sábado, 15 de enero de 2011

EL CAMINO DE LA INTELIGENCIA

La inteligencia es vivacidad, es espontaneidad. Es apertura, es vulnerabilidad. Es imparcialidad, es valor para actuar sin buscar resultados. Y ¿por qué digo que es valor? Es valor porque cuando actúas para lograr un resultado, el resultado te protege; el resultado te da confianza, te da seguridad. Lo conoces bien, sabes cómo conseguirlo, eres muy eficiente. Actuar sin un resultado es actuar inocentemente. No tienes ninguna seguridad, puedes equivocarte, puedes perderte.
La persona que está lista para salir a explorar lo que se llama verdad, también tiene que estar lista para cometer muchos errores, equivocaciones, tiene que ser capaz de arriesgar. Puedes perderte, pero es la forma de llegar. Al perderte muchas veces, aprendes a no perderte. Al cometer muchos errores aprendes lo que es un error, y cómo no cometerlo. Sabiendo lo que es un error, te vas acercando más a la verdad. Es una exploración individual; no puedes depender de las conclusiones de los demás.

Tú has nacido como no—mente. Permite que esto cale dentro tu corazón todo lo posible, porque de este modo, se abrirá una puerta. Si has nacido como no—mente, significa que la mente es producto de la sociedad. No es natural, es cultivada. Te lo han ido amontonando encima. En el fondo sigues siendo libre, puedes salirte de ahí. No puedes salirte de la naturaleza, pero siempre que lo decidas puedes salirte de lo artificial.

La existencia precede al pensamiento. De modo que la existencia no es un estado mental, es un estado ulterior. La manera de conocer lo fundamental es ser, no pensar. Ciencia quiere decir pensar, filosofía quiere decir pensar, teología quiere decir pensar. Religiosidad no quiere decir pensar. La perspectiva religiosa es una perspectiva de no—pensamiento. Es más íntima, te acerca más a la realidad. Hace que caiga todo lo que te obstaculiza, te desbloquea; empiezas a fluir en la vida. No piensas que estás separado, mirando. No crees que eres un observador, al margen, distante. Te encuentras, te mezclas y te fundes con la realidad.

Pero hay otra forma de saber. No se puede llamar «conocimiento». Es más parecida al amor y menos parecida al conocimiento. Es tan íntima que la palabra «conocimiento» no es suficiente para expresarla. Es más adecuada la palabra «amor», más expresiva.

La religiosidad y la ciencia son dos perspectivas de la realidad. La ciencia aborda la realidad a través de lo secundario; la religiosidad va directamente. La ciencia tiene una perspectiva indirecta; la ciencia tiene una perspectiva inmediata. La ciencia da vueltas y vueltas; la religiosidad simplemente penetra el corazón de la realidad.

La verdad es una experiencia, no una creencia. La verdad nunca se conoce estudiándola; hay que encontrar la verdad, hay que hacerle frente. Quien estudia el amor es como quien estudia el Himalaya viendo un mapa de las montañas. ¡El mapa no es la montaña! Si te obsesionas demasiado con el mapa, no verás la montaña. Si te obsesionas demasiado con el mapa, puedes tener la montaña delante de ti, pero seguirás sin ser capaz de verla.

Y es así. La montaña está delante de ti, pero tus ojos están llenos de mapas, mapas de la montaña, mapas de esa misma montaña hechos por diversos exploradores. Unos han escalado la montaña por la cara Norte, otros por el Este. Han hecho distintos mapas: el Corán, la Biblia, el Gita... diferentes mapas de la misma verdad. Pero tú estás tan lleno de mapas, tan agobiado por su peso que no puedes moverte ni un centímetro. No puedes ver que la montaña está delante de ti, las cumbres de nieve inmaculada brillando como el oro bajo el sol de la mañana. No tienes ojos para verlo.

El ojo que tiene prejuicios está ciego, el corazón lleno de conclusiones está muerto. Demasiadas suposiciones a priori y tu inteligencia empezará a perder rapidez, belleza, intensidad. Se enturbia. muy frío, frío, absolutamente indiferente. Y la indiferencia mata el misterio.

Si realmente quieres tener la experiencia de lo misterioso, tendrás que abrir una nueva puerta en tu ser. No estoy diciendo que dejes de ser científico, sólo estoy diciendo que la ciencia puede convertirse en una actividad periférica para ti. Cuando estás en el laboratorio sé un científico, pero cuando salgas del laboratorio, olvídate de la ciencia. Escucha los pájaros, ¡y no de una forma científica! Mira las flores, y no de una forma científica, porque cuando miras una rosa de una forma científica, estás mirando otra cosa completamente distinta. No es la misma rosa que experimenta el poeta.

La experiencia no depende del objeto, la experiencia depende del experimentador, de la capacidad de experimentación.

La inteligencia obtusa es lo que se denomina intelecto. Los así llamados intelectuales no son realmente inteligentes, sólo son intelectuales. El intelecto es un cadáver. Puedes decorarlo, puedes decorarlo con grandes perlas, diamantes, esmeraldas, pero un cadáver sigue siendo un cadáver.

Estar vivo es una cuestión completamente distinta.

Si quieres experimentar lo misterioso tendrás que entrar por otra puerta, desde otra dimensión completamente distinta. La dimensión de la mente es la dimensión de la ciencia, y la dimensión de la meditación es la dimensión de lo milagroso, lo misterioso.

Cuando empieza a haber una unidad tan profunda en muchos aspectos de tu vida, cuando los que están a tu alrededor empiezan a tener grandiosas experiencias de desaparición, de ausencia de ego, de inexistencia... cuando la flor está ahí pero tú no estás, cuando el arco iris está ahí pero tú no estás... cuando las nubes están vagando por el cielo en el interior y el exterior, y tú no estás... cuando hay un silencio absoluto en lo que a ti respecta; cuando dentro de ti no hay nadie, sólo puro silencio, silencio inmaculado, imperturbable, sin alterarse por el razonamiento, el pensamiento, la emoción, el sentimiento..., este es el momento de meditación.

La mente ha desaparecido, y cuando desaparece la mente aparece el misterio.

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