sábado, 5 de junio de 2010

EL APEGO A LA VIDA

La vida parece ser una interminable cadena de sufrimientos. Desde el nacimiento hasta la muerte, sufres y sufres y aún así, deseas vivir. Continúas apegado a la vida.

Albert Camus ha dicho: ­"El único problema metafísico es el suicidio". ¿Por qué no te suicidas? La vida es un sufrimiento tan grande, algo tan desespe­ranzador, que ¿por qué no te suicidas? ¿Por qué existir? ¿Por qué no dejar de existir? En realidad, éste es el verdadero problema filosófico. Pero nadie desea morir. Incluso los que se suicidan, se suicidan con la esperanza de que suicidándose emprenderán una vida mejor, pero el apego a la vida permanece. Incluso en la muerte, mueren abrigando esperanzas.

El apego a la vida es algo muy profundo. ¿Por qué existir si hay tanto sufri­miento? Aun con todas sus miserias, la vida parece valer la pena. ¿De dónde surge esta esperanza? Es una paradoja y ha de ser comprendida.

En realidad, te aferras más a la vida si eres desgraciado. Cuanto más desgraciado eres, más te aferras. Un hombre feliz, no se afe­rra a la vida. Superficialmente resulta paradójico, pero si indagas profundamente en ello comprenderás el porqué.

La gente que sufre siempre tiene esperanzas, son optimistas. Esperan siempre que algo les sucederá mañana. La gente que ha vivido entre grandes sufrimientos y en el infierno, ha creado el cielo, el pa­raíso. Siempre está en el mañana; y nunca llega. Siempre está ahí, manteniéndose como un señuelo delante de ti en un lugar del futuro.

Pero la mente se consuela; ha de consolarse porque sino sería casi imposible soportarlo. El sufrimiento es intolerable y uno ha de soportarlo.

¿Cómo podrás soportarlo? La única forma es teniendo esperan­zas. La esperanza en contra de todas las esperanzas, el soñar. El soñar se convierte en el consuelo. El sueño diluye tus sufrimientos de hoy. Puede que el sueño no se cumpla, pero no importa. Al menos hoy pudiste soñar y soportar el sufrimiento presente. De esta forma puedes ir posponiéndolo. Los deseos siguen frente a ti en el futuro, insatisfechos. Pero la esperanza misma de que el maña­na llegará y de que todo se arreglará, te ayuda a continuar, a persistir.

Cuanto más sufre un hombre, más esperanzas tiene; cuanto más feliz es un hombre, menos esperanzas tiene. Un hombre que es dichoso vive aquí y ahora. No se preocupa por el futuro. El futuro no le representa nada; el futuro carece de significado para él. En realidad, el futuro no existe; este momento es la única existencia. Pero eso sólo es posible para un hombre dichoso. Para un hombre miserable, ¿cómo va ser este instante la única existencia? Entonces sería insoportable, demasiado, impo­sible. Ha de crear el futuro, ha de crear un sueño en alguna parte, ha de compensar tanto sufrimiento.

Cuanta mayor es la desgracia, mayor es la esperanza. La es­peranza es una compensación. Un hombre miserable nunca se sui­cida y tampoco un hombre desgraciado alcanza nunca la religión. Un hombre desgraciado se aferra a la vida. Cuanto más feliz seas, más dispuesto estarás a dejar la vida en cualquier instante, en cualquier momento, sin aferrarte. Podrás desprenderte de tu vida como si te quitaras las ropas; no tendrá ninguna importancia.

El sufrimiento crea su propia compensación. Una vez seas atra­pado en la trampa, cuanto más te aferres a la vida, más sufrirás. Ésta es la segunda parte: cuanto más te aferres a la vida, más desgraciado serás, porque el aferrarse crea en sí mismo el sufri­miento; el aferrarse crea más frustraciones. Cuando no te aferras a algo, si lo pierdes, no sufres. Cuando te aferras a algo y lo pier­des, te vuelves loco. Cuanto más te aferres a la vida, descubrirás que cada día te vas volviendo más y más desgraciado.

El posponer la vida es el único pecado al que yo llamo pecado. No la pospongas. Si quieres vivir, vive aquí y ahora. Olvídate del pasado, olvídate del futuro; éste es el único instante, éste es el único momento existencia!. Vívelo. Una vez que pase, no podrás re­cuperarlo, no podrás reclamarlo.

Si empiezas a vivir en el presente, dejarás de pensar en el futuro y no te aferrarás a la vida. Cuando vives, cuando conoces lo que es la vida, te encuentras satisfecho, saciado; tu ser, al completo, se siente dichoso. No hay necesidad de ninguna compensación. No hay necesidad de que la muerte venga al cabo de cien años y te vea temblando y llorando y gimiendo. Si la muerte llega ahora mismo, estarás dispuesto; habrás vivido, disfrutado, celebrado.

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