sábado, 1 de junio de 2013

LA ENERGIA VITAL

Hay tres tipos de vínculos en la vida del hombre. Hay vínculos intelectuales, que no son muy profundos. El vínculo que existe entre un maestro y su alumno es de este tipo. Hay vínculos de amor, que son más profundos que los intelectuales. Los vínculos que hay entre una madre y un hijo, entre hermanos, entre un marido y una esposa; son este tipo de vínculos, surgen del corazón. Después hay vínculos más profundos que surgen del centro del ser,y se relacionan con la amistad verdadera y genuina, son más profundas que el amor. El amor puede acabarse, la real amistad no se acaba nunca. Mañana podemos odiar a la persona que hoy amamos, pero si alguien es un amigo nunca se convertirá en un enemigo. Si se convierte en un enemigo sabremos que nunca hubo amistad desde un principio. Los vínculos de amistad pertenecen a esferas más profundas y desconocidas.

El amor ata, la amistad te da libertad. El amor puede esclavizar, puede poseer, puede convertirse en tu amo. La amistad nunca se convierte en el amo de nadie, no retiene a nadie. No te aprisiona, te libera. El amor se convierte en una esclavitud porque los amantes se empeñan en creer que el otro no debería amar a nadie más que a ellos.

La amistad no insiste en esto. Alguien puede tener miles de amigos, millones de amigos, porque la amistad es una experiencia muy amplia, muy profunda. Surge del centro más profundo de la vida. Por eso la verdadera amistad, en última instancia, se convierte en el mejor camino para conducirte hacia la divinidad. La persona que es amiga de todo el mundo, tarde o temprano alcanzará la divinidad, porque sus vínculos tienen lugar con el centro del ser de los demás. Y cualquier día acabará vinculándose con el centro del universo.

Nuestros vínculos en la vida no deberían ser meramente intelectuales, no deberían pertenecer meramente al corazón, deberían ser más profundos, deberían. Pertenecer al ombligo.

Por ejemplo, en ninguna parte del mundo está claro, antes o después quedará claro, antes o después llegaremos a saberlo que estamos conectados con fuentes de energía vital muy alejadas, con una energía que no podemos ver. Sabemos que la luna está muy lejos; a pesar de todo, tiene una influencia desconocida sobre el océano: el océano sube y baja con la luna. Sabemos que el sol está muy alejado, pero está conectado con la vida por medio de unos hilos invisibles: !el sol sale por la mañana y la vida se revoluciona! Todo lo que estaba dormido, todo lo que estaba como muerto, todo lo que estaba inconsciente se vuelve consciente. Lo que está dormido empieza a despertarse, las flores florecen, los pájaros cantan. Hay un flujo invisible del sol que nos afecta.

Hay otras fuentes de energía vital invisibles que nos alcanzan de este modo: manejan nuestras vidas constantemente. No sólo el sol, no sólo la luna, no sólo las estrellas en el cielo; la vida misma tiene un flujo de energía que no se ve en ninguna parte pero que nos afecta continuamente y maneja nuestros centros. Cuanto más receptivo es nuestro centro, mayor es la influencia en nuestras vidas de esta energía. Cuanto menos receptivo es nuestro centro, menos posibilidades tendrá esta energía de afectarnos.

Sale el sol, florecen las flores, pero si levantamos un muro al¬rededor de la flor y no le llega la luz del sol, entonces la flor no florecerá, se marchitará. Encerrada entre cuatro paredes la flor se marchitará. El sol no puede entrar a la fuerza y abrir la flor. La flor tiene que desearlo, tiene que estar dispuesta. La flor tiene que darle la oportunidad al sol de llegar y abrirla.

El sol no puede estar buscando una sola flor, buscando la flor que está escondida detrás de un muro para poder llegar hasta ella. El sol ni siquiera sabe nada de las flores. Es un proceso vital absolutamente inconsciente: sale el sol, florecen las flores. Si la flor está encerrada tras una pared no florecerá, se marchitará y morirá.

La energía vital fluye en todas las direcciones, pero aquellas personas cuyos centros del ombligo no estén abiertos estarán privadas de ese flujo. Ni siquiera sabrán que existe. Ni siquiera se darán cuenta de que esa energía estaba ahí y les podía haber influido, que había algo escondido dentro de ellos que se podía haber abierto. Ni siquiera se darán cuenta de esto. El florecimiento del ombligo, que desde la antigüedad ha recibido el nombre de flor de loto porque tiene la posibilidad de abrirse, una energía vital lo puede abrir. Es necesario que haya cierta preparación para ello. Para ello, nuestro centro debería estar disponible al cielo abierto y deberíamos darle nuestra atención. Entonces, la energía vital que estaba a nuestra disposición puede alcanzar el centro del ombligo y darle vida.

¿Cómo es posible, cómo se puede conseguir que este centro de tu vida se convierta en una radiante flor para que puedan conectarse con él los ríos invisibles de energía que hay a su alrededor? ¿De qué modo va a suceder esto?

El primer tema es tu respiración... Cuanto más profunda es, más capaz serás de actuar sobre tu ombligo y desarrollarlo. Pero no tienes ni idea de esto. Ni siquiera sabes lo mucho o lo poco que respiras, ni cuánto necesitas respirar. Cuanto más te preocupas, más te llenas de pensamientos. Probablemente, no seas consciente de que cuanto más cargada está tu mente, más pequeño es el flujo de tu respiración; éste se obstruye.

¿Alguna vez has observado que la respiración tiene un ritmo cuando estás enfadado y otro diferente cuando estás tranquilo? ¿Has observado alguna vez que cuando tienes un deseo sexual intenso en la mente, la respiración tiene un ritmo determinado, pero cuando la mente está llena de hermosos sentimientos la respiración tiene otro ritmo? ¿Has observado alguna vez que la respiración de una persona enferma tiene un ritmo diferente al de una persona sana? El flujo de la respiración cambia en cada momento según el estado de tu mente.

También es cierto lo contrario: si el flujo de tu respiración es armonioso, cambiará tu estado mental. O bien cambias la mente y cambia tu respiración, o bien cambias la respiración y eso afecta a tu mente.

La respiración rítmica es el primer paso para alguien que quiere desarrollar e influenciar sus centros vitales. Mientras está sentado, andando o moviéndose, su respiración debería ser tan armoniosa, tan tranquila y tan profunda que debería ser capaz de experimentar una música diferente, una armonía diferente a la de la respiración cotidiana. Si estás andando por la calle sin hacer nada, te sentirás muy dichoso. Si respiras profundamente, tus pensamientos irán disminuyendo, casi no tendrás pensamientos. Si la respiración es absolutamente regular desaparecerán incluso los pensamientos de la mente. La respiración afecta profundamente y en un alto grado a los pensamientos de la mente. No cuesta nada respirar correctamente y no necesitas emplear un tiempo extra en respirar correctamente. Mientras estás sentado en un tren, caminando por la calle o sentado en casa, si continúas con el proceso de respirar profunda y tranquilamente, al cabo de unos días este proceso se habrá vuelto espontáneo. Ni siquiera serás consciente de ello: espontáneamente, la respiración transcurrirá de una forma profunda y lenta. Cuanto más profundo y lento es el flujo de la respiración, más se desarrollará tu centro del ombligo. Cada vez que respiras, la respiración llega hasta el ombligo. Si la respiración entra y sale más arriba del centro del ombligo, este centro se va haciendo vago, se va debilitando porque la respiración no le llega.

El primer proceso es la respiración profunda. Cuanto más profunda y armoniosa es la respiración, más sintonizada estará y más aumentará la energía vital en tu interior; se empezará a radiar desde tu ombligo, el cual se convertirá en un centro vivo.

Al cabo de algunos días empezarás a sentir que hay una energía que fluye de tu ombligo, y también sentirás que hay una energía que entra. Sentirás cómo, cerca de tu ombligo, empieza a desarrollarse un centro vivo y dinámico. En cuanto sientas esto, empezarás a tener muchas otras experiencias en torno a este centro.

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