sábado, 16 de febrero de 2019

LA LIBERACIÒN DEL YO


Tanka vivía en un pueblo. Uno se le acerca y le pregunta, “¡Ayúdame! ¡Enséñame! ¡Iníciame! ¡Quiero ser libre!

¡Quiero alcanzar el moksha!”.

Tanka le dice, “No puedo liberarte. Puedo disolver tu “yo”, pero no puedo liberarte”.

No hay libertad para el “yo”. Solamente existe una libertad y esa es la liberación del “yo”. No hay moksha para el “yo”, no hay liberación para el “yo”. Únicamente existe un “liberarse” y ese es “liberarse del “yo”, no “liberar al yo”.

Qué es lo que puedes hacer? Puedes evaluar sin prejuicios. Siempre que dispongas de tiempo cierra tus ojos, ve hacia adentro y descubre dónde estás. Y pronto descubrirás que existes como parte de la infinita Existencia, no como una isla separada. Ningún hombre es una isla. Somos parte de un continente infinito. Este “yo” te da la falsa idea de ser una isla y de ahí surgen todos los problemas. El “yo” es el origen de los problemas. Toda violencia, crimen, guerra, locura, es creada por este “yo”. Nos colgamos de él y así seguimos. Debemos dejar esta dependencia.

Has de ser desarraigado de tu propio “yo”. Nadie aparte de ti puede lograrlo, ni existe práctica yóguica que sirva de ayuda porque si sigues practicando sin buscar este “yo”, cualquiera que sea la práctica, solamente servirá para reforzarlo. Si meditas, este “yo” dirá, “Estoy meditando”. Si renuncias al mundo, este “yo” dirá, “He renunciado al mundo”. Si te conviertes en un sannyasin, este “yo” dirá, “Me he convertido en un sannyasin; “yo” he logrado esto; “yo” he logrado esto otro”. En “este” mundo o en “ese” mundo, esos esfuerzos seguirán reforzando ese “yo”.

Por esto ocurre que una persona que haya estado practicando muy austeramente se convierte en un egoísta de un modo más sutil. Se convierte más en un “yo” en vez de ir formando parte del continente, de tierra firme. Se convierte en un elevadísimo ego. Esto le puede pasar a todo el mundo. De modo que no son solamente las riquezas o el prestigio o las cosas mundanas y las posesiones las que nutren al “yo”. El “yo” puede convertir cualquier cosa en su alimento.

Por eso, antes de entrar en el camino espiritual, siempre se ha de recordar el aviso de Buda. El dijo, “Antes de que entres en cualquier camino, descubre primero si existe o no existe ego”. Solamente entonces tu camino se convertirá en espiritual. Sino, cualquiera que sea el camino, al final resultará ser mundano, porque este “yo” lo explotará”.

Una vez Mulla Nasrudin regresó a su pueblo desde la capital. Todo el pueblo se congregó en torno a él para conocer las noticias de la capital, lo que allí ocurría. Y en esos días en que no había periódicos, eso era un acontecimiento muy importante en el pueblo. ¡Un hombre había estado en la capital y estaba de regreso! Y no era solamente un hombre normal, era Mulla Nasrudin, el único hombre culto del pueblo. Cuando todo el mundo estuvo presente. Mulla permaneció en silencio, muy serio.

Acababa de volver de la capital; todo el pueblo estaba como loco por saber que contaba. Entonces Mulla dijo, “Esta vez no voy a contar muchas cosas. Solamente una: me encontré con el Emperador. Y no solamente esto: él me habló. Más tarde os daré detalles”.

La multitud se dispersó. El pueblo entero estallaba de alegría por una sola causa: Mulla Nasrudin se había encontrado con el Emperador. Y no solamente esto, sino que el Emperador le había hablado. Pero había un hombre que aún permanecía allí y seguía preguntando “¿Qué es lo que ha dicho? Dímelo Mulla, sino no me iré. No voy a poder dormir de excitación. ¿Qué te ha dicho? Cuéntamelo; sólo un poquito. No entres en detalles, dime solamente lo esencial”.

Por eso Mulla le dijo, “No hay tantos detalles. Cuando él me vio allí, me gritó, “¡Quítate de mi camino!”. Eso fue todo lo que me dijo”.

Pero el hombre estaba contento porque esas no eran unas simples palabras. ¡Las había pronunciado el Emperador! ¡Había escuchado las mismas palabras que había pronunciado el Emperador. El hombre que había hecho la pregunta estaba muy satisfecho y dijo, “¡Qué afortunado soy por haber nacido en tu mismo pueblo, Mulla! ¡Imagínatelo! He escuchado las mismas palabras que ha pronunciado el Emperador. El te ha dicho, “¡Apártate de mi camino!”.

Nasrudin le dijo, “Sí, el Emperador se me acercó y dijo, y no fue un susurro, sino en voz alta de forma que todo el mundo lo pudiera oír. “Apártate de mi camino!”. En realidad, lo dijo gritando. Pegó un grito”.

La mente es así, el ego es tal que trata de envanecerse por todos los medios. Sus sistemas son sutiles; tontos, pero sutiles. Si tratas de ir en pos de la espiritualidad, el ego puede envenenarlo. Antes de entrar en esa dimensión, recuerda que no eres un ego. Si descubres que el ego no está presente, entonces todo se vuelve espiritual y todo camino se convierte en un camino espiritual. Entonces vayas donde vayas, irás hacia lo Divino. Entonces todos los caminos conducirán a lo Divino. Con el ego, no hay camino que conduzca a lo Divino. Con el ego, aunque te vayas a la Meca o a Jerusalén, te estarás yendo al infierno.

No puedes ir a ninguna parte porque el ego es el infierno. Sin el ego, ve a adonde quieras, incluso al infierno y descubrirás allí al cielo, porque en ausencia del ego, el cielo está en todas partes. El ego es la raíz de todas las miserias.

Esas son las tres dimensiones de la quietud. El silencio como ausencia de sonido, el silencio como ausencia de movimiento de la mente, el silencio como ausencia de ego. Empieza con cualquiera de ellas y las demás le seguirán poco a poco. O, también, puedes empezar trabajando sobre las tres simultáneamente. Así todo resultará más rápido. Pero no sigas pensando, porque el pensar es moverse, el pensar es ruido y el pensar es un proceso del ego.

Detén el pensar y empieza a hacer. Solamente el hacer te va a servir, solamente el hacer te va a volver existencia. Solamente con el hacer, llega el salto y la explosión.



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