sábado, 20 de octubre de 2012

LA NECESIDAD DE DEMOSTRAR

Se necesita demostrar algo porque el amor no está presente. Y cuanto menos está, más necesitas demostrar. Cuando está ahí, tú no demuestras nada. Cuando un esposo llega a casa con un regalo para su esposa ella sabe que hay algo de extraño en ello. Debe de haberse pasado de la raya en algo, quizá debió haberse visto con otra mujer. Este regalo es la explicación, es un sustituto; el amor en sí es un regalo tan grande que no se necesita de regalo alguno. No es que el amor no te brinde presentes, sino que el amor en sí mismo es el mayor presente. ¿Qué más puedes pedir? ¿Qué otra cosa puedes ofrecer?

Pero cuando el marido siente que algo va mal, tiene que arreglarlo. Todo tiene que restablecerse, equilibrarse. Y ese es el problema. Las mujeres son tan intuitivas que saben inmediatamente; tu regalo no puede engañarlas. Es imposible, porque las mujeres viven todavía con su intuición, con su mente ilógica. Inmediatamente saltan y sabrán al instante que algo va mal, porque si no ¿a qué viene ese regalo?

Siempre que demuestras algo, demuestras tu pobreza interior. Si tu meditación se vuelve una demostración, tú no eres meditativo, porque dondequiera que lo real existe, es tal la luz que produce que no necesita de demostración alguna. Cuando tu casa está iluminada, cuando tiene luz, no necesitas ir a los vecinos y decirles, "Mirad, nuestra casa tiene una lámpara". Es obvio. Pero cuando tu casa está en la oscuridad intentas convencer a tus vecinos de que allí hay luz. Convenciéndoles, te convences a ti mismo. Esa es la razón por la que necesitas demostrarlo. Si el otro se convence, su convicción te ayudará a convencerte a ti mismo.

Cuando puedes convencer a otros de tu amor, tú mismo te convences. Pero si eres amor, no hay necesidad de ello, ¡lo sabes!

Cuando eres sabio, no hay necesidad de demostrarlo. Cuando sólo posees conocimiento, lo demuestras, convences a los demás, y cuando han sido convencidos, tú también te has convencido de que eres un hombre de conocimiento. Cuando eres sabio, no hay necesidad de ello. Incluso si nadie se lo cree, tú estás seguro de que tú sola presencia es prueba suficiente.

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