sábado, 28 de mayo de 2016

SER REALISTA

Oí una vez:

Una noche el poeta Awadi de Kerman, un gran poeta musulmán, estaba sentado en su porche inclinado sobre un cubo. Shams-el- Tabrizi, un gran místico sufí acertó a pasar por allí.

Shams-el-Tabrizi miró al poeta y lo que hacía. Le preguntó al poeta, «¿Qué es lo que haces?»

El poeta le contestó, «Estoy contemplando la luna en un cubo de agua».

Shams-el-Tabrizi empezó a reír; con una tremenda carcajada, con una risa loca. El poeta empezó a sentirse incómodo. Una multitud se congregó.

Y el poeta le dijo; «¿Qué es lo que ocurre?¿Por qué te ríes tanto? ¿Por qué me estás ridiculizando?»

Shams-el-Tabrizi le dijo, “A no ser que te hayas roto el cuello, ¿por qué no miras directamente a la luna en el cielo!”

La luna está allí, la luna llena está allí y ese poeta estaba sentado junto a un barreño con agua y contemplaba en el barreño de agua el reflejo de la luna.

Buscar en las escrituras, buscar la verdad a través de las filosofías es mirar el reflejo. Si le pides a alguien, cómo deberías vivir tu vida, estás pidiendo un mal consejo porque ese hombre solamente podrá hablar sobre su propia vida. Y nunca, jamás, hay dos vidas que sean iguales. Sea lo que sea que te pueda decir o impartir será algo sobre su propia vida, y eso solamente si es que él ha vivido. Puede que él también haya preguntado a algún otro, puede que él mismo haya sido un imitador.

Entonces es un reflejo de mi reflejo. Y los siglos pasan y la gente sigue reflejando el reflejo del reflejo del reflejo, y la verdadera luna llena está siempre en el cielo esperándote. Es tu luna, es tu cielo. Mírala directamente. Hazlo directamente. ¿Por qué pedir prestados mis ojos o los ojos de alguien? Se te han dado ojos, hermosos ojos para ver, y ver directamente. ¿Por qué pedir comprensión prestada? Recuérdalo, puede que sea comprensión para mí, pero desde el instante en que la tomas prestada, se convierte para ti en conocimiento. Deja de ser comprensión.

Comprensión es eso que ha experimentado uno mismo. Puede que sea comprensión para mí, si yo he mirado a la luna, pero en el instante en, que te lo digo a ti, se convierte en conocimiento, deja de ser comprensión. Entonces sólo es algo verbal, es pura lingüística. Y el lenguaje es una mentira. Deja que te cuente una anécdota.

Un avicultor descontento con la productividad de sus gallinas decidió usar un poco de psicología con ellas. Compró un loro parlanchín de vivos colores y lo puso en el gallinero. Sin pensárselo, las gallinas se encariñaron de inmediato con el atractivo extranjero; con gozosos cloqueos le mostraban los mejores bocados para que él se los comiera y le seguían por todo como un grupo de quinceañeras persiguiendo a una nueva estrella de la canción. Para contento del granjero incluso sus capacidades ponedoras mejoraron.

El gallo del gallinero, naturalmente celoso al ser ignorado por su harén, se echó sobre el atractivo intruso, le empezó a picotear y clavarle los espolones, arrancándole las plumas rojas y verdes una tras otra. Con lo cual el asustado loro se puso a gritar vehementemente, «¡Déjelo señor! ¡Le pido que desista! ¡Después de todo, sólo estoy aquí como profesor de lenguaje!»

Mucha gente vive su vida como profesores de lengua. Esa es la clase de vida más falsa. La realidad no necesita de lenguaje alguno; está a tu alcance a un nivel no verbal. La luna está ahí, no necesita ni de cubo, ni de agua, no necesita de medio alguno. Solamente has de mirar hacia ella. Es una comu¬nicación no verbal. La totalidad de la vida está disponible; solamente has de aprender a comunicarte con ella de un modo no verbal.

De eso es de lo que trata la meditación. Del estar en un espacio donde el lenguaje no interfiera, donde los conceptos aprendidos no se interpongan entre tú y lo real.

Cuando ames a una mujer, no te preocupes por lo que los demás han dicho sobre el amor, porque esto se convertirá en una interferencia. Amas a una mujer, el amor está ahí, olvídate de todo lo que has aprendido sobre el amor. Olvídate de todos los Kinseys, de los Masters y los Johnsons, olvídate de los Freuds y de los Jungs. Por favor, no te conviertas en un profesor de lengua. Simplemente ama a la mujer y deja que el amor exista y deja que el amor te muestre sus más recónditos secretos, sus misterios. Entonces serás capaz de saber lo que es el amor.

Y lo que los demás digan sobre la meditación carece de sentido. Una vez me encontré con un libro sobre meditación escrito por un monje jaina. Era realmente bonito, pero había algunos pasajes en los que podía ver claramente que aquel hombre nunca había meditado, pues si no, esos pasajes no estarían allí. Pero eran pocos y escasos. El libro en su conjunto, casi en el noventa y nueve por ciento, era perfecto. Me gustaba el libro.

Luego me olvidé de él. Durante diez años viajé por todo el país. Una vez en un pueblo del Rajastán, ese santo vino a verme. Su nombre me resultó familiar y de repente me acordé del libro. Pregunté al santo que porqué había acudido a mí. Me contestó, «He venido para conocer lo que es la meditación». Yo le dije, «Me acuerdo de tu libro. Me acuerdo muy bien porque me impresionó grandemente. Excepto por unos pocos defectos que delataban que tú nunca habías meditado, el libro estaba perfectamente bien, en un noventa y nueve por ciento bien. Y ahora vienes aquí para aprender sobre la meditación. ¿No has meditado nunca?»

Me miró con cierto embarazo porque sus discípulos estaban también presentes. Le dije, «Sé franco, porque si me contestas que sabes lo que es meditación, entonces no hablaré de ella. ¡Se acabó! No hay porqué. Si me dices con franqueza - al menos sé franco por una vez - Si me dices con franqueza que nunca has meditado, solamente entonces te conduciré a la meditación». Era un chantaje, por eso tuvo que confesar. Dijo, «Sí, nunca se lo he dicho a nadie. He leído muchos libros sobre meditación y todos los textos antiguos. Y he estado enseñando a la gente, por eso me siento avergonzado ante mis discípulos. He estado enseñando meditación a miles y he escrito libros sobre ello, pero yo nunca he meditado».

Puedes escribir libros sobre meditación y no descubrir nunca el espacio que supone el meditar. Puedes volverte altamente eficiente verbalizando, puedes ser muy ducho en abstracciones, en argumentaciones intelectuales y puedes olvidarte completamente de que todo el tiempo en que has estado envuelto en esas actividades intelectuales ha sido un puro desperdicio.

Le pregunté al viejo, «¿Durante cuánto tiempo has estado interesado en la meditación?» El contestó, «Durante toda mi vida». Tenía casi setenta años. Me dijo, «Cuando tenía veinte años tomé sanyas, me convertí en un monje jaina y durante esos cincuenta años siguientes he estado leyendo, leyendo y pensando en el meditar». ¡Cincuenta años de leer y pensar y escribir sobre meditación, incluso introduciendo a la gente en la meditación, y ni una sola vez había probado lo que es la meditación!

Pero ese es el caso de millones de personas. Hablan del amor, conocen toda la poesía que existe sobre el amor, pero nunca han amado. O incluso aunque piensen que estuvieron alguna vez enamorados, nunca se enamoraron. Eso también fue algo «cerebral», no fue del corazón. La gente vive y sigue perdiéndose la vida. Se necesita valor. Se necesita valor para ser realista, se necesita coraje para ir con la vida dondequiera que te lleve porque los caminos no están cartografiados, porque no existen mapas. Uno ha de penetrar en lo desconocido.

La vida solamente puede ser entendida si estás dispuesto a penetrar en lo desconocido. Si te apegas a lo que conoces te aferras a la mente y la mente no es la vida. La vida es no-mental, no es intelectual, porque la vida es total. Tu totalidad ha de estar plenamente implicada; no puedes únicamente pensar sobre ello. Pensar sobre la vida, no es vivir. Cuidado con eso. Uno piensa y piensa. Hay gente que piensa en Dios; hay gente que piensa en la vida, hay gente que piensa en el amor, hay gente que piensa en esto y en lo otro.

Eso es todo. No te conviertas en un profesor de lengua, no te conviertas en un loro. Los loros son profesores de lengua. Viven de palabras, de conceptos, de teorías, de teologías y la vida sigue transcurriendo, escapándoseles de sus manos. Entonces un día, de improviso, se asustan de la muerte. Cuando una persona teme a la muerte, da por seguro que esta persona se ha perdido la vida. Si no se hubiera perdido la vida, no tendría temor a la muerte. Si la persona ha vivido la vida, estará dispuesto a vivir también la muerte. Estará casi encantado del acontecimiento que supone morir.

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