sábado, 10 de septiembre de 2022

LA MEDITACIÓN Y EL SER ALGUIEN


Toda la sociedad —tus padres, tus profesores, tus líderes, tus sacerdotes—, todos, quieren que te conviertas en alguien especial. Pero si quieres ser meditativo, estarán en contra de ti, porque la meditación significa que le estás dando la espalda a todas las ambiciones.

Yo era estudiante en la universidad. El jefe de mi departamento estaba muy preocupado por mis exámenes; me decía: “He enseñado en casi una docena de países de todo el mundo, a cientos de estudiantes, pero nunca me he preocupado por sus exámenes. Es algo muy curioso para mi mente; por qué me preocupo tanto por tu examen? Tienes que prometerme que llegarás a la sala de exámenes a tiempo”.

Yo le contestaba: “Eso no forma parte de su trabajo. Su parte es enseñarme. Es asunto mío preocuparme o no de los exámenes. Si puedo arreglármelas, llegaré a tiempo a la sala de exámenes”.

Él estaba receloso. El viejo solía quedarse en el automóvil, en el hostal justo en frente de mi habitación, para recogerme y verme entrar en la sala de exámenes. Y luego se iba. Yo le decía: “Se está tomando demasiadas molestias innecesariamente. Su casa está a cuatro millas de aquí. Se tiene que levantar, y usted no se suele levantar temprano”.

Él era un borracho. Pero la vida es un misterio. Los no vegetarianos, los bebedores, los jugadores, pueden resultar tan humanos y amorosos que te sorprende. Y por otro lado, los estrictamente vegetarianos... Adolf Hitler era un vegetariano estricto. Nunca fumó, nunca tomó bebida alcohólica alguna, se acostaba temprano, se levantaba temprano; !era un santo! Si solo te fijas en su patrón y estilo de vida, era un monje. Y mató a seis millones de personas. Habría sido mejor que hubiera sido un borracho, no vegetariano, fumador en cadena, pero una buena persona.

Este viejo, mi profesor, no bebió durante esos pocos días.

Tenía que levantarse por la mañana temprano para recogerme y obligarme a entrar en la sala de exámenes. Tarda la universidad lo sabía; todos pensaban: “Aquí hay algo extraño”. Yo decía: “No hay nada extraño. Él me ama. Me ama como a un hijo y quiere que sea alguien en la vida. Ese es el problema: ese amor está creando el problema Él tiene miedo de que yo sea demasiado despreocupado como para ser alguien en el mundo”. Solía instruir al examinador: “Vigila que no se marche cuando yo me haya ido; porque no puedo esperar fuera tres horas innecesariamente. Vigílalo y no lo dejes ir. Y mira a ver si está escribiendo o está haciendo alguna otra cosa”.

Algunas veces acababa el examen en dos horas, pero el examinador no me dejaba salir. Decía: “Tu profesor me torturaría. Tú simplemente siéntate aquí, haz lo que quieras. O repasa las respuestas que has escrito; quizá las puedas mejorar”.

Yo decía: “Esto es extraño. He acabado con las respuestas, se me debería permitir marcharme, a todos los demás se les permite”.

Él me contestaba: “A todos los demás se les permite, pero a nadie más se le trae aquí todos los días como a un prisionero!”.

Y después del examen, el profesor me preguntaba —cada día con el cuestionario en la mano—: “Qué has escrito acerca de esto?”. Solo para consolarle le decía cosas que no había escrito en absoluto; y él lo sabía. Yo sabía que él lo sabía porque entonces él era el decano de profesores, así que miraba mis trabajos. Antes de preguntarme, ya había visto lo que había escrito. Y ahora yo le estaba contestando de acuerdo a los libros de texto, aunque lo que había escrito era de acuerdo a mismo.

Pero no me podía decir: “He mirado”; porque eso es ilegal. Así que me decía: “Tú sabes; yo sé“.…

Yo le contestaba: “Qué le vamos a hacer? Usted no debería hacer nada ilegal, y si es sorprendido haciendo algo ilegal, yo sería el primero que se lo contaría al rector”.

Él respondía: “Pero estas no son las respuestas que has escrito. Quieres ser un don nadie durante toda tu vida? Eso me duele. Tienes talento, tienes el genio, puedes llegar a ser todo lo que te propongas”.

Yo decía: “Yo no quiero utilizar mi talento y mi genio para llegar a ser alguien. Yo simplemente quiero relajarme en mí mismo y ser yo mismo, anónimo, porque mi decisión va en favor de la meditación, no en favor de la mente. Todo lo que usted diga pertenece a la mente; y yo tengo que usar la mente, pero cuanto más uses la mente, más lejos de ti mismo te llevará”.

Esta es la razón por la que el hombre no es meditativo: toda la sociedad lo obliga a estar en la mente, no en un estado de meditación.

Imagínate un mundo donde la gente fuera meditativa. Sería un mundo simple, pero tremendamente hermoso. Sería silencioso. No habría crímenes, no habría juzgados, no habría ninguna clase de políticos. Sería una amorosa hermandad, una vasta comuna de personas absolutamente satisfechas con ellas mismas, completamente contentas con ellas mismas.

Si estás corriendo para conseguir algo fuera de ti mismo, tienes que estar al servicio de la mente. Si abandonas todas las ambiciones y te interesas más por tu florecimiento interior, si te interesas más por tu savia interna, para que pueda fluir y alcanzar a los otros, si te interesas más por el amor, la compasión, la paz... entonces serás meditativo.

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