Detrás de toda la basura y ruido de la mente, hay una dimensión de absoluto vacío. Sin Dios estás hueco, sin Dios no eres más que vacío y nada. Uno quiere esconder esa desnudez, ese vacío, esa fealdad. Lo tapas con hermosas flores, decoras las tapaderas. Por lo menos, finges que eres algo, alguien. Y esto no te sucede sólo a ti; es universal, es el mismo caso de todo el mundo.
Nadie se abre como un libro. El miedo se apodera de ti: «¿Qué pensará de mí la gente?» Desde que eras un niño, te han enseñado a ponerte máscaras, hermosas máscaras. No es necesario que tengas un rostro hermoso, basta con que te pongas una máscara hermosa; y la máscara es barata. Es difícil transformar tu rostro, pero pintarlo es muy sencillo.
Ahora, en el fondo de tu ser te produce escalofríos exponer tu verdadero rostro. Surge un temblor: ¿le gustarás así a la gente? ¿Quién sabe? Han respetado tu carácter, han glorificado tu atuendo porque les gustaba tu máscara. Ahora surge el miedo: «¿Seguirán queriéndome. , respetándome y apreciándome cuando me vean desnudo, o huirán de mí? Quizá me vuelvan la espalda, me podrían dejar solo. »
Por eso, la gente sigue fingiendo. La presunción surge del miedo, toda la falsedad surge del miedo. Para ser auténtico no puedes tener miedo.
Una de las leyes fundamentales es que todo lo que escondas seguirá creciendo, y todo lo que expongas, si es malo, desaparecerá, se evaporará en el sol y, si es bueno, será nutrido. Justo lo contrario de lo que ocurre cuando escondes algo. Lo que es bueno empieza a morirse porque no se nutre; necesita el viento, la lluvia y el sol. Necesita tener a toda la naturaleza. Sólo puede crecer con la verdad, se nutre de la verdad. Deja de nutrirlo, y se empezará a quedar cada vez más delgado. La gente está matando de hambre su realidad y engordando su irrealidad.
Tus rostros irreales se alimentan de mentiras, tienes que inventarte cada vez más mentiras. Para que una mentira se sostenga, tienes que mentir cien veces más, porque una mentira sólo se sostiene con mentiras mayores. Cuando te escondes detrás de una fachada, lo verdadero empieza a morirse, y lo falso prospera, va engordando. Si enseñas tu verdadero rostro lo irreal morirá, no tiene otra salida, porque lo irreal no puede permanecer al descubierto. Sólo puede permanecer en secreto, sólo puede conservarse en la oscuridad, sólo puede permanecer en los túneles de tu inconsciencia. Si lo sacas a la conciencia, comenzará a evaporarse.
Éste es todo el secreto del éxito del psicoanálisis. El psicoanalista te ayuda a sacar al nivel consciente todo lo que está en tu inconsciente, en las esferas más oscuras de tu ser. Lo saca a la superficie donde tú lo puedas ver y los demás lo puedan ver, entonces, ocurre un milagro: el mismo hecho de que tú lo veas es el principio de su muerte. Y si se lo puedes contar a alguien —esto es lo que se hace en el psicoanálisis, si puedes exponerlo ante tu psicoanalista—, incluso revelarlo delante de una persona es suficiente para provocar grandes cambios en tu ser. Pero revelarlo a tu psicoanalista es limitado: sólo se lo has expuesto a una persona, en privado, con la condición de que no lo hará público. Forma parte de la profesión del médico, el psicoanalista, el terapeuta; el no decírselo a nadie, el mantenerlo en secreto forma parte de su juramento. Por tanto, es una revelación muy limitada pero, sin embargo, ayuda. Es una revelación profesional; sin embargo, ayuda. Cuesta muchos años, por eso lo que se podría hacer en pocos días, al psicoanálisis le cuesta muchos años, cuatro, cinco años, y además el psicoanálisis nunca está completo. El mundo todavía no conoce ningún caso de psicoanálisis total, de un proceso completo, acabado, terminado, no, todavía no ha sucedido. Ni siquiera se ha psicoanalizado por completo tu psicoanalista, porque la revelación misma es limitada y tiene condiciones. El psicoanalista te escucha como si no te estuviese escuchando, porque no se lo puede decir a nadie. Pero incluso así te puede ayudar enormemente a quitarte un peso de encima.
Si puedes exponerte religiosamente —no en privado, no ante un profesional, sino en todas tus relaciones—, esto es de lo que trata el sannyas. Es autopsicoanálisis. Es psicoanálisis veinticuatro horas al día, todos los días. Es psicoanálisis en todo tipo de circunstancias: con tu mujer, con tu amigo, con tu pariente, con tu enemigo, con un extraño, con el jefe, con el criado. Te relacionas las veinticuatro horas.
Al principio te dará mucho miedo, pero pronto empezarás a reunir fuerzas, porque cuando se expone la verdad ésta reúne fuerzas y la mentira muere. Y cuando la verdad se vuelve más fuerte, tú estás más arraigado, más centrado. Empiezas a ser un individuo; desaparece la personalidad y aparece el individuo.
La personalidad es falsa, la individualidad existe. La personalidad sólo es una fachada, la individualidad es tu verdad. La personalidad viene impuesta desde fuera; es tu personaje, una máscara. La individualidad es tu realidad, es como te ha hecho Dios. La personalidad es una sofisticación social, es un lustre social. La individualidad está sin refinar, salvaje, fuerte, con un enorme poder.
Si puedes arriesgar lo falso, la verdad será tuya. Y vale la pena, porque sólo arriesgas lo falso y pero ganas la verdad. No arriesgas nada y lo ganas todo.
Por primera vez, empezarás a sentirte como una ola en el océano de Dios.
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