sábado, 18 de enero de 2020

LA ARMONÌA INTERNA


Antes de que podamos comprender cómo alcanzar esa armonía interna, debemos fijarnos muy bien en cómo nos hemos llegado a convertir en una multitud. ¿Cómo nos ha caído esa calamidad encima? ¿Quién la ha creado? ¿Cómo ha sido creada? A menos que sepamos cómo se ha creado no habrá manera de deshacerla.

En una ocasión en que el Buda llegó para su sermón matinal traía un pañuelo en la mano. Se sentó frente a sus diez mil monjes, y empezó a hacer nudos en el pañuelo. Les dejó a todos sorprendidos, porque nunca había hecho nada parecido. ¿Qué estaba haciendo? ¿Se había olvidado del sermón? Pero por respeto permanecieron quietos y siguieron observándole.

Una vez que el Buda hubo hecho cinco nudos en el pañuelo, dijo:

-Quiero deshacer estos nudos. Pero antes de hacerlo me gustaría hacer dos preguntas. Una, ¿es este pañuelo el mismo que antes de tener los nudos?

Ananda, uno de sus grandes discípulos, dijo:

-Bhagwan, en cierto modo es el mismo porque los nudos no afectan su existencia. No añaden ni disminuyen nada. El pañuelo continúa siendo exactamente el mismo, su cualidad es igual, sigue siendo un pañuelo. Pero no obstante, no es el mismo, porque algo ha cambiado. Puede que tenga o que no tenga un valor fundamental, pero ahora cuenta con algo nuevo: esos cinco nudos. Está atado, y así pues, ya no es libre. Ha perdido la libertad, el pañuelo es el mismo pero ahora es un esclavo.

El Buda dijo:

-Muy bien, Ananda, eso es lo que quería decirles a mis monjes. Cuando el hombre está dividido permanece en cierto modo de la misma manera, y no obstante, ya no es el mismo. Ha perdido su libertad, su armonía, aunque fundamentalmente nada haya cambiado. Sois dioses y diosas, nada ha cambiado; sólo que el dios ha quedado atrapado tras la existencia de unos cuantos nudos. Fundamentalmente sois tan libre como un buda, existencialmente sois exactamente igual que yo, pero psicológicamente no estáis donde yo estoy, no sois lo que es el buda. Existencialmente, todos somos budas, pero psicológicamente habitamos mundos distintos y particulares… estos nudos.

El Buda hizo a continuación la segunda pregunta: Monjes, tengo otra pregunta que haceros: ¿qué debería hacer para deshacer estos nudos?

Sariputta, otros de los monjes, se puso en pie y dijo:

-Bhagwan, si queréis deshacerlos permitid que me acerque, que los observe. Porque a menos que sepa cómo se han anudado no habrá manera de saber cómo pueden deshacerse. ¿Qué proceso se ha utilizado para atarlos? ¿Cómo han sido creados? Sólo sabiendo eso podrán desatarse. Permitid que me acerque. Y no hagáis nada antes de que pueda mirar, porque si hacéis algo sin saber cómo han empezado a existir los nudos, se pueden llegar a crear nudos todavía más sutiles. Puede resultar todavía más difícil. Puede llegar a ser imposible desatarlos.

Y el Buda dijo:

-Correcto, Sariputta, eso es exactamente lo que quería decir.

Antes de que uno comprenda cómo realizar, debe entender qué es lo que le falta. ¿Cuáles son las causas de su miseria? ¿Cómo llegó a estar dividido? ¿Cómo sucedió tal imposible que lo indivisible se halla dividido, que la beatitud absoluta se haya convertido en miseria, que los dioses hayan caído prisioneros? ¿Cómo ha sucedido?

El “cómo” debe llegar a conocerse con muchísima precisión, así que primero exploraremos el “cómo” conseguirlo.

Podemos empezar con Platón. Está en la base de la mente moderna. Con él empezó clara y lógicamente la división. Debe haber existido antes que él, pero nunca fue argumentada de manera tan lógica. Nunca fue expuesta antes por un genio como Platón. Y desde entonces, durante estos dos mil años, la división ha llegado a creerse. Y si uno cree ciertas cosas durante dos mil años, esas cosas acaban por convertirse en una realidad. Una creencia tiende a convertirse en una realidad. Una creencia hipnotiza, y poco a poco empieza a funcionar como si fuese real.

Platón afirmó que el comportamiento humano fluye desde tres fuentes principales: conocimiento, emoción y deseo.

Esta es la primera indicación de una división nítida del ser humano. El ser humano está divido en tres: conocimiento, emoción, deseo. El conocimiento tiene su origen en la cabeza, la emoción en el corazón, y el deseo en los ijares: cabeza, corazón y genitales, ésas son las tres divisiones.

Claro está, la cabeza es la más elevada. El hombre que vive a través de sus genitales es el más bajo; en la India lo llamamos sudra, intocable. Y el hombre que vive en la cabeza es el más elevado; en la India lo llamamos brahmin. Y todo el resto está entre ambos, con diversos grados de emocionalidad.

Estas tres divisiones no son sólo una creencia. Han penetrado de manera tan profunda en la consciencia humana que ahora la consciencia humana existe como tres.

Estás dividido, ya no eres uno; ahora eres tres. Uno es el rostro sexual, muy privado y que ocultas en la oscuridad. El segundo es el rostro emocional, que no es tan privado, pero que sigue siendo particular, y sólo lo exhibes de vez en cuando. Si alguien muere y lloras, entonces está bien. Pero por lo general no lloras ni gimes, o lo dejas para las mujeres, porque no son criaturas tan elevadas como el hombre.

El chovinismo masculino está por todas partes. A la mujer no se la acepta como brahmin, y son muchas las religiones que la han negado, que han dicho que no será capaz de entrar en el reino de Dos como mujer. Primero deberá nacer como hombre, y sólo entonces podrá ser creíble. Sólo el hombre entra en el paraíso; una mujer es una criatura inferior. La mujer sólo tiene dos centros, el sexual y el emocional; no tiene cabeza, no tiene cerebro, carece de intelecto. Así que, claro está puede llorar, gemir, reír y exhibir sus emociones y ser sentimental. El hombre rara vez, en contadas situaciones, permite aflorar sus emociones.

El sexo es absolutamente privado; las emociones son medio privadas y medio públicas; y el intelecto es absolutamente público. Eso es lo que se va enseñando por todas partes, lo que se exhibe. Razón, lógica, conocimiento, eso es lo importante.

Dos mil años más tarde, Sigmund Freud vuelve de nuevo con la misma división. ¡Qué extraños compañeros de cama: Platón y Freud! Pero de alguna manera, el hombre ha llegado a aceptar tan profundamente las divisiones que se han convertido en algo inconsciente. Freud también dice que la razón es el rey, la emoción la reina y el sexo la sirvienta, y claro está, ¡larga vida al rey! Destruye la sexualidad, destruye la emoción, y lleva toda tu energía hacia la cabeza. Permanece colgado en la cabeza.

Pero sin sexo desaparece toda alegría. Y sin emoción desaparece toda suavidad y sensibilidad. Con la razón te tornas seco como un desierto, una tierra baldía, en la que nada crece.

Leí la autobiografía de Charles Darwin y di con el siguiente párrafo. Es muy revelador. Darwin escribió: “La poesía de muchos tipos me proporcionó gran placer de niño, incluso ya siendo un joven. Antes, lo que me daba gran alegría era la pintura y la música, que me encantaba. Pero desde hace muchos años no soportó leer ni una línea de poesía. Lo he intentado, pero me resulta tan intolerablemente aburrido que me provoca náuseas. También he perdido todo gusto por la pintura y la música. Mi mente parece haberse convertido en una especie de máquina que tritura leyes generales a partir de grandes masas de hechos. No puedo concebir cómo eso puede haber casado la atrofia de esa parte del cerebro de la que dependen los gustos más elevados. La pérdida de esos disfrutes es una pérdida de felicidad.

Así escribió en su vejez. Que había perdido todo gusto por la poesía; de hecho, le daba náuseas. No toleraba la música. No dice nada acerca del amor… porque si la poesía le daba náuseas y la música se había convertido en algo intolerable, el amor debía resultarle imposible. ¿En qué clase de hombre se convirtió Darwin? Él mismo confiesa que se había convertido en una especie de máquina.

Eso es lo que le está sucediendo a la mayor parte de la humanidad. Todo el mundo se ha convertido en una máquina –en máquinas grandes y pequeñas, en máquinas más o menos hábiles-, pero todo el mundo se ha convertido en una máquina.

Y entonces todas las partes negadas se te rebelan, provocando una guerra constante. No puedes destruir la sexualidad; puedes trascenderla. Sí, pero no destruirla. Y tampoco puedes destruir tus emociones. El corazón sigue funcionando y tejiendo sueños. Tal vez lo hace de manera subterránea porque te muestras contrario a ello, tal vez desaparecen en el subconsciente, en una oscura y profunda cueva, donde subsisten, pero siguen vivos. Las emociones pueden transformarse pero no destruirse. No pueden destruirse ni el sexo ni el corazón.

Pero eso es lo que ha estado haciendo la cabeza, que acostumbra a existir a expensas del corazón. Mata al corazón, al cuerpo, y luego vive como un fantasma en una máquina. Es algo que puede percibirse en todo el mundo.
Cuando utilizo la palabra “sexualidad” no sólo quiero decir genitalidad. Lo genital es sólo una experiencia y expresión de lo sexual muy diminuta. Lo sexual es algo enorme. Al decir sexualidad me refiero siempre que vuestro cuerpo está vivo, sensual, cuando vibra y palpita, que es cuando os encontráis en un estado sexual. Puede que no tenga nada que ver con lo genital. Por ejemplo, cuando bailáis sois sexuales; un bailarín es sexual, la energía del baile es sexual. No es genital, porque puede que no penséis para nada en el sexo, que lo hayáis olvidado por completo.

De hecho, la sexualidad es cuando te olvidas totalmente del sexo y te fundes en cualquier participación profunda con la totalidad del cuerpo. Puede ser nadando o corriendo, corriendo por la mañana.

Así que cuando utilizo la palabra “sexual”, hago referencia a esta experiencia de totalidad. La genitalidad sólo es una de las funciones de la sexualidad. Se ha convertido en demasiado importante porque hemos olvidado la función completa de la sexualidad.

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