Jesús dijo:
"Una ciudad que es construida en una montaña alta, fortificada, no puede caer ni puede ser jamás escondida".
Todo el problema humano consiste en elegir entre lo momentáneo y lo eterno. Si eliges lo momentáneo estás construyendo tu casa sobre la arena, va a caer. Si eliges lo eterno, entonces algo que va existir por siempre y por siempre es logrado.
Y nada menos puede satisfacerte, sólo lo eterno puede satisfacerte. Lo momentáneo no puede satisfacerte. Mas bien al contrario, te hará más hambriento y más sediento. Es como si alguien echara mantequilla al fuego para apagarlo... se volverá comida para el fuego y el fuego aumentará. Lo momentáneo es tal como la mantequilla en el fuego de tu mente, deseo; lo ayuda, es su comida. Sólo lo eterno puede saciar la sed. No hay otra forma.
Pero cuando digo: "Si escoges lo eterno, sólo entonces estás construyendo tu casa en la cima de la montaña, en algo rocoso que se mantendrá ahí y tu esfuerzo no será desperdiciado". ¿Qué quiero decir cuando digo: "Si escoges lo eterno"? Porque lo eterno no se puede escoger. Si escoges, escogerás siempre lo momentáneo; la elección es de lo momentáneo. Entonces, ¿qué quiero decir cuando digo: "Escoge lo eterno"? Quiero decir: si puedes entender que lo momentáneo es inútil, al siguiente momento, estarás con sed de nuevo, y esta agua no va a destruir tu sed; si entiendes esto, lo momentáneo se extingue, se vuelve inútil, simplemente llegas a entender su falta de significado. Simplemente se extingue y lo eterno es elegido, tú nunca lo eliges.
Cuando se deja lo momentáneo, lo eterno entra en tu vida. Pero lo momentáneo debe volverse absolutamente estéril, sin ningún significado; con lo momentáneo tu fracaso debe ser total.
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