sábado, 14 de mayo de 2022

LA MEDITACIÓN NO ES CONTEMPLACIÓN

La concentración es sobre un punto: la contemplación tiene un campo más amplio. Estás haciendo contemplación de la belleza... Hay miles de cosas bellas; puedes ir pasando de una cosa hermosa a otra. Tienes muchas experiencias de belleza; puedes ir de una experiencia a otra. Te has limitado al asunto en cuestión. La contemplación es una concentración más amplia, no se estrecha en un punto, pero está confinada a un tema. Puedes moverte, pero dentro de ese tema.


La ciencia utiliza como método la concentración; la filosofía utiliza como método la contemplación. En la contemplación, también estás olvidando todo, excepto el tema tratado. El tema es mayor y tienes más espacio para moverte; en la concentración no hay espacio donde moverse. Puedes profundizar cada vez más, estrechar más y más, puedes afinar más y más, pero no tienes espacio para moverte. Por eso, los científicos son personas con la mente muy estrecha. Te sorprenderá que diga esto.


Se suele pensar que los científicos son personas con mentes muy abiertas. No es el caso. En lo concerniente a su objetivo, tienen la mente absolutamente abierta: están dispuestos a escuchar cualquier teoría contraria a las suyas, y además con absoluta imparcialidad. Pero excepto en ese tema en particular, tienen más prejuicios, son más intolerantes que el hombre corriente, común, por la sencilla razón de que nunca se han preocupado por ninguna otra cosa: simplemente, han aceptado todas las creencias de la sociedad.


Mucha gente religiosa presume de ello: “Fíjate, se trata de un gran científico, ha recibido un premio Nobel —y esto y aquello— y viene a la iglesia todos los días”. Se olvidan por completo de que el que viene a la iglesia no es el científico ganador del premio Nobel. Y de que ese hombre, excepto por su lado científico, es mucho más crédulo que nadie; porque todo el mundo está abierto, disponible, piensa acerca de las cosas, compara qué religión es buena; algunas veces también lee acerca de otras religiones, y tiene sentido común, algo de lo que los científicos carecen.


Para ser científico tienes que sacrificar unas cuantas cosas; por ejemplo, el sentido común. El sentido común es una cualidad común de la gente corriente.


Un científico no es una persona común; tiene un “sentido no común”. Con el sentido común, no puedes descubrir la teoría de la relatividad o la ley de la gravedad. Con el sentido común, puedes hacer todo lo demás.


Por ejemplo, Albert Einstein manejaba cifras tan astronómicas que una sola cifra podía ocupar toda una página, con cientos de ceros. Pero se sumergía tanto en esas cifras —lo cual no es común— que se olvidaba de las cosas pequeñas.


Un día subió a un autobús y le dio el dinero al conductor. El conductor le devolvió el cambio; Einstein lo contó y dijo: “No es correcto, me está timando. Devuélvame el cambio que corresponde”.


El conductor volvió a contar el cambio y le dijo: “Señor, parece que no sabe contar”.


Einstein recuerda: “Cuando me dijo: “Señor, no sabe contar”, simplemente cogí el cambio. Me dije a mí mismo: “Será mejor estarse callado. Si alguien oyera que no sé contar, y además viniendo de un conductor de autobús”. Qué he estado haciendo durante toda mi vida? Números y números, no sueño con otra cosa: no aparecen mujeres, no aparecen hombres, solo números. Pienso en números, sueño con números, y este idiota me dice que no contar”.


Cuando regresó a su casa, le dijo a su mujer: “Cuenta este cambio. Es correcto?”. Ella lo contó y dijo: “El cambio es correcto”.


Entonces, él exclamó: “!Dios mío! Eso quiere decir que el conductor tenía razón. Quizá no sepa contar. Quizá solo pueda operar con cifras inmensas; las cifras pequeñas han desaparecido de mi mente por completo”.


Un científico perderá inevitablemente su sentido común. Lo mismo le sucede al filósofo. La contemplación es más amplia, pero aún está sujeta a un determinado tema. Por ejemplo, una noche Sócrates estaba pensando en algo —uno nunca podrá saber en qué— al lado de un árbol, y se sumergió tanto en su contemplación que no se dio cuenta en absoluto de que estaba nevando; y lo encontraron por la mañana casi congelado. La nieve le llegaba a las rodillas, y estaba ahí de pie con los ojos cerrados. Estaba casi al borde de la muerte; incluso su sangre debía estar empezando a congelarse.


Lo trajeron a casa; le dieron un masaje, le dieron alcohol, y de algún modo recuperó los sentidos. Le preguntaron: “Qué estabas haciendo ahí, de pie al aire libre?”. “No tenía idea de si estaba de pie o sentado, o de dónde estaba —contestó—. El tema era tan absorbente que me fui con él por completo. No sé cuándo empezó a nevar o cómo se pasó toda la noche. Me habría muerto, pero no habría recuperado mis sentidos, porque el tema era demasiado absorbente. Todavía no había acabado; era toda una teoría, y me han despertado a la mitad de su desarrollo. Ahora no sé si seré capaz de recuperarla”. Es como cuando estás durmiendo y alguien te despierta. Crees que puedes recuperar de nuevo el mismo sueño simplemente cerrando los ojos e intentando dormir? Es muy difícil volver a entrar en el mismo sueño.


La contemplación es una especie de sueño lógico. Es una cosa muy rara. Pero la filosofía depende de la contemplación. La filosofía puede utilizar la concentración para fines específicos, como ayuda a la contemplación. Si algunos pequeños fragmentos del tema necesitan más esfuerzo concentrado, entonces se puede utilizar la concentración, no hay problema La filosofía es básicamente contemplación, pero de vez en cuando puede utilizar la concentración como herramienta, como instrumento.


Pero la religiosidad no puede utilizar la concentración; la religiosidad tampoco puede utilizar la contemplación porque no tiene que ver con ningún objeto. No importa que el objeto esté en el mundo exterior o esté en tu mente —un pensamiento, una teoría, una filosofía— es un objeto.


El objeto del interés religioso es el que se concentra, el que contempla. Quién es ese objeto?


Ahora bien no puedes concentrarte en él. Quién se concentrará en él, Tú eres él. No puedes contemplarlo porque quién va a contemplar? No puedes dividirte a ti mismo en dos partes y poner una parte enfrente de tu mente, y que la otra parte empiece a contemplarla. No hay posibilidad de dividir tu consciencia en dos partes. Y aunque existiera alguna posibilidad —que no hay ninguna, pero aunque solo para seguir el razonamiento yo admitiera que hay alguna posibilidad de dividir la consciencia en dos, entonces el que contempla al otro eres tú, pero el otro no eres tú. Tú nunca eres el otro.

En otras palabras: nunca eres el objeto. eres irremediablemente el sujeto.

Entonces, no hay manera de convertirte en un objeto.


Es como un espejo. El espejo puede reflejarte, el espejo puede reflejar todas las cosas del mundo, pero puedes hacer que el espejo se refleje a sí mismo? No puedes poner ese espejo enfrente de mismo; cuando lo hayas puesto enfrente de mismo, ya no estará allí. El espejo no puede reflejarse a mismo. La consciencia es exactamente un espejo. Puedes utilizarla como concentración para algún objeto. Puedes utilizarla como contemplación para algún tema.


La palabra española “meditación” tampoco es la palabra adecuada, pero mientras no haya otra palabra, tendremos que utilizarla, hasta que la palabra dhyana sea aceptada en la lengua española al igual que ha sido aceptada en la china, en la japonesa, debido a que la situación en esos países era la misma. Cuando, hace dos mil años, los monjes budistas entraron en China, intentaron con ahínco encontrar una palabra con la que pudieran traducir la palabra dhyana.


Gautama el Buda nunca utilizó el sánscrito como su lengua; él utilizaba el lenguaje de la gente común; su idioma era el pali. El sánscrito era la lengua del clero, de los bramines, y una de las partes básicas de su revolución consistía en que el clero debería ser derrocado; no tenía ninguna razón de ser. El hombre puede conectarse directamente con la existencia, no tiene que hacerlo a través de un agente. De hecho, no puede hacerlo a través de un mediador.


Puedes comprenderlo fácilmente: no puedes amar a tu novia, a tu novio, a través de un intermediario. No le puedes decir a alguien: “Toma diez dólares; lo único que tienes que hacer es ir y amar a mi mujer por mí”. Un sirviente no puede hacerlo, nadie puede hacerlo por ti; solo puedes hacerlo tú. El amor no se puede hacer a través de un sirviente; de otra forma, los ricos no se molestarían con un asunto tan engorroso. Tienen suficientes sirvientes, suficiente dinero, podrían simple- mente mandar a un criado. Podrían encontrar los mejores sirvientes, por qué tendrían que molestarse ellos mismos? Pero hay algunas cosas que tienes que hacerlas tú mismo. Un criado no puede dormir por ti, un criado no puede comer por ti.


Cómo va un sacerdote, que no es otra cosa que un criado, a mediar entre y la existencia, o Dios, o la naturaleza, o la verdad? El papa incluso ha dicho que intentar tener un contacto directo con Dios se considera un pecado, !un pecado! Tienes que contactar con Dios a través de un sacerdote católico iniciado apropiadamente; todo debe ir por los canales apropiados. Hay una determinada jerarquía, cierta burocracia; no puedes saltarte al obispo, al papa, al sacerdote. Si te los saltas, entonces estarás entrando directamente en la casa de Dios. Eso no está permitido, es un pecado.


Realmente me sorprendió que este papa polaco tuviera la cara de decir que esto es un pecado, que el hombre no tiene el derecho de nacimiento a conectar con la propia existencia o verdad; !también para eso necesita la agencia apropiada! quién tiene que decidir cuál es la agencia apropiada? Hay trescientas religiones y todas tienen su burocracia, sus canales apropiados; !y todas dicen que las otras doscientas noventa y nueve son falsas!


Pero el clero solo puede existir si se hace a sí mismo absolutamente necesario. Es absolutamente innecesario, pero tiene que imponerse sobre ti como algo inevitable.

Cuando recibí el mensaje de que cualquier esfuerzo por hacer un contacto directo con Dios es pecado, me pregunté qué habría estado haciendo Moisés. Fue un contacto directo. No hubo mediador, no había nadie presente. No hubo ningún testigo ocular de que Moisés se encontrara con Dios en el arbusto en llamas. Según el papa polaco, estaba cometiendo un gran pecado.

Quién era el agente de Jesús? Le habría hecho falta una agencia. También él estaba intentando contactar con Dios directamente, rezando. Y no le pagaba a otro para que rezara por él, rezaba él mismo. No era obispo, ni cardenal, ni papa; tampoco Moisés era obispo, ni cardenal, ni papa. Según el papa polaco, ellos eran pecadores.

La verdad es que investigar en la existencia, en la vida, en todo esto, es un derecho de nacimiento.

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