sábado, 21 de abril de 2018

EL ESCEPTICISMO


Cuando Jesùs dijo: “Ven, sìgueme”, fue exactamente lo que dice: "Ven, sígueme".

¿Hay profundo escepticismo dentro de ti? Esa es la pregunta que hay que formular. En todo el mundo predomina un profundo escepticismo; ¿quién eres tú para preocuparte por todo el mundo? Esta es una manera de rehuir el problema real. El escepticismo está en lo profundo de ti, en tu interior: el gusanillo de la duda está ahí en tu corazón, pero lo proyectas; lo ves en la pantalla del mundo entero.

"El mundo es escéptico ¿cuál es la salida?". Ahora estás trasladando el problema. Mira dentro de ti mismo. Si hay duda, entonces descúbrela. Así podrás hacer algo. El mundo no te escuchará, y no es necesario que lo haga, pues si están felices con su escepticismo, tienen derecho a estar felices con su escepticismo. ¿Quién eres tú?

Nunca trates de pensar como un misionero: éstos son la gente más peligrosa. Siempre quieren salvar al mundo; y si el mundo no quiere ser salvado, aún así lo intentan. Dicen: "Aunque no te guste, nosotros te salvaremos".

Pero, ¿por qué molestarse? Si alguien es feliz comiendo, bebiendo, disfrutando de la vida y no está en forma alguna interesado en Dios, ¿para qué forzarle? ¿Quién eres tú? Deja que llegue a su propia comprensión. Algún día ocurrirá.

Pero la gente está muy preocupada: ¿cómo salvar a los demás? ¡Sálvate a ti mismo! Si puedes, sálvate a ti mismo porque ésa es también una tarea difícil, casi imposible.

Este es un truco de la mente: el problema está adentro y lo proyecta hacia afuera. Entonces, dejas de preocuparte por ello, no te preocupas de tu propia angustia. Así, te interesas por el mundo entero, y de esta manera puedes postergar tu propia transformación.

Insisto una y otra vez en que deberías interesarte por ti mismo. No estoy aquí para entrenar misioneros. Los misioneros son la gente más dañina. Nunca seas un misionero; es un trabajo muy sucio. No trates de cambiar a nadie. Sólo cámbiate a ti mismo.

Y sucede. Cuando tú cambias, muchos vienen a compartir tu luz contigo. Comparte, pero no trates de salvar. Muchos se salvarán de esta manera. Si tratas de salvarlos, puede que les hundas antes de lo que se hubiesen hundido ellos por sí solos.

No trates de imponer a Dios sobre nadie. Si dudan, está perfectamente bien. Si Dios les permite que duden, debe haber alguna razón en ello. Lo necesitan: ése es su entrenamiento; todo el mundo tiene que pasar por eso.

El mundo siempre ha sido escéptico. ¿Cuánta gente estuvo cerca de Buda? No todo el mundo. ¿Cuánta gente estuvo cerca de Jesús? No todo el mundo, sólo una pequeña minoría: puedes contarles con los dedos. Estas cosas nunca le importaron a todo el mundo.

Y nadie tiene autoridad para forzar nada sobre nadie. ¡Ni siquiera sobre tu propio hijo! ¡Ni siquiera sobre tu propia esposa! Guarda para ti mismo lo que tú crees que es la meta de tu vida. Nunca la fuerces sobre nadie. Eso es violencia, violencia absoluta.

Si quieres meditar, medita. Pero esto es un problema; si el marido quiere meditar, trata de forzar a su esposa también. Si la esposa no quiere meditar, ella fuerza al marido a no hacerlo. ¿No pueden acaso dejar a la gente con sus propias almas? ¿No les pueden permitir que sigan su propio camino?

Esto es lo que yo llamo actitud religiosa: permitir la libertad. Un hombre religioso siempre dejará en libertad a los demás. Aunque quieras ser un ateo, un creyente te lo va a permitir. Ese es tu camino, perfectamente adecuado para ti. Atraviesas ese camino: todos los que han llegado a Dios han llegado a través del ateísmo. El desierto del ateísmo debe ser cruzado: forma parte del crecimiento.

El mundo siempre permanecerá escéptico. Sólo unos pocos llegan a confiar. Date prisa, para que tú puedas llegar a confiar.




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