Debemos comprender esto, pues será útil para la meditación, así como para aprender el arte de morir. Pero aquí cometemos un error: Decimos “mente confusa o mente agitada”. Aquí se encuentra el error. ¿Cuál es el error? El error es que estamos utilizando dos palabras (“mente” y “confusa”), y la verdad de la cuestión es que no existe la mente confusa. En realidad, el estado mismo de confusión es la mente. No existe una mente confusa. La mente es confusión.
No se trata de que la mente pueda tranquilizarse: la mente es, en sí misma, la intranquilidad. Y cuando definitivamente no hay confusión, no se trata de que la mente se haya tranquilizado: es que la mente ha desaparecido.
Imaginaros, por ejemplo, que hay una tormenta en el mar, que el mar está agitado. ¿Dirías que se trata de “una tormenta agitada”? ¿Diría alguien que es “una tormenta agitada”? Os limitarías a decir que es una tormenta, pues, “tormenta” ya es, de suyo, sinónimo de “agitación”. Y cuando se acalla la tormenta, ¿decís que la tormenta se ha quedado tranquila? ¡Lo único que decís es que la tormenta ya no existe!
Para comprender la mente, recordad también que “mente” no es más que un sinónimo de “confusión”. Cuando se hace la paz, no es que la mente se haya quedado en paz, sino, más bien, que la mente ya no existe en absoluto. Aparece un estado de no-mente. Y cuando ya no existe la mente, entonces lo que queda se llama atman. El mar existe aun cuando no hay tormenta. Cuando desaparece la tormenta, queda el mar. Cuando la mente confusa deja de existir, lo que queda es el atman, la conciencia.
La mente no es una cosa, no es más que un estado de confusión, un estado de desorden.
La mente no es una facultad, no es una sustancia. El cuerpo es una cosa, el atman es otra cosa, y la falta de paz entre ambos se llama mente. En estado de paz queda el cuerpo, queda el atman, pero ya no hay mente.
No existe una mente tranquila. Se trata de un error de expresión, debido a la lengua que nos hemos creado. Hablamos de “un cuerpo enfermo”, de “un cuerpo sano”. Esto es correcto. Existen cuerpos enfermos, claro está, y también existen cuerpos sanos. Al desaparecer la enfermedad, queda un cuerpo sano. Pero no es así en el caso de la mente. No existe “una mente sana” y “una mente enferma”. La mente es, por sí misma, enferma. Su mismo ser es la confusión. Su mismo ser es malsano. Su mismo ser es una enfermedad.
No preguntéis, pues, cómo podéis librar a la mente de la confusión, pues, ¿cómo podéis libraros de esta mente? Preguntad cómo puede morir esta mente. Preguntad cómo podéis eliminar esta mente. Preguntad qué podéis hacer para que la mente deje de existir.
La meditación es un medio para acabar con la mente, para despedirse de la mente. La meditación significa salir de la mente. La meditación significa apartarse de la mente. La meditación significa la cesación de la mente. La meditación significa apartarse de donde reina la confusión. Al apartarnos de la confusión, la confusión se aquieta, pues lo que la crea es nuestra propia presencia. Si nos apartamos, deja de existir.
Supongamos, por ejemplo, que dos personas tienen una pelea. Tú has venido a pelear conmigo y estamos peleados. Si yo me aparto, ¿cómo podría continuar la pelea? Cesaría, pues sólo puede continuar si yo participo en ella. Vivimos en un plano mental; estamos presentes allí donde reina el desorden, donde se producen las agitaciones. No queremos apartarnos de allí, pero queremos llevar allí la paz. Allí no puede haber paz. Tened la bondad de apartaros: eso es todo.
En cuanto os apartéis, la agitación cesará. La meditación no es una técnica que sirva para llevar la paz a vuestra mente; es, más bien, una técnica para apartaros de la mente. La meditación es un medio para huir, para alejaros de las olas de la confusión.
Si una persona está practicando la meditación, está intentando apaciguar una mente confusa. ¿Qué hará? Intentará tranquilizar su mente. Cuando una persona está en estado de meditación, no está intentando tranquilizar su mente, más bien, está apartándose de ella.
Debéis tener en cuenta la diferencia entre ambas cosas. Si haces un esfuerzo por meditar, la meditación no se producirá nunca. Si intentáis hacer un esfuerzo os forzáis, os decidís a calmar vuestra mente pase lo que pase, no dará resultado, pues, al fin y al cabo, ¿quién estará haciendo todo esto? ¿Quién estará dando esas muestras de decisión? ¿Quién, sino vosotros?
Ya estáis confusos, inquietos desde el primer momento. Intentáis calmaros: esto significa que os buscáis un nuevo problema. Estáis sentados en tensión, dispuestos, olvidándolo todo. Cuanto más rígidos os ponéis, cuantas más dificultades os encontráis, más tensos os quedáis. Éste no es el camino. Yo os pido que meditéis porque la meditación es relajación. No tenéis que hacer nada: simplemente, relajaros.
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