sábado, 30 de enero de 2016

EL SER Y EL HACER

Si tu búsqueda no te está llevando hacia estados más y más dichosos, en los que puedes cantar y bailar, entonces algo va mal, entonces algo va absolutamente mal. Entonces estás en algún mal camino. Tu gozo, tu canto y tu danza, es la indicación. No hace falta que seas extrovertido: no necesitas cantar para que otros puedan oírlo, pero tú oirás el canto continuamente dentro de ti. Si quieres, puedes cantar y compartir, pero habrá una danza en tu interior. Cuanto más te acercas a casa, más feliz te sientes. La felicidad es la cualidad de la energía volviendo hacia casa.

Así es como millones de personas se han unido a Buda, a Jesús, a Krishna; su canción, su gozo, su éxtasis, es contagioso. Cuando lo oyes, lo único que puedes hacer es unirte. Por eso la gente tiene miedo de oír. La gente tiene miedo de entrar en contacto con alguien que pueda cambiar su dirección, su vida. Lo evitan. Se convencen a sí mismos de que no hay nada que buscar. Pero su argumentación no es más que una racionalización de un miedo profundo, oculto.

La gente se comporta como si fuera ciega y sorda. Esa es la mente astuta que sigue diciendo: No vayas en esa dirección, hay peligro. Peligro para la mente, por supuesto, pero no para ti. Por primera vez te convertirás en maestro de tu ser, pero entonces tendrás que dejar que alguien que ha llegado a saber te toque el corazón y le dé un ritmo, tendrá que dejar que lo haga para que pueda compartir su armonía contigo.

En Oriente lo llamamos satsang. Significa estar en presencia de un maestro, estar en la armonía del maestro, armonizarse con el maestro. El maestro está ahí, tú simplemente te sientas a su alrededor, sin hacer nada. Pero poco a poco te embebes de esa atmósfera, de ese entorno. Poco a poco la energía del maestro va desbordándose y tú te abres a ella. Poco a poco te relajas, y no te resistes, y no luchas, y empiezas a saborear, y empiezas a oler algo de lo desconocido, el gusto, la fragancia. Cuanto más tienes su sabor, más surge la confianza.

Simplemente al estar en presencia de un hombre iluminado se abren tremendas posibilidades, tu potencial comienza a ponerse en marcha, a funcionar. Puedes sentir el zumbido, el murmullo de lo nuevo que llega a ti. Pero es el compartir de una canción, el compartir de una danza, el compartir de una celebración.

Tal como eres, no puedes encontrar la verdad. Tal como eres, sólo puedes encontrar lo falso, porque no es una cuestión de buscar e investigar, es una cuestión de tu conciencia. Si no eres verdadero, ¿cómo vas a encontrar la verdad? La verdad sucede a aquellos que se han vuelto auténticamente verdaderos. Si eres falso, encontrarás falsedad dondequiera que vayas, porque, de hecho, no es una cuestión del mundo objetivo, es una cuestión de tu propia subjetividad. Tú creas tu mundo. Tú eres tu mundo. Así que si tú eres injusto, creas un mundo injusto a tu alrededor. Si eres falso, creas un mundo de mentiras a tu alrededor; tú proyectas tu propio mundo. Así que no te enfades con el mundo, el mundo que tienes te lo has ganado. Te lo mereces. El mundo no es más que tu propia mente ampliada.

Alguien preguntó una vez a Buda:
-¿Qué es la verdad?
Él dijo:
-Cualquier cosa que hace una persona iluminada es verdad.
Alguien preguntó a Mahavira:
-¿Quién es un santo auténtico?
Mahavira dijo:
-Quien ha despertado.

No es una cuestión de actos. Lo que haces no importa, lo que importa es lo que eres. Normalmente las gentes piensan que aunque son falsas, aún pueden hacer algunas obras buenas. Eso no es posible. Saben que son ignorantes, pero aún piensan que algo, algunas partes de la vida, se pueden transformar: “Por lo menos deberíamos hacer eso”. Pero nada es posible. No puedes hacer algunas obras buenas, es imposible. No es questión de lo que haces: es cuestión de tu ser. Si tú eres falso, todo lo que haces es falso. No importa lo que parezca, todo lo que haces es falso. No puedes hacer nada bien si, para empezar, tú no eres auténtico. Y si eres auténtico, no puedes hacer nada mal, no importa lo que parezca.

Si Krishna se hace ladrón, eso está bien. Es muy difícil para la mente occidental comprender la actitud oriental, porque toda la actitud oriental se basa en ser, y toda la actitud occidental se basa en hacer. El bien es algo que hay que hacer; la santidad tiene que ver con las obras; en Oriente no es así, porque puedes hacer una buena obra y puede que tú no seas bueno; entonces, en alguna parte de esa buena acción habrá también una mala intención. Tiene que ser así. Y si estás despierto, incluso si la sociedad decide que está mal, la sociedad se equivoca, porque de un corazón despierto es imposible que surja nada malo.

Invitaron a cenar a un fakir. Lo sentaron junto a un hombre, y durante la cena le preguntó:

-¿Para qué vive?
-Soy farmacéutico –respondió el hombre.
-Sí –dijo el fakir-. Eso es lo que hace para vivir, pero ¿para qué vive?
Hubo un momento de duda.
-Bueno, señor, en realidad nunca he pensado en eso –replicó el farmacéutico.

En Occidente, y sobre todo para la mente moderna tanto en Oriente como en Occidente, hacer se ha vuelto más y más importante. Y cuando hacer se vuelve más y más importante, pierdes totalmente el contacto con tu ser, pierdes totalmente el contacto con la fuente de vida. Entonces vas haciendo mil y una cosas, excepto lo más esencial. Lo más esencial es conocerse a uno mismo, y no te puedes conocer a ti mismo a no ser que lleves toda tu consciencia desde el hacer al ser.

Cuando alguien pregunta: ¿Qué eres?, tú respondes: Soy médico, o soy ingeniero, arquitecto, o algo así. Estas respuestas son erróneas. Eso es lo que haces, eso no es tu ser. Cuando yo te pregunto: ¿Quién eres?, no te estoy preguntando si eres médico o ingeniero.Eso es lo que haces. Eso no es tu ser. Así es como te ganas la vida, eso no es tu vida.

¿Quién eres?

Si abandonas esas ideas de ser médico, ingeniero, profesor, de pronto tomarás conciencia de un cierto vacío en tu interior... no sabes quién eres. Y ¿qué tipo de vida es esa en la que ni siquiera eres consciente de quién eres?

Uno va evitando ese vacío interior. Uno va poniendo parches por todas partes para no poder ver ese vacío interior. Uno va aferrándose a las acciones, y las acciones no son más que sueños, buenos y malos. Buenas acciones, buenos sueños; malas acciones, pesadillas. Pero ambas son sueños, y el esfuerzo entero de Oriente ha sido ese: conocer al soñador.

¿Quién es este soñador?

¿Quién es esta conciencia en la que los sueños vienen, fluyen y se van?

sábado, 23 de enero de 2016

LA CONSCIENCIA Y LA DISCIPLINA

La consciencia y la disciplina son lo más fundamental para un buscador. Si te disciplinas sin consciencia, te volverás un hipócrita. Si te disciplinas sin conciencia, te volverás un zombi, un robot. Puede que no hagas daño a nadie, puede que se te conozca como un buen hombre o incluso un santo, pero no podrás vivir tu vida auténtica, no podrás celebrarla. No habrá ninguna dicha en ella. Te volverás demasiado serio; la alegría se habrá ido para siempre. Y la seriedad es una enfermedad.

Si la disciplina no va acompañada de consciencia, la impondrás y será algo violento, una violación de tu propio ser. No te dará libertad; creará más y mayores prisiones. La disciplina buena se vuelve completamente mala, se vuelve venenosa, cuando no se hace con consciencia, sino con una mente ciega, creyente.

Así que lo primero es el látigo, la consciencia. Y lo segundo es la cuerda, la disciplina. ¿Para qué se necesita la disciplina? Si eres consciente, esa consciencia será suficiente... Con el tiempo será suficiente, pero no al principio, porque la mente tiene patrones de conducta muy profundos, y la energía tiende a salir por los viejos hábitos y los viejos patrones. Hay que crear nuevos canales.

Puede que te hayas vuelto consciente, pero eso en sí mismo no será suficiente al principio, porque la mente, en cuanto encuentra una oportunidad para entrar en cualquier patrón viejo, inmediatamente se va, en una fracción de segundo. No cuesta nada de tiempo enfadarse. Para cuando te das cuenta, ya ha saltado la ira. Más adelante, cuando tu consciencia se haya hecho total, cuando tu consciencia se haya hecho algo absoluto en ti, antes de que suceda nada, la consciencia está siempre ahí, como un a priori; si llega la ira, antes que la ira ya está ahí la consciencia; si la sexualidad te posee, antes que ella ya está ahí la consciencia; cuando la consciencia se ha vuelto algo natural, espontáneo, como respirar, que incluso continúa cuando estás dormido, entonces se puede desechar la disciplina. Pero al principio, no. Al principio, cuando la consciencia está asentándose, la disciplina será beneficiosa.

La disciplina es simplemente un esfuerzo para crear nuevos caminos por los que pueda moverse la energía, para que no necesite ir por el viejo camino.

Durante muchas vidas has estado enfadado continuamente; esa base ha quedado grabada. En cuanto tienes energía, automáticamente se va hacia la ira. Por eso muchas religiones prescriben los ayunos. Si estás ayunando –es decir, si te estás matando de hambre-, no tienes suficiente energía. La comida crea energía. Si no tienes suficiente energía, no te puedes enfadar. Pero la debilidad no es una transformación; de nuevo es un engaño.

Muchas religiones predican el ayuno para poder superar el sexo. Por supuesto, si ayunas demasiado y tu cuerpo está pasando hambre, no tendrás suficiente energía para entrar en la sexualidad. Para entrar en la sexualidad necesitas una energía desbordante, porque el sexo es un lujo. Sólo sucede cuando tienes demasiada energía. Cuando no tienes demasiada, desaparece por sí mismo, pero eso no es el verdadero brahmacharya. Te estás engañando a ti mismo. La energía debería fluir, pero debería entrar en una dimensión diferente, la dimensión del amor. Pero para eso tendrás que crear una disciplina, para que cuando surja la energía vaya al amor, no al sexo, vaya a la compasión, no a la pasión, vaya a compartir, no a la avaricia.

La disciplina es necesaria para crear nuevos caminos. Por tanto, la consciencia y la disciplina deberían ir juntas. Hay gente que insiste en que la consciencia es suficiente por sí misma. En cierta manera tienen razón; pero alcanzar ese nivel de consciencia en que ésta resulta suficiente, en que ésta es su propia disciplina, es muy difícil. Raramente sucede.

Krishnamurti dice que la consciencia es suficiente por sí sola, que no es necesaria la disciplina. ¡Y lógicamente tiene razón! Pero no sucede así. La vida es muy ilógica; no escucha a la lógica. De forma que la gente ha estado escuchando a Krishnamurti durante cuarenta años y no ha sucedido nada, porque piensan que la consciencia es suficiente por sí sola. Pero para llegar a esa consciencia se necesita un esfuerzo tremendo, y eso no lo pueden dar. De hecho, Krishnamurti se ha convertido en un escape para esa gente, para así poder evitar la disciplina y poder seguir pensando que la consciencia es suficiente. Y continúan viviendo en su oscuridad, la cima nunca sucede.

Luego hay otros que van diciendo que la disciplina es suficiente, sin necesidad de conciencia. También ellos hablan del otro extremo. La disciplina no puede ser suficiente por sí sola. El hombre que continuamente se fuerza una disciplina va convirtiéndose poco a poco en un robot mecánico.

He oído una historia de un santo que murió, pero lo forzaron a ir al infierno. No podía creerlo. Dijo que le gustaría ver a Dios y preguntarle que qué mal había hecho, porque durante toda su vida había sido el más puro de los hombres. Y Dios le dijo:

-Nunca has hecho nada malo, eso es cierto, pero tampoco has hecho nada bueno, porque, para empezar, nunca exististe realmente. Fuiste simplemente como un robot.

Un mecanismo sigue haciendo algo; no es bueno ni malo. El mecanismo no tiene espíritu, no tiene alma. Simplemente sigue repitiendo. La repetición está muerta. La repetición no te ayudará. Puedes rezar tu oración todos los días, pero sólo el mecanismo de la mente estará repitiéndolo. Tú no estarás en ello.

Puedes seguir sirviendo a la gente, ayudando a la gente –a los pobres y a los enfermos-, pero si estás actuando como un robot, si la disciplina lo es todo y no hay consciencia en ello, entonces eres como un ordenador. Puede que tu destreza sea grande, pero tú no estás ahí.

Muchas religiones han estado enseñando sólo disciplina, moralidad, buenas acciones y buenas obras; eso no ha ayudado al mundo. La gente no se ha vuelto alerta o vital con ello. Ambos opuestos son sólo una mitad. El zen dice que la consciencia y la disciplina hay que seguirlas juntas. Hay que crear un ritmo entre estos dos opuestos.

El entrenamiento es necesario, pero no es el objetivo. El entrenamiento es sólo un medio. Al final, hay que abandonar el entrenamiento, hay que olvidarse de toda disciplina. Si tienes que continuar en tu disciplina, eso muestra sencillamente que la disciplina todavía no es natural.

Al principio permaneces alerta, creas nuevos caminos para tu energía mental. Poco a poco, no hay necesidad, poco a poco, ni siquiera permanecer alerta es necesario. Uno simplemente está alerta; no es que uno intente estar alerta. Sólo entonces sucede el florecimiento, cuando estar alerta es algo natural, cuando la meditación no se hace sino que simplemente sigue sucediendo. Se ha convertido en tu propia atmósfera; vives en ella. Eres ella.

sábado, 16 de enero de 2016

LA VERDAD Y LA CREENCIA

La verdad libera, y nada más. Todo lo demás crea una atadura, una carga. Y la verdad no se puede encontrar mediante el esfuerzo intelectual, porque la verdad no es una teoría, es una experiencia. Para conocerla tienes que vivirla, y en eso es donde millones de personas yerran. Piensan que si pueden aferrarse a una creencia, les ayudará a encontrar la verdad. Poco a poco se asientan en la creencia, y la creencia no es la verdad. Es una teoría sobre la verdad: como si alguien se contentase sólo con palabras, escrituras, doctrinas, dogmas; como si un ciego empieza a creer que la luz existe, o alguien hambriento lee un libro de cocina, y cree en esto o en aquello, pero sigue hambriento. Esa no es la forma de satisfacer el hambre.

La verdad es un alimento. Hay que digerirlo, asimilarlo; hay que permitir que circule por la propia sangre, que lata en el propio corazón. La verdad tiene que ser asimilada en tu unidad orgánica. La creencia nunca se asimila, sigue siendo siempre un fenómeno sin relacionar.

Puede que seas hindú, pero el hinduismo sigue siendo tan sólo un concepto intelectual. Puede que seas cristiano, o mahometano, pero esas religiones no son partes orgánicas de tu ser. En lo profundo de ti, la duda continúa.

He oído una historia:

Titov, es astronauta ruso, volvió del espacio, y el Presidente ruso le preguntó en privado si había visto a alguien por allí. Según esta historia, aquél respondió:

-Sí, realmente vi a Dios.

A lo que el Presidente replicó:

-Eso lo sé, pero ya conoces nuestra política, así que, por favor, no se lo digas a nadie.

Después, Titov estuvo con el patriarca de la Iglesia ortodoxa rusa. El patriarca le preguntó si había visto a alguien en el espacio. Titov, fiel a las instrucciones que había recibido, respondió:

-No, no había nadie.

-Eso lo sé –replicó el jefe de la iglesia-, pero ya conoces nuestra política, así que, por favor, no se lo digas a nadie.

Por debajo de tus creencias, sean cuales fueren, continúa la duda. La duda está en el centro, y las creencias en la periferia. De forma que, básicamente, tu vida está determinada por tu duda, no por tus creencias. Puede que seas católico, cristiano, teísta, pero dentro de ti la duda continúa.

He observado a muchas personas pertenecientes a diferentes creencias, sectas, pero en lo profundo, la misma duda. Y la duda no es ni hindú ni cristiana, ni mahometana. La duda es pura, simplemente duda. Para esta duda pura necesitarás confianza pura.

Esta pura duda que no tiene ningún adjetivo –hindú, cristiana, mahometana- no se puede destruir con conceptos, creencias, teorías o filosofías de hindúes, cristianos o mahometanos. ¿Qué se puede hacer con esta duda?

Un buscador auténtico no va en busca de alguna creencia que lo consuele. Más bien está tratando de encontrar en sí mismo un centro más profundo, que va más allá de la duda. Esto hay que entenderlo. Tienes que profundizar en tu propio ser hasta alcanzar tal punto de vitalidad, en el que la duda ha quedado atrás, en la periferia. En vez de hacer eso, la gente continúa aferrándose a sus creencias de la periferia, y la duda permanece en lo profundo. Hay que hacer justo lo contrario.

Profundiza más en tu ser. No te preocupes por la duda, pásala de largo. ¡Deja que esté ahí! No intentes ocultarte en una creencia. No seas un avestruz. Confronta la duda, y continúa más allá de ella. Ve más profundo que la duda. Entonces, llega un momento en tu ser... Porque en el centro más profundo, en el centro mismo, sólo hay vida. Una vez que has tocado ese centro profundo en tu interior, la duda es sólo algo lejano, periférico. Se la puede abandonar muy fácilmente.

Y no hay necesidad de aferrarse a ninguna creencia para poder dejar la duda. Simplemente ves su estupidez. Simplemente ves lo ridícula que es. Simplemente ves que la duda ha estado destruyendo tu vida, que la duda está desgastando constantemente tu ser, que ha sido muy venenosa. Simplemente viendo el hecho de que la duda ha sido venenosa y no te ha permitido celebrar, que estás perdiendo una gran oportunidad, simplemente la abandonas. No es que en vez de a la duda te aferres a una creencia.

Un hombre con confianza verdadera no tiene creencias, sencillamente confía, porque ha llegado a saber lo bella que es la vida. Y ha llegado a saber lo eterna que es la vida, sin tiempo. Ha llegado a saber que dentro de sí mismo está el reino de Dios. Se convierte en un rey, y no un rey en el sentido corriente de la palabra, porque ese reino que viene de fuera es un reino falso, un reino de sueños.

Puedes ser rey, pero serás un rey de baraja o, como mucho, el rey de cualquier nación. Sin valor alguno; sólo un símbolo falso, que no significa nada.

El reino auténtico está dentro. Y el hecho más asombroso es éste: que puedes continuar llevándolo en tu interior completamente inconsciente, sin darte cuenta de los tesoros que tienes, y que esos tesoros son tuyos: sólo tienes que reclamarlos.

La religión no es una búsqueda de creencias. La religión es un esfuerzo para llegar a conocer la base misma de tu ser, para tocar el fondo mismo de tu existencia. Esa experiencia del fondo de tu existencia es lo que queremos decir al usar la palabra “verdad”. Es existencia. Es una experiencia.

Así que no te dejes engañar por las creencias. Estate alerta, son engaños. Y a causa de esas creencias la gente no busca, porque una vez que piensas que sabes, que crees que sabes, ¿para qué buscar? Son mecanismos para evitar la búsqueda, porque la búsqueda es ardua, la búsqueda es difícil. Se romperán muchos sueños, se romperán muchas imágenes, y tendrás que pasar por muchísimo dolor. Ese dolor es necesario: te limpia, te da solidez, integridad; te hace madurar. Esos dolores son como dolores de parto, porque a través de ellos vas a renacer.

Las creencias son baratas; no cuestan nada. Con una simple inclinación de cabeza ya eres cristiano, o hindú o mahometano. Es demasiado barato. La verdad no puede ser tan barata. Tendrás que sacrificar muchos sueños que abrigabas. Tendrás que sacrificar tu imagen imaginaria. Tendrás que sacrificar muchas cosas que valoras demasiado en tu ignorancia. Tendrás que salir del estado nebuloso de tu ser en el que estás ahora mismo. Tendrás que elevarte sobre él. Y, por supuesto, subir a la montaña es difícil, y no hay ninguna montaña más grande que tú.

Llevas la cima más elevada, el Everest, dentro de ti. Y, por supuesto, la ascensión va a ser difícil. Pero la dificultad compensa, compensa tremendamente. Una vez que llegas a la cima –todo el esfuerzo, las dificultades, el desafío, la dureza de la escalada, y algo se va cristalizando en ti-, cuando llegas a la cima, no es sólo una cima lo que has alcanzado, te has convertido en la cima. Has conseguido una altura que nunca habías conocido. Estabas viviendo en un valle oscuro; ahora vives al sol.

Abandona las creencias para poder enfrentarte a tu duda. Confrontando la duda, enfrentándote a la duda, surge la confianza. Si dejas que esté ahí la duda, y no te escondes en ninguna otra parte, si te enfrentas a ella en toda su desnudez, el encuentro mismo hará que inmediatamente surja algo nuevo en ti, y eso es la confianza. La confianza surge al confrontar la duda, no al escaparse de ella; las creencias son un escape. Y las creencias son una falsa moneda, un sustituto de la verdad; parecen confianza, pero no lo son. En las creencias, la duda continúa por debajo como una corriente oculta.

En la confianza no hay duda. La confianza nunca ha conocido la duda, la confianza nunca ha encontrado la duda. Es igual que la luz, que nunca ha encontrado la oscuridad: en cuanto llega la luz, la oscuridad se dispersa, desaparece. Pero si tan sólo crees en la luz, eso no te va a ayudar. Vives en la oscuridad y sigues creyendo en la luz, ¡pero vives en la oscuridad! Y tu creencia en la luz no es una ayuda, es un obstáculo, porque si no creyeras en la luz, habrías buscado la luz. Al creer en la luz, piensas que te va a suceder. Está ahí. Un día u otro, por la gracia de Dios, te va a suceder. Continúas viviendo en la oscuridad, de forma que la creencia es un truco de la oscuridad para protegerse a sí misma. La creencia es un truco de lo falso para protegerse a sí misma. Estate en guardia.

No tengas miedo a la duda. La duda no es el enemigo; la duda es amiga. La duda simplemente te está diciendo que no has buscado en tu interior; por eso aparece la duda. Observa tu propia realidad, y la duda desaparece como la oscuridad. Trae la luz...

sábado, 9 de enero de 2016

LA MENTE Y TU BÚSQUEDA INTERNA

La mente se ha acostumbrado a mandarte y a dominarte. Siempre te presentará una lucha. Continuará siguiéndote, continuará encontrando los momentos débiles en los que te puede dominar en forma permanente.

Siempre que quieres hacer algo nuevo, siempre que quieres entrar en lo desconocido, la mente se resiste, la mente dice: No, eso no está bien. La mente encontrará mil y una racionalizaciones, y va a presentar una dura lucha. Eso es natural, así que no te preocupes por ello, tiene que ser así. Pero si persistes, llegarás a ser el que manda. Sólo se necesita perseverancia, persistencia.

Una vez que te has vuelto sensible al mundo que te rodea, tu sensibilidad puede dirigirse hacia dentro, hacia tu hogar interno. Es la misma sensibilidad con la que hueles la fragancia de una flor. Es la misma sensibilidad, que ahora ha sido dirigida hacia dentro. Con la misma sensibilidad vas a saborearte, a olerte, a verte, a tocarte.

Utiliza el mundo como un entrenamiento para la sensibilidad. Recuerda siempre: si te vuelves más y más sensible, todo va a ir absolutamente bien. No te embotes. Deja que todos tus sentidos se agudicen, que tu tono sea intenso, vivo, lleno de energía. Y no tenga miedo a la vida. Si tienes miedo a la vida, te vuelves insensible para que nadie pueda herirte.

Muchas personas vienen a mí y me dicen que les gustaría enamorarse de alguien, pero no pueden porque tienen miedo de ser rechazadas. Si alguien se les aproxima, se cierran llenos de miedo: Quién sabe, puede que la otra persona cree problemas. Quién sabe, puede que surja algún problema con la otra persona. Es mejor estar triste y solo que ser feliz con alguien, porque esa felicidad puede traer peligros.

Permitidme contaros una historia:

Harto de estar comprometido, decidió romper el compromiso de una manera diplomática.

-Cariño –dijo un día-, nunca estuvimos destinados a ser cónyuges. Nuestros temperamentos son demasiado diferentes. Sólo estaríamos riñendo y luchando.

-Amor mío –dijo ella-, estás equivocado. Nos amamos como dos tórtolos.

-De verdad, cariño, nunca estaremos de acuerdo, y siempre habrá fricción entre nosotros.

-No, será como Romero y Julieta. Yo seré una esposa perfecta y nunca discutiremos.

-Cariño, te digo que nunca va a haber más que disputas entre nosotros.

-Pero, corazón, te digo que...

-¿Lo ves? –gritó él-, ¿qué te decía? ¡Ya estamos peleándonos!

La gente tiene miedo. Si comienzan una relación, puede que los rechacen. Si comienzan una relación, puede que no den la talla. Si comienzan una relación, surgirá su realidad y caerán las máscaras. Tienen miedo porque la otra persona puede irse algún día, así que es mejor no relacionarse; si no, dolerá mucho. Así, se vuelven insensibles. Van por la vida con los ojos vendados, y luego preguntan: ¿Dónde está Dios? Dios está en todas partes. Necesitas ser sensible.

En las situaciones peligrosas, la meditación sucede, espontáneamente, por un solo momento. Volverás de nuevo, pero sucede de pronto. Estás conduciendo un coche y va a haber un accidente; y un momento, justo un momento antes, tomas conciencia de que ahora va a haber un accidente, tus frenos no funcionan, o el coche está resbalando. En ese momento se detienen todos los pensamientos. De pronto, estás en un estado de meditación, despierto, alerta.

En los monasterios zen, los discípulos meditan y el maestro va andando con una vara, su bastón. Y cada vez que ve a alguien abandonándose, durmiéndose, le golpea con fuerza en la cabeza. Una sacudida repentina... La energía se pone alerta, una vislumbre momentánea. A veces el satori ha sucedido de esa forma. El maestro golpea con fuerza; te estabas quedando casi dormido... trata de entenderlo. Cuando te estás quedando dormido, estás en el umbral. En ese umbral se abren dos puertas: una puerta va al sueño, la otra va al samadhi. Ese momento es muy significativo. Normalmente te dormirás, tu viejo hábito. Pero estás en el umbral, y si en ese momento se puede hacer que te vuelvas alerta y consciente, puede que tu vida vislumbre el satori el samadhi.

Patanjali, en Los sutras de yoga, también dice que dormir profundamente es como el samadhi, con sólo una diferencia: la consciencia no está allí. En el samadhi estás tan profundamente dormido como cuando duermes, pero estás alerta. Todo el mecanismo está dormido; el cuerpo, la mente, ambos están dormidos. Pero tú estás alerta. Así que a veces ha sucedido que un hombre fue golpeado en la cabeza por el maestro y se iluminó. Este es el látigo del zen.

La lucha va a ser difícil. Uno debería ser consciente de ello desde el mismo comienzo, para no descorazonarse durante el viaje. Va a ser difícil. La mente tiene una actitud muy negativa con respecto a tu búsqueda interna; está en contra. Y es mucho más fácil estar en contra de algo que a favor. Es mucho más fácil decir no que decir sí, la mente siempre dice no.

Me han contado algo acerca de un jurista. Clarence Darrow. Era un abogado criminalista muy notorio, famoso en todo el mundo.

Se había encontrado en la parte negativa de la discusiones desde que era joven. Y ahora iba a debatir con otro abogado.

-¿Estás familiarizado con el tema? –se le preguntó a Darrow.

-No –admitió Darrow.

-Entonces, ¿cómo vas a entrar en el debate?

-Es muy fácil –dijo Darrow-. Tomaré el lado negativo. Puedo argumentar en contra de cualquier cosa.

Es muy, muy fácil argumentar contra cualquier cosa. Decir que no le resulta muy fácil a la mente. Una vez que dices “sí”, las cosas se dificultan. “No” simplemente corta todo el asunto; no hay necesidad de continuar. Por ejemplo, si os digo: Mirad, estos árboles son hermosos, y si decís que sí, y os pregunto por qué -¿Por qué pensáis que son bellos? –va a ser muy difícil probarlo. Durante miles de años, los filósofos han estado pensando qué es la belleza y aún nadie ha podido definirla. Así que si pregunto por qué, estaréis en dificultades. Pero si hubierais dicho que no, entonces no habría problemas, porque ahora el problema se me presentará a mí, para probar que son bellos. Vosotros simplemente decís que no.

“No” es muy económico. “Si” es peligroso. Pero recuerda que cada vez que dices “no” te vuelves menos vital. Un hombre que va diciendo “no”, “no”, “no”, se vuelve más y más insensible. “No” es un veneno, estate alerta. Trata de decir “sí” más a menudo, incluso si resulta difícil, porque con el “sí” la mente perderá su control sobre ti. Con el “no”, el control será cada vez más fuerte.

Y la mente te va a seguir hasta el mismísimo final. Sólo al final mismo, justo un paso ante el templo de Dios, te deja la mente, nunca antes. Va siguiéndote.

La mente te seguirá persistentemente hasta el mismísimo final. Sólo se va en el último momento. Por eso la lucha es difícil, pero no imposible. Difícil, pero posible.
Y una vez que has alcanzado algo de la no mente, vez que cualquier cosa que has hecho no era nada comparada con lo que tienes. Sentirás como si no hubieras hecho nada, así de preciosa es la experiencia interna de encontrar tu propia energía, tu energía vital.

El hombre vive en un océano de energía, la misma energía dentro, la misma energía fuera. Has nacido de ella, vives de ella, te disolverás en ella. Y si te la sigues perdiendo, no es porque esté muy lejos, te la estás perdiendo porque está muy cerca. Te la estás perdiendo porque nunca la has perdido. Siempre ha estado ahí. Simplemente, hazte más sensible.

Dios no está separado de la vida. Estar vivo a la vida es estar vivo a Dios. Y esa es la única oración; toda las demás oraciones son caseras, hechas por el hombre. La sensibilidad es la única oración dada por Dios.

Dios no está escondido, pero tú vives con los ojos vendados. ¡No eres ciego! ¡Dios no se esconde! Es sólo que hay vendas sobre tus ojos... Esas vendas están hechas de pensamientos, deseos, imaginaciones, sueños, ficciones, todo ficciones.

Si puedes abandonar las ficciones, si puedes renunciar a las ficciones, de pronto estás en la realidad. Así que no os pido que renunciéis al mundo, os pido que renunciéis a los sueños, eso es todo. Renuncia sólo a lo que no tienes. Renuncia sólo a lo que no está realmente en tus manos; lo que simplemente imaginas que está ahí. Renuncia a tus sueños y la realidad está disponible.

sábado, 2 de enero de 2016

SER SENSIBLE A LA TOTALIDAD

Cuando te haces sensible, sensible a todo lo que está sucediendo a tu alrededor, entonces el sol es cálido, el viento es suave, los sauces son verdes junto a la orilla.

La búsqueda religiosa es diferente de la investigación científica. En la investigación científica tienes que concentrarte, tanto que te olvidas del mundo. Se han dado casos: un científico estaba trabajando en su laboratorio y la casa comenzó a arder, pero él no se dio cuenta. Tuvieron que sacarlo de la casa. Estaba tan concentrado...la consciencia se hace tan estrecha que se excluye, se ignora todo lo demás. Solo, como una diana.

En India tenemos un gran poema épico, el Mahabarata. El Bhagavad Gita es tan sólo una parte de él. Los Pandavas y los Kauravas, los primos hermanos, están siendo instruidos por un maestro de arco, Dronacharya. Un día, pone la diana en un árbol, y pregunta a todos sus discípulos qué están viendo. Uno dice:

-Veo el árbol y el cielo y el sol saliendo.

Otro dice:

-Veo el árbol, las ramas, los pájaros que hay en el árbol. –Y continúa hablando así.

Y entonces llega a su discípulo principal, Arjuna, y le pregunta:

-¿Qué ves tú?

Arjuna dice:

No veo nada, sólo la diana.

Y Dronacharya dice:

-Sólo tú puedes ser un gran arquero.

La concentración es un estrechamiento de la conciencia. Una mente concentrada se vuelve muy, muy insensible a todo lo demás.

Esto es la meditación: volverse sensible a todo lo que está sucediendo, sin elegir nada, simplemente consciencia sin elección.

Mediante la concentración puedes eludir cosas. Te vuelves alerta de una cosa a costa de otras mil y una cosas. En la meditación, simplemente eres consciente sin ninguna exclusión. No pones nada de lado. Simplemente, está disponible. Si canta el ruiseñor, estás disponible. Si se siente el sol, toca tu cuerpo y sientes la calidez, estás disponible. Si pasa el viento, lo sientes, está disponible. Un niño llora, un perro ladra; simplemente eres consciente. No tienes un objeto.

La concentración está dirigida a un objeto. La meditación no tiene objeto. Y en esta consciencia sin elección, la mente desaparece, porque la mente sólo puede permanecer si la consciencia es estrecha. Si la consciencia es amplia, completamente abierta, la mente no puede existir. La mente sólo puede existir con la elección.

Dices: Este canto del ruiseñor es bello. En ese momento se excluye todo lo demás, ha entrado la mente.

Permitidme decirlo de esta forma: La mente es un estado de estrechamiento de la conciencia, la consciencia fluyendo a través de un paso muy estrecho, a través de un túnel.

La meditación es estar en el cielo abierto, disponible para todo, todos tus sentidos se funden en una única sensibilidad. No es que tú seas ojos y nariz y oídos, no, eres ojos, nariz, oídos todo junto. No hay grietas. Ves y oyes y tocas y hueles y saboreas, todo al mismo tiempo, simultáneamente. No eliges un sentido en particular.

Normalmente, todos elegimos. Algunas personas tienden a privilegiar los ojos: sólo ven, no pueden oír tan bien, son ciegos al sonido. Si está sonando alguna música magnífica, simplemente se sienten inquietos: ¿Qué es lo que hay que escuchar? Si hay algo que ver, están listos. Puede que disfruten de un baile, pero no disfrutarán cantando.

Hay personas que tienden a privilegiar el oído. Pueden disfrutar del sonido y cantar, pero sus ojos están embotados. Y lo mismo con los demás sentidos. Cada persona ha dedicado su energía a un sentido, y ese se ha vuelto el factor dominante, el factor dictatorial. Sobre todo, los ojos se han vuelto muy importantes, y el ochenta por ciento de tu energía se dedica a los ojos. Los demás sentidos sufren enormemente porque sólo queda el veinte por ciento para ellos. El ojo se ha vuelto un Adolf Hitler.

Se ha perdido la democracia de tus sentidos.

Por eso, cuando ves a un ciego sientes más compasión que la que te inspira un sordo. De hecho, tu compasión es más necesaria para el sordo, porque un sordo está completamente excluido de la sociedad. Como la sociedad humana es básicamente lenguaje, toda la comunicación se ha cortado. Un ciego no está tan excluido de la sociedad. Un sordo está en una posición más difícil, pero nadie siente tanta compasión por él como por un ciego. ¿Por qué? Porque los ojos constituyen el ochenta por ciento de nuestra civilización.

Por eso, si alguien alcanza la verdad, lo consideramos un gran vidente.

¿Por qué vidente? La verdad se puede escuchar, la verdad se puede saborear, la verdad se puede oler. ¿Por qué lo llamamos un gran vidente?

A causa de los ojos. Privilegiamos los ojos. Y es ese un estado muy desequilibrado. Hay que dar completa libertad a cada sentido, y todos los sentidos deberían fundirse en una gran corriente de consciencia, de sensibilidad.

Un verdadero hombre de entendimiento vive a través de todos los sentidos; su contacto es total. Si un verdadero hombre de entendimiento te toca, inmediatamente sentirás algo que se ha despertado en tu interior; su energía ha tocado tu energía durmiente. Algo surge en ti.

Si oyes la voz de un hombre de entendimiento, su contenido es significativo, pero incluso su voz es significativa. Algo te toca el corazón, algo te calma. Su voz te rodea como una cálida manta, su voz tiene calidez, no es fría. Tiene una cualidad cantarina, cierta poesía.

En esto, el zen es magnífico. Ninguna otra religión, ninguna otra tendencia, ha tocado tan profundamente el camino adecuado. Los sentidos deberían permanecer vivos, no sólo eso: tus sentidos deberían entrar en profundo ritmo y armonía internos, deberían convertirse en una orquesta. Sólo entonces se puede conocer la verdad.

Y entonces, cuando tus sentidos están totalmente vivos y fundiéndose entre sí, puedes apreciar que ésta unidad es como sal en el agua...

Tu consciencia va por todos tus sentidos como sal en el agua.

Y de esta totalidad de la sensibilidad surge el ser, el atman, tu ser auténtico. Crea un ritmo, crea una armonía, crea una orquesta con tu ser.

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