sábado, 25 de diciembre de 2010

LA MENTE CONFUSA

¿Qué es una mente confusa? ¿Es una mente agitada? Aquí hemos cometido un error: Decimos “mente agitada”. Aquí se encuentra el error. ¿Cuál es el error? El error es que estamos utilizando dos palabras (“mente” y “confusa”), y la verdad de la cuestión es que no existe la mente confusa. En realidad, el estado mismo de confusión es la mente. No existe una mente confusa. La mente es confusión.

No se trata de que la mente pueda tranquilizarse: la mente es, en sí misma, la intranquilidad. Y cuando no hay confusión, no se trata de que la mente se haya tranquilizado: es que la mente ha desaparecido.

Imaginaros, por ejemplo, que hay una tormenta en el mar, que el mar está agitado. ¿Dirías que se trata de “una tormenta agitada”? ¿Diría alguien que es “una tormenta agitada”? Os limitarías a decir que es una tormenta, pues, “tormenta” ya es, de suyo, sinónimo de “agitación”. Y cuando se acalla la tormenta, ¿decís que la tormenta se ha quedado tranquila? ¡Lo único que decís es que la tormenta ya no existe!

Para comprender la mente, recordad también que “mente” no es más que un sinónimo de “confusión”. Cuando se hace la paz, no es que la mente se haya quedado en paz, sino, más bien, que la mente ya no existe en absoluto. Aparece un estado de no-mente. Y cuando ya no existe la mente, entonces lo que queda se llama atman. El mar existe aun cuando no hay tormenta. Cuando desaparece la tormenta, queda el mar. Cuando la mente confusa deja de existir, lo que queda es el atman, la conciencia.

La mente no es una cosa, no es más que un estado de confusión, un estado de desorden. La mente no es una facultad, no es una sustancia. El cuerpo es una cosa, el atman es otra cosa, y la falta de paz entre ambos se llama mente. En estado de paz queda el cuerpo, queda el atman, pero ya no hay mente.

No existe una mente tranquila. Se trata de un error de expresión, debido a la lengua que nos hemos creado. Hablamos de “un cuerpo enfermo”, de “un cuerpo sano”. Esto es correcto. Existen cuerpos enfermos, claro está, y también existen cuerpos sanos. Al desaparecer la enfermedad, queda un cuerpo sano. Pero no es así en el caso de la mente. No existe “una mente sana” y “una mente enferma”. La mente es, por sí misma, enferma. Su mismo ser es la confusión. Su mismo ser es malsano. Su mismo ser es una enfermedad.

No preguntéis, pues, cómo podéis librar a la mente de la confusión, pues, ¿cómo podéis libraros de esta mente? Preguntad cómo puede morir esta mente. Preguntad cómo podéis eliminar esta mente. Preguntad qué podéis hacer para que la mente deje de existir.

La meditación es un medio para acabar con la mente, para despedirse de la mente. La meditación significa salir de la mente. La meditación significa apartarse de la mente. La meditación significa la cesación de la mente. La meditación significa apartarse de donde reina la confusión. Al apartarnos de la confusión, la confusión se aquieta, pues lo que la crea es nuestra propia presencia. Si nos apartamos, deja de existir.

Vivimos en un plano mental; estamos presentes allí donde reina el desorden, donde se producen las agitaciones. No queremos apartarnos de allí, pero queremos llevar allí la paz. Allí no puede haber paz. Tened la bondad de apartaros: eso es todo.

En cuanto os apartéis, la agitación cesará. La meditación no es una técnica que sirva para llevar la paz a vuestra mente; es, más bien, una técnica para apartaros de la mente. La meditación es un medio para huir, para alejaros de las olas de la confusión.

sábado, 18 de diciembre de 2010

DEJAR LOS PENSAMIENTOS

Una vez que Jesús pasaba junto a un lago y sucedió un incidente maravilloso. Era de madrugada. El sol estaba a punto de salir y el horizonte acababa de arrebolarse. Un pescador había arrojado su red al lago para pescar. Cuando empezó a sacar la red, Jesús puso su mano en el hombro del pescador y le dijo:

-Amigo mío, ¿quieres pasar toda la vida pescando peces?

El pescador se dio la vuelta para ver quién era el hombre que le hacía la misma pregunta que él se había planteado. Miró a Jesús. Vio sus ojos serenos y alegres, su personalidad. Le dijo:

-No tengo otra posibilidad. ¿En qué otra parte podré encontrar un lago? ¿En qué otra parte podré encontrar peces y arrojar la red para pescarlos? Yo también me pregunto si seguiré pescando peces el resto de mi vida.

Entonces dijo Jesús:

-Yo también soy pescador, pero arrojo mi red en otro mar. Ven, sígueme si quieres; pero recuerda: sólo el hombre que tiene valor para renunciar a su red vieja puede arrojar una red nueva. Deja atrás la red vieja.

El pescador debía de ser hombre valeroso. Hay muy poca gente valerosa como él. Dejó allí mismo su red llena de peces. Debió de pasarle por la mente el deseo de recoger, al menos, la red que ya tenía llena, pero Jesús le dijo:

-Sólo pueden arrojar su red al nuevo mar los que tienen valor para dejar atrás la red vieja. Dejad la red allí mismo.

El pescador dejó su red y le preguntó:

-¿Dime dónde debo ir?

¡Pareces hombre valiente! -dijo Jesús- Tienes capacidad para llegar a alguna parte. ¡Ven conmigo!

Cuando se acercaron a las afueras del pueblo, llegó ante ellos un hombre que corría. Éste detuvo al pescador y le dijo:

-¿Dónde vas? Tu padre, que estaba enfermo ha muerto. ¿Dónde estabas? Fuimos a buscarte al lago y allí encontramos tu red. ¿Dónde vas?

El pescador dijo a Jesús:

-Te ruego que me concedas algunos días para enterrar a mi padre y celebrar su funeral. Después volveré a tu lado.

Las palabras que respondió Jesús al pescador son enormemente maravillosas. Le dijo:

-¡Necio, deja que los muertos entierren a los muertos! ¿Qué necesidad hay de que vayas? Ven. Sígueme. El que ha muerto ya está muerto; ¿por qué molestarse siquiera en enterrarlo? No son más que trucos para mantenerlo vivo. El que ya ha muerto, ha muerto para siempre. Y hay muchos muertos en el pueblo. Ellos enterrarán al muerto. Tú ven conmigo.

El pescador dudó un momento. Observándolo, Jesús le dijo:

-Quizás te he juzgado mal cuando creí que eras capaz de dejar tu red vieja.

El pescador se detuvo un momento y, después, siguió a Jesús. Jesús dijo:

-Eres hombre valiente. Si eres capaz de dejar atrás a los muertos, puedes alcanzar verdaderamente la vida.

En realidad, debe soltarse todo lo que ha muerto en el pasado.

Os sentáis en meditación, pero siempre venís luego a decirme que nunca da resultado, que os siguen llegando pensamientos. Los pensamientos no llegan así; la cuestión es: ¿habéis llegado a dejarlos? Siempre seguís aferrados a ellos, ¿cómo echarles la culpa a ellos?

Los habéis alimentado de vuestra propia sangre. Los habéis atado a vosotros mismos. Decís a vuestro pensamiento: “¡Fuera de aquí! ¡Largo!” Pero el pensamiento no se va a ir así como así. Alimentamos a los pensamientos. Alimentamos los pensamientos del pasado, los atamos a nosotros mismos. Pero un día, de pronto, queréis que os dejen. No os dejarán en un solo día. Tendréis que dejar de darles de comer, tendréis que dejar de cuidarlos.

Recordadlo: si queréis dejar los pensamientos, dejad de decir: “Mis pensamientos”. ¿Cómo podréis dejar algo que consideráis vuestro? Si queréis quitaros de encima los pensamientos, dejad de interesaros por ellos.

¿Cómo van a marcharse a no ser que dejéis de interesarte por ellos? De otro modo, ¿cómo, los pensamientos, van a saber que vosotros habéis cambiado, que ya no os interesan?

Todos nuestros recuerdos del pasado son pensamientos. Nos estamos aferrando a toda una red de ellos. No les permitimos morir.

Dejad morir vuestros pensamientos. Dejad muerto lo que está muerto: no intentéis mantenerlo vivo. Pero lo estamos manteniendo vivo…

Ayer terminó ayer, ahora ya no existe; pero, a pesar de ello, mantiene su presa sobre nosotros.

sábado, 11 de diciembre de 2010

LOS OPUESTOS NECESARIOS

Estoy enseñando el arte de morir, porque el que aprende el arte de morir también se convierte en un experto en el arte de vivir. El que accede a morir se hace digno de vivir la vida suprema. Sólo los que han aprendido a suprimirse a sí mismos llegan también a saber ser.

Pueden parecer cosas opuestas, porque hemos supuesto que la vida y la muerte se oponen entre sí, que son cosas contradictorias; pero no lo son. Hemos establecido entre ambas una falsa contradicción que ha producido unos resultados nefastos. Es posible que nada haya hecho tanto daño a la raza humana como esta contradicción, y esta contradicción se ha extendido a muchos niveles de nuestras vidas. Si tomamos cosas que son, en esencia, unas, y las dividimos en partes independientes (y no sólo independientes, sino contradictorias), el resultado final sólo puede ser la creación de un hombre esquizofrénico, loco.

Supongamos que hay un lugar donde viven gentes locas. Surgirían grandes dificultades si esas gentes creyeran que el frío y el calor eran cosas no sólo independientes entre sí, sino contradictorias, por la sencilla razón de que el frío y el calor no son contradictorios, sino que son grados diferentes de medir una misma cosa. Nuestro conocimiento del frío y del calor no es absoluto, es muy relativo. Esto quedará claro con un pequeño experimento.

¿Habéis pensado alguna vez en la diferencia entre la infancia y la vejez? Solemos pensar que son cosas opuestas: la infancia por un lado, la vejez por otro lado. Pero ¿en qué se diferencia, en realidad, la infancia de la vejez? La única diferencia es una cuestión de años, la única diferencia es una cuestión de días; la diferencia no es cualitativa, sólo es cuantitativa.

La diferencia entre el infierno y el cielo no es una cuestión de cualidad: la única diferencia es de cantidad. No creáis que el infierno y el cielo son cosas contrarias, diametralmente opuestas entre sí. La diferencia entre el infierno y el cielo es la misma que entre el frío y el calor, entre el niño y el viejo.

Existe una diferencia del mismo tipo entre el nacimiento y la muerte; de otra manera, el que naciera nunca podría morir. Si el nacimiento y la muerte fueran cosas opuestas, ¿cómo podría terminar en la muerte el nacimiento? Sólo podemos llegar hasta el punto que nos es inherente. El nacimiento se desarrolla hasta llegar a la muerte. Esto significa que el nacimiento y la muerte son dos extremos de una misma cosa. Sembramos una semilla: ésta se desarrolla hasta convertirse en planta, y después se convierte en flor. ¿Habéis creído alguna ve que existía una oposición entre la semilla y la flor? La flor se desarrolla desde la propia semilla, que se convierte en flor. El desarrollo es inherente a la semilla.

Recordadlo: en este mundo no existe en absoluto la contradicción. En realidad, no puede existir nunca la contradicción en el mundo; pues, si existiera, no habría manera posible de unificar los opuestos. Si el nacimiento y la muerte fueran entidades independientes, el nacimiento seguiría su propio curso y la muerte seguiría el suyo: no se encontrarían en ningún punto. Así como dos líneas paralelas no se encuentran en ninguna parte, tampoco se encontrarían nunca el nacimiento y la muerte.

El nacimiento y la muerte están entrelazados, son dos extremos de un proceso ininterrumpido. Lo que quiero decir cuando digo esto es que si queremos que el hombre se salve de la locura en un futuro próximo, tendremos que aceptar la vida en su totalidad. Ya no podemos permitirnos crear divisiones y enfrentar entre sí las partes.

En la vida todo está integrado. La diversidad aparente es como las notas de una gran sinfonía. Si elimináis algo, os encontraréis en dificultades.

Lo que quiero decir es que las cosas que llamamos opuestas no son opuestas: la vida se rige por un orden muy misterioso.

Toda fuerza surge de la oposición; toda energía se produce a partir de la resistencia. En la vida, la creación de la energía, de la potencia, se apoya en el principio de la polaridad.

Dios, divino arquitecto de la vida, es muy inteligente. Sabe que la vida se enfriaría inmediatamente, se disolvería enseguida, si existiera una oposición entre unos y otros. Por eso ha dispuesto la ira frente al perdón, la sexualidad frente a la castidad, y así se crea una energía, por la resistencia presente entre los términos. Y esa energía es la vida.

Nadie puede conocer toda la verdad de la vida sin haber comprendido correctamente esta contradicción. La persona que, por su oposición, se empeña en quitarle la mitad todavía no ha alcanzado la inteligencia suficiente. Podéis quitarle la mitad, desde luego, pero en cuanto suceda eso morirá también la otra mitad; pues, indudablemente, la segunda mitad recibió su energía vital de la primera mitad, y de ninguna otra parte.

sábado, 4 de diciembre de 2010

LA SEGURIDAD EN LA VIDA

Me alojé varios días como huésped en casa de un amigo mío. Es muy rico; posee muchos bienes. Pero una cosa me desconcertó: nunca hablaba con amabilidad a nadie. Por lo demás, era un buen hombre. Me desconcertaba mucho ver que era muy blando interiormente, pero era muy duro por fuera. El criado temblaba ante él; su hijo temblaba ante él; su mujer tenía miedo de verlo. La gente se lo pensaba mucho antes de visitarlo. Aun cuando llegaban a su puerta titubeaban antes de llamar al timbre, preguntándose si debían entrar o no.

Cuando pasé unos días con él y llegué a conocerlo bien, le pregunté a qué se debía todo aquello.

-En realidad, eres un hombre muy sencillo –le dije. Él me respondió:

-Tengo mucho miedo. Es peligroso establecer una relación personal, pues si estableces una relación con alguien, tarde o temprano empieza a pedirte dinero. Si eres amable y cariñoso con tu esposa, los gastos se multiplican. Si no eres severo con tu hijo, te pide cada vez más dinero para sus gastos. Si hablas con amabilidad a tu criado, también él quiere comportarse como un amo.

Por lo tanto, tenía que levantar a su alrededor un sólido muro de frialdad, que espantase a su esposa, que espantase al hijo. ¿Cuántos padres han hecho esto?

La verdad de la cuestión es que existen muy pocos hogares donde el padre y el hijo se traten con amor. Por lo general, el hijo recurre al padre cuando necesita dinero; el padre va a ver al hijo cuando quiere soltarle un sermón; los dos no se reúnen en ninguna otra ocasión. No existe ningún punto de reunión entre el padre y el hijo. El padre tiene miedo y se ha rodeado de un muro sólido. El hijo también tiene miedo; se mueve a hurtadillas del padre. No existe ninguna armonía entre los dos. Cuanto más miedo tiene una persona, cuanto más se preocupa de su seguridad, más se solidifica.

Por el contrario, el amor es fluido, da entrada a otra persona. Es peligroso, por ejemplo, enamorarse de una persona extraña: ¡puede escaparse por la noche con todos nuestros objetos de valor! Así pues, investigamos a fondo quién es esa persona, a qué se dedica, de dónde son sus padres, qué carácter tiene, qué cualidades tiene. Tomamos todas las medidas, tomamos todas las precauciones sociales posibles.

Somos gentes asustadas; queremos asegurarlo todo primero. Cuando más nos aseguramos, más duro y más frío se vuelve el muro de hielo que nos rodea y que encoge todo nuestro ser. Nuestra separación de lo divino se ha producido por un único motivo: porque no somos líquidos, porque nos hemos vuelto sólidos. Ésta es la única causa de la separación: no fluimos, nos hemos quedado como bloques; no somos agua, somos como hielo sólido.

sábado, 27 de noviembre de 2010

EL ORIGEN DE LA VIOLENCIA

Cuando Lao Tse estaba a punto de morir, alguien le pidió que revelase algunos secretos de su vida. Lao Tse dijo:

¡El primer secreto es que nadie me ha vencido en toda mi vida!

Cuando los discípulos oyeron esto, se emocionaron mucho. Le dijeron:

-¡Nunca nos habías dicho esto! Nosotros también queremos vencer. Te rogamos que nos enseñes el modo de conseguirlo.

-Os habéis equivocado –respondió Lao Tse- Habéis oído otra cosa. Yo he dicho que nadie ha podido vencerme nunca, y vosotros decís que también vosotros queréis vencer. Las dos cosas son completamente opuestas, aunque parece que significan lo mismo. En el diccionario, en el mundo del lenguaje, tienen un mismo significado: la persona que no ha conocido la derrota es victoriosa. Yo sólo he dicho que nadie ha podido vencerme, y vosotros habláis de vencer. ¡Fuera de aquí! Jamás comprenderéis mis palabras.

Los discípulos le suplicaron:

-Aun así, te rogamos que nos lo expliques. Enséñanos cómo hacerlo. ¿Cómo es que nunca te han vencido?

Lao Tse dijo:

-Nadie me ha vencido porque yo siempre estaba vencido. No hay manera de vencer a un hombre vencido. Yo nunca fui vencido nunca quise la victoria. En realidad, nadie fue capaz de luchar conmigo. Si alguien pretendía desafiarme, ya me encontraba vencido, y no podría darse el gusto de vencerme. Lo que produce alegría es vencer al que quiere ser vencedor. ¿Qué gusto puede dar vencer al que ni siquiera quiere ganar?

En realidad, destruir el ego de otra persona nos produce placer porque así reforzamos el nuestro. Pero si un hombre ya se ha dado por vencido, ¿qué gusto puede dar destruir a esa persona? Nuestro ego no se emocionaría en absoluto. Cuanto más conseguimos derribar el ego del otro se convierte en la fuerza del nuestro. Pero el ego de esta persona de la que hablamos ya está derribado.

También dice Jesús: “Yo os digo que los últimos serán los primeros”. ¿Qué quiere decir esto?

Por ejemplo, Jesús dice: “Si alguien os da una bofetada en la mejilla derecha, presentadle la izquierda”. Esto significa que no le hagáis tomarse siquiera la molestia de buscaros la otra mejilla: hacedlo vosotros. Jesús dice: “Si alguien viene a vencerte, déjate vencer. Si te derriba una vez, cae tú dos veces”. Y Jesús dice: “Si un hombre te quita el manto, dale también tu camisa”. ¿Por qué? Porque es posible que al hombre le dé vergüenza quitarte también la camisa. Y Jesús dice: “Si alguien te pide que lleves a cuestas su carga una milla, al final de la milla ofrécete a llevarla más lejos”.

¿Qué significa esto? Significa que aceptando totalmente las circunstancias de la vida, tales como la inseguridad, el fracaso, la derrota y, al final, la muerte, las vencemos a todas. De lo contrario, estas circunstancias no nos conducen a ninguna parte, salvo a la muerte. En último extremo, la muerte es nuestra derrota total. Aun tras las derrotas mayores sobrevivimos; a pesar de estar derrotados, seguimos existiendo. Pero la muerte nos aniquila por completo.

La muerte es la derrota final, y todos queremos huir de ella. Y recordad también que la persona que intenta huir de su propia muerte procurará producir la muerte a otros. Cuanto más consigue matar a otros, más vivo se sentirá él. Por eso, la causa de toda la violencia del mundo es completamente diferente de la que suele creer la gente. La causa de esta violencia no son las diferencias de ideas de las personas; no, no es nada de esto.

En lo más hondo, esto es rehuir la muerte. En lo más hondo, la persona violenta huye de la muerte. Y el que quiere salvarse a sí mismo de la muerte nunca puede ser no violento. Sólo el que declara: “Acepto la muerte, pues la muerte es una de las circunstancias de la vida, es una realidad”, puede ser una persona no violenta.

sábado, 20 de noviembre de 2010

EL AMOR Y LA FELICIDAD

No estoy en contra del amor, estoy completamente a favor de él, pero para dirigirse a una relación amorosa uno debería tener cierta madurez, cierta integración. Cuando eso ocurre el amor puede ser realmente maravilloso y te ayudará a crecer, de lo contrario se volverá algo castrante y te destruirá completamente.

El amor, tal como en nuestros días se lo lleva, está destruyendo a millones de personas. Se destruyen más personas en nombre del amor que en nombre de la guerra. Nunca somos conscientes de ello, porque en los periódicos nunca se habla de eso, pero en nombre del amor hay mucha fealdad, muchos celos, mucha ira y lucha continua.

Pero es inevitable que sea así, porque las personas que se dirigen al amor todavía no se lo merecen. Antes de entra al santuario del amor tienes que merecerlo. Solo serás merecedor suyo si tu llama está estabilizada y se ha vuelto silenciosa.

Lo que quiero decir con esto es que una vez que eres capaz de estar completamente solo y no tienes necesidad de dirigirte al amor, el amor es maravilloso. Cuando no hay necesidad, no hay obsesión, entonces no hay dependencia, por lo tanto, cuando te dirijas al amor, será un compartir. Quieres compartir porque tienes mucho y quieres compartirlo con alguien con quien te sientas en sintonía.

Pero si te diriges al amor para buscar felicidad, te equivocas, en ese caso lo único que te dará es infelicidad. Si te diriges al amor para compartir la felicidad, el amor será realmente maravilloso, será la mejor experiencia que exista. ¿Puedes ver realmente la diferencia? Si vas a buscar felicidad, solo encontrarás infelicidad, porque ya eres infeliz. El hombre infeliz que busca el amor se dirigirá se dirigirá a una infelicidad mayor, y la otra persona se encuentra también en la misma situación. La otra persona también está buscando a alguien, porque está buscando la felicidad. Ambos son infelices y al buscar la felicidad se encuentran. ¡Qué absurdo! La infelicidad no solo que se duplicará sino que se multiplicará.

Así que primero se feliz y dichoso y después dirígete a buscar el amor. El amor depende de la dicha, ya que ella no es consecuencia del amor, al contrario, el amor es una consecuencia de la dicha. Eso es lo que quería decir Jesús cuando dijo que Dios es amor. Puedes darle la vuelta y decir que el amor es Dios.

El amor es Dios, pero ese amor tiene una característica diferente de lo que denominamos normalmente amor.

Así que primero prepárate, merécelo, y llénate de dicha; después dirígete en busca del amor.

sábado, 13 de noviembre de 2010

LA SUPERSTICIÓN (II PARTE)

Suponed que en un pueblo un hombre es poseído por un espíritu. Las personas cultas dirán que es una superstición. Supongamos que las personas sin cultura son supersticiosas: ya las hemos tachado de supersticiosas porque estas personas sencillas, como son incultas, son incapaces de presentar ningún argumento que apoye su creencia. Así, todas las personas cultas del pueblo sostienen que el cuento de que este hombre está poseído por un espíritu es falso; pero no saben que en una universidad como la de Harvard, en los Estados Unidos, hay un departamento en que se llevan a cabo investigaciones sobre los espíritus y los fantasmas. El departamento ha publicado incluso fotografías de estos seres. No tienen ni idea de que en la actualidad algunos científicos muy respetados realizan serias investigaciones sobre los fantasmas y los espíritus, y han obtenido tales resultados que más tarde o más temprano llegarán a darse cuenta de que eran ellos, los hombres cultos, los que eran supersticiosos, y de que si bien aquellos a los que llamaban supersticiosos no sabían nada de aquello en lo que creían, lo que decían era verdad.

Si leéis a Ryon o a Oliver Lodge, os sorprenderéis, Oliver Lodge fue un científico que recibió el premio Nobel. A lo largo de toda su vida hizo investigaciones sobre los fantasmas y los espíritus. Antes de morir dejó escrito un documento en el que decía: “Todas las verdades de la ciencia que he descubierto no son, ni mucho menos, tan verdaderas como los fantasmas y los espíritus. Pero no tenemos conocimiento de ellos porque los supersticiosos cultos no se preocupan de enterarse de los descubrimientos que se producen en el mundo.”

Yo estoy en contra de la superstición por completo: deben suprimirse las supersticiones de todo tipo. Pero esto no significa que esta supresión sea una superstición mía. No significa que debamos ponernos a suprimirlas sin comprenderlas claramente, que debamos empeñarnos en romperlas sin una reflexión adecuada. Tal supresión arbitraria también se convertiría en supersticiosa.

Lo que quiero decir es que no hay manera de determinar lo que es supersticioso y lo que no lo es. En realidad, una misma cosa puede ser una superstición en ciertas circunstancias y puede ser científica en circunstancias diferentes. Una cosa que puede parecer científica en ciertas circunstancias puede parecer acientífica en un conjunto diferente de circunstancias.

La vida es tan misteriosa que no podemos afirmar nada de una manera tan definitiva. Lo único que podemos decir es: “De momento conocemos hasta aquí, y a la luz de estos conocimientos parece que tal y tal cosa es errónea.” Eso es todo. Mantener una superstición produce agrado, y también produce agrado quebrantarla. Lo agradable de mantener una superstición es que nos ahorra el trabajo de pensar: creemos lo que creen todos los demás. Ni siquiera queremos preguntarnos la explicación ni por qué es así. ¿Por qué molestarnos? Nos limitamos a seguir a la multitud. Tener supersticiones es cómodo.

Hay que implantar la tendencia a pensar racionalmente, y hay que suprimir la tendencia a creer irreflexivamente. Esto nos llevará a ver contextos diferentes, significados diferentes. De esta forma, emprenderemos una búsqueda intensiva; pensaremos y razonaremos. Así, consideraremos todas las posibilidades.

La mentalidad científica no será muy partidaria de la superstición, pero la superstición seguirá existiendo mientras el hombre esté satisfecho con su ceguera. Si el hombre no está preparado para abrir los ojos, entonces deberá existir la ceguera.

Así pues, no os preocupéis demasiado de romper las cadenas de la superstición, pues si la persona que lleva la cadena sigue siendo la misma, se forjarán otras. No es capaz de vivir sin cadenas. Las personas de este tipo crearán cadenas nuevas.

En realidad, la persona inteligente nunca se aferra a nada; ni siquiera a ninguna creencia, ni mucho menos a una superstición. Vive inteligentemente; no se agarra a nada. Nunca crea ninguna cadena, porque sabe que la vida en libertad produce una alegría inmensa. No os creéis vosotros ninguna cadena.

Me gustaría deciros: confiad en lo que buscáis, no en lo que pedís a otros. No alcanzaréis la divinidad pidiendo a otros, sino conociendo. Tampoco os creáis nunca lo que dicen los demás.

sábado, 6 de noviembre de 2010

LA SUPERSTICIÓN (I PARTE)

Es preciso comprender dos cosas en este sentido. La primera es que si algo se toma como superstición sin estudiarlo e investigarlo debidamente, ello equivale a crear una superstición todavía mayor: es muestra de una mentalidad altamente supersticiosa. Una persona cree que hay fantasmas y espíritus malignos y vosotros la llamáis supersticiosa, y eso os hace sentiros muy entendidos. Pero la pregunta es: ¿qué es la superstición? Si alguien cree que hay fantasmas y espíritus malignos sin investigarlo, eso es superstición; y si otra persona cree que no existen tales cosas, también eso es superstición. La superstición es creer algo sin saber si es cierto. Una persona no es supersticiosa por el mero hecho de que tenga creencias opuestas a las vuestras.

El que cree en Dios puede ser tan crédulo como el no creyente. Debemos comprender la definición de superstición. Significa creer ciegamente en algo sin comprobarlo. Algunos son unos supersticiosos ateos; otros son unos teístas supersticiosos: ambos caen en la fe ciega. Los primeros nunca se han preocupado de descubrir si es verdad que Dios existe: se han limitado a creerlo así; y los segundos tampoco han procurado descubrir si es verdad que Dios existe antes de creerlo así. Por lo tanto, no cometáis el error de creer que sólo los teístas son supersticiosos: los ateos también tienen sus propias supersticiones. Parece contradictorio: ¿cómo puede existir una superstición científica?

Si habéis estudiado geometría, debéis conocer la definición de Euclides que dice que la línea tiene longitud pero no tiene grosor. Y bien, ¿acaso puede haber algo más supersticioso que esto? Nunca ha existido una línea sin grosor. A los niños se les enseña que el punto no tiene ni longitud ni grosor; y hasta el más grande de los científicos parte del supuesto de que el punto no tiene longitud ni grosor. ¿Puede existir un punto sin longitud ni grosor? Todos estamos acostumbrados a usar las cifras del uno al nueve. Bien podríamos preguntarnos: ¿es que esto no es una superstición? ¿Por qué nueve cifras? Ningún científico puede explicar por qué se usan nueve cifras. ¿Por qué no siete? ¿Qué tiene de malo el siete? ¿Por qué no tres? Algunos matemáticos (Leibniz fue uno de ellos) se las arreglaron con sólo tres cifras. Leibniz dijo: al uno, dos, tres, les sigue el diez, once, doce, trece; después viene el veinte, veintiuno, veintidós, veintitrés. Así era su sistema de numeración; se manejaba muy bien con él, y desafió a los que no estaban de acuerdo con él a que demostrasen que estaba equivocado. Puso en tela de juicio la necesidad de nueve cifras.

Más tarde, Einstein dijo que tampoco eran necesarias siquiera tres cifras y que bastaba con dos; sería difícil arreglárselas con solo una cifra, pero dos son suficientes. La necesidad de nueve cifras en las matemáticas es una superstición científica. Pero el matemático tampoco está dispuesto a renunciar a ella. Dice: “¿Cómo podemos trabajar con menos de nueve cifras?”. Así pues, esto no es más que una creencia; no tiene más significado que esto.

Desde un punto de vista científico creemos que son verdades, centenares de cosas que, en realidad, son supersticiones. Los científicos también son supersticiosos, y en nuestros tiempos se están disipando las supersticiones religiosas mientras aumentan las supersticiones científicas. La diferencia entre las dos consiste, simplemente, en que si preguntáis a una persona religiosa cómo llegó a conocer la existencia de Dios, os dirá que está escrito en el Gita o en la Biblia, mientras que si le preguntáis cómo llegó a saber que la aritmética funciona con nueve cifras, os dirá que está escrito en el libro de tal o cual matemático.

¿Qué diferencia hay entre las dos? Las respuestas de cierto tipo se encuentran en el Gita, la Biblia, el Corán; las respuestas de otro tipo se encuentran en un libro de matemáticas. ¿Qué diferencia hay? Esto demuestra que tenemos que comprender lo que es realmente la superstición. La superstición es aquello en lo que creemos sin tener un conocimiento de ello. Aceptamos muchas cosas y rechazamos muchas cosas sin saber nada de ellas: también esto es supersticioso.

sábado, 30 de octubre de 2010

LA VERDAD Y LA FALSEDAD DE LA MUERTE

Cuando digo que no hay verdad mayor que la muerte, estoy haciéndoos ver que el fenómeno de la muerte es una realidad enorme en esta vida, en lo que llamamos “vida” y en lo que entendemos por “vida”; en términos de nuestra personalidad, que consiste en lo que yo describo como “el yo”. Esta personalidad morirá; lo que llamamos “vida” morirá también. La muerte es inevitable. Sin duda, vosotros moriréis y yo moriré, y esta vida también se destruirá, quedará reducida a polvo, borrada.

Cuando digo que no hay verdad mayor que la muerte, quiero recordaros el hecho de que todos vamos a morir. Y cuando digo que la muerte es completamente falsa, quiero recordaros que dentro de este “yo”, dentro de “vosotros”, hay alguien que no morirá nunca. Y también hay una vida que es diferente de lo que vosotros creéis que es la vida: una vida sin muerte. Ambas cosas son verdaderas: son verdaderas a la vez. Si suponéis que sólo una de ellas es verdadera, no seréis capaces de comprender toda la verdad.

Si alguien dice que la sombra es una realidad, que la oscuridad es una realidad, tiene razón. La oscuridad existe, y también existe la sombra. Y si otra persona dice que la oscuridad no existe, también tiene razón. Lo que dice es que la oscuridad no tiene una existencia positiva. Si os pido que me traigáis un par de sacos de oscuridad no seríais capaces de hacerlo. Una habitación está llena de oscuridad; pero si os piden que saquéis de ella la oscuridad, no seréis capaces de hacerlo. O si yo os digo: “Si allí hay oscuridad, haced el favor de traérmela”, no podréis hacerlo. ¿Por qué? Porque la oscuridad tiene una existencia negativa; la oscuridad es, simplemente, la ausencia de luz.

Aunque la oscuridad existe, sin embargo no es más que la ausencia de luz. Así pues, si alguien dijera que no hay oscuridad, tiene razón. Existe la presencia de luz y existe la ausencia de luz, pero no existe la oscuridad como tal. Por esta razón podemos hacer lo que queramos con la luz, pero con la oscuridad no podemos hacer nada. Si queréis eliminar la oscuridad, tendréis que encender la luz; si queréis producir oscuridad, tendréis que apagar la luz. No se puede hacer nada directamente con la oscuridad.

Vais corriendo por una carretera. Vuestra sombra aparece detrás de vosotros; corre también con vosotros. Todos pueden ver la sombra; nadie puede negar su existencia. Pero también puede decirse que no hay sombra, porque no tiene entidad propia. La sombra existe porque vuestro cuerpo detiene la luz del sol. Cuando vuestro cuerpo detiene la luz, se forma una sombra; cuando tenéis el sol sobre la cabeza, no se forma sombra, porque los rayos del sol no se detienen. Si hiciéramos una figura humana de vidrio, no aparecería ninguna sombra, porque los rayos atravesarían el cristal.

Cuando se bloquea la luz, se forma una sombra; la sombra no es más que una ausencia de luz. Por tanto, si una persona dice que la sombra existe, no se equivoca. Pero ésta es una verdad a medias. Debería añadir, además, que la sombra no existe. En tal caso la verdad queda completa. Esto significa que una sombra es algo que existe pero, a la vez, no existe. Pero con nuestra manera de pensar no somos capaces de ver nada si no lo dividimos en dos partes independientes.

La vida es tan complicada que hasta las cosas que parecen contradictorias resultan verdaderas. La vida es muy compleja. La vida no es como creemos: contiene muchas contradicciones; es muy vasta.

En cierto sentido, la muerte es la mayor de las verdades, pues el modo en que vivimos tendrá fin; moriremos, dejando de ser como somos, y el marco que hemos creado también será destruido. Aquellos a los que consideramos como todo nuestro mundo (nuestra esposa o marido, nuestro hijo, nuestro padre, nuestro amigo) morirán también. Pero, al mismo tiempo, la muerte es una falsedad, porque hay algo que reside dentro del hijo que no es el hijo, y que no morirá nunca. Hay algo que reside dentro del padre que no es el padre, y que no morirá nunca. El padre morirá, por supuesto, pero dentro de él hay algo más que el padre, más allá de la relación familiar, que no muere.

El cuerpo morirá, pero hay algo dentro del cuerpo que no muere nunca. Ambas cosas son verdaderas a la vez. Así pues, es preciso tener presentes ambas cosas para comprender la naturaleza de la muerte.

sábado, 23 de octubre de 2010

LAS FALSAS ENFERMEDADES

La mayoría de nuestras enfermedades son sólo un engaño. Casi un cincuenta por ciento de nuestras enfermedades son falsas. La causa de que en el mundo haya más enfermos no es que aumenten las enfermedades, sino que aumenta la falsedad del hombre. Procurad entender bien esto. Al aumentar los conocimientos y las condiciones económicas, debería descender el número de enfermedades. Pero esto no ha sucedido, pues ha seguido aumentando la capacidad del hombre para mentir. El hombre no sólo miente a los demás, sino que también se miente a sí mismo. También crea nuevas enfermedades.

Por ejemplo, si un hombre ha sufrido grandes quebrantos en los negocios y está al borde de la quiebra, quizás no quiera aceptar que está en quiebra, y por ello puede tener miedo de ir al mercado: sabe que tendrá que enfrentarse con sus acreedores. De pronto, descubre que lo ha dominado una enfermedad que lo obliga a guardar cama. Es una enfermedad creada por su mente. Su ventaja es doble. Ahora puede decir a los demás que su enfermedad le impide atender a su negocio (ya se ha convencido a sí mismo de ello, y ahora puede convencer también a los demás), y ahora esta enfermedad es incurable. Inicialmente, esta enfermedad no es tal enfermedad, pero cuanto más tratamientos recibe el hombre, más enfermo se pondrá.

Si la medicina no consigue curaros, sabed bien que vuestra enfermedad no es curable por medio de la medicación. La causa de la enfermedad se encuentra en alguna otra parte; no tiene nada que ver con la medicación. Podéis maldecir a la medicina y decir que los médicos son unos estúpidos porque no encuentran el tratamiento adecuado para vosotros; podéis probar la medicina ayurvédica o la naturopatía; podéis recurrir a la alopatía o a la homeopatía: nada dará resultado. Ningún médico puede serviros de nada, por la sencilla razón de que un médico sólo puede tratar una enfermedad verdadera; no puede controlar una enfermedad falsa. Y lo más interesante es que vosotros os afanáis en producir enfermedades como éstas y que queréis que perduren.

Más de un cincuenta por ciento de las enfermedades femeninas son falsas. Muchas mujeres han aprendido desde su infancia una fórmula: sólo reciben amor cuando están enfermas, y no de otro modo. Cuando la esposa está enferma, el marido no va a su trabajo, toma una silla y se sienta junto a la cama de ella. Quizás se esté maldiciendo a sí mismo por hacerlo, pero lo hace. Así, siempre que una mujer quiere recibir atenciones de su marido, cae enferma enseguida. Por eso nos encontramos que las mujeres están enfermas casi siempre. Saben que, estando enfermas, pueden dominar a toda la casa.

Una madre no debe prestar demasiada atención a su hijo cuando éste cae enfermo; de lo contrario, el niño caerá enfermo siempre que quiera que le presten atención. Cuando el niño cae enfermo, no os preocupéis tanto por él para que no se establezca en su mente ninguna asociación entre enfermedad y amor. El niño no debe captar la impresión de que siempre que caiga enfermo su madre lo acariciará y le contará cuentos. Por el contrario, la madre debe mimar al hijo cuando éste esté feliz, para que el amor se asocie a la alegría y a la felicidad.

Hemos asociado el amor a la desgracia, y eso es muy peligroso, porque significa que, siempre que alguien necesite amor, llamará a la desgracia para que pueda venir después el amor. Pero nunca se encuentra al amor por la enfermedad. Recordadlo: la enfermedad produce lástima, no amor, y ser objeto de lástima es insultante, es muy degradante. El amor es una cosa completamente diferente. Pero no tenemos conciencia del amor.

Lo que quiero decir es que el cuerpo sigue nuestras sugerencias: si queremos estar enfermos, el pobre cuerpo cae enfermo. El hipnotismo es útil para curar estas enfermedades. Lo que quiere decir esto es que las enfermedades falsas se curan con medicinas falsas, no con la medicina verdadera. Si podemos hacernos creer a nosotros mismos que estamos enfermos, también podemos hacernos creer a nosotros mismos que estamos sanos y librarnos de la enfermedad. Hoy día, en casi todos los hospitales de los países desarrollados tienen en su plantilla un experto en hipnotismo. En Occidente, el médico trabaja en equipo con el experto en hipnotismo, pues existe una serie de enfermedades ante las cuales el médico es completamente impotente, y que sólo puede tratar un experto en hipnotismo. Éste sume al paciente en un sueño hipnótico y le sugiere que se siente bien.

El hipnotismo es muy útil para estas enfermedades. El hipnotismo significa simplemente que la falsedad que hemos creado a nuestro alrededor puede ser neutralizada por otra falsedad.

sábado, 16 de octubre de 2010

LA REENCARNACION DEL ALMA

Algunas almas, a algunos seres, les resulta difícil, en efecto, tomar un cuerpo nuevo inmediatamente después de la muerte. Esto tiene una causa, y quizás no se os haya ocurrido cuál es esta causa. Podemos dividir a todas las almas en tres categorías. Una es la inferior: la de las personas con la conciencia del tipo más bajo; otra es el tipo más alto de todos, la conciencia muy superior y más pura; y la tercera es la de la gente intermedia, que tienen algo de cada una de las dos primeras.

A los seres más bajos les resulta difícil tomar un cuerpo nuevo, tanto como a los seres superiores. Los intermedios no se retrasan en absoluto: alcanzan un cuerpo nuevo en cuanto dejan el anterior. El motivo es que siempre hay un vientre disponible para las almas medianas.

Muchas almas superiores no pueden entrar en vientres corrientes: necesitan vientres extraordinarios. El alma superior necesita la unión de una pareja con un nivel excepcional elevado de conciencia, para que esté disponible el nivel más elevado de posibilidades para el nacimiento. Así pues, un alma elevada tiene que esperar el vientre adecuado. Del mismo modo, los seres inferiores también tienen que esperar, porque tampoco pueden encontrar fácilmente a una pareja: no les resulta fácil encontrar un vientre de tipo inferior. De esta forma, los tipos más elevados y los inferiores no nacen con facilidad.

Las almas inferiores, las que no han encontrado todavía un cuerpo, están muy atormentadas, mientras que las almas superiores son felices sin cuerpos. Debéis tener presente esta diferencia. Las almas superiores siempre consideran el cuerpo como una especie de atadura de un tipo u otro: quieren mantenerse tan ligeros que prefieren, incluso, no cargar con el peso de un cuerpo. Y, en último extremo, quieren librarse del cuerpo, pues les parece que el cuerpo no es más que una prisión. Llegan a sentir que el cuerpo les obliga a hacer ciertas cosas que no merecen la pena; por eso, sus almas no están muy apegadas al cuerpo. Las almas inferiores no son capaces de vivir ni un momento sin el cuerpo: sus intereses y su felicidad están atados al cuerpo.

Suele suceder (y también sucede con las almas malvadas) que se produce una cadena de nacimientos de almas buenas. Al mismo tiempo que el Buda y Mahavira nació Sócrates en Grecia, seguido al poco tiempo por Platón y Aristóteles. Hacia la misma época nacieron en China Confucio, Lao Tse, Chuang Tse y Mencio (Meng Tse). Aproximadamente en la misma época nacieron en partes diferentes del mundo unas personas increíbles. Todo el mundo estaba lleno de personas fascinantes. Parece que las almas de esas personas llevaban algún tiempo esperando, y que les surgió por entonces una oportunidad; aparecieron vientres disponibles para ellas.

A las almas medianas, no les resulta difícil nacer: en todas partes hay vientres dispuestos a recibir a tales almas. Por otra parte, sus exigencias son muy corrientes. Tienen los mismos anhelos: comer, beber, ganar dinero, disfrutar del sexo, aspirar a la honra y a la posición social: anhelos corrientes. Todo el mundo ansía estas cosas; por eso, el alma no tiene problemas para encontrar un vientre. Todos los futuros padres pueden brindar a cualquier alma la oportunidad de conseguir todas estas cosas corrientes.

sábado, 9 de octubre de 2010

LA MEDITACIÓN Y EL SUEÑO

No os podréis creer lo estrecho y lo profundamente conectados que estamos con el sueño. El modo en que una persona vive su vida depende completamente de cómo sueña. Si no duerme bien, toda su vida sería un caos: todas sus relaciones personales se enredarían; todo se volvería venenoso, lleno de rabia. Por el contrario, si una persona duerme profundamente, en su vida habrá frescura: fluirán continuamente la paz y la alegría. Sus relaciones personales, su amor; todo se basará en la serenidad. Pero si pierde el sueño, todas sus relaciones personales se echarán a rodar. Se hundirán sus relaciones con su familia, con su mujer, con su hijo, con su madre, con su padre, con su maestro, con sus alumnos: con todos. El sueño nos lleva a todos a un punto de nuestro inconsciente donde todos estamos inmersos en Dios; aunque no por mucho tiempo. Hasta la persona más sana sólo alcanza su nivel más profundo durante diez minutos de sus ocho horas diarias de sueño. Durante esos diez minutos está tan completamente perdida, sumergida en el sueño, que no tiene ni siquiera un ensueño.

El sueño no es total mientras la persona está soñando: no deja de oscilar entre el estado de sueño y el de vigilia. El ensueño es un estado en que la persona está medio dormida y medio despierta. Tener un ensueño significa que, aunque tenemos cerrados ojos, no estamos dormidos: las influencias externas todavía nos afectan. Las personas con que tratamos de día siguen con nosotros por la noche en nuestros ensueños. Los ensueños ocupan el estado intermedio entre el sueño y la vigilia. Y hay muchas personas que han perdido la capacidad de dormir: se limitan a quedarse en el estado de los ensueños sin alcanzar nunca el estado de sueño. Y no importa que no recordemos por la mañana lo que soñamos durante la noche. En los Estados Unidos se están llevando a cabo muchas investigaciones sobre el sueño. Unos diez grandes laboratorios han realizado experimentos con millares de personas durante ocho o diez años.

Los estadounidenses están dando muestras de interés por la meditación porque han perdido el sueño. Creen que la meditación quizás sirva para devolverles el sueño, que quizás pueda llevar a sus vidas algo de paz. Por eso no ven en la meditación más que un tranquilizante. No es un medicamento, pero hace dormir: es magnífico.” La influencia creciente de los yoguis en los Estados Unidos no se debe a ellos mismos: la causa verdadera es la falta de sueño. Los estadounidenses tienen trastornado el sueño, y por eso la vida en los Estados Unidos está llena de tristeza, de depresión, de tensión. Por eso vemos que en los Estados Unidos hay una necesidad creciente de tranquilizantes: para hacer dormir de alguna manera a la gente. Cada año se gastan millones de dólares en tranquilizantes en los Estados Unidos.

Dormís todos los días, pero no tenéis idea de lo que es el sueño. La persona pasa toda su vida durmiendo, pero nada cambia: no sabe nada del sueño. El motivo por el cual no sabéis nada del sueño es que cuando el sueño está allí, vosotros no estáis. Recordadlo: vosotros sólo estáis mientras el sueño no esté, el sueño sigue siendo un misterio: está fuera de vuestro alcance.

Entrar en el sueño y entrar en lo divino es exactamente una misma cosa: la única diferencia es que a través del sueño uno entra en Dios en estado inconsciente, mientas que a través de la meditación uno entra en Dios en estado consciente. Pero esta diferencia es muy importante. Podéis pasar millares de vidas entrando en Dios a través del sueño, pero no llegaréis a conocer a Dios. Pero si entráis en la meditación aunque sea por un momento, habréis alcanzado el mismo lugar que lleváis alcanzando en el sueño profundo durante miles y millones de vidas (aunque siempre en estado inconsciente), y esto transformará completamente vuestra vida.

Cuando una persona entra en sí misma por medio de la meditación, ya nunca puede encontrarse en estado inconsciente cuando duerme.

sábado, 2 de octubre de 2010

LA INCERTIDUMBREDE LA VIDA

Estoy aquí para que estés despierto y seas consciente, es decir, para que estés aquí y ahora con toda la inseguridad que tiene la vida, con toda la incertidumbre que tiene la vida, con todo el peligro que tiene la vida.

Me gustaría darte más inseguridad, más incertidumbre, porque la vida es así, Dios es así. La única forma de responder cuando hay más inseguridad y peligro es con conciencia.

Hay dos posibilidades. O cierras los ojos y te vuelves dogmático: católico, hinduista o musulmán... entonces, te conviertes en un avestruz. Eso no cambia tu vida, simplemente te tapa los ojos. Te vuelve poco inteligente. Con tu poca inteligencia te sientes seguro. Un hombre realmente vivo siempre se sentirá inseguro. ¿Qué seguridad puede tener?

La vida no es un proceso mecánico, no puede ser segura. Es un misterio impredecible. Nadie sabe qué va a pasar en el momento siguiente. Si el futuro no está determinado, cómo puedes saber lo que va a ocurrir a continuación? Si así fuere, la vida sólo sería un proceso mecánico, inerte. No habría libertad, ¿y cómo puede existir la vida sin libertad? No habría ninguna posibilidad de crecer, ni de no crecer. Si todo está predestinado de antemano, no habrá gloria ni grandeza. Entonces sólo seréis robots.

No, no hay nada seguro. Éste es mi mensaje. No puede haber nada seguro porque una vida segura es peor que la muerte. No hay nada seguro. La vida está llena de incertidumbres, llena de sorpresas, ¡ésa es su belleza! Nunca llegas a un punto en el que puedas decir: «Ahora, estoy seguro.» Cuando dices que estás seguro estás proclamando tu muerte; te has suicidado.

La vida continúa con mil y una incertidumbres. Eso es libertad. No lo llames inseguridad.

Puedo entender por qué la mente llama «inseguridad» a la libertad... ¿Has estado alguna vez en la cárcel durante unos meses o unos años? Si un prisionero está unos cuantos años en la cárcel, cuando llega el día de su libertad, empieza a sentirse inseguro acerca del futuro. En la cárcel todo estaba garantizado; todo era una rutina sin vida. Le servían la comida, le daban protección; no tenía miedo de pasar hambre al día siguiente y que no hubiera comida; nada de eso, todo estaba garantizado. Ahora, de repente, después de tantos años, cuando llega el carcelero y le dice: «Ahora serás puesto en libertad», empieza a temblar. Al salir de los muros de la prisión volverá a tener incertidumbres; tendrá que volver a buscar y rebuscar; tendrá que volver a vivir en libertad.

La gente habla de la libertad, pero tiene miedo. Y un ser humano no será un ser humano mientras siga teniendo miedo a la libertad. Os doy libertad, no os doy seguridad. Os doy comprensión, no os doy conocimiento. El conocimiento te dará seguridad. Si te doy una fórmula, una fórmula determinada: que hay un Dios, un Espíritu Santo y su único hijo, Jesús; que hay un Cielo y un Infierno, que estas acciones están bien y ésas están mal; si cometes un pecado iras al Infierno, si haces lo que llamo buenas acciones irás al Cielo —¡y se acabó!— entonces, estarás seguro. Por eso hay tantas personas que han decidido ser cristianos, musulmanes o jainistas, porque no quieren ser libres, quieren una fórmula fija.

Un hombre se estaba muriendo tras un accidente de tránsito. Nadie sabía que era judío, de modo que llamaron a un sacerdote católico. El sacerdote se reclinó junto al hombre —el hombre se estaba muriendo, eran los últimos estertores de la muerte y el sacerdote dijo: —¿Crees en la Santa Trinidad: el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo?

El hombre abrió los ojos y dijo: —Estoy aquí a punto de morirme... y ¡él está jugando a los acertijos!

Cuando la muerte llama a tu puerta, todas tus convicciones no serán más que absurdos acertijos. No te aferres a ninguna convicción. La vida es incierta, la misma naturaleza de la vida es la incertidumbre. Y la persona inteligente siempre está insegura.

La propia disposición de mantenerse en la incertidumbre es valentía. Esta disposición de estar en la incertidumbre es confianza. Una persona inteligente es aquella que permanece alerta en cualquier situación, que responde a las situaciones con todo su corazón. No es que sepa lo que va a ocurrir; no es que sepa, «si haces esto sucederá aquello». La vida no es una ciencia; no es una cadena de causa y efecto. Cuando calientas agua hasta los 100 'C, se evapora, eso está garantizado. Pero en la vida real, no hay nada tan seguro como eso.

Cada individuo es una libertad, una libertad desconocida. Es imposible predecirlo, imposible imaginárselo. Hay que vivir estando despiertos y con comprensión.

Vienes a verme en busca de conocimiento, quieres fórmulas fijas para poder aferrarte a ellas. Yo no te las doy. En realidad, si tienes alguna, ¡te la quito! Poco a poco, voy destruyendo tus convicciones y, poco a poco, te voy volviendo cada vez más indeciso; poco a poco te voy volviendo más inseguro. Eso es lo único que hay que hacer. ¡Esto es lo único que tiene que hacer un maestro! Dejarte completamente libre. Totalmente libre, con todas las posibilidades abiertas, sin nada fijo... tendrás que estar despierto, no puedes hacer nada más.

Esto es lo que llamo comprensión. Si comprendes, la inseguridad es una parte intrínseca a la vida, y está bien que sea así, porque transforma la vida en libertad, la convierte en una sorpresa constante. Nunca se sabe lo que va a suceder. Te mantiene permanentemente maravillado. No lo llames incertidumbre, llámalo prodigio. No lo llames inseguridad, llámalo libertad.

No puedes ser sincero si no eres valiente

No puedes ser amoroso si no eres valiente

No puedes confiar si no eres valiente

No puedes investigar la realidad si no eres valiente

Por tanto, la valentía va primero

y todo lo demás va después

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