sábado, 11 de diciembre de 2010

LOS OPUESTOS NECESARIOS

Estoy enseñando el arte de morir, porque el que aprende el arte de morir también se convierte en un experto en el arte de vivir. El que accede a morir se hace digno de vivir la vida suprema. Sólo los que han aprendido a suprimirse a sí mismos llegan también a saber ser.

Pueden parecer cosas opuestas, porque hemos supuesto que la vida y la muerte se oponen entre sí, que son cosas contradictorias; pero no lo son. Hemos establecido entre ambas una falsa contradicción que ha producido unos resultados nefastos. Es posible que nada haya hecho tanto daño a la raza humana como esta contradicción, y esta contradicción se ha extendido a muchos niveles de nuestras vidas. Si tomamos cosas que son, en esencia, unas, y las dividimos en partes independientes (y no sólo independientes, sino contradictorias), el resultado final sólo puede ser la creación de un hombre esquizofrénico, loco.

Supongamos que hay un lugar donde viven gentes locas. Surgirían grandes dificultades si esas gentes creyeran que el frío y el calor eran cosas no sólo independientes entre sí, sino contradictorias, por la sencilla razón de que el frío y el calor no son contradictorios, sino que son grados diferentes de medir una misma cosa. Nuestro conocimiento del frío y del calor no es absoluto, es muy relativo. Esto quedará claro con un pequeño experimento.

¿Habéis pensado alguna vez en la diferencia entre la infancia y la vejez? Solemos pensar que son cosas opuestas: la infancia por un lado, la vejez por otro lado. Pero ¿en qué se diferencia, en realidad, la infancia de la vejez? La única diferencia es una cuestión de años, la única diferencia es una cuestión de días; la diferencia no es cualitativa, sólo es cuantitativa.

La diferencia entre el infierno y el cielo no es una cuestión de cualidad: la única diferencia es de cantidad. No creáis que el infierno y el cielo son cosas contrarias, diametralmente opuestas entre sí. La diferencia entre el infierno y el cielo es la misma que entre el frío y el calor, entre el niño y el viejo.

Existe una diferencia del mismo tipo entre el nacimiento y la muerte; de otra manera, el que naciera nunca podría morir. Si el nacimiento y la muerte fueran cosas opuestas, ¿cómo podría terminar en la muerte el nacimiento? Sólo podemos llegar hasta el punto que nos es inherente. El nacimiento se desarrolla hasta llegar a la muerte. Esto significa que el nacimiento y la muerte son dos extremos de una misma cosa. Sembramos una semilla: ésta se desarrolla hasta convertirse en planta, y después se convierte en flor. ¿Habéis creído alguna ve que existía una oposición entre la semilla y la flor? La flor se desarrolla desde la propia semilla, que se convierte en flor. El desarrollo es inherente a la semilla.

Recordadlo: en este mundo no existe en absoluto la contradicción. En realidad, no puede existir nunca la contradicción en el mundo; pues, si existiera, no habría manera posible de unificar los opuestos. Si el nacimiento y la muerte fueran entidades independientes, el nacimiento seguiría su propio curso y la muerte seguiría el suyo: no se encontrarían en ningún punto. Así como dos líneas paralelas no se encuentran en ninguna parte, tampoco se encontrarían nunca el nacimiento y la muerte.

El nacimiento y la muerte están entrelazados, son dos extremos de un proceso ininterrumpido. Lo que quiero decir cuando digo esto es que si queremos que el hombre se salve de la locura en un futuro próximo, tendremos que aceptar la vida en su totalidad. Ya no podemos permitirnos crear divisiones y enfrentar entre sí las partes.

En la vida todo está integrado. La diversidad aparente es como las notas de una gran sinfonía. Si elimináis algo, os encontraréis en dificultades.

Lo que quiero decir es que las cosas que llamamos opuestas no son opuestas: la vida se rige por un orden muy misterioso.

Toda fuerza surge de la oposición; toda energía se produce a partir de la resistencia. En la vida, la creación de la energía, de la potencia, se apoya en el principio de la polaridad.

Dios, divino arquitecto de la vida, es muy inteligente. Sabe que la vida se enfriaría inmediatamente, se disolvería enseguida, si existiera una oposición entre unos y otros. Por eso ha dispuesto la ira frente al perdón, la sexualidad frente a la castidad, y así se crea una energía, por la resistencia presente entre los términos. Y esa energía es la vida.

Nadie puede conocer toda la verdad de la vida sin haber comprendido correctamente esta contradicción. La persona que, por su oposición, se empeña en quitarle la mitad todavía no ha alcanzado la inteligencia suficiente. Podéis quitarle la mitad, desde luego, pero en cuanto suceda eso morirá también la otra mitad; pues, indudablemente, la segunda mitad recibió su energía vital de la primera mitad, y de ninguna otra parte.

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