sábado, 10 de septiembre de 2016

EL MAESTRO Y EL DISCÌPULO

Un discípulo y su Maestro están en gran conflicto. Surge una tremenda lucha. Y el discípulo puede ganar solamente si es muy desafortunado. Si el Maestro gana y el discípulo resulta bendecido, es muy afortunado. La lucha surge porque el discípulo ha acudido al Maestro por razones equivocadas; puede que haya ido a él buscando algún tipo de ego espiritual.

Ha fracasado en la vida, con el dinero, con el poder, con el prestigio, con la respetabilidad, con el éxito mundano, con las ambiciones políticas. Ahí ha fracasado. No supo llegar a la culminación de su aventura egotística, no pudo llegar a primer ministro o a presidente. Ahora la vida se le está escapando de las manos y desea ser alguien. Es muy, muy desagradable el ser un «don nadie».

Por último, la gente comienza a buscar e indagar en la dimensión religiosa. Les parece más fácil. Les parece así más fácil llegar a tener un cierto ego, una cierta cristalización del ego. Al menos puedes convertirte en un sanyasin de Osho. Así de sencillo. Y te sientes grande. Puedes sentir que te has vuelto alguien especial.

La gente a la que llamas religiosa trata de alcanzar algo que no ha sido capaz de alcanzar en el mundo. A veces lo intentan mediante austeridades y ascetismo. Uno ayuna durante días enteros. Se convierte en alguien especial; nadie es capaz de ayunar tanto. Puede que sea un masoquista, uno que se tortura a sí mismo. Ha de serlo. O puede que sea un suicida. Ha de serlo. Pero empieza a obtener respeto por parte de la gente. Es un gran mahatma. Ayuna mucho, está en contra del cuerpo, está contra las comodidades, es capaz de yacer en un lecho de clavos o puede permanecer de pie durante años.

O puede estar sentado sobre un pilar en el desierto durante años. Simplemente sentado sobre ese pilar. Es muy incómodo. No puede dormirse, no puede descansar, pero así atrae a la gente. De repente se ha convertido en alguien muy importante. Incluso esos primeros ministros y presidentes que anhelaba llegar a ser, empiezan a acudir a él porque creen que un ascético de ese calibre podrá darles sus bendiciones, y podrán seguir escalando en el mundo del poder. El se siente recompensado, satisfecho. Ahora el ego está en su apogeo. Incluso los reyes y los primer ministros y los presidentes acuden a él.

El discípulo llega por motivos equivocados. O un discípulo llega para alcanzar un determinado grado de paz al estar sumergido en la confusión. ¿Por qué quiere alcanzar la paz?

Desea alcanzar esa paz para así poder desplegar toda su ambición de un modo mejor.

El otro día estaba leyendo un anuncio de la Meditación Trascendental del Maharishi Mahesh Yogui. Lo promete todo: un buen trabajo, competencia en tu trabajo, salud, salud mental, salud física, longevidad; todo lo que un hombre puede desear, lo promete. Es una larga lista. Económicos, espirituales, sociales, físicos, psicológicos, todos esos beneficios con tan sólo sentarte durante veinte minutos y repetir una estupidez, coca-cola, coca-cola o algo así.

¡Así de sencillo! Por eso se dice que no has de revelar tu mantra a nadie. ¡Si lo haces se reirán! Ha de guardarse en secreto. Si le dices a alguien que repites coca-cola, coca-cola, creerá que te has vuelto loco. De modo que un mantra ha de mantenerse en secreto. Ha de ser algo privado porque a los ojos de los demás parecerá absurdo.

¿Con sólo veinte minutos de repetir cualquier tontería alcanzarás tantos beneficios? Esto atrae de inmediato a la mente mediocre. Esta meditación del Maharishi Mahesh yogui ni es meditación, ni es trascendental, simplemente es un intento de explotar al crédulo, de explotar a la gente que busca y busca, que busca una panacea, que busca cualquier remedio.

Cuando te encuentras con un verdadero Maestro, te dice que no existe un remedio, te dice que no hay panacea alguna. Y no te dice que te sanará, ni que te tranquilizará, ni esto ni lo otro y que luego podrás volver al mundo para correr tras tus ambiciones de un modo más efectivo. No, él te dirá que estás alterado, que estás confuso debido a tu ambición. Abandona el ambicionar. Un verdadero Maestro sólo te prometerá que él te quitará esa ambición, que te arrebatará tu ego. Solamente te prometerá que te matará. Tú has llegado en busca de protección, tú has llegado en busca de seguridad, has llegado en busca de apoyo, pero un auténtico Maestro es uno que te quitará todo apoyo, uno a uno. Un día simplemente te colapsarás. Y en ese colapso, de las cenizas surgirá un nuevo ser. Ese nuevo ser no tendrá nada que ver contigo, ese nuevo ser será una discontinuidad en ti. No tiene pasado, no tiene futuro, es una pura presencia, aquí y ahora.

Por eso, ten cuidado conmigo. Y si eres capaz de escapar a tiempo, está bien.

A veces te prometo las cosas que pides, simplemente para ayudarte a que estés aquí un poco más. Tu propia comprensión te irá diciendo, poco a poco, que estás pidiendo cosas banales. Y un día, de repente, descubrirás que lo que te ofrezco no tiene ni paredes, ni techo, ni suelo, es la casa de Dios, porque el mismo cielo es su tejado y la misma tierra es su suelo y la ausencia de límites son su límite.

Sí, no te estoy llevando a una casa con paredes porque esa casa resultaría ser otra prisión. Puede que un poco más confortable, un poco más decorada, con algunos muebles más modernos y un estilo más moderno, pero todavía una prisión.

Mi casa es una casa de libertad. Relájate, déjate ir y de repente desparecerás y te convertirás en el infinito, te convertirás en el espacio mismo. Eso es lo que es Dios: espacio sin límites.

Mi casa es la casa de Dios, no es un templo construido por los hombres.

Desaparece en ese infinito que te estoy ofreciendo. Solamente entonces sabrás. Y entonces no habrá necesidad de explicación alguna, no habrá necesidad de teorías, no habrá necesidad de que razones, porque la experiencia será una prueba evidente por sí misma. Hasta ahora has estado viviendo en casitas y en pequeñas celdas oscuras y no puedes creer que uno pueda vivir en una libertad tan absoluta. Has perdido la capacidad de ser libre.

Esa capacidad ha de ser aprendida de nuevo, esa capacidad ha de ser reclamada. No estoy aquí para disciplinarte, no estoy aquí para darte principios, todo mi esfuerzo reside en darte una vida sin principios, una vida espontánea e indisciplinada, El único regalo que puedo hacerte es la libertad. Y la libertad no tiene paredes que la limiten, es tan infinita como el cielo. ¡Reclama el cielo entero! ¡Es tuyo!


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