sábado, 27 de junio de 2020

LAS CLASES DE TONTOS


Hay un dicho de Mahoma muy extraño: el cielo está ocupado en su mayor parte por tontos. Cuando lo leí me quedé sorprendido. Nunca pensé que Mahoma fuera tan revolucionario. ¡Un dicho tremendo! ¿Qué quiso decir con él, con «El cielo está ocupado en su mayor parte por tontos»? Pero poco a poco, viéndoos, sentí que estaba en lo cierto. Aquí también está ocupado principalmente por tontos.

Deja que te explique cuántas clases de tontos hay aquí. La primera clase de tonto: uno que no sabe y no sabe que él no sabe. El tonto simple. Luego la segunda: uno que no sabe, pero que sabe que sabe. El tonto complejo, el tonto erudito. Y la tercera: uno que sabe que él no sabe, el tonto dichoso.

Todo el mundo nace siendo un simple tonto. Ese es el significado de «simplón». Cada niño es simplemente tonto. El no sabe que no sabe. No se ha dado cuenta aún de la posibilidad de saber. Esa es la parábola cristiana de Adán y Eva.

Dios les dijo, «No comáis del fruto del Árbol del Bien y del Mal»". Antes de ese accidente por el cual comieron del fruto del Árbol del Bien y del Mal, ellos eran simples tontos. No sabían nada. Desde luego que eran tremendamente felices porque cuando no sabes, es difícil ser infeliz. La infelicidad requiere cierto adiestramiento, la infelicidad requiere de algo de eficiencia para crearla, la infelicidad requiere algo de tecnología. No puedes crear un infierno sin conocimiento. ¿Cómo Vas a poder crear un infierno sin saber?

Adán y Eva eran como niños pequeños. Cada Vez que un niño nace, Adán nace. Y vive unos cuantos años, como máximo hasta los cuatro años y ese período se va acortando cada día. El vive en el paraíso porque desconoce como crear el sufrimiento. El confía en la vida, disfruta de las pequeñas cosas, de los guijarros en la playa o de las conchas. Las acumula como si tuviera un tesoro.

Todo le fascina: las gotas de rocío al sol de la mañana, las estrellas en la noche, la luna, las flores, las mariposas, todo es pura fascinación.

Pero luego, poco a poco, empieza a conocer. Una mariposa solamente es una mariposa, una flor es solamente una flor. No contiene mucho. Empieza a conocer los nombres: esto es una rosa y esto es champa y esto es chameli y esto es una flor de loto. Y paso a paso esos nombres se convierten en las barreras. Cuanto más sabe, más se separa de la vida. Se vuelve «mental», ahora vive a través de la mente, no a través de su totalidad. Ese es el significado de la Expulsión. Ha comido del Árbol de Bien y del Mal.

Todo niño ha de comer del Árbol del Bien y del Mal. Todo niño es tan simple que ha de adquirir complejidad. Es parte de su crecimiento. Por eso todo niño ha de ir desde la pura tontería hasta la tontería compleja. Hay diferentes grados de tontería compleja. Una poca gente solamente se matricula, otra poca gente se gradúa en ella, otros llegan a ser post-graduados, otros alcanzan el doctorado. Hay ciertos niveles, pero cada niño ha de probar algo del conocimiento porque la tentación por conocer es muy grande. Cualquier cosa que se presente como algo desconocido es peligrosa, es un peligro. Se ha de saber lo qué es porque al conocerla podrás manejarla. Sin saber qué es ¿cómo vas a manejarla? Por eso los niños han de adquirir conocimientos.

Por eso necesariamente el niño que pertenece a la primera categoría, por pura necesidad, se ha de convertir en uno de la segunda, pero desde la segunda, el que pase a la tercera puede o no puede suceder. No hay una necesidad. El del tercer tipo solamente sucede cuando la segunda clase de estupidez se ha convertido en una gran carga, cuando uno ha acarreado durante demasiado tiempo, hasta la extenuación, con la erudición. Cuando uno se ha convertido en una pura cabeza y ha perdido toda sensibilidad, toda consciencia, todo vivir; cuando uno se ha convertido en pura teoría, en dogmas y en escrituras y palabras y palabras que giran en torno a la mente. Un día, si la persona es consciente, ha de abandonar todo eso. Entonces se convierte en un tonto de la tercera categoría: el tonto dichoso.

Entonces llega a la segunda infancia. De nuevo es un niño. Recuerda a Jesús diciendo: «En mi Reino de Dios solamente serán bienvenidos aquellos que sean como niños». Pero recuérdalo, el dice «como niños», no dice «niños». Los niños no podrán entrar, tendrán que penetrar primero en el dominio del mundo, tendrán que ser envenenados por el mundo y luego tendrán que limpiarse por ellos mismos. Esa experiencia es obligatoria.

Por eso no dice «niños», sino que dice «aquellos que sean como niños». Esa palabra «como» es muy significativa. Significa: aquellos que no son niños, pero que aun así son niños. Los niños son santos, pero su santidad se debe únicamente a que no han vivido las tentaciones del pecado. Su santidad es muy simple, no posee un alto valor intrínseco porque no se la han ganado, no se la han trabajado, no han sido tentados para dejarla. Las tentaciones llegarán antes o después. Y se presentarán mil y una tentaciones y el niño será empujado en múltiples direcciones. No te estoy diciendo que no deba de ir en esas direcciones. Si se reprime a sí mismo, si se auto-inhibe, seguirá perteneciendo a la primera categoría de tonto. No formará parte del Reino de Jesús; no podrá acceder al Paraíso de Mahoma; no. Seguirá siendo simplemente un ignorante. Su ignorancia no será más que represión, no será una descarga.

Primero ha de obtener el conocimiento, primero ha de pecar y solamente tras pecar y saber y tras desobedecer a Dios y sumergirse en la crudeza del mundo, perdiéndose, viviendo su propia vida de ego, será capaz un día de abandonarlo todo.

No todos lo dejarán todo. Todos los niños pasan de la primera clase de tontería a la segunda, pero desde la segunda solamente unos pocos bendecidos pasan a la tercera, por eso se les denomina los tontos dichosos.

El tonto dichoso es la más alta posibilidad de comprensión porque ha conseguido averiguar que el conocimiento es algo fútil, ha llegado a saber que todo conocimiento es una barrera para el saber. El conocimiento es una barrera para el saber, de forma que abandona todo conocimiento y se convierte simplemente en uno que sabe. Simplemente alcanza claridad de visión. Sus ojos están vacíos de teorías y pensamientos. Su mente ha dejado de ser una mente, su mente es inteligencia, pura inteligencia. Su mente ha dejado de estar repleta de basura, su mente ha dejado de estar repleta de saber prestado. Simplemente es consciente. Es una llama de consciencia.

Tertuliano dividió el saber en dos categorías. A una la llama el saber ignorante. Ese saber es el del tonto de la segunda categoría: el saber ignorante. EI erudito sabe y aun sabiendo, no sabe, porque no lo sabe por experiencia propia. El ha oído, ha memorizado. Es un loro: Cómo máximo, una computadora.

Ayer mismo recibí una carta de un sanyasin, Ninad, desde América. El dice, «Osho, soy muy feliz y en la oficina donde trabajo, cada día la computadora me da la bienvenida. El ordenador dice, «Swamiji, namaste». El es muy feliz asi. Y sabe muy bien que es un ordenador el que le dice, «Swamiji, namaste»: No hay nadie, pero incluso la mera palabra le hace feliz. El sabe que es solamente una máquina, que no hay nadie, que no hay un corazón tras eso, que no hay nadie diciéndolo.
Cuando un erudito dice algo actúa como un ordenador. Dice, «Swamiji, namaste». Es como un loro. Tertuliano dice que éste es el saber que no es realmente saber, sino ignorancia disfrazada de sabiduría, ignorancia vestida de saber. Es un retroceder, un retroceso desde la infancia inocente. Es una corrupción, Es un estado corrupto de la mente. Astuto, sagaz, pero corrupto.

Luego Tertuliano dice que hay otra clase de saber al que llama «la ignorancia sapiente». Surge cuando una persona abandona todo conocimiento, toda teoría, cuando mira directamente, observando la vida tal y como es, sin ideas sobre ella, percibiendo la Realidad como es, cuando encara inmediata, directamente la realidad sin un conocimiento de ella. Se encara y se encuentra con la realidad permitiendo que aquello que es, florezca. Simplemente escucha a la realidad, mira en la realidad y dice, «No sé». Ese es el niño del que habla Jesús. No es realmente un niño. Es como un niño.

Y yo digo, «Sí, dichosos los tontos porque ellos heredarán las bendiciones de Dios».

Desde la primera clase, el salto a la segunda es automático. Desde la segunda, el salto a la tercera no es automático. Desde el segundo tipo al tercero, el salto implica una decisión. Eso es lo que es el sanyas. Decides que ya basta de tanto saber, que te gustaría ser tonto de nuevo, que te gustaría ser otra vez un niño. Renacer. Aquí yo soy como una comadrona. Os puedo ayudar a que os volvais tontos.

Y recuerda: a menos que hayas alcanzado la tercera clase, toda tu vida será un puro desperdicio. Da pues el salto, desde el segundo estado de estupidez al tercer estado del tonto dichoso. Todas mis bendiciones son para aquellos que son tontos dichosos.

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