sábado, 7 de mayo de 2016

VIVIR APEGADO A LAS FORMAS

Esto es hermoso: QUIEN NO ESTÁ APEGADO A LA FORMA, NO NECESITA REFORMARSE. Primero te apegas a la forma de la ira, la avaricia, los celos, la posesividad, o lo que sea. Primero te identificas con la forma de la ira, y entonces surge la pregunta: ¿cómo abandonarla? ¿Cómo alcanzar un estado sin ira? Primero te apegas a la forma de la avaricia, y luego empiezas a preguntar: ¿cómo no ser avaricioso? Ahora es necesaria la reforma. Y esto se mueve en círculos.

El zen dice; para empezar, ¿por qué identificarse con ninguna forma? En vez de intentar convertir la ira en no ira, la violencia en no violencia, la avaricia en no avaricia, ¿por qué no salirse de la identificación desde el principio? Observa la ira; no te identifiques con ella. De pronto ya no estás enfadado ni no enfadado, ni violento ni no violento, eres el que observa. La violencia y la no violencia, ambas son forma sobre la pantalla. Tú eres el espectador. Has ido más allá. Ya no es necesaria la reforma. Trata de comprender algo tan básico, muy básico.

El zen no te enseña que deberías practicar el celibato, no. Simplemente, dice: no te identifiques con la forma del sexo. Lo verdadero hay que hacerlo ahí. Una vez que te identificas con la forma del sexo, estás en un círculo vicioso. El primer paso se ha dado equivocadamente; ahora no puedes llegar a casa. El primer paso hay que darlo correctamente, así que no es necesario acudir ahora a un santo y tomar un voto de celibato, este va a ser peligroso; no será más que represión. Y cada vez serás menos feliz, y el sexo será cada vez más poderoso. Te fascinará más, te atraerá más. Empezarás a vivir una vida sexual muy pervertida. Por fuera, celibato; en lo profundo de ti, la agitación.

El zen dice: no te identifiques con la forma del sexo. Cuando surja el deseo del sexo, obsérvalo. No lo condenes, porque si condenas no puedes ser un observador: estás participando. Entonces ya no puedes ser imparcial, porque tienes prejuicios. No condenes, no juzgues. Permanece alerta sin ningún juicio, porque todos los juicios son formas sutiles de identificación. Si dices que es malo, ya estás identificado, estás en contra. Ya ha tomado posesión de ti, ha entrado en ti. Si dices que es bueno, por supuesto, te estás identificando.

No digas bueno o malo, no digas nada. ¿Puedes permanecer alerta cuando surge la ira, el sexo o la avaricia, sin decir sí o no? ¿Puedes resistir la tentación de decir sí o no? ¿Puedes estar simplemente alerta, dándote cuenta de ello, de que está ahí, sin ningún juicio? Entonces has logrado la llave. Esa es la llave del zen. Es una llave maestra; abre todas las cerraduras que existen.

No hay realmente ningún problema para un hombre zen, porque mira las cosas y acepta su naturalidad. El agua es esmeralda, ¿qué problema hay? La montaña es añil, ¿cuál es el problema? Una flor es una flor, una espina es una espina. Las cosas son lo que son. ¿Cuál es el problema?

El problema surge cuando empiezas a evaluar. Dices: Si el agua no fuera de color esmeralda, hubiera sido mejor. Así surge el problema. Si dices: Si las montañas no fueran de color añil, hubiera sido mejor. Así te metes en dificultades.

El agua es de color esmeralda, las montañas son de color añil, acepta el hecho. Vive con ese hecho, y no lo sometas a teorías. Observa tu mente. Trae teorías continuamente. No te deja aceptar nada. Sigue pensando sin parar: No debería ser así, debería ser así. Sigue introduciendo la imaginación constantemente.

Observa... ¿dónde está el problema?

Las cosas son lo que son. Y si lo aceptas, si lo comprendes, no hay nada más que hacer. Entonces sigues observando y sigues disfrutando. La escena es bella, la escena es tremendamente bella, pero no te metas en ella. Con tu evaluación, con tu juicio, entra el ego.

Un niño es inquieto, corre por todas partes. Tiene que ser así, es un niño. Pero tú quieres que se siente en silencio, quieres que se comporte como un anciano, y ha surgido el problema. Ya no puedes ver que el niño es un niño. Estás intentando que sea algo que no es. Vas a meterte en problemas, y también estás creando problemas para el niño. ¡Acéptalo!

Los perros ladran y tú estás meditando. No digas que te están molestando. A ellos no les importas en absoluto; ni siquiera saben que estás meditando. Son perros, y ladrar es su meditación. Tú disfrutas de tu meditación, deja que ellos disfruten de la suya.

En cuanto aceptas, de pronto el problema desaparece. Pero en lo profundo de ti sigues evaluando: Habría estado bien si los perros no hubieran ladrado. Pero ¿por qué no iban a ladrar? Son perros, y lo están disfrutando tremendamente. Simplemente, acepta el hecho, y verás que cuanto más aceptas, menos te distraen sus ladridos. Hasta que, de pronto, ellos siguen ladrando y tú sigues meditando y no hay conflicto. El conflicto surge de tu mente y de tu actitud.

Todo existe en su naturaleza. Existe tú también en tu naturaleza. Y el mundo, es perfectamente bueno, el mundo es perfectamente bello, es el mejor mundo que puede haber.

Leí una pequeña anécdota:

-¿Quién hizo a Dios? –preguntó un niño de ocho años.

-Dios no tiene principio ni fin, respondió el profesor.

-Pero todo tiene principio o fin, insistió el niño.

Otro niño de ocho años intentó ayudar:

-¿Dónde está el principio o el fin de un círculo? preguntó.

-Ya entiendo, dijo el primer niño.


Si la vida está realmente completa, el círculo tiene que volver al primer paso. Entonces, el círculo se ha completado.

Un hombre empieza en el mundo; debe acabar en el mundo. Sólo entonces está completo el círculo y el hombre es perfecto.

En el zen hay un dicho: Antes de entrar en el camino, los ríos eran ríos y las montañas eran montañas. Cuando me adentré profundamente en el camino, me sentí confuso. Los ríos ya no eran como ríos y las montañas ya no eran como montañas. Todo se volvió al revés, patas arriba. Era un caos. Y cuando llegué al final y completé el camino, los ríos se hicieron ríos de nuevo, las montañas se volvieron montañas.

Tiene que ser así. Empiezas en el mundo. El mundo es el hecho dado. Cuando empiezas, empiezas en el mundo. Y una cosa es cierta: si el círculo está entero y el viaje completo, y tú estás completamente satisfecho, debes acabar en el mundo. Pero en el medio, las cosas estarán patas arriba.

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