sábado, 21 de febrero de 2015

LAS PREOCUPACIONES

El cuento Sufí decía:“Un arroyo, desde su nacimiento en las lejanas montañas, después de atravesar todo tipo de paisajes, alcanzó por fin las arenas del desierto.”

Cada una de las palabras tiene un potencial, y tendrás que entrar en el espíritu de cada una de ellas.

Un arroyo...

Un arroyo es una metáfora de la vida; de tu vida, de mi vida, de la vida de todos. No estás aquí de repente, no estás aquí accidentalmente. Has estado aquí desde siempre. Tu arroyo ha estado fluyendo, desde la eternidad, fluyendo desde las lejanas montañas que has olvidado completamente, desde un origen..., del que ya no tienes ni una idea.

Y has estado, «después de atravesar todo tipo de paisajes»: Has ido a través de todo tipo de experiencias. Has pasado por muchos, muchos paisajes. Has ido a través de todas las variedades, de todas las posibilidades; la vida te va enriqueciendo de esta manera.

Pero lo sigues olvidando. Es demasiado, no se puede contener. Las preocupaciones diarias son demasiadas; ocupa demasiado espacio en tu consciencia para que no puedas recordar. Has olvidado la mayor parte de tus experiencias porque tienes una atención muy, muy pequeña, y esa atención sólo puede contener una cierta cantidad. Todos los días tienes que olvidar casi el noventa y nueve por ciento de lo que has experimentado: ese uno por ciento se almacena. Después de unos cuantos días ni siquiera ese uno por ciento se almacena totalmente, una parte desaparece. Después de unos años todo se borra, sólo permanecen los fragmentos esenciales.

Si aumenta tu atención serás capaz de contener más. El Buda ha dicho que si tu mente es liberada de las preocupaciones diarias, podrás recordar tus vidas pasadas; es verdad. Si relajas la atención que dedicas a lo mundano, la luz comenzará a iluminar el pasado.

Tú no estás aquí de repente, tienes una continuidad. Eres una continuidad. La consciencia es un arroyo.

En Occidente, William James fue el primero en utilizar estas palabras: "arroyo de consciencia". Debió de recogerlas de alguna fuente sufí, no hay otra posibilidad, porque los sufíes siempre han estado hablando del arroyo de la consciencia, el arroyo de la vida. Es un fenómeno que está fluyendo de modo permanente; está en movimiento, no es estático. Incluso cuando estás aquí no eres estático. Las cosas cambian momento a momento: el cuerpo es una corriente, la mente es una corriente, tu ser es una corriente. Ni siquiera eres el mismo en dos momentos consecutivos. Por la mañana estabas muy feliz, muy confiado, por la tarde has empezado a dudar y desconfiar, y por la noche todo el mundo es escéptico, cínico y sarcástico. Por la mañana temprano todo el mundo parece devoto e inocente. A lo largo del día, mientras vas siendo engañado empujado y estirado de un lado y del otro, empiezas a perder tu inocencia.

Estás cambiando constantemente..., en movimiento. Y si tratas de seguir siendo el mismo crearás tu infelicidad, porque entonces estarás luchando en contra de tu propia vida. El mensaje fluye, déjate llevar.

El mensaje es: no nades contra la corriente. El mensaje se va con la corriente; es tu vida. Y no tengas miedo, porque este arroyo ha estado fluyendo desde el pasado, durante siglos -no tienes que tener miedo-, y este arroyo seguirá fluyendo en el futuro también a través de los siglos. De una eternidad a otra eternidad.

Eres el tejido de este universo. No desaparecerás. Aunque desaparezcas muchas veces, permaneces; lo esencial permanece. Sólo lo no esencial vuelve a desaparecer, pero lo no esencial no eres tú.

“Un arroyo, desde su nacimiento en las lejanas montañas, después de atravesar todo tipo de paisajes, alcanzó por fin las arenas del desierto.”

Dos cosas más sobre esta frase...

El origen está en las montañas, en las alturas. Eso es lo que todas las religiones del mundo han estado diciendo: que el hombre es un descendiente de Dios, que el origen está arriba en las montañas, que el hombre ha descendido de lo alto. Por eso el cristianismo estaba tan en contra del concepto que tenía Darwin sobre la evolución, porque esa idea va en contra de todas las religiones.

La teoría de la evolución predica que el hombre no procede de las montañas sino de los valles; que el hombre ha ido evolucionando, ha ido ascendiendo. Y todas las religiones del mundo han estado enseñando exactamente lo contrario: han estado diciendo que el hombre es un descendiente, que proviene de Dios. Y este asunto tiene que quedar claro: si vienes de Dios, sólo entonces puedes ir hacia Dios, y no de otra manera, porque el origen siempre es el objetivo. El círculo se completa, alcanzas ese punto del que provienes.

Darwin inventó una filosofía muy extraña, una progresión lineal en la que tú sigues evolucionando, pero ¿dónde terminará esa evolución? Es como una línea; sigue y sigue. Comienza en algún lugar en los oscuros valles. ¿Dónde terminará? No puede terminar en ninguna parte. Es una línea que sigue y sigue. Es lineal; siempre permanecerá incompleta, siempre permanecerá insatisfecha, nunca llegará a completarse.

Las religiones cuentan una historia completamente diferente. Dicen que el hombre viene de Dios y que al final regresa de nuevo a Dios. Es un círculo, una realización, y en la realización está la satisfacción.

“Un arroyo, desde su nacimiento en las lejanas montañas, después de atravesar todo tipo de paisajes, alcanzó por fin las arenas del desierto.”

¡Por fin!

Cada consciencia alcanza un punto que es un callejón sin salida, un punto que los sufíes denominan "el desierto" y que es donde sientes que estás desapareciendo, que te estás muriendo. El desierto es ese punto en el que te sientes completamente desesperado, sin significado, un momento en el que empiezas a considerar el suicidio, un punto en el que no puedes decidir: qué hacer, qué no hacer, ser o no ser. Toda consciencia debe enfrentarse, con el desierto antes o después, porque nunca serás realmente maduro sin pasar a través del desierto. Eso es parte del aprendizaje de todo espíritu. De hecho cuando empiezas a enfrentarte con el desierto, empiezas a pensar en la religión. Cuando las cosas van bien, ¿a quién le preocupa la religión? ¿Quién contempla? ¿Quién medita?

¿Quién reza? Cuando las cosas no van bien comienzas a pensar que hay algo en ti básicamente equivocado.

Es un fenómeno curioso: siempre que una persona tiene todo lo que necesita se encuentra con el desierto. La sociedad opulenta se encuentra con el desierto. La sociedad pobre todavía está muy alejada de él. La opulencia te aproxima al desierto, porque tienes todo lo que esperabas: tienes la mujer que querías, la casa, el dinero, el prestigio, el poder. Tienes todo lo que siempre soñaste, ahora no hay nada más para soñar: ha llegado el desierto. Ahora de repente empiezas a sentir una especie de insomnio. Ni siquiera puedes dormir, el desierto te rodea.

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