sábado, 12 de octubre de 2019

EL ÀRBOL DEL CONOCIMIENTO


En la Biblia se afirma: “En el principio fue el Verbo”.

En el momento en que penetras en el mundo de las palabras empiezas a desviarte de lo que es. Cuanto más profundizas en el lenguaje, más te alejas de la existencia. El lenguaje es una gran falsificación. No es un puente, no es una comunicación, sino una barrera.

Si tu mente no crea palabra alguna, en ese silencio está Dios, o la Verdad, o el nirvana. En el momento en que aparecen las palabras, dejas de estar en tu propio ser. Te has alejado. La palabra te arrastra a un viaje que te aleja de ti mismo. De hecho, en realidad, no puedes alejarte de ti mismo, pero puedes soñar con ello. De hecho, siempre estás ahí, y sólo puedes estar ahí, y en ningún otro sitio, pero no obstante, te duermes y puedes soñar mil y un sueños.

Permìteme que te vuelva a contar una de las historias más bellas jamás inventadas, la de la caída de Adán. Dice la historia que Dios le prohibió a Adán comer del Árbol del Conocimiento. El zen estaría perfectamente de acuerdo, porque es el conocimiento lo que te hace estúpido, es el conocimiento el que no te deja saber. Adán era capaz de saber antes de comer el fruto del Árbol del Conocimiento.

En el momento en que comió conocimiento, en el momento en que se transformó en conocedor, dejó de saber. Perdió la inocencia y se tornó astuto y listo. Pero perdió la inteligencia. Sí, empezó a aumentar su intelecto, pero la inteligencia desapareció. El intelecto no tiene nada que ver con la inteligencia; es justo lo contrario, lo opuesto. Cuanto más intelectual eres, menos inteligente acabas siendo.

El intelecto es un sustituto para ocultar tu inteligencia, así que la sustituyes mediante el intelecto. Resulta más barato, claro. Lo puedes adquirir en cualquier parte, hay en todos los sitios. De hecho, la gente está siempre dispuesta a impartirte su conocimiento. Están listos a echar su basura encima de ti.

Adán se tornó conocedor; por eso cayó. Así pues, el conocimiento es la caída.

La historia dice que comió una manzana, un fruto, del Árbol del Conocimiento. No podía ser una manzana. Las manzanas no crecen en el Árbol del Conocimiento. Esta historia ha perdido el hilo en alguna parte. Las manzanas son inocentes, y no te echan del cielo sólo porque te comas una; no te pueden expulsar. Dios no puede enfadarse tanto contigo. No, no puede tratarse de una manzana; la manzana es sólo una metáfora. Seguro que es “el Verbo”, la palabra, el lenguaje. En el Árbol del Conocimiento, los frutos son palabras, conceptos, filosofías, sistemas, pero no manzanas. Olvídate de la manzana. Recuerda la palabra.

Y a continuación la serpiente fue la primera maestra de la humanidad, el primer sistema educativo. Esa serpiente es el primer demagogo, el primer académico. Enseñó el truco del conocimiento: convenció a Eva para que comiese. No podía persuadir a Adán directamente. ¿Por qué no? ¿Por qué tenía que convencer primero a Eva? Eva es más vulnerable. Las mujeres siempre son más vulnerables, más abiertas, más blandas. Cualquiera puede llevarlas a cualquier parte. Son más sugestionables, pueden ser hipnotizadas con más facilitad que los hombres. Así que la serpiente persuadió a la mujer. La serpiente no sólo fue el primer académico, sino también el primer vendedor. Y lo hizo ciertamente bien.

Y no estaba equivocado, pues tenía razón en todo lo que dijo: “Te convertirás en un conocedor, sabrás qué es qué. Sin comer este fruto nunca sabrás qué es cada cosa”.

Existe un tipo de conocimiento totalmente distinto, en el que sabes y no obstante no sabes qué es qué. Se trata de un tipo de conocimiento muy difuso. No categoriza, no divide, es no analítico. Adán debía vivir en esa inocencia no analítica. La ciencia no era posible; la religión se derramaba sobre todo. Adán debe haber sido un místico antes de comer del Árbol del Conocimiento, igual que todos los niños. Todo niño es un místico cuando nace, y luego le arrastramos hacia la escuela, la educación y la serpiente.

La serpiente es la civilización, la cultura, el condicionamiento.

Y la serpiente es un animal tan artero que la metáfora parece perfecta. Un animal tan retorcido, tan resbaladizo… igual que la lógica. No puedes saber hacia dónde se dirige, y lo hace sin patas; no tiene patas para desplazarse. Pero va muy deprisa. Es exactamente como la falsedad, tampoco tiene patas; por eso la falsedad siempre tuvo que utilizar las patas de la verdad. Por eso cada frase falsa se esfuerza intentando demostrar que es verdad. Esas son las patas prestadas.

La serpiente –el primer profesor, el primer académico- convenció a Eva, y Eva, claro está, pudo convencer a Adán con facilidad. La mujer siempre ha tenido mucho poder sobre el hombre. Por lo general, todo lo que el hombre piense es irrelevante, a pesar de lo que pretenda. El hombre va por ahí pretendiendo que es más poderoso, pero no son más que tonterías. Y la mujer permite que el hombre se lo crea…, está bien, que se lo crea; eso no cambiará la situación.

La mujer ha seguido siendo poderosa, y existe una razón para ello… Lo femenino es más fuerte que lo masculino, lo blando es más fuerte que lo duro, el agua lo es más que la roca. Puedes preguntárselo a Lao-Tzu, que es un hombre de conocimiento pero sabe. Y lo que dice es que si quieres ser infinitamente poderoso, deberás convertirte en femenino. Tórnate pasivo. Lo pasivo siempre es más poderoso, más fértil que lo activo, por eso el hombre no queda embarazado. Es un erial. La mujer tiene la capacidad de quedarse preñada. Es potencial. Lleva vida en ella; puede contener la vida. Y puede contener muchas vidas.

Así que Adán cae en la trampa y se interesa por la cuestión. Debió haber pensado que si se volvía más conocedor también sería más activo, y sabría más. La serpiente les dijo: “Si coméis seréis como dioses, seréis poderosos como dioses. Por eso Dios os prohibió comer. Tiene miedo. Está celoso”.

Todos los hijos piensan lo mismo, que su padre está celoso, que les teme, que no quiere que lleguen a ser poderosos como él, para que tener siempre el control. La parábola bíblica es genial. Qué reveladora.

Adán se hallaba en un estado de saber, y luego se tornó conocedor. Desapareció la religión y nació la ciencia. La ciencia… la palabra ciencia quiere decir exactamente conocimiento. Esas frutas eran los frutos de la ciencia. Perdió su inocencia y se volvió artero.

Eso es lo que ocurre cada vez que nace un niño. Todos los niños nacen en el jardín de Dios –el jardín del Edén-, y cada uno de ellos es persuadido por la serpiente de la civilización, la cultura y la educación. Cada niño es condicionado, arrastrado y manipulado hacia la ambición, hacia la consecución de objetivos egoìstas: ser como dioses. Esa es la idea que radica tras la ciencia. La ciencia piensa que uno u otro día será capaz de conocer todos los misterios y que el hombre será un dios infinitamente poderoso. Se trata de una ambición, de un desvarío egoìsta.






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