sábado, 13 de octubre de 2012

LA HONRADEZ

Todo lo que se hace, se hace surgiendo del amor. No eres honrado porque rinda el ser honrado, tú eres honrado porque la honradez es maravillosa.

Los hombres de negocios son honestos si la honradez les rinde provecho. Dicen: "La honradez es la mejor inversión". ¿Cómo puede uno destruir una cosa maravillosa como la honradez para convertirla en la mejor inversión? La inversión es política, la honradez es religión.

Un anciano estaba en su lecho de muerte. Llamó a su hijo y le dijo, "Ahora que me estoy muriendo, debo de contarte el secreto. Recuerda siempre dos cosas. Así es cómo yo triunfé. Primero, siempre que prometas algo, cúmplelo. Te cueste lo que te cueste, sé honesto y cúmplelo. Esta ha sido siempre mi base y es por esto por lo que triunfé. Y la segunda cosa es que nunca hagas promesas".

Para un negociante incluso la religión es una inversión, para un político incluso la religión es una inversión; todo es una inversión. Incluso el amor es una política. Los reyes, las reinas, nunca se casan con gente común. ¿Por qué? Es parte del negocio. Los reyes se casan con otras princesas, con reinas. Y la preocupación estriba en determinar cuál será la relación más ventajosa para el reino. Dos reinos establecerán relaciones de modo que se conviertan en amigos y no en contrincantes. Por eso, ¿con quién se debería de casar uno?

En la India, en los tiempos remotos, un rey podía desposar muchas mujeres, cientos, incluso miles. Era parte del juego político: se casaría con la hija de cualquiera que tuviera poder de modo que pudiera establecer una red de relaciones de poder. De esa forma la persona con cuya hija te casaras se convertiría en tu amigo, te ayudaría.

En los tiempos de Buda, la India tenía dos mil reinos, así que el mejor rey era el que poseyera dos mil esposas, una por cada reino. Así podría vivir en paz porque no tendría enemigos. Todo el país se convertiría en una familia. Pero, ¿cómo puede existir el amor con esa preocupación? El amor nunca entiende de consecuencias, nunca anhela resultados. Es suficiente en sí mismo.

Un sabio vive momento a momento, sin planear nunca. Sólo el ignorante planea, y cuando los ignorantes planean ¿qué pueden planear? Planean desde su ignorancia. Si no hubieran planeado hubiera sido mejor porque de la ignorancia sólo brota la ignorancia; de la confusión, sólo más confusión nace. Su vida es libre como una nube flotando en el cielo, sin meta, sin dirección. No tiene mapa alguno para el futuro, vive sin mapas, se mueve sin mapas; porque lo auténtico no es la meta, es la belleza del moverse. Lo auténtico no es el llegar, lo auténtico es el viaje en sí. Recuerda, lo auténtico es el viaje, el mismo viajar. Es tan bello, ¿por qué preocuparse de la meta? Y si estás demasiado obsesionado con la meta, te perderás el viaje, y el viaje en sí es vida, la meta sólo puede ser muerte.

El viaje es vida y es un viaje sin fin, te has estado moviendo desde el mismo comienzo, si es que hubo principio. Los que saben dicen que no hubo principio, por eso desde ese "no-principio" has estado en marcha, hasta el "no-fin" estarás en marcha, y si estás orientado hacia la meta, lo perderás. Lo total es el viaje, el camino, el camino eterno, sin comienzo y sin final. En realidad no hay meta; la meta ha sido creada por la mente astuta. ¿Hacia dónde se está moviendo toda la existencia? ¿Hacia dónde? No va a ninguna parte. Simplemente va, y el ir es tan hermoso, por eso es que la existencia no es algo pesado. No hay meta, no hay plan, ni propósito. No es un negocio, es un juego, es lila. El mismo moverse es la meta.

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