sábado, 10 de enero de 2015

LA TOTALIDAD

Somos parte de la Totalidad y la Totalidad no es indiferente a nosotros, no puede serlo. ¿Cómo va a ser una madre indiferente a su hijo? Es imposible. Cuando el niño crece, la madre también crece con él. Cuando el niño es feliz la madre también es feliz con él. Cuando el niño danza, algo danza también en la madre. Cuando el niño está enfermo, la madre está enferma. Cuando el niño es desdichado, la madre es desdichada. Porque no son dos; son uno. Sus corazones laten a un mismo ritmo.

La Totalidad es tu madre. La Totalidad no es indiferente a ti. Permite que esta verdad penetre en tu corazón tan profundamente como sea posible, porque incluso esta consciencia de que la Totalidad se siente feliz contigo, te cambiará. Entonces ya no estás alienado, ya no eres un extranjero aquí. Ya no eres un vagabundo, sin hogar, porque todo es un hogar. Y la Totalidad es tu madre, te cuida, te ama. Así que es natural que cuando alguien se convierte en un Buda, y alcanza la cima suprema, toda la existencia danza, toda la existencia canta, toda la existencia lo celebra. Es literalmente verdad. No es una metáfora, recuerda, de otra forma errarás toda la cuestión.

La existencia continúa la celebración infinitamente, por todos los Budas que han sido, por todos los Budas que están siendo, y por todos los Budas que serán, porque para la Existencia no hay pasado, presente y futuro. Es una continuidad. Es eternidad. Sólo existe el ahora, el ahora infinito.

La primera verdad es que a la Existencia le importa lo que te sucede. La existencia está orando continuamente para que te suceda lo Supremo. De hecho, tú no eres otra cosa que una mano extendida por la Totalidad para alcanzar lo supremo. No eres otra cosa que una ola que viene de la Totalidad para tocar la luna. No eres otra cosa que una flor abriéndose, para que la Totalidad se llene de fragancia a través tuyo.

Éste es uno de los hechos básicos. Sin darse cuenta de ello no hay posibilidad de confianza. Sin ello no hay posibilidad de que alguna vez alcances la Verdad. A no ser que la Totalidad te ayude, no hay posibilidad de que la alcances. ¿Cómo vas a alcanzarla? Y ordinariamente nuestras mentes piensan justo lo contrario. Pensamos en la Totalidad como en el enemigo, no como el amigo, nunca como la madre. Pensamos en la Totalidad como si la Totalidad estuviera tratando de destruirnos. Miramos a la Totalidad a través de la puerta de la muerte, no a través de la puerta del nacimiento. Pareciera como que la Totalidad está contra ti, luchando contigo, no permitiéndote alcanzar tus metas y propósitos, no permitiéndote tu plenitud. De aquí que continúes haciéndole la guerra continuamente. Y cuanto más luchas, más verdadera te parece tu falsa idea; porque si luchas, tu propia lucha te retorna reflejada en la Totalidad.

La Totalidad te apoya, recuerda. Incluso cuando luchas, la Totalidad te apoya. Incluso cuando luchas y estás equivocado, la Totalidad de apoya. Ésta es la segunda verdad que hay que comprender bien. Si no lo comprendes, te será difícil continuar. Incluso cuando luchas con la Totalidad, la Totalidad te apoya; porque la Totalidad no puede hacer otra cosa que apoyar. Si te descarrías, aún la Totalidad te cuida. Incluso si te descarrías, la Totalidad va contigo. Si un niño se descarría, la madre aún se interesa por él. Si el niño se vuelve un ladrón y está enfermo, la madre aún le cuidará, nunca le dará veneno. Si el niño se descarría completamente, por el mal camino, la madre aún orará por él. Ese es el significado de la historia de Jesús sobre los dos hermanos.

Uno de ellos se fue, lejos del padre, descarriado, se gastó su parte de herencia y se convirtió en un mendigo, un jugador, un borracho. El otro permaneció con el padre, ayudó en los negocios, trabajó en la granja y en los jardines, incrementó la heredad, ayudó en todas las formas, sirvió al padre con un espíritu de entrega. Y cuando de pronto llegaron noticias de que el otro hermano se había convertido en un mendigo, de que mendigaba por las calles, el corazón del padre empezó a compungirse y todas sus oraciones fueron para él. Se olvidó completamente del que estaba cerca y sólo recordaba al que estaba distante. Por la noche, éste estaba presente en sus sueños, pero no el que estaba cerca y trabajando para él, que era bueno en todos los sentidos.

Un día el hijo mendigo regresó y el padre preparó un gran festejo, El hijo bueno volvía a casa desde la granja y alguien le dijo: "Mira la injusticia de tu padre! Tú le amas, le cuidas y le sirves, has permanecido con él, has sido absolutamente bueno, nunca has hecho nada en contra de su deseo, pero nunca ha preparado una fiesta para ti. ¡Sin embargo ha mandado matar al cordero más gordo para tu hermano, el que se descarrió y que ahora vuelve como un mendigo! ¡Y toda la casa lo está celebrando!".

El hijo, el hijo bueno, se sintió muy herido. Le parecía absurdo. Volvió a casa enfadado. Habló con su padre: "¿Qué estás haciendo? Nunca has dado una fiesta para mí, que te he servido, ¿y qué ha hecho por ti este otro hijo? Se gastó la herencia, se lo jugó todo, ¡y ahora vuelve a casa como un mendigo!".

El padre dijo: "Sí, porque tú estás tan cerca y eres tan bueno y eres tan feliz que no necesito preocuparme por ti. Sin embargo, mis oraciones y mi amor siguen al hijo que fue por el mal camino!”.

Jesús solía contar esta historia a sus discípulos una y otra vez, porque, como él dijo, Dios puede olvidar a los santos, no hay necesidad de recordarlos, pero Dios no puede olvidar a los pecadores.

Se habla de Dios como de un padre, pero yo os digo que Él no es un padre, es una madre; un padre no es un fenómeno tan profundo como una madre, por eso los hindúes Le llaman madre Dios es madre, actúa como una madre. Y Jesús dijo que siempre que un pastor va de vuelta a casa y una oveja se ha perdido, deja a todas las ovejas en el bosque, en la noche oscura, y va en busca de la que se ha perdido. Y cuando encuentra a la oveja perdida, la lleva sobre sus hombros y se regocija y vuelve a casa sintiéndose feliz, porque la que se había perdido ha sido encontrada. Siempre que sucede así y todos somos ovejas perdidas el pastor se regocija. Empiezan a llover flores.

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