sábado, 24 de septiembre de 2022

LA PSICOLOGÍA DE LOS BUDAS


Sigmund Freud introdujo el psicoanálisis en el mundo. Se basa en analizar la mente. Está confinado a la mente.

No se sale de la mente, ni una pulgada siquiera. Por el contrario, profundiza en la mente, en las capas ocultas de la mente, en el inconsciente, para encontrar formas y medios a través de los cuales la mente del hombre por lo menos pueda ser normal. La meta del psicoanálisis freudiano no es muy elevada.


La meta es mantener a la gente normal. Pero la normalidad no es suficiente. Ser simplemente normal no tiene ninguna importancia. Significa la rutina normal de la vida y tu capacidad para soportarla. No te da significado, no te da importancia. No te da una visión de la realidad de las cosas. No te lleva más allá del tiempo, más allá de la muerte. Como mucho, es un mecanismo útil para aquellos que se han vuelto tan anormales que les es imposible soportar su vida cotidiana; que no pueden vivir con la gente, que no pueden trabajar, que se han quedado encerrados. La psicoterapia les proporciona cierto equilibrio; no integridad, no te vayas a creer, sino tan solo un cierto equilibrio. Los empaqueta. Continúan estando fragmentados. Nada se cristaliza en ellos, no nace un alma. No se vuelven felices, tan solo se sienten menos infelices, menos desgraciados.


La psicología les ayuda a aceptar la desgracia. Les ayuda a aceptar que eso es lo único que la vida puede darte, así que no pidas más. En cierto modo, es peligroso para su crecimiento interior, porque el crecimiento interior solo ocurre cuando existe un descontento divino. Cuando estás absolutamente insatisfecho con las cosas tal como son, y solo entonces, entras en una búsqueda, solo entonces empiezas a elevarte más, solo entonces te esfuerzas para salirte del lodo.


Jung llegó un poco más lejos en el inconsciente. Pasó al inconsciente colectivo. Eso es meterse cada vez más en terreno fangoso, y no será de ninguna ayuda.


Assagioli se fue al otro extremo. Viendo el fracaso del psicoanálisis, inventó la psicosíntesis. Pero se basa en la misma idea. En vez de enfatizar el análisis, él enfatiza la síntesis.


La psicología de los budas no es ni un análisis ni una síntesis; es trascendencia, es ir más allá de la mente, no es trabajar dentro de la mente, es trabajo que te saca fuera de la mente. Ese es exactamente el significado de la palabra “éxtasis”: estar fuera.


Cuando eres capaz de salirte de tu propia mente, cuando eres capaz de crear una distancia entre tu mente y tu ser, has dado el primer paso en la psicología de los budas. Y entonces, ocurre un milagro: cuando te sales de la mente, todos los problemas de la mente desaparecen, porque la propia mente desaparece; pierde su agarre en ti.


El psicoanálisis es como podar las hojas de un árbol, pero volverán a salir nuevas hojas. No es cortar desde las raíces. Y la psicosíntesis es volver a poner en el árbol las hojas caídas. Tampoco eso les dará vida. Simplemente, se verá feas; no estarán vivas, no estarán verdes; no serán parte del árbol, sino que estarán pegadas de algún modo.


La psicología de los budas corta desde las mismas raíces del árbol que crea toda clase de neurosis, psicosis, que crea al hombre fragmentado, al hombre mecánico, al hombre que es como un robot. Y la manera es sencilla…


El psicoanálisis lleva años, y aun así el hombre sigue igual. Es una renovación de la vieja estructura, es poner un parche aquí y otro allá, una lavada de cara a toda la casa. Pero es la misma casa, nada ha cambiado radicalmente. No ha transformado la consciencia del hombre.


La psicología de los budas no trabaja con la mente. No tiene interés en analizar o en sintetizar. Simplemente te ayuda a salir de la mente para que puedas echar un vistazo desde afuera. Y el propio vistazo es una transformación. En cuanto puedes mirar tu mente como un objeto y desligarte de ella, te desidentificas de ella; se crea una distancia y las raíces se cortan.


Por qué se cortan las raíces de esta forma? Porque eres tú quien alimenta a la mente; si tú no te identificas con ella, dejas de alimentarla. Cae muerta por su propio peso.


Hay una preciosa historia. A me encanta…


Un día, Buda estaba pasando por un bosque. Era un caluroso día de verano y Buda tenía sed. Le dijo a Ananda, su discípulo principal,: anda, regresa. Tan solo tres o cuatro millas atrás hemos pasado una pequeña corriente de agua. Tráeme un poco de agua; toma mi escudilla de mendicante. Me siento muy cansado y tengo mucha sed”. Había envejecido.


Ananda regresó, pero cuando llegó al arroyo, unas carretas acababan de pasar y habían dejado el agua muy turbia. Se habían removido las hojas que había en el fondo; ya no era posible beber esa agua; estaba demasiado sucia. Regresó con las manos vacías, y dijo: “Tendrás que esperar un poco. Iré más adelante. He oído que tan solo a dos o tres millas de aquí hay un gran río. Traeré agua de allí”.


Pero Buda insistió. Dijo: “Regresa y trae agua del mismo arroyo”.


Ananda no podía entender la insistencia, pero si el maestro lo dice, el discípulo tiene que obedecer. Aun viendo lo absurdo del asunto —tener que caminar de nuevo tres, cuatro millas, y sabiendo que el agua no se podía beber—, fue.


Cuando se iba, Buda le dijo: “Y no regreses si el agua todavía está sucia, simplemente siéntate en la orilla en silencio. No hagas nada, no te metas en la corriente. Siéntate en silencio en la orilla y observa. Más tarde o más temprano, el agua volverá a estar clara; entonces, llena la escudilla y regresa”.


Ananda llegó allí de nuevo. Buda tenía razón: el agua ya estaba casi clara, las hojas se habían separado, el polvo se había posado. Pero todavía no estaba absolutamente clara, así que Ananda se sentó en la orilla, simplemente observando el fluir del río. Poco a poco, se volvió cristalina. Regresó bailando. Entonces, comprendió por qué Buda era tan insistente. Había cierto mensaje en ello para él, y él comprendió el mensaje. Le dio el agua a Buda, le dio las gracias y tocó sus pies.


Buda dijo: "Qué estás haciendo? Soy yo quien debería darte las gracias por haberme traído el agua”.


Ananda contestó: hora lo comprendo. Al principio, estaba enojado; no me daba cuenta, pero estaba enojado porque era absurdo volver hasta allí. Pero ahora he comprendido el mensaje. Eso es lo que yo en realidad necesitaba en ese momento. Lo mismo ocurre con la mente; sentado en la orilla de ese arroyuelo, me di cuenta de que me pasa lo mismo con la mente. Si salto a la corriente, volveré a ensuciarla. Si salto a la mente, se crea más ruido, empiezan a surgir, a salir a la superficie más problemas. Sentado al lado, aprendí la técnica.


"Ahora también me sentaré al lado de mi mente, observándola con todas sus suciedades, problemas, hojas viejas, golpes, heridas, memorias y deseos. Indiferente, me sentaré a la orilla y esperaré el momento en que todo esté claro”.


Y ocurre por sí solo, porque en cuanto te sientas en la orilla de tu mente, dejas de darle energía. Eso es la verdadera meditación. La meditación es el arte de la trascendencia.


Freud habla del psicoanálisis. Assagioli de la síntesis. Buda siempre ha hablado de la meditación, de la consciencia. Cuál es la singularidad de esta tercera psicología? La meditación, la consciencia, la observación, el presenciar: esa es su singularidad. No se necesita ningún psicoanalista. Puedes hacerlo por ti mismo; de hecho, tienes que hacerlo por ti mismo. No se necesitan directrices; es un proceso muy sencillo; sencillo si lo haces; si no lo haces, parece muy complicado. Incluso la palabra “meditación” asusta a muchas personas. Piensan que es algo muy difícil, arduo. Sí, si no lo haces, es difícil y arduo. Es como nadar. Es muy difícil si no sabes, pero si sabes, sabes que es un proceso muy simple. Nada puede ser más sencillo que nadar.


No es un arte en absoluto; es algo espontáneo y natural.


Sé más consciente de tu mente. Y siendo consciente de tu mente, te harás consciente del hecho de que tú no eres la mente, y ese es el comienzo de la revolución. Tú has empezado a fluir cada vez más alto. Ya no estás atado a la mente. La mente funciona como una roca y te mantiene. Te mantiene en el campo de gravedad. En cuanto no estás apegado a la mente, entras en el campo de los budas. Entrar en el campo de los budas significa entrar en el mundo de la levitación. Empiezas a flotar hacia arriba. La mente va tirando de ti hacia abajo.


Así que no se trata de una cuestión de analizar ni sintetizar. Se trata simplemente de volverse consciente. Por eso, en Oriente no hemos desarrollado una psicoterapia como la de Freud, la de Jung o la de Adler; y hoy en día, hay muchas en el mercado. No hemos desarrollado ni una sola psicoterapia porque nosotros sabemos que las psicoterapias no pueden curar. La curación llega cuando ya no estás atado a la mente. Cuando estás desconectado de la mente, desidentificado, absolutamente desligado, cuando el cautiverio se ha acabado, entonces ocurre la sanación.


La trascendencia es la verdadera terapia, y no solo es psicoterapia. No solo es un fenómeno limitado a tu psicología; es mucho más que eso. Es espiritual. Cura tu mismísimo ser.

sábado, 17 de septiembre de 2022

LA CONSCIENCIA Y EL YO


Estar pendiente de uno mismo es una enfermedad. Ser consciente de uno mismo es salud. Así que, cuál es la diferencia? Porque las palabras parecen significar lo mismo. Las palabras pueden significar lo mismo, pero cuando yo las utilizo, no les doy el mismo significado.

En el estar pendiente de uno mismo, el énfasis está en el uno mismo. En el estar consciente de uno mismo, el énfasis está en la consciencia. Puedes utilizar las mismas palabras, estar pendiente de uno mismo, para ambas. Si el énfasis está en el ‘lo mismo”, es una enfermedad. Si el énfasis está en la “consciencia”, es salud. Una diferencia muy sutil, pero muy importante.

Estar pendiente de uno mismo es una enfermedad porque estás constantemente consciente del yo: “Qué pensará la gente de mí? Cómo me juzgarán? Cuál es su opinión? Les caigo bien o no, me aceptan o me rechazan, me aman o no”.

Siempre en el “me”, o en el “yo”, el ego sigue siendo el centro. Eso es una enfermedad. El ego es la mayor enfermedad que existe.

Y si cambias el foco, el énfasis; si el foco se mueve desde el yo a la consciencia, entonces no te preocupa si la gente te acepta o te rechaza. Cualquiera que sea su opinión, no importa. Entonces quieres ser consciente en cada situación. Te rechacen o te acepten, te amen o te odien, te llamen santo o pecador, eso no importa... Lo que digan, su opinión, eso es asunto suyo y su problema a solucionar por ellos mismos. Tú simplemente estás intentando ser consciente en cada situación.

Alguien viene, se inclina ante ti, cree que tú eres un santo: no te preocupes por lo que diga. Simplemente, permanece alerta, permanece consciente para que no te pueda arrastrar a la inconsciencia, eso es todo. Y alguien viene y te insulta y te tira un zapato viejo a la cabeza, tú no te preocupes por lo que esté haciendo. Tú, simplemente, intenta estar alerta, para permanecer intacto; él no puede arrastrarte a ninguna parte.

En la apreciación o en la condena, en el fracaso o en el éxito, permanece igual. A través de tu consciencia, alcanzarás una tranquilidad que no puede ser molestada de ninguna manera. Te vuelves libre de la opinión de la gente.

Esa es la diferencia entre una persona religiosa y una persona política. Una persona política está pendiente de sí misma; el énfasis está en el yo, siempre preocupado por la opinión de los demás. Depende de la opinión de la gente, de sus votos. Al final, ellos son los jefes y los que deciden. Un hombre religioso es maestro de su propio ser; nadie puede decidir por é1. Él no depende de tu voto o de tu opinión. Si vas a é1, está bien. Si no vas a él, también está bien. No le crea problemas. Él es él mismo.

Ahora bien, me gustaría decirte una cosa muy paradójica; aunque parezca paradójica, es una verdad muy simple: los que están pendientes de sí mismos —con el énfasis en el yo- no tienen yo. Por eso, están tan pendientes de sí mismos, tienen miedo; cualquiera puede quitarles su yo. Ellos no tienen su yo. Ellos no son maestros. Su yo es prestado, prestado por ti. Si alguien les sonríe, su yo recibe apoyo. Si alguien los insulta, es un puntal que se ha retirado, su estructura se tambalea. Si alguien se enfada, ellos tienen miedo. Si se enfada todo el mundo, dónde se meterían? Quiénes serían ellos? Su identidad se rompería. Si todo el mundo sonríe y dice: “Que grandes son ustedes”, ellos son grandes.

La gente que está pendiente de sí misma, los políticos... y cuando digo los políticos no me refiero solo a aquellos que realmente ejercen en política. Todos aquellos que de algún modo dependen de los demás son políticos. No tienen ningún yo; dentro hay vacío. Siempre tienen miedo de su vacío. Cualquiera puede arrojarlos a su vacío; !cualquiera! Incluso un perro que ladra puede arrojarlos a su vacío.

Un hombre que es religioso, consciente de sí mismo —con el énfasis en la consciencia— tiene un yo, un yo auténtico. Tú no le puedes quitar ese yo. Ni puedes dárselo ni puedes quitärselo. Lo ha alcanzado él. Aunque todo el mundo se ponga en su contra, su yo estará con él. Si todo el mundo lo sigue, no le añadirá nada a su yo en ningún sentido, no será aumentado, no. Él verdaderamente tiene alguna realidad auténtica; en él existe un centro.

El hombre político no tiene centro. Él intenta crear un falso centro. Toma algo prestado de ti, algo de otro, y de otro... Así es como se las arregla. Su identidad es una identidad falsa, una composición de las opiniones de muchas personas. Si la gente se olvidara de él, estaría perdido, no estaría en ninguna parte; de hecho, no sería nadie. Te das cuenta? Una persona es presidente; de repente, se convierte en alguien. Luego deja de ser presidente, entonces no es nadie. Entonces, todos los periódicos se olvidan de él. Solo lo recordarán cuando se muera, e incluso eso en una pequeña noticia. Lo recordarán como un ex presidente, no como una persona; como alguien que ha ostentado un cargo. Qué ocurre? El hombre simplemente desaparece. Cuando ostentas el cargo, estás en la portada de todos los periódicos. Tú no eres importante; el cargo es importante.

Por eso, todos aquellos que en el fondo de su interior son pobres siempre están a la búsqueda de una posición, a la búsqueda de los votos, de las opiniones de la gente. Así es como alcanzan un alma; un alma falsa, por supuesto.

Los psicólogos han llegado a la esencia profunda del problema. Dicen que las personas que intentan ser superiores padecen un complejo de inferioridad, y que las personas que realmente son superiores no se preocupan en absoluto. Son tan superiores que ni siquiera se dan cuenta de que lo son. Solo una persona inferior puede darse cuenta de que la otra es superior; y además, es muy susceptible ante este hecho.

Con solo insinuarle que “tú no eres tan grande como te crees”, se enfadará. Solo un hombre superior puede colocarse detrás como el último hombre. Todos los inferiores están viendo hacia la primera fila, porque si se ponen detrás, no son nadie. Tienen que ponerse delante. Tienen que vivir en la capital. Tienen que tener mucho dinero. Tienen que ir en un gran automóvil. Tienen que ser esto y aquello. La gente que es inferior siempre intenta mostrar su superioridad a través de sus posesiones.

Déjame resumirlo: las personas que no tienen un ser intentan obtenerlo a través de poseer cosas: cargos, nombre, fama.

Incluso algunas veces ocurre: un hombre en América mató a siete personas. No conocía a ninguna de ellas. En el juicio, le preguntaron: “Por qué?” Él contestó: “No podía hacerme famoso, así que pensé que por lo menos podía hacerme notorio. Tengo que ser alguien. Y estoy contento de que mi foto salga en la portada de todos los periódicos como asesino. Pueden hacer lo que quieran. Ahora tengo el sentimiento de que soy alguien. Y la sala está preocupada, el gobierno está preocupado, y la gente está preocupada, y los periódicos están hablando de mi; puedo visualizar que en cada hotel, en cada restaurante, en todas partes, la gente estará hablando de mi. Al menos por un día me he hecho famoso, conocido”.

Todos los políticos son asesinos. Tú no puedes darte cuenta porque en el fondo tú también eres político. Todos los políticos son asesinos, porque no se preocupan por ti. Se preocupan por sus sentimientos: tienen que ser alguien. Si el asesinato puede darles ese sentimiento, entonces por qué no? Si la violencia puede darles ese sentimiento, entonces por qué no?

Recuerda esto: estar pendiente de uno mismo —el énfasis en el uno mismo— es una enfermedad profunda, una enfermedad en lo profundo. Uno debería deshacerse de ella. Ser consciente de uno mismo —el énfasis en la consciencia— es una de las cosas más sagradas del mundo, porque pertenece a la gente sana, a aquellos que han alcanzado su centro. Ellos son conscientes, están atentos. Ellos no están vacíos: están satisfechos.

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