sábado, 23 de mayo de 2015

LAS NECESIDADES PSICOLOGICAS

Existe una jerarquía de necesidades. Las necesidades físicas son básicas: a menos que estén satisfechas no serás capaz de saber que existen necesidades psicológicas. Un hombre hambriento no estará interesado en Beethoven, o en Shakespeare, o en Leonardo da Vinci. Un hombre hambriento está interesado en comida; y es natural, no hay nada malo en ello. Un hombre hambriento está interesado en cómo alimentar el cuerpo y cómo sobrevivir.

Cuando se trata de la supervivencia, ¿a quién le importa la música clásica? Pero cuando tu hambre ha sido satisfecha, tu cuerpo está caliente, tienes una casa donde vivir, de repente te empiezas a interesar en cosas nuevas, cosas en que nunca habías estado interesado: en música, en poesía, en arte, en psicología.

Éstas son las necesidades psicológicas. Empiezas a pensar en grandes cosas. El cuerpo está satisfecho, la mente dice: «Ahora también puedo satisfacer mis necesidades».

Cuando las necesidades de la mente son satisfechas, cuando has escuchado todo tipo de música y has bailado todo tipo de bailes, y te has metido profundamente en la filosofía, el arte, la poesía, la escultura, la arquitectura, cuando has visto todas esas cosas y estás satisfecho, saturado, entonces surge la tercera necesidad: es la religión; es decir, la necesidad de Dios, la necesidad espiritual. Esa es la necesidad más elevada.

Si un hombre hambriento está interesado en Dios, su Dios no puede ser un verdadero Dios. Su Dios sólo será un proveedor de comida.

Le dirá a Dios: «Dame el pan de cada día». Ese es el Dios del hombre pobre. No es de extrañar que la oración cristiana diga: «El pan nuestro de cada día, dánoslo hoy». Ni al Buda, ni a Krishna se les podría haber ocurrido una oración así. ¿Dánoslo hoy? ¿Pedir pan? Parece profano. Pero el mismo Jesús era pobre, pertenecía a los pobres. Estaba enseñando a la gente pobre, tuvo que crear un Dios proveedor.

No es accidental que los seguidores de Jesús sigan hablando de sus milagros. ¿Qué son esos milagros? Primero, son fisiológicos: le devuelve la vista a un ciego, sana a un enfermo: o milagros tales como aquel en que Jesús transforma las piedras en panes. !Piensa en ello!

Esos milagros dicen algo. Jesús no transforma las piedras en sermones, sino en pan; Jesús no transforma las piedras en música, sino en pan; y transforma el agua en vino. Ahora bien alrededor del Buda no existe ningún milagro parecido. Son milagros, pero la jerarquía es totalmente diferente. Los milagros del Buda son tan diferentes que te sorprenderás.

Una mujer va a ver al Buda: su hijo está muerto y ella está llorando y gimiendo, es viuda y no volverá a tener la oportunidad de tener otro hijo, su único hijo está muerto, y éste era todo su amor y el objeto de sus atenciones. Ella llega al Buda llorando y gimiendo. Si hubiera ido a Cristo, él habría tocado al niño y el milagro habría sido resucitarlo, como hizo con Lázaro. ¿Qué hizo el Buda? El Buda sonrió y le dijo: «Ve a la ciudad y busca algunas semillas de mostaza en una casa en la que no haya muerto nunca nadie». Y la mujer salió corriendo hacia la ciudad, y fue a todas las casas. Y en todos los lugares que fue le dijeron: «Te podemos dar tantas semillas de mostaza como quieras, pero no podemos cumplir la condición porque en nuestra casa ha muerto mucha gente. iY mujer, tranquilízate! El Buda ha usado un truco contigo. No encontrarás una casa así en toda la tierra».

Pero ella esperaba: «Quizás..., ¿quién sabe? Puede que haya una casa que no haya conocido la muerte». Y estuvo dando vueltas todo el día.

Por la tarde había comenzado a surgir en ella una gran comprensión: «La muerte es parte de la vida; sucede. No es algo personal, no es una calamidad personal que me ha ocurrido a mí». Con esa comprensión fue a ver al Buda. Éste le preguntó: «¿Dónde están las semillas de mostaza?». Ella sonrió... y le dijo: «¡Lo conseguiste!». Cayó a sus pies y le dijo: «Iníciame. Me gustaría conocer eso que nunca muere. No te pido que me devuelvas a mi hijo, porque incluso si me lo devuelves volverá a morir. Entonces ¿de qué me sirve? Enséñame algo para que pueda conocer en mi interior aquello que nunca muere».

Ahora bien, ésta es una historia totalmente diferente. Los milagros de Jesús parecen más milagrosos porque la tierra era todavía pobre. ¿Lo entiendes? Oriente se está volviendo cristiano y Occidente se está volviendo budista. Cuanto más rico se vuelva Occidente más budista se volverá. Los nuevos cristianos nacen en Oriente: tribus pobres, tribus primitivas, intocables, los oprimidos. Para ellos, Jesús tiene un atractivo. Les gustaría alguien que convirtiese las piedras en pan, tienen hambre. ¿Qué tienen que ver ellos con el Buda? El Buda les parece muy aristocrático, habla de grandes cosas que carecen de sentido para el pobre y el hambriento.

En la Segunda Guerra Mundial sucedió un milagro: Japón, desde Oriente, luchó con América. Era la primera vez que Oriente y Occidente se encontraban en una guerra. ¿Y qué sucedió? Ahora Los Ángeles se ha trasladado a Japón y todos los centros budistas zen se han trasladado a América. iEsto es un milagro! Si quieres encontrar el zen tendrás que ir a América. No vayas a Japón; la gente se creerá que eres estúpido: «¿Zen? Te has vuelto loco?, no eres de este siglo, -pensarán-. No eres contemporáneo».

Si quieres encontrar centros zen, están floreciendo en América. Pero si quieres una mejor tecnología automovilística, mejores radios, mejores relojes, vete a Japón.

Esto ha estado sucediendo todo el tiempo, desde hace siglos en todas las épocas. Hay una jerarquía. La gente está harta de los coches, de los aparatos, y quiere algo más elevado. Jesús no será adecuado para nadie, sólo el Buda puede ser adecuado. Los milagros de Jesús parecerán muy pequeños porque la ciencia puede repetir esos milagros. El milagro del Buda parecerá muy grande porque la ciencia no puede repetirlo.

¿Dónde si no? América es el país donde la religión tiene futuro. En la India, en China, la religión no tiene futuro. Sí, la religión tiene un pasado en la India, pero no un futuro. ¿América? No tiene pasado para la religión, pero tiene un futuro. En Oriente el sol se está ocultando, en Occidente el sol está saliendo. No te preocupes de si puedes ser religioso en América. ¡No puedes ser religioso en la India! La India sólo pretende ser un país religioso, y su religión sigue siendo un tipo de religión muy, muy bajo. No estoy hablando del pasado, recuerda; no estoy hablando de las Upanishads ni de la Gita, ni de Buda. En esos días, la India era América. Ahora, todo eso ha terminado.

Y hay que entender un punto muy sutil; así es como se mueve la rueda de la historia: siempre que un país se hace muy rico se vuelve religioso porque la necesidad más elevada comienza a hacerse presente, y siempre que una religión empieza a florecer el país se empobrecerá, más pronto o más tarde. Piénsalo: si los centros religiosos orientales siguen creciendo en América, ¿cuánto tiempo seguirá América siendo rica? ¿Quién se ocupará de la tecnología que hace rica a América? La gente meditará. Dejarán de ir a las universidades, se convertirán en marginados. ¿Quién se preocupará de lo ordinario, de las cosas terrenales, de las cosas mundanas? La gente se empezará a mirar el ombligo. Cerrarán los ojos y se quedarán tranquilos, satisfechos, felices. Dejará de haber científicos.

Así es como se mueve la rueda. Primero, un país es pobre: comienza a correr hacia la tecnología, una ciencia mejor, mejores formas de vida, estándares de vida más altos; entonces, un día, cuando lo consigue y alcanza la cima, de repente cae. De repente se da cuenta de que todos los esfuerzos han sido en vano: «No hemos llegado a ningún lugar, hemos estado tratando de atrapar ilusiones, hemos estado persiguiendo un espejismo»; de repente la gente empieza a salirse.

Miles de personas renunciaron al mundo en los tiempos del Buda y le siguieron. Habían visto la ilusión del mundo de los deseos. Habían llegado y habían visto que faltaba algo. Pero el país comenzó a empobrecerse.

Antes o después ocurre; cuando la gente medita demasiado el país se empobrece. La gente piensa en el otro mundo y este mundo se empobrece. Entonces las personas empiezan a volverse antirreligiosas. Se hacen cualquier cosa menos religiosos. De nuevo la rueda se comienza a mover.

Ahora Japón ha abandonado el zen, la religión, la meditación; es una de las culturas más materialistas. Pronto se enriquecerá; ya se está haciendo rico. Entonces habrá una rebelión en contra de la riqueza y la gente empezará a pensar en la belleza de la pobreza, de la no posesión, del estar libre de apegos.

Comenzarán a pensar en cómo volverse vagabundos: «¿Por qué vivir encerrados en una caja? ¿Por qué no tener una tienda y moverse, un día en esta playa y el otro en esa otra playa? ¿Por qué no disfrutar de toda la tierra?».

Éste es el círculo: pobreza, tecnología, religión, pobreza, tecnología, religión. Así es como se mueven las cosas.

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