sábado, 28 de abril de 2012

LO INTERNO Y LO EXTERNO


No dividas lo exterior y lo interior. Sosan dice: «No digas "Estoy interesado en lo exterior"». Hay dos tipos de personas y ambos sufren. C. G. Jung divide la humanidad en dos categorías: a una la llama la de los extrovertidos, y a la otra la de los introvertidos. Los extrovertidos están interesados en lo externo. Es gente activa, mundana; que persigue la riqueza, el prestigio, la posición, el poder. Se convierten en políticos, se hacen reformadores sociales, se vuelven grandes líderes, grandes industriales. Están interesados en cosas, en el mundo exterior; no están interesados en ellos mismos. Y luego están los introvertidos. Ellos no son personas muy activas. Si tienen que hacer algo lo hacen, pero no tienen una inclinación a hacerlo. Lo que les gustaría sería quedarse con los ojos cerrados. Se hacen poetas, místicos, meditadores, gente contemplativa. No les interesa el mundo, solamente están interesados en ellos mismos; cierran los ojos e introvierten sus energías. Pero Sosan dice que ambos están equivocados porque ambos están divididos.

En su interior, una persona que sea extrovertida siempre sentirá que le falta algo. Puede que llegue a ser muy poderosa; pero en el fondo sentirá impotencia, frustración. En lo externo podrá haber acumulado mucha riqueza, pero en su interior se sentirá pobre. Puede haber triunfado en el mundo; pero en el fondo, si indagas, sabe que ha fracasado. Está desequilibrada, le ha concedido demasiada atención a lo externo. Se ha estado moviendo en un extremo, y siempre que uno se va a un extremo hay un desequilibrio.Y el que se ha hecho poeta, el ser contemplativo, el místico, el que siempre ha estado consigo mismo, también sentirá que le falta algo, porque es pobre en el mundo exterior.

Y el mundo exterior también es hermoso. Hay flores y estrellas, sale el sol, los ríos fluyen, y las cascadas cantan. Es pobre porque ha negado todo el Universo; ha vivido innecesariamente en su propia cueva cuando podría haber salido y conocido los muchos misterios, los infinitos misterios que hay a su alrededor. Ha permanecido cerrado, cerrado en sí mismo, encarcelado. Ambos son extremos.

Evita los extremos. No hagas ninguna distinción entre lo exterior y lo interior, y no te conviertas en ninguno de los tipos de Jung, ni en el extrovertido ni en el introvertido.

Sosan dice: «Fluye, sé equilibrado». El exterior y el interior son igual que la pierna derecha y la pierna izquierda. ¿Por qué elegir una? Al elegir una de ellas, todo movimiento se para. Son como los dos ojos: si eliges uno serás capaz de ver, pero tu visión ya no será tridimensional, perderá la profundidad. Tienes dos oídos: puedes usar sólo uno, puedes hacerte a la idea de que oyes mejor por el oído izquierdo o por el oído derecho, pero así te perderás mucho. Entonces la mitad del mundo estará cerrado para ti.

El interior y el exterior son sólo dos ojos, dos oídos, dos piernas; ¿por qué elegir? ¿Por qué no usar ambos sin elegir? Y ¿por qué dividir? ¡Si tú eres uno! La pierna izquierda y la pierna derecha sólo son dos en apariencia. Tú fluyes con las dos; la misma energía, el mismo ser. Ves con los dos ojos. ¿Por qué no usar lo interno y lo externo y equilibrarlos? ¿Por qué irse a un extremo?

Recuerda, no solamente ha sido la gente la que se ha ido a un extremo, también las sociedades enteras se han ido a algún extremo. Oriente ha permanecido introvertido, de ahí su pobreza. ¿Y quién es responsable de ello? Millones de personas se mueren cada día; incluso los vivos tampoco están realmente vivos: están medio desnutridos. ¿Quién es el responsable de esto? Los introvertidos, los místicos, los poetas, los que han hablado demasiado del mundo interior y condenado el mundo exterior, los que han dicho: «Lo externo no es para nosotros», los que han dicho: «Lo externo no es importante», los que han dicho: «El exterior es algo pecaminoso. Vive en el interior». Han elevado lo interno por encima de lo externo, y así han perdido el punto de equilibrio.

Oriente ha creado introvertidos, pero ha perdido toda la belleza externa. En Oriente sólo se ve suciedad por todas partes. Sé lo difícil que es para un occidental venir y vivir en la suciedad de la India. Está sucia; ¿y quién es el responsable? ¿Por qué tanta suciedad? ¿Por qué tanta enfermedad? ¿Por qué tan poca higiene y tanta desnutrición? Porque se ha descuidado lo externo.

Hemos estado interesados en purificar el interior, así que: «¿Por qué preocuparse por la suciedad exterior? Déjala estar. Es algo material, nada de lo que haya que preocuparse. Estamos interesados en la pureza interior. ¿Por qué molestarse con el cuerpo? ¿Por qué molestarse por los demás?».

El resultado es que Oriente está desequilibrado de una forma y Occidente de otra. Occidente es extrovertido. Ha creado una riqueza como nunca antes había habido, ha creado mucha limpieza en el exterior, mejores ropas (hasta un emperador sentiría envidia), mejor comida, mejores condiciones higiénicas, hermosos ambientes, mejor de todo, pero todo extrovertido. Mientras, el ser interior es pobre, el ser interior está vacío.

Por eso Oriente le está enseñando a Occidente acerca del ser interior. Los gurús orientales enseñan a Occidente cómo meditar, y los gurús occidentales le enseñan a Oriente cómo ser mejores ingenieros, mejores electricistas, cómo planificar mejor sus ciudades, cómo crear riqueza, cómo avanzar tecnológicamente, cómo elevar su calidad de vida. Así que si tienes que estudiar medicina, tendrás que ir a Occidente; y si tienes que aprender meditación, tendrás que venir a Oriente.

Ambos son extremos, y ambos peligrosos. Los extremos siempre son peligrosos. Y el peligro radica en que se cambien las tornas y Oriente pueda volverse materialista y Occidente espiritual. Y hay muchas posibilidades de que esto ocurra, porque ahora Oriente se está volviendo comunista (lo cual es el extremo del materialismo) y Occidente se está volviendo muy espiritual. Ahí está el peligro, en que cambien las tornas. Si estás harto del mundo exterior, quieres ir hacia adentro, necesitas un viaje interior.

La misma tontería, el mismo extremismo, el mismo opuesto. Es atractivo, porque cuando has vivido en un extremo la mente dice: «Ahora vete al otro extremo porque este no te ha satisfecho. Este extremo ha fracasado, vete al extremo opuesto». Pero recuerda, es fácil ir de un extremo a otro, pero los extremos nunca satisfacen. Fíjate en Oriente: el extremo de lo interior no ha satisfecho, también ha sido un fracaso. No es una cuestión de interior o exterior, es una cuestión de equilibrio. El equilibrio es lo que tiene éxito, el desequilibrio es lo que fracasa.

Lo externo y lo interno no son dos. ¿Dónde comienza lo interno y dónde lo externo? ¿Puedes hacer una demarcación, puedes hacer una línea divisoria? ¿Puedes decir: «Aquí acaba lo interno y comienza lo externo»? ¿Dónde? No están divididos. Esas divisiones pertenecen a la mente. El interior y el exterior son uno: el exterior es sólo la prolongación del interior, el interior es sólo la penetración del exterior. Son uno; dos manos, dos piernas, dos ojos de un solo ser.

¿Está lo externo fuera de Dios? No puede ser, porque nada puede estar fuera de Dios, nada puede estar fuera de él. El todo tiene que incluir lo externo y lo interno. Para el todo no existe tal cosa como el exterior y el interior.

“No vivas en los enredos de las cosas externas ni en los sentimientos internos de vacío. Mantente sereno, sin hacer esfuerzos, en la unidad de las cosas, y tales falsos conceptos desaparecerán por sí solos”

sábado, 21 de abril de 2012

CÓMO SOLTAR AL “YO”


He oído contar que un hombre renunció a todo y llegó a la puerta de lo divino. Había renunciado a su riqueza, a su esposa, a su casa, a sus hijos, a la sociedad, a todo; y, después de haber renunciado a todo, se acercó a la puerta de lo divino. Pero el portero lo detuvo y le dijo:

-Todavía no puedes entrar: Primero, ve y déjalo todo atrás.
-Pero ¡lo he dejado todo! –adujo el hombre.
-Es evidente que te has traído a tu yo – le explicó el portero-. No nos interesa lo demás; sólo nos interesa tu yo. No nos importa lo demás: sólo nos interesa tu yo. No nos importa lo que dices que has dejado atrás: lo que nos interesa es tu yo. Vete, suéltalo y vuelve.

-No tengo dinero, ni esposa, ni hijos. No poseo nada.
-Todavía tienes a tu yo en tu bolsa –dijo el portero- Vete y suéltalo. Estas puertas están cerradas para los que traen a su yo: las puertas han estado cerradas siempre para ellos.

Pero ¿Como soltar el yo? Nunca soltaremos el yo a base de intentar dejarlo. ¿Cómo puedo soltar el mismo yo? Esto es imposible. Sería como si alguien intentase levantarse a sí mismo tirándose de los cordones de los zapatos. ¿Cómo puedo soltar el yo? Aun después de soltarlo todo, todavía quedaré yo. Como mucho, alguien podría decirse: “He soltado el ego”; pero eso demostraría que todavía lleva encima su yo. Uno se vuelve egocéntrico incluso en lo que se refiere a soltar su ego. Entonces, ¿qué debe hacer uno?

Es una situación bastante difícil.
Pero yo os digo que esta situación no tiene nada de difícil, porque no os pido que soltéis nada. En realidad, no os pido que hagáis nada. El yo, el ego, se refuerza con todo lo que se hace. Lo único que os pido es que paséis dentro y que busquéis el yo. Si lo encontráis, no podéis soltarlo de ninguna manera. Si siempre existe allí, ¿qué es lo que queda que podáis soltar? Y si no lo encontráis, entonces tampoco hay manera de soltarlo. ¿Cómo podéis soltar algo que no existe?

Así pues, pasad dentro y ved si el yo está allí o no. Lo único que os digo es que el que mira dentro de sí mismo se ríe a carcajadas, porque no es capaz de encontrar a su yo en ninguna parte dentro de sí mismo. Por tanto, ¿qué queda? Lo que queda entonces es Dios. Lo que queda después de desaparecer el yo, ¿puede estar separado de vosotros? Cuando deja de existir el mismo yo, ¿quién va a establecer esa separación? Sólo el yo me separa a mí de ti y a ti de mí.

He aquí la pared de esta casa. Las paredes producen la ilusión de que dividen en dos el espacio, aunque el espacio nunca se parte por la mitad: el espacio es indivisible. Por muy gruesa que sea la pared que levantáis, el espacio interior de la casa y el espacio exterior no son dos espacios diferentes: son uno solo. Por muy alta que sea la pared que levantéis, el espacio interior de la casa y el exterior no se separan nunca. Pero el hombre que vive dentro de la casa tiene la impresión de que ha dividido en dos el espacio: un espacio en el interior de su casa y otro en el exterior. Pero si se derrumbara la pared, ¿cómo diferenciaría el hombre el espacio interior de la casa del espacio exterior? ¿Cómo lo determinaría? Sólo quedaría espacio.

Del mismo modo, hemos dividido la conciencia en fragmentos levantando las paredes del yo. No se trata de que, cuando se derrumbe la pared del yo, yo empezaré a ver a Dios en ti. No: entonces no te veré a ti; sólo veré a Dios. Os ruego que entendáis con cuidado esta distinción tan sutil. En cuanto miréis dentro, desapareceréis. Y, al desaparecer, lo que veréis será Dios.

sábado, 14 de abril de 2012

LA LEY DEL EFECTO CONTRARIO


En Occidente, hace sólo unos años, hubo un hipnotizador francés, Emile Coué, que redescubrió una de las leyes básicas de la mente humana. La llamó «la ley del efecto contrario». Por ejemplo, si no tienes sueño ¿qué harás? Tratarás de dormirte; harás esfuerzos, harás esto y aquello, pero todo lo que hagas tendrá justo el efecto contrario; no traerá lo que necesitas. Ocurrirá justo lo contrario, porque cualquier actividad, cualquier esfuerzo, irá en contra del sueño. Dormir es una relajación. No puedes provocarlo, no puedes hacer nada para que ocurra; no forma en absoluto parte de tu voluntad. Dormir es entrar en el inconsciente y tu voluntad es simplemente un fragmento de la consciencia. Cuando entras en el inconsciente, en lo profundo, dejas en la superficie la parte que es consciente, el fragmento que es la voluntad. No puedes llevar tu superficie a la profundidad, no puedes llevar tu circunferencia al centro.

Por eso cuando haces esfuerzos para dormir, estás haciendo algo autodestructivo. Estás haciendo algo que se convertirá justo en lo opuesto; te despertarás aún más. La única manera de entrar en el sueño es no hacer nada.

Si no viene, no viene. Espera... ¡No hagas nada! De otra forma lo alejarás aún más y crearás una distancia. Simplemente espera, apaga la luz, cierra los ojos, relájate y espera. Cuando llega, llega. No puedes provocarlo con ningún acto de tu voluntad; la voluntad está en contra del inconsciente.
Y esto ocurre con muchas cosas de la vida: que ocurre justo lo contrario. Si quieres estar en silencio, ¿qué harás?; porque el silencio es como el sueño. No puedes forzarlo. Sólo puedes permitir que ocurra, es un dejarse llevar, pero no hay forma de producirlo. ¿Qué harás si quieres estar en silencio? Si haces algo estarás aún menos en silencio.
Si quieres estar tranquilo, ¿qué harás?; porque quietud significa no-hacer.

!Solamente flotas, solamente te relajas! Y cuando digo que solamente te relajas, quiero decir solamente. No hay que usar ningún método para relajarse, porque cualquier método significaría de nuevo que estás haciendo algo. Hay un libro que se titula: “¡Tienes que relajarte!” Y el «tienes que» va justamente en contra de la relajación; el «tienes que» no se debería incorporar, si lo haces así te pondrás más tenso. Esta ley fue descubierta por Emile Coué, quien dijo: «Deja que las cosas ocurran, no las fuerces». Hay cosas que se pueden forzar; todo lo que pertenece a la mente consciente se puede forzar. Pero hay cosas que no: todo lo que pertenece al inconsciente, a tu profundidad, no se puede forzar.

Ocurre muchas veces: intentas recordar un nombre o un rostro y no lo consigues, aunque sientes que lo tienes justo en la punta de la lengua. La sensación es tan intensa que te parece que va a llegar en cualquier momento y tratas de que te venga a la memoria. Y cuanto más lo intentas, menos te viene. Hasta empiezas a sospechar si esta sensación es real. Pero lo sientes; todo tu ser te dice que está ahí, justo en la punta de la lengua. ¿Pero por qué no te viene si está justo ahí? No te saldrá. Hagas lo que hagas, no te saldrá.

Entonces te sientes frustrado, te desesperas y te olvidas del asunto. Sales al jardín y te pones a trabajar en él, o te pones a leer el periódico o enciendes la radio y escuchas música; y de repente te viene a la memoria. ¿Qué ha ocurrido?

Pertenecía al inconsciente, estaba en lo profundo de ti. Y cuanto más lo intentabas, más difícil se hacía; y cuanto más lo intentabas más se perturbaba el inconsciente.

Entonces todo se volvió un caos, todo se removió. Estaba ahí, justo en la punta de la lengua, pero al tú estar tan activo intentando recordarlo... estabas usando la voluntad, y la voluntad no puede traer las cosas de tu profundidad. Sólo a través de la rendición puedes hacerlo, sólo cuando te dejas llevar.

Recuerda, con el inconsciente la voluntad no sirve para nada; no es que no sirva para nada sino que además resulta peligrosa, perjudicial.

Lao Tse, Chuang Tzu, Bodhidharma y Sosan... son los maestros de esta ley del efecto contrario. Y esta es la diferencia entre el yoga y el zen. El yoga hace toda clase de esfuerzos y el zen no hace ninguno; y el zen es más auténtico que cualquier yoga. Pero el yoga te atrae, porque en lo que a ti concierne hacer es fácil; por muy duro que sea, hacer es fácil. No-hacer es difícil.

En Dios no hay expertos ni autoridades; no puede ser, porque no es una cuestión de saber cómo, de hacer, sino de relajarte en tu ser. Lo más importante te ocurrirá sólo cuando tú no estés ahí. Así que, lo que sea que hagas queriendo, será la propia barrera. Cuando medites hazlo, pero no a base de voluntad. No las fuerces; es mejor que dejes que ocurran. Flota en ellas, abandónate en ellas. Déjate absorber, no pongas tu voluntad. No manipules, porque al manipular te divides, te conviertes en dos: el manipulador y el manipulado. Y una vez que eres dos, inmediatamente se crean el cielo y el infierno; entonces se abre una distancia enorme entre tú y la verdad.
No manipules, deja que las cosas ocurran.

sábado, 7 de abril de 2012

ENTENDER EL SIGNIFICADO PROFUNDO DE LAS COSAS


Si entiendes, habrá paz. Si no entiendes habrá desasosiego, tensión, angustia. El hecho de que alguien esté angustiado muestra que no ha entendido las cosas, el significado profundo de las cosas.

Y vas acusando a otros de que es por ellos que estás angustiado. Aquí nadie está angustiado por nadie. Estás angustiado debido a tu no-entender o a tu mal-entender.
¡Intenta comprender! Todo el mundo trata de dominar. Esa es la naturaleza del ego: hacer toda clase de esfuerzos para dominar al otro (no importa que el otro sea el marido, la esposa, los niños, o los amigos); para dominar, para encontrar las maneras y medios de dominar.

Y si todo el mundo trata de dominar, y tú también estás intentándolo, habrá lucha. La lucha no se debe a que otros estén tratando de dominar; la lucha se debe a que no tratas de entender cómo funciona el ego.

¡Salte de ahí! A los demás no se les puede cambiar, si tratas de cambiarlos estarás malgastando tu vida innecesariamente. Ese es su problema. Ellos serán los que sufran si no lo comprenden, ¿por qué tienes que sufrir tú? Simplemente comprende que todo el mundo trata de dominar y di: «Yo me salgo de esto, no voy a intentar dominar»... Tu lucha desaparecerá. Y ocurrirá algo muy hermoso.

Si no tratas de dominar, tu esposa o esposo empezarán a sentirse ridículos, y poco a poco empezarán a parecerse estúpidos a sí mismos; porque ya no está ahí el otro para poder pelearse con él. Cuando te peleas refuerzas el ego del otro, y esto es un círculo vicioso.

Cuando no peleas el otro siente que está luchando solo, en medio de un vacío: luchando contra el viento o contra un fantasma, pero no contra alguien. Y entonces le das al otro una oportunidad para que también él se dé cuenta, para que comprenda.

Entonces tu esposa no podrá echar la responsabilidad sobre ti, tendrá que asumir la suya propia.

El problema es el mismo para todo el mundo porque la naturaleza humana funciona, más o menos, de una forma similar; las diferencias son únicamente de cantidad. Si intentas comprender, te conviertes en un marginado. No es que te margines de la sociedad, no es eso. Lo que pasa es que psicológicamente ya no estás en esas funciones egóticas, en la dominación, en la agresión, en la violencia, en la ira. Ya no formas parte de eso. Entonces se crea cierta distancia, cierto desapego. Ahora puedes ver las cosas y reírte...: ¡qué tonto es el hombre! Y te puedes reír...: ¡qué ridículo has sido hasta ahora!

Te reirás, no estarás angustiado. Todo a tu alrededor es muy ridículo, pero no te das cuenta porque eres parte de ello. Estás tan implicado en ello que no puedes darte cuenta. La ridiculez no puede verse a menos que se tome cierta distancia, cierto desapego.

Cuando no se entiende el significado profundo de las cosas, se perturba en vano la paz esencial de la mente.

Y no consigues nada, no llegas a ningún sitio, simplemente te inquietas. ¿Dónde has llegado? ¿Qué has sacado de tu ansiedad, de tu tensión, de tu inquietud? ¿Qué eres? ¿Adónde vas? No se consigue nada..., en vano.

Aunque ganes algo con ello... te puede parecer que a través de tus molestias estás consiguiendo algo. No consigues nada. Al contrario, pierdes algo. Pierdes los preciosos momentos que pueden volverse bienaventurados, el tiempo precioso, la energía, la vida en la que podrías haber florecido. Y no floreces.
Pero siempre piensas (este es el punto de vista de la ignorancia), siempre piensas:

Todo el mundo está equivocado, y si pudiera cambiarlo sería feliz». No serás feliz nunca, no puedes ser feliz; esta es la base de la desdicha. Una vez que comprendes que cambiar el mundo entero no es responsabilidad tuya, lo único que puedes hacer es cambiarte a ti mismo.

Bayazid, un místico sufí, escribió en su biografía: «Cuando yo era joven pensaba y le decía a Dios: "Dame fuerza para cambiar el mundo entero", y esto era la base de todas mis oraciones. Me parecía que el mundo entero estaba equivocado. Yo era un revolucionario y quería cambiar la faz de la Tierra.

Cuando me hice un poco más maduro empecé a rezar: "Por lo visto eso es demasiado. Se me está yendo la vida de las manos; ya se me ha ido casi la mitad y no he cambiado ni a una sola persona, qué decir del mundo entero". Así que le dije a Dios: "Con mi familia será suficiente. Déjame cambiar a mi familia".

Y cuando me hice viejo, me di cuenta de que hasta mi familia era mucho pedir, además ¿quién soy yo para cambiar a nadie? Entonces me di cuenta de que si me pudiera cambiar a mí mismo sería suficiente, más que suficiente. Le recé a Dios: "Ahora he llegado a la verdadera cuestión. Al menos permíteme hacer esto: me gustaría cambiarme a mí mismo".

Y Dios contestó: "Ahora ya no queda tiempo. Eso lo tenías que haber pedido al principio. Entonces todavía había una posibilidad".

Todo el mundo pide esto al final. El que lo pide al principio, ha entendido la naturaleza de las cosas. Este comprende que aun cambiar uno mismo no es una tarea fácil. Eres todo un mundo dentro de ti; llevas en ti el mundo entero. Todo lo que existe, existe en tu interior. Eres todo un universo, no una cosa pequeña; si este cambio puede ocurrir lo habrás conseguido.

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