sábado, 17 de septiembre de 2022

LA CONSCIENCIA Y EL YO


Estar pendiente de uno mismo es una enfermedad. Ser consciente de uno mismo es salud. Así que, cuál es la diferencia? Porque las palabras parecen significar lo mismo. Las palabras pueden significar lo mismo, pero cuando yo las utilizo, no les doy el mismo significado.

En el estar pendiente de uno mismo, el énfasis está en el uno mismo. En el estar consciente de uno mismo, el énfasis está en la consciencia. Puedes utilizar las mismas palabras, estar pendiente de uno mismo, para ambas. Si el énfasis está en el ‘lo mismo”, es una enfermedad. Si el énfasis está en la “consciencia”, es salud. Una diferencia muy sutil, pero muy importante.

Estar pendiente de uno mismo es una enfermedad porque estás constantemente consciente del yo: “Qué pensará la gente de mí? Cómo me juzgarán? Cuál es su opinión? Les caigo bien o no, me aceptan o me rechazan, me aman o no”.

Siempre en el “me”, o en el “yo”, el ego sigue siendo el centro. Eso es una enfermedad. El ego es la mayor enfermedad que existe.

Y si cambias el foco, el énfasis; si el foco se mueve desde el yo a la consciencia, entonces no te preocupa si la gente te acepta o te rechaza. Cualquiera que sea su opinión, no importa. Entonces quieres ser consciente en cada situación. Te rechacen o te acepten, te amen o te odien, te llamen santo o pecador, eso no importa... Lo que digan, su opinión, eso es asunto suyo y su problema a solucionar por ellos mismos. Tú simplemente estás intentando ser consciente en cada situación.

Alguien viene, se inclina ante ti, cree que tú eres un santo: no te preocupes por lo que diga. Simplemente, permanece alerta, permanece consciente para que no te pueda arrastrar a la inconsciencia, eso es todo. Y alguien viene y te insulta y te tira un zapato viejo a la cabeza, tú no te preocupes por lo que esté haciendo. Tú, simplemente, intenta estar alerta, para permanecer intacto; él no puede arrastrarte a ninguna parte.

En la apreciación o en la condena, en el fracaso o en el éxito, permanece igual. A través de tu consciencia, alcanzarás una tranquilidad que no puede ser molestada de ninguna manera. Te vuelves libre de la opinión de la gente.

Esa es la diferencia entre una persona religiosa y una persona política. Una persona política está pendiente de sí misma; el énfasis está en el yo, siempre preocupado por la opinión de los demás. Depende de la opinión de la gente, de sus votos. Al final, ellos son los jefes y los que deciden. Un hombre religioso es maestro de su propio ser; nadie puede decidir por é1. Él no depende de tu voto o de tu opinión. Si vas a é1, está bien. Si no vas a él, también está bien. No le crea problemas. Él es él mismo.

Ahora bien, me gustaría decirte una cosa muy paradójica; aunque parezca paradójica, es una verdad muy simple: los que están pendientes de sí mismos —con el énfasis en el yo- no tienen yo. Por eso, están tan pendientes de sí mismos, tienen miedo; cualquiera puede quitarles su yo. Ellos no tienen su yo. Ellos no son maestros. Su yo es prestado, prestado por ti. Si alguien les sonríe, su yo recibe apoyo. Si alguien los insulta, es un puntal que se ha retirado, su estructura se tambalea. Si alguien se enfada, ellos tienen miedo. Si se enfada todo el mundo, dónde se meterían? Quiénes serían ellos? Su identidad se rompería. Si todo el mundo sonríe y dice: “Que grandes son ustedes”, ellos son grandes.

La gente que está pendiente de sí misma, los políticos... y cuando digo los políticos no me refiero solo a aquellos que realmente ejercen en política. Todos aquellos que de algún modo dependen de los demás son políticos. No tienen ningún yo; dentro hay vacío. Siempre tienen miedo de su vacío. Cualquiera puede arrojarlos a su vacío; !cualquiera! Incluso un perro que ladra puede arrojarlos a su vacío.

Un hombre que es religioso, consciente de sí mismo —con el énfasis en la consciencia— tiene un yo, un yo auténtico. Tú no le puedes quitar ese yo. Ni puedes dárselo ni puedes quitärselo. Lo ha alcanzado él. Aunque todo el mundo se ponga en su contra, su yo estará con él. Si todo el mundo lo sigue, no le añadirá nada a su yo en ningún sentido, no será aumentado, no. Él verdaderamente tiene alguna realidad auténtica; en él existe un centro.

El hombre político no tiene centro. Él intenta crear un falso centro. Toma algo prestado de ti, algo de otro, y de otro... Así es como se las arregla. Su identidad es una identidad falsa, una composición de las opiniones de muchas personas. Si la gente se olvidara de él, estaría perdido, no estaría en ninguna parte; de hecho, no sería nadie. Te das cuenta? Una persona es presidente; de repente, se convierte en alguien. Luego deja de ser presidente, entonces no es nadie. Entonces, todos los periódicos se olvidan de él. Solo lo recordarán cuando se muera, e incluso eso en una pequeña noticia. Lo recordarán como un ex presidente, no como una persona; como alguien que ha ostentado un cargo. Qué ocurre? El hombre simplemente desaparece. Cuando ostentas el cargo, estás en la portada de todos los periódicos. Tú no eres importante; el cargo es importante.

Por eso, todos aquellos que en el fondo de su interior son pobres siempre están a la búsqueda de una posición, a la búsqueda de los votos, de las opiniones de la gente. Así es como alcanzan un alma; un alma falsa, por supuesto.

Los psicólogos han llegado a la esencia profunda del problema. Dicen que las personas que intentan ser superiores padecen un complejo de inferioridad, y que las personas que realmente son superiores no se preocupan en absoluto. Son tan superiores que ni siquiera se dan cuenta de que lo son. Solo una persona inferior puede darse cuenta de que la otra es superior; y además, es muy susceptible ante este hecho.

Con solo insinuarle que “tú no eres tan grande como te crees”, se enfadará. Solo un hombre superior puede colocarse detrás como el último hombre. Todos los inferiores están viendo hacia la primera fila, porque si se ponen detrás, no son nadie. Tienen que ponerse delante. Tienen que vivir en la capital. Tienen que tener mucho dinero. Tienen que ir en un gran automóvil. Tienen que ser esto y aquello. La gente que es inferior siempre intenta mostrar su superioridad a través de sus posesiones.

Déjame resumirlo: las personas que no tienen un ser intentan obtenerlo a través de poseer cosas: cargos, nombre, fama.

Incluso algunas veces ocurre: un hombre en América mató a siete personas. No conocía a ninguna de ellas. En el juicio, le preguntaron: “Por qué?” Él contestó: “No podía hacerme famoso, así que pensé que por lo menos podía hacerme notorio. Tengo que ser alguien. Y estoy contento de que mi foto salga en la portada de todos los periódicos como asesino. Pueden hacer lo que quieran. Ahora tengo el sentimiento de que soy alguien. Y la sala está preocupada, el gobierno está preocupado, y la gente está preocupada, y los periódicos están hablando de mi; puedo visualizar que en cada hotel, en cada restaurante, en todas partes, la gente estará hablando de mi. Al menos por un día me he hecho famoso, conocido”.

Todos los políticos son asesinos. Tú no puedes darte cuenta porque en el fondo tú también eres político. Todos los políticos son asesinos, porque no se preocupan por ti. Se preocupan por sus sentimientos: tienen que ser alguien. Si el asesinato puede darles ese sentimiento, entonces por qué no? Si la violencia puede darles ese sentimiento, entonces por qué no?

Recuerda esto: estar pendiente de uno mismo —el énfasis en el uno mismo— es una enfermedad profunda, una enfermedad en lo profundo. Uno debería deshacerse de ella. Ser consciente de uno mismo —el énfasis en la consciencia— es una de las cosas más sagradas del mundo, porque pertenece a la gente sana, a aquellos que han alcanzado su centro. Ellos son conscientes, están atentos. Ellos no están vacíos: están satisfechos.

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