvia quiere llover, de la misma forma que una flor quiere liberar su fragancia, sin deseo de conseguir nada. La recompensa del amor está en amar, no en recibir amor.

Y estos son los misterios de la vida: si una persona se siente com¬pensada sólo con amar a los demás, los demás le amarán. Porque estan¬do en contacto con ella, poco a poco empezarán a encontrar la fuente del amor dentro de sí mismos. Ahora conocen al menos a una persona que derrama amor y ese amor no surge de la necesidad. Y cuanto más comparte y derrama su amor, más crece la otra persona.

Lo mismo ocurre con la comprensión. Si estás cerca de una persona que comprende, verás que comparte; compartir es su alegría, no es un negocio para ella. Da de todo corazón, sabiendo perfectamente bien que muchas veces le cerrarán la puerta ante su cara, pero su comprensión es lo suficientemente profunda para entender a la gente que no le entiende a él.

Son miserables. Temen dejar que su comprensión les alcance, temen su luz. Empiezan a cerrar sus puertas y ventanas. Tienen miedo de su presencia. Condenarán, crearán confusión, crearán rumores, crearán mentiras; lo harán todo para impedir la luz de ese hombre, su comprensión, para impedir que se extienda su discernimiento. Y la razón es que tienen miedo.

La presencia de este hombre les da mucho miedo. En su presencia se sienten repentinamente desnudos: con todos sus celos, con todas sus miserias, con todo su dolor, con todas sus heridas. En su presencia no pueden ocultarse. Ante sus ojos están como ante rayos-X que les penetran hasta el núcleo más profundo y revelan todo lo que han estado ocultando de alguna forma a la sociedad para crear una buena imagen. Por dentro son justo lo opuesto.

Una vez que te entiendes a ti mismo y has ido más allá de todo tipo de incomprensiones, tu luz es tan clara y brillante, tu certeza es tan absoluta que, aunque todo el mundo te condene, eso no te hará ningún daño. Simplemente creará más compasión y más esfuerzo por hacer que esta gente salga de alguna manera de su oscuridad y pueda ver la luz.

Una vez que estos dos deseos se han calmado, uno se siente en el cielo. Uno está realmente en el cielo. Siempre lo ha estado; simplemente había pequeñas cosas que le molestaban y le hacían olvidar la inmensa belleza y alegría que toda la existencia está dispuesta a darte, y además gratuitamente. Es tuya con sólo pedirla.

sábado, 22 de marzo de 2014

EL VERDADERO CELIBATO

Existe cuatro estados en la sexualidad humana: la persona autosexual que evita la sexualidad. Quiere contener la sexualidad dentro de sí misma, es una especie de persona tacaña, y este tipo de gente, por lo general, suele sufrir de estreñimiento.

Actualmente esto es un hecho psicológico bien establecido. No hay forma médica de librarles del estreñimiento; su estreñimiento no tiene una causa corporal, sino mental.

Debes recordar que el centro sexual está en la mente, no en los genitales. Y, a propósito, es muy curioso que el centro sexual y el centro de la alimentación están muy cerca uno del otro; demasiado cerca. Por eso una persona que detiene su actividad sexual comienza a comer demasiado. La energía del centro sexual comienza a rebosar al centro siguiente, que es el de la alimentación. Se hace adicta a la comida; mira al alimento de la misma forma que un amante mira a su amada.

El segundo estado es la homosexualidad. Es ligeramente mejor que ser autosexual, que estar confinado en ti mismo; ahora al menos conectas con tu mismo sexo. Pero sigue habiendo un confinamiento -aunque sea un confinamiento menor- el hombre al hombre, la mujer a la mujer.

Sentirte atraído o atraída hacia los homosexuales es un paso. Finalmente te sentirás atraída por los heterosexuales. El homosexual está a mitad de camino. No tiene nada de malo, es bueno ir poco a poco, madurar gradualmente.

Y también es posible que la persona homosexual sea una persona que te guste, que ames, que merezca tu amor. Su homosexualidad puede ser algo secundario. Si es algo secundario, entonces quizá te puedas quedar con esa persona el tiempo suficiente; pasar de no tener contacto sexual o tener muy poco, a un hombre heterosexual, será un salto directo, será demasiado para ti y puede ser peligroso. Puede que vuelvas a evitar el sexo.

El tercer estado es el heterosexual, la madurez sexual, cuando vas más allá de tu feminidad o de tu masculinidad, cuando trasciendes tu clase y vas hacía la opuesta. Y como la tensión entre opuestos es muy grande, el amor florece a gran escala.

Existe el amor entre homosexuales, pero no hay mucha tensión en él. No deja de haber una razón por la que los homosexuales son llamados gays (alegres), porque no hay tensión, no hay lucha; siempre están sonriendo, siempre parecen felices. Es una felicidad superficial.

Los heterosexuales están enamorados y están en conflicto. Se ríen profundamente, lloran profundamente, luchan profundamente, sienten mucho el uno por el otro; todo es profundo debido a la tensión. Se les conoce como los enemigos íntimos. La intimidad es profunda y la enemistad también es profunda.

El cuarto estado es el asexual, cuando estás harto y has visto todo lo que el sexo puede proporcionarte -sus miserias, sus placeres, sus luchas, sus amistades- y poco a poco vas viendo la rutina, la misma rueda en movimiento. Para acabar con el aburrimiento de ver que es la misma rueda la que se mueve, puede que cambies de compañero; eso te da energía para unos días más, pero después vuelve el aburrimiento.

Cuando estás completamente aburrido del sexo, entonces viene el cuarto estado que es el asexual. Por primera vez eres completamente libre.

En el primer estado estabas muy confinado en ti mismo; en el segundo estabas confinado a los de tu clase: el hombre al hombre, la mujer a la mujer. En el tercero era mejor, pero seguías estando confinado: el hombre a la mujer y viceversa, la misma especie.

El cuarto estado está completamente libre de sexo: ¡ya lo has conocido, ya lo has comprendido. Su trabajo se ha acabado. Ya no es una carga para ti, ya no es un deseo para ti, ya no es una tensión. Te sientes ligero, y por primera vez disfrutas de estar solo.

Para mí éste es el verdadero celibato, no el celibato que tiene que practicarse. Llegas al verdadero celibato pasando por todas estas experiencias, y el verdadero celibato tiene que ser comprendido: no es antisexual, sólo es asexual. No manifiesta un antagonismo, no tiene actitudes "anti". En el cuarto estado puedes disfrutar del sexo como diversión, como un simple juego biológico.

Por eso no tienes que abandonar el sexo; puedes dejarlo..., puedes dejarlo o puedes mantenerlo. Pero ha perdido todos los antiguos significados y las antiguas implicaciones, todas las viejas ataduras, las viejas luchas, los celos; todo eso se pierde. Si se acaba, se acaba; si continúa, entonces sólo es una amistad casual, ya no supone ataduras, ya no hay condiciones.

domingo, 16 de marzo de 2014

EL MIEDO

Todos los miedos son subproductos de la identificación.

Amas a una mujer y con el amor, en el mismo paquete, viene el miedo: ella puede dejarte; ya ha dejado a alguien para venir a ti. Hay un precedente quizás haga lo mismo contigo. Hay un miedo, sientes un nudo en el estómago. Estás demasiado apegado.

No puedes entender un hecho simple: has venido al mundo solo; ayer ya estabas aquí, sin esa mujer, y estabas perfectamente bien, sin nudos en el estómago. Y mañana, si la mujer se va... ¿Para qué hacen falta los nudos? Sabes estar sin ella o sin él y serás perfectamente capaz de estar sin ella o sin él.

El miedo de que las cosas puedan cambiar mañana... Alguien puede morir, puedes caer en la bancarrota, puedes perder tu trabajo. Hay mil y una cosas que pueden cambiar. Estás cargado de muchos miedos, y ninguno de ellos es válido; porque ayer también estabas cargado de miedos innecesarios. Las cosas pueden haber cambiado, pero sigues vivo. Y el hombre tiene una inmensa capacidad para adaptarse a cualquier situación.

Dicen que sólo el hombre y las cucarachas tienen está inmensa capacidad de adaptación. Esa es la razón por la que allí donde encuentres a un ser humano, encontrarás cucarachas, y allí donde encuentres cucarachas, encontrarás al ser humano. Van juntos, son similares. Incluso en lugares muy alejados como el polo Norte y el polo Sur… Cuando el hombre viajó a esos lugares, de repente se dio cuenta de que había llevado las cucarachas consigo, y estaban perfectamente vivas, sanas y reproduciéndose.

Basta con mirar alrededor de la Tierra para verlo: el hombre habita en miles de climas, situaciones geográficas, situaciones políticas, situaciones sociológicas, situaciones religiosas, y se las arregla para sobrevivir. Y ha vivido durante siglos... las cosas van cambiando, y él se va ajustando.

No hay nada que temer. El mundo puede acabarse, ¿y qué? Tú acabarás con él. ¿Crees que te quedarás en una isla mientras el resto del mundo se acaba y te deja solo? No te preocupes. ¡Al menos tendrás unas cuantas cucarachas a tu lado!

¿Cuál es el problema si el mundo se acaba? Es algo que me han preguntado muchas veces. Pero, ¿cuál es el problema? Si se acaba, se acaba. Esto no crea ningún problema porque no estaremos aquí; acabaremos con él, y no quedará nadie de quien preocuparse. En realidad esta sería la mayor libertad del miedo.

El fin de mundo significa que todos los problemas se acaban, cada alteración, cada nudo en el estómago. No veo ningún problema. Pero se que todo el mundo está lleno de miedos.

El miedo es parte de la mente. La mente es cobarde, y tiene que ser cobarde porque no tiene ninguna sustancia: está hueca y vacía, y tiene miedo de todo. Y básicamente tiene miedo de que algún día te des cuenta de ello. ¡Eso realmente seria el fin del mundo!

Su miedo básico no es el fin del mundo, sino el hecho de que te hagas consciente, que entres en un estado de meditación en el que la mente tenga que desaparecer. Debido a ese miedo, la mente mantiene a la gente alejada de la meditación, les hace enemigos de gente como yo que estamos intentando que se extienda la meditación, alguna forma de consciencia y observación. Se convierten en mis antagonistas, y no sin razón; su miedo está bien fundado.

Puede que no sean conscientes de ello, pero su mente realmente tiene miedo de acercarse a algo que pueda producir más consciencia. Eso sería el principio del fin para la mente. Eso sería su muerte.

Pero tú no debes tener miedo. La muerte de la mente será tu renacimiento, el principio de la verdadera vida. Deberías estar contento, deberías alegrarte de que la mente muera, porque nada puede darte más libertad. Ninguna otra cosa puede darte alas para volar en el cielo; ninguna otra cosa puede hacer que todo el cielo sea tuyo.

La mente es una prisión.

La consciencia es salir de la prisión, o darse cuenta de que uno nunca ha estado en prisión; sólo pensaba que era así. Todos
los miedos desaparecen.

Yo también estoy viviendo en el mismo mundo que tú, pero no he sentido miedo ni por un momento, porque no se me puede quitar nada. Puedo morir, pero estaré viendo cómo ocurre y lo que muera no seré yo, no será mi consciencia.

El mayor descubrimiento de la vida, el tesoro más precioso, es la conciencia. Sin ella vas a estar en la oscuridad, vas a estar lleno de miedos. Y seguirás creando nuevos miedos, sin fin. Vivirás con miedo, morirás con miedo, y nunca podrás probar el sabor de la libertad. Y habrá sido tu potencial en todo momento; en cualquier momento lo podrías haber reclamado, pero nunca lo hiciste.

Es tu responsabilidad.

sábado, 8 de marzo de 2014

ACEPTAR PARA TRASCENDER LA MENTE

Lo fundamental que tienes que entender es que tú no eres la mente: ni la brillante ni la oscura. Si te identificas con la parte hermosa, entonces es imposible desindentificarse de la parte desagradable; son las dos caras de la misma moneda. Puedes quedarte con todo o puedes deshacerte de ello, pero no puedes dividirlo.

Y toda la ansiedad del ser humano surge porque quiere elegir lo que parece hermoso y brillante; quiere elegir todos los rebordes dorados y dejar atrás la nube oscura. Pero no sabe que los rebordes dorados no pueden existir sin la nube oscura. La nube oscura es el trasfondo, absolutamente necesario para que surjan los rebordes dorados.

Elegir es ansiedad.

Elegir es crearte problemas.

Permanecer sin elección significa que la mente está allí y tiene un lado oscuro y otro lado luminoso; ¿y qué? ¿Qué tiene eso que ver contigo? ¿Por qué preocuparte por ello?

En el momento en que no eliges, toda preocupación desaparece. Surge una gran aceptación, y así es como tiene que estar tu mente, esa es la naturaleza de la mente; y no es tu problema, porque tú no eres la mente. Si fueras la mente, no habría habido ningún problema en absoluto. ¿Entonces quién elegiría y pensaría en trascender? ¿Y quién intentaría aceptar y comprendería la aceptación?

Estás separado, totalmente separado. Sólo eres un testigo y nada más.

Pero estás siendo un observador que se identifica con cualquier cosa que le resulta agradable y se olvida de que lo desagradable vendrá detrás como una sombra. El lado agradable no te problematiza, sino que te alegra. El problema surge cuando su opuesto polar se afirma; entonces te sientes desgarrado.

Pero tú eres el que ha provocado todos los problemas. Cayendo de la posición del testigo, te identificas. La historia bíblica de la caída es sólo una ficción. Ésta es la caída real: la caída de ser un testigo a identificarse con algo y perder la observación.

Inténtalo de vez en cuando: deja que la mente sea lo que es. Recuerda que no eres ella. Y te vas a llevar una gran sorpresa. A medida que te identificas menos, la mente empieza a perder poder, porque su poder procede de tu identificación; te chupa la sangre. Pero cuando comienzas a sentirte alejado y desvinculado, la mente empieza a disminuir.

El día que dejas completamente de identificarte con la mente, incluso por un momento, hay una revelación: la mente simplemente muere; ya no está allí. Antes estaba tan llena, era tan continua -día tras día, dormido, despierto, siempre estaba allí- y de repente ya no está. Miras a tu alrededor y encuentras un vacío, una nada.

Y con la mente desaparece el yo. Entonces sólo queda cierta cualidad de consciencia que carece de un «yo» en ella. Como mucho puedes decir que es algo parecido a una cualidad de ser, una «soy-dad» [seidad], pero no es una «yo-idad». Para ser aún más preciso, es una «es-idad» porque incluso en la «soy-idad» queda alguna sombra del «yo». En el momento en que sabes que es una «es-idad», ya se ha hecho universal.

Con la desaparición de la mente, desaparece el yo. Y desaparecen muchas cosas que eran tan importantes para ti, que era tan problemáticas para ti. Intentabas resolverlas y se hacían cada vez más complicadas; todo se convertía en un problema, una ansiedad, no parecía haber ninguna salida.

La mente sólo es una procesión de pensamientos que pasan ante ti en la pantalla cerebral. Eres un observador. Pero empiezas a identificarte con las cosas hermosas: son los sobornos. Y una vez que te identificas con las cosas hermosas también estás atrapado en las cosas desagradables, porque la mente no puede existir sin dualidad.

La consciencia no puede existir con dualidad, y la mente no puede existir sin dualidad.

La identificación es la causa raíz de tu miseria.
Y cada identificación es una identificación con la mente. Quédate a un lado, deja pasar la mente.

sábado, 1 de marzo de 2014

SENTIRSE DESGRACIADO

No es sólo una experiencia tuya. El hecho está en la raíz del sufrimiento de la mayoría de la gente; pero no con el significado que tú le das. No es por dejar de amarte por lo que te sientes desgraciado.

Lo que ocurre es que te has creado un yo que no existe en absoluto, por eso a veces este falso yo sufre tratando de amar a los demás, porque de la irrealidad no puede surgir el amor. Y no es algo unilateral: dos irrealidades tratando de amarse mutuamente...; antes o después este acuerdo va a fracasar. Y cuando fracase, lo cargarás sobre ti mismo; no se lo puedes achacar a nadie. Por eso piensas: «He olvidado amarme a mí mismo.»

De ninguna forma es un pequeño alivio: al menos, en lugar de dos irrealidades ahora sólo tienes una. ¿Pero qué conseguirás amándote a ti mismo? ¿Y durante cuánto tiempo vas a poder hacerlo? Es irreal; no vas a poder hacerlo durante mucho tiempo porque es peligroso: si lo haces durante mucho tiempo, lo que llamas la voluntad del yo desaparecerá, y eso te liberará verdaderamente de las desgracias.

El amor seguirá presente, sin dirigirse ni a ti mismo ni a otra persona.

El amor seguirá presente sin dirigirse a nadie, porque no hay nadie que lo dirija, y cuando el amor está presente y no se dirige a nadie, hay mucha dicha.

Pero este yo irreal no te va a dar mucho tiempo. Pronto volverás a enamorarte de otra persona, porque el yo irreal necesita el apoyo de otras irrealidades. Por eso la gente se enamora, se desenamora, se vuelve a enamorar, se vuelve a desenamorar; es un extraño fenómeno, lo hacen docenas de veces y siguen sin verle el punto. Se sienten desgraciados cuando se enamoran de otra persona y se sienten desgraciados cuando están solos y no están enamorados; aunque un poco aliviados, de momento.

Y eso es tu vida. Vas cambiando a la otra persona pensando que quizá esta mujer, este hombre, te traerá el paraíso que siempre has esta¬do buscando. Pero todo el mundo te trae un infierno, ¡no falla! Y no se puede condenar a nadie por ello, porque esas personas están haciendo exactamente lo mismo que tú: llevan consigo un yo irreal del que no puede crecer nada. No puede florecer. Está vacío: decorado; pero vacío y hueco por dentro.

Por eso, cuando ves a alguien de lejos, él o ella te resulta atractivo. A medida que te acercas, el atractivo se reduce. Cuando te encuentras, no es un encuentro sino un encontronazo. De repente ves que la otra persona está vacía y te sientes engañado, timado, porque no tiene nada de lo que prometía.

La otra persona está en la misma situación respecto a ti. Todas las promesas fracasan y os volvéis una carga el uno para el otro, una des¬gracia el uno para el otro, una tristeza el uno para el otro, sois destructivos el uno para el otro.

Os separáis. Durante algún tiempo te sientes aliviado, pero tu realidad interna no puede dejarte en ese estado durante mucho tiempo; pronto estarás buscando a otra mujer, a otro hombre, y volverás a la misma trampa. Sólo cambian los rostros; la realidad interna sigue siendo la misma, está vacía.

Si realmente quieres librarte de la miseria y del sufrimiento, entonces tendrás que entender que no tienes un yo. Eso no será un pequeño alivio, será un gran alivio. Y si no tienes un yo, la necesidad del otro desaparece. El yo irreal necesitaba ser alimentado por el otro. Tú no necesitas al otro.

Y escucha con cuidado: cuando no necesitas al otro, puedes amar.

Y ese amor no te hará desgraciado.

Al ir más allá de las necesidades, de las demandas de los deseos, el amor se convierte en un compartir suave, en una gran comprensión.

El día que te entiendes a ti mismo, entiendes a toda la humanidad.

Entonces nadie puede hacerte desgraciado. Sabes que sufren de un yo irreal, y lanzan su desgracia sobre cualquiera que esté por allí cerca.

Tu amor te permitirá ayudar a la persona que amas a librarse del yo. Sólo conozco un regalo...

El amor sólo puede regalarte una cosa: que no eres, que tu yo sólo es imaginario. Esta comprensión entre dos personas de repente les hace una, porque dos nadas no pueden ser dos. Dos algos serán dos, pero dos nadas no pueden ser dos: dos nadas empiezan a fundirse y mezclarse. Tienen que volverse uno.

Buscar este blog