sábado, 21 de marzo de 2020

QUÈ ES LA ILUMINACIÒN


La iluminación es descubrir que no hay nada que descubrir. La iluminación es saber que no hay ningún sitio al que ir. La iluminación es comprender que esto es todo, que esto es perfecto, que esto es ello. La iluminación no es un logro, es comprender que no hay nada que alcanzar, ningún sitio al que ir. Ya estás ahí, nunca te has alejado. No puedes alejarte de ello. Dios nunca ha estado perdido. Tal vez te hayas olvidado, eso es todo. Tal vez te hayas quedado dormido, pero eso es todo. Tal vez te hayas perdido en muchos sueños, pero eso es todo, porque tú estás ahí. Dios es tu propio ser.

Así que lo primero es que no hay que pensar en la iluminación como en un objetivo, porque no lo es. No es un objetivo, no es algo que se pueda desear. Y si la deseas no la lograrás. Al desear mil y una cosas vas comprendiendo, poco a poco, que todo deseo es fútil. Todo deseo te hace aterrizar en la frustración, todo deseo te arroja una y otra vez en una fosa.

Así ha venido sucediendo desde hace millones de años, pero a pesar de ello empiezas a albergar esperanzas, vuelves a creer que este nuevo deseo que surge, que brota en ti, tal vez te conduzca al paraíso. Que te proporcionarà todo aquello que anhelas, que te colmará. La esperanza surge una y otra vez.

La iluminación sucede cuando desaparece toda esperanza. La iluminación es la desaparición de la esperanza.

No te perturbes cuando digo que la iluminación es un estado de desesperanza, porque no es algo negativo. La esperanza deja de surgir, no se crean más deseos. El futuro desaparece. Cuando no hay deseo, no existe esperanza, no hay necesidad de futuro. La tela del futuro es necesaria para el deseo. Pintas tus deseos en la tela del futuro, cuando en realidad no hay nada que pintar. ¿Para qué debes ir cargando con la tela? Abandónala. ¿Para qué cargar con pinceles y pinturas cuando no hay nada que pintar? Todo eso proviene del pasado. La tela proviene del futuro, y el color, los pinceles, la técnica y todo lo demás, proviene del pasado. Cuando no hay que pintar nada, uno se deshace de la tela, del pincel y de los colores. Y de repente está aquí y ahora.
Eso es lo que el Buda denomina chittakshana, un momento de entendimiento, de consciencia. Este momento de consciencia puede suceder en cualquier instante. No requiere de un momento en especial, ni de una postura específica, ni de un lugar particular…

Puede suceder en todo tipo de situaciones. Ha sucedido en todo tipo de situaciones. Todo lo necesario es que durante un instante no haya pensamiento, ni deseo, ni esperanza.

Un día, Chikanzenji segaba las malas hierbas alrededor de un templo en ruinas. Tiró a lo lejos un pedazo de teja y ésta fue a chocar contra un bambú. Y de repente se iluminó. Y por ello cantó:

Al escuchar el ruido de una teja rota
de repente olvidé todo lo que había aprendido.
Corregir mi naturaleza es inútil.
Al vivir mi vida cotidiana
camino a lo largo del antiguo sendero.
No estoy descorazonado, en un vacío absurdo.
Allí donde voy no dejo huellas
pues no moro en el color o el sonido.
Los iluminados de todas partes han dicho:
“Así es la realización”.

Este pobre monje, Chikanzenji, trabajó al menos durante treinta años. Era un buscador auténtico, muy honesto y sincero, un buscador serio. Practicó todo lo que se le dijo que practicase, visitó a muchos maestros, vivió en muchos monasterios. Hizo todo lo humanamente posible. Practicó yoga, zazen, esto y aquello, pero nada le sirvió. No sucedió nada; de hecho, su frustración no hizo más que aumentar. Cuantos más métodos fracasaban, más frustrado se sentía.

Leyó todas las escrituras budistas, y eso que hay miles de ellas. De este Chikanzenji se dice que tenía todas esas escrituras en su habitación, y que las leía día y noche. Y su memoria era tan perfecta que incluso podía recitarlas, pero no obstante, no sucedía nada.

Un día quemó toda su biblioteca. Al ver las escrituras ardiendo se rió. Abandonó el monasterio, a su gurú, y se fue a vivir a un templo abandonado y en ruinas. Se olvidó de la meditación, del yoga, de practicar esto o lo otro. Olvidó todo acerca de la virtud, olvidó todo acerca de la disciplina, y nunca entró en el templo para venerar al Buda.

Pero vivía en ese templo en ruinas cuando sucedió. Segaba las malas hierbas de alrededor del templo, una actividad poco religiosa. No hacía nada específico, nada especial, sólo quitar las malas hierbas, cuando miró a lo lejos un pedazo de teja rota y ésta fue a chocar contra un bambú. En ese momento tuvo lugar el instante de chittakshana, de consciencia. En el chocar de la teja contra el bambú tuvo lugar una sacudida, y su mente se detuvo durante un instante. Y en ese momento se iluminó.

¿Cómo puede uno iluminarse en un instante? Es posible porque uno está iluminado, y sólo ha de reconocer el hecho. No es algo que suceda desde fuera, sino que surge desde el interior. Siempre estuvo ahí, pero estabas enturbiado, lleno de pensamientos.

Chikanzenji quemó todas las escrituras. Fue simbólico. Ahora ya no pudo recordar nada. Ahora se había olvidado de toda la búsqueda. Había dejado de importarle. Despreocupado, vivía una vida muy ordinaria, ni siquiera seguía siendo monje. Ya no albergaba pretensión alguna, ni objetivos egoìstas.

Recuérdalo, existen dos tipos de objetivos egoìstas: los mundanos y los ultramundanos. Algunas personas andan a la búsqueda de dinero, otras quieren poder, prestigio, ganar. Otras andan buscando a Dios, moksha, nirvana, iluminación. Pero la búsqueda continúa. ¿Y quién busca? El mismo ego.

En el momento en que abandonas la búsqueda también desechas el ego. En el momento en que no hay búsqueda deja de existir el buscador.

Imagina a ese pobre monje, que ya no era ni monje, viviendo en un templo en ruinas. Sin ningún sito al que ir, sólo limpiando el suelo, tal vez para plantar algunas verduras o cualquier otra cosa. Dio con un trozo de teja, lo tiró lejos, y le pilló desprevenido. La teja chocó contra el bambú y con ese choque repentino, con ese sonido repentino, se iluminó.

Y dijo: “Al escuchar el ruido de una teja rota de repente olvidé todo lo que había aprendido”.

La iluminación es un proceso de desaprendizaje. Es una ignorancia esencial. Pero dicha ignorancia es muy luminosa y tu conocimiento es muy opaco. Esa ignorancia está muy viva y radiante, y tu conocimiento es muy oscuro y está muerto.

Dijo: “De repente olvidé todo lo que había aprendido”. En ese momento no sabía nada. En ese momento no había conocedor, en ese momento no había observador… sólo el sonido. Y uno se despierta de un largo sueño.

Y dijo: “Corregir mi naturaleza es inútil”. Ese día sintió que luchaba innecesariamente. “Corregir mi naturaleza es inútil”. No necesitas corregirte, no necesitas mejorarte ¡Todo eso no son más que bobadas! Ándate con ojo con todos esos que no hacen más que insistir en que te mejores, en que te conviertas en esto o lo otro, en que seas virtuoso. Te dicen que esto está mal y que no lo hagas, que aquello está bien y que lo hagas, que esto te llevará al cielo y aquello al infierno… Quienes te proponen que enmiendes tu naturaleza, que te mejores a ti mismo, son gente muy peligrosa. Son una de las principales causas de que no estés iluminado.

La naturaleza no puede corregirse, debe aceptarse. No existe otro modo. Seas quien seas, seas como seas, así es como eres… eso es lo que eres. Es una gran aceptación.

No hay nada ahí que deba cambiarse. ¿Cómo podrías cambiarlo, y quién es el que lo cambiará? ¿Se trata de tu naturaleza y pretendes intentar cambiarla? Será como un perro persiguiéndose la cola. El perro enloquecerá. Pero los perros no son tan tontos como el ser humano. El ser humano no deja de perseguir su propia cola, y cuanto más difícil le resulta, más salta, y cuanto más lo intenta, más y más estrafalario se vuelve.

No hay que cambiar nada, porque todo es una hermosura… eso es la iluminación. Todo es como debe ser, todo es perfecto. Éste es el más perfecto de los mundos, y no carece de nada. Experimentarlo así es la iluminación.

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