sábado, 11 de mayo de 2019

CÒMO FUNCIONA LA MEDITACIÒN


La meditación es una aventura. Una aventura hacia lo desconocido. La más grande aventura a que la mente humana puede lanzarse. Y por aventura quiero decir que tú no puedes cultivarla. Primero, no puedes saber nada de antemano: hasta conocerla, nada puedes saber. Todo lo dicho no tiene sentido: la verdad queda sin explicar. Mucho se ha hablado y, sin embargo, ni una sola palabra se ha pronunciado.

Hasta que la conozcas, nada puedes saber; sin embargo algo puede indicarse, aunque no sea sobre la esencia: su naturaleza no lo permite. No puedes decir lo que es meditación; simplemente afirmas: esto no es meditación; eso no lo es tampoco, lo que queda, sin manifestarse, sí es meditación.

Hay muchas razones que esta actitud justifican: meditación es algo superior a. la mente. Algo que le sucede a la mente, no en la mente. De otra manera ella podría definirla, conocerla, entenderla. Es como la muerte que sucede a la vida: sucede a la vida, no sucede en la vida. La meditación es como la muerte de la mente, como la muerte lo es a la vida. Pero la meditación es una muerte más profunda, no física sino psíquica, y cuanto más profundo sea lo que se muera, más profundo es la posibilidad de renacer.

Con la muerte física, el renacimiento será físico; en lo que concierne a ti nada habrá ocurrido. Permanecerás igual, dentro de la misma continuidad. Si la muerte es más profunda, la resurrección también lo será. Si mueres psicológicamente, si la mente muere, entonces tú renaces, renacimiento que no es como el físico, porque entonces el cuerpo es reemplazado; pero cuando la muerte es mental o psíquica, no hay reemplazo. La conciencia permanece sin la mente.

Meditación es, pues, conciencia sin la mente: un cielo abierto que nada limita. Podemos destruir las paredes de esta casa, pero no el espacio que quedará bajo el cielo abierto. Por supuesto que ya no verás el espacio por haberse confundido con el cielo. Pero el espacio estará ahí, al igual que antes, o tal vez más que antes: sólo las paredes han desaparecido. Si tú piensas en el espacio de la casa, el vacío ya no existe, pero sí el espacio sin las paredes: será mayor, infinito.

Así, cuando la mente muere, es decir, caen las paredes de la mente, queda el espacio vacío mayor todavía: es la Conciencia. Llamo Conciencia al vacío que queda entre las paredes de la mente. O de otro modo: mente, con minúscula, muere; Mente, con mayúscula, sigue viviendo. Pero entonces ya no es tu mente; no puede serlo. Si removemos las paredes, el espacio no puede ser la mente, porque mente solo es limitación, no puede ser el vacío puro: la mente muere y la Mente queda, pero tú no estás ahí, y no te sustituye otra mente. Tú no eres absolutamente reemplazado.

Meditación es, pues, una muerte sutil, una profunda muerte tuya: de tu mente, de tu ego, de todo lo que te define, pero queda lo que está adentro: la Conciencia pura El proceso mental, las paredes de la mente, no es meditación, son el obstáculo. ¿Qué son las paredes de la mente? ¿Cómo la mente se define a sí misma? ¿Cómo ha llegado a ser una cosa limitada? ¿Dónde están los límites, las paredes en virtud de las cuales la mente se ha separado de la mente? Hay tres cosas: la primera es la memoria, la parte mayor, es muy larga, se remonta a todas tus vidas, lo ha acumulado todo, no sólo lo que ha reunido conscientemente. Cuando duermes, la mente va amontonando, incluso cuando estás en estado de coma, inconsciente. Cuando el feto está en el seno materno, su mente acumula; nada se le escapa. La mente inconsciente es una gran muralla china de recuerdos, no sólo parte de tu cerebro, sino de hecho, parte de cada célula de tu ser, de cada partícula de tu cuerpo. He ahí por qué veinticuatro células de varón y veinticuatro de mujer empiezan a crearte: tienen una memoria programada, y algún día, seremos capaces de saber qué tipo de nariz tendremos desde el primer día de estar en el útero. El huevo indicará nuestro tipo de ojos, qué edad se alcanzará, cuánta inteligencia se tendrá, que tanto de ego.

Esa simple célula es tan compleja como tú: contiene la memoria entera de la raza, la mente colectiva, y es en ella que se introduce tu alma, tu ego, tu mente. El cuerpo tiene sus propias memorias y tu mente las suyas; eres una encrucijada, una mente con muchas memorias, recuerdos y un cuerpo con todo el pasado de tu raza, la mente colectiva.

Las memorias corporales son más fuertes que las mentales, y siempre eres víctima de ellas. Cualquier cosa que pienses en su contra, cuando el momento llega, el cuerpo gana. Tu mente no es nada ante ella porque es mente racial. Es por eso que las religiones caen en una trampa cuando empiezan a combatir el cuerpo: no puedes combatirlo, y si tal haces solamente desperdiciarás tu vida. No puedes luchar contra el cuerpo porque, de hecho, es la raza; no sólo eso, sino la historia entera del Ser mismo: todo sigue viviendo en ti.

Es por esto que el niño en el útero materno tiene que pasar por todos los estados que vivió el ser humano en su evolución. Los nueve meses recapitulan toda la evolución: uno empieza a ser como amiba, la célula primitiva, en el seno materno cuyas condiciones químicas son las mismas que el agua marina.

En el útero, la evolución, empieza nuevamente en miniatura, pero el proceso entero se renueva, pues la célula tiene memoria. No puede ser de otro modo, tiene que seguir el mismo proceso, pero en recapitulación, ya que la amiba necesita millones de años para pasar del mar a la tierra. En cambio la célula-huevo necesita sólo una semana, y en siete días completa la misma evolución, resumiendo millones de años en las mismas etapas. Los nueve meses son una evolución concentrada, según el programa de la propia célula.

Así que, en cierto sentido, tu cuerpo es una evolución completa, y en estado atómico concentrado, el cuerpo tiene su propia memoria. El que aspira a meditar, primero tiene que entender su memoria corporal, la fisiológica. No luches contra ella, pues si lo haces, empezarás mal y sufrirás perturbaciones. Sé cooperativo: no hay otro camino. Deja tu cuerpo completamente a gusto. No produzcas tensión alguna entre tú y él. Tu batalla realmente no es con el cuerpo, no con tu memoria corporal, sino con la memoria de tu ego, tu psique, tu mente, algo completamente diferente. No luches con el cuerpo, pues cuando lo hacemos, eludimos la lucha con la mente, y lucha¬mos contra el cuerpo indefinidamente; es un suicidio, porque el combate se convierte en destructivo, y sólo cosecha las semillas de la propia derrota. Estás condenado al fracaso: una sola célula contra toda la humanidad, contra el ser entero: es imposible. No tomes tus memorias corporales como tus memorias; por ejemplo: el hambre, memoria corporal. Puedes luchar contra ella, y si ganas, será una ardua, experiencia casi imposible, porque implicará tu derrota total. En noventa días llegará la muerte. El cuerpo incluso ya no te indicará la hora de alimentarlo.

Bueno pues, es no triunfar en este caso: entre tú y tus memorias corporales no existiría puente alguno. Hay métodos para romper ese puente entre tú y tu cuerpo: los métodos de Hatha Yoga los sugieren: el cuerpo sigue clamando por alimento, pero uno ya no se da cuenta, se ha vuelto insensible. Por eso nunca practiques algo que te haga o haga a tu cuerpo insensible, pues meditación es plena sensibilidad.

Cuando te tornas meditativo tu cuerpo se vuelve tan sensible como no puedes concebirlo, nunca oyes exactamente, ni ves con exactitud; atraviesas un jardín y pareces verlo, pero sólo miras, no ves. Los órganos se han insensibilizado como tu cuerpo. Toda la cultura está en contra del cuerpo, ya sea la oriental o la occidental, no hay diferencia. La cultura desarrollada en este planeta es una cultura enferma, está en contra del cuerpo, ese cuerpo que es un gran misterio.

Si estás en contra del cuerpo, estás, en cierto modo, en contra del universo, porque él es un universo en miniatura. Tu relación con el universo, tu puente hacia el universo, tu instrumento, es el cuerpo. Tu cuerpo es precisamente una estación a mitad del camino.

Siempre has una distinción entre la memoria corporal y la mental. El hambre es corporal y tú puedes saberlo, pero la mente tiene sus propias memorias también: no son existenciales, no tienen en realidad valor de sobrevivencia, valor que sí existe en las corporales. Y esa distinción es básica. Si niegas las primeras no sobrevivirás, en cambio las psicológiqas no son así, son simple acumulación de basura, algo que debe tirarse, y tú cargas con ella.

Cuando estás enojado puede ser por dos posibilidades: una de memoria corporal, otra de memoria mental; hay que distinguir entre las dos. Si tu enojo tiene valor de sobrevivencia -tú no puedes sobrevivir sin ella- entonces el medio es corporal. Pero si no es así, es sólo un hábito de la mente, repetición mecánica, pura memoria mental: has estado enojado tantas veces, que se ha convertido en un condicionamiento. Cuando alguien te empuja, como si tocaras un botón, te enojas: está alerta. Aquel que nunca se enoja mentalmente, el enojo de su cuerpo tendrá una belleza propia: no será feo, lo que indicará que alguien está viviendo, no está muerto. Pero cuanto más te enojes habitualmente, menos capacidad tendrás de enojarte corporalmente, y tu enojo será feo. Nada te añadirá será sólo una molestia para ti y para los otros.

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