sábado, 17 de octubre de 2020

LA FELICIDAD COMPARATIVA

Una vez me contaron la siguiente historia. Una vez un león y un zorro entraron en un restaurante. Se sentaron y a continuación el zorro pidió, pero pidió sólo para uno. El camarero preguntó entonces: -¿Desea algo para su amigo? El zorro contestó: -¿A usted que le parece? ¿Cree que si él tuviera hambre yo estaría sentado aquí? Él no tiene hambre; eso es seguro. Cuando los animales tienen hambre, matan, pero no matan por jugar, no matan por diversión; no están interesados en el hecho de matar. Por supuesto tienen interés por la comida; no hay nada erróneo en ello. 

El hombre mata sin razón alguna. Los animales no matan por ideologías; no dicen “Yo soy comunista y tú eres capitalista. Te mataré”. No dicen: “Soy un fascista y tú un comunista, así que te voy a matar”. Ellos no tienen ninguna ideología, ni matan porque sean cristianos o hinduistas o mahometanos. El hombre mata con cualquier excusa, con cualquier excusa, la que sea. Los hinduistas pueden matar a los mahometanos, los mahometanos pueden matar a los hinduistas, los cristianos pueden matar a los mahometanos y los budistas, etc. ¿Y por qué? Por doctrinas abstractas, por principios; y nadie está dispuesto a vivir por esas doctrinas, pero todo el mundo está dispuesto a matar a otros por esas mismas doctrinas. 

Si alguien ofende la Biblia, el cristiano está dispuesto a matarlo, y si le preguntas: “¿Vives según tu Biblia?”, te responderá: “Es muy difícil”. No le interesa vivirla, a nadie le interesa vivirla, pero si se trata de matar, entonces todo el mundo se muestra muy interesado. 

A lo largo de los siglos, en tres mil años, ha habido cinco mil guerras. No, ningún animal es tan innoble; los animales tienen una nobleza natural. El hombre es muy astuto. No obstante, alguien dijo: “… la humanidad es lo más noble, y tengo la suerte de ser humano. Ésta es mi primera alegría”. Esto no es alegría. Es el placer proveniente de sentirse egoísta, de “ser alguien”. Y recuerda: esto no te llevará a la verdadera felicidad, porque en el fondo hay comparación. Si te estás sintiendo superior, en algún momento te podrías sentir inferior. 

 Una vez escuché a un hombre religioso, a un santo, a un santo muy conocido en la India, dar esta enseñanza a sus discípulos: “busca siempre a las personas que no tengan tanto como tú, y te sentirás muy feliz. Si tienes casa busca siempre a personas que no tengan casa”. Naturalmente, te sentirás muy feliz. “Si tienes un sólo ojo, busca a las personas que están ciegas… te sentirás feliz”. Pero ¿qué clase de felicidad es esa? ¿Y qué clase de religiosidad es esa? Además, no puedes prescindir de la otra cara de la moneda. Tú tienes un ojo; cuando miras a una persona ciega, te sientes feliz. Pero si te encuentras con una persona que tiene dos ojos hermosos, entonces ¿qué harás? Te sentirás infeliz. En lo que llamas “felicidad”, la infelicidad está implícita. 

 No, a través de la comparación nadie llega a la alegría. La alegría es un estado no comparativo. No compares. 

Una vez me contaron la siguiente historia: El padre va con su vástago a ver un espectáculo que presenta a cincuenta de las más audaces artistas del desnudo que hay en el país. -¡Ay, Dios mío! ¡Ay, Dios mío! –exclama el padre durante la presentación. -Qué sucede, papá, ¿no te gusta el espectáculo? –pregunta el hijo. -Claro que sí –le responde-. Es que estaba pensando en tu madre. Si comparas, tu comparación va a crear problemas. 

Recuérdalo: la alegría no surge de la comparación; nunca. No obstante el hombre dice: “Tengo muchas alegrías. Entre las innumerables cosas que engendró el cielo, la humanidad es lo más noble, y tengo la suerte de ser humano. Ésta es mi primera alegría”. Como alegría no es mucho. No es más que un estímulo para el ego: te sientes bien, te sientes superior; pero una persona que necesita ser superior para sentirse bien, es una persona que lleva un volcán en su interior. 

Una persona que tiene que ser superior para sentirse feliz está sufriendo en el fondo de un complejo de inferioridad. Sólo una persona inferior piensa en términos de superioridad. Una persona real, una persona auténtica, no es superior ni inferior; simplemente es única; nadie es menos que ella y nadie es más que ella. Toda la existencia es igual. 

Los árboles y las rocas, los animales, los pájaros, los hombres, las mujeres y Dios; todos compartimos la totalidad de la existencia en igualdad de términos. Cuando ves esta tremenda igualdad, esta unicidad, te sientes alegre; y tu alegría no tiene motivo, es inmotivada. 

El Tao dice: si estás solo, absolutamente solo y tu felicidad se mantiene inalterable, entonces lo has conseguido; de otra manera no lo has conseguido. Una felicidad comparativa es una pseudofelicidad. “Yo tengo un automóvil grande, tú no. Me siento feliz porque tú no lo tienes. Esto es una tontería. ¿cómo puedo sentirme feliz porque no tienes un automóvil? “Yo tengo una casa muy grande y tú no la tienes, por tanto me siento feliz”. Esta felicidad parece más basada en hacer a los otros infelices que en hacer que uno sea feliz. “Tú no tienes un automóvil, tú no tienes una buena casa. Estoy feliz porque tú eres desgraciado”. Observa la lógica de ello; su matemática es simple: “Soy feliz cuando la gente es desgraciada, así que cuánto más gente desgraciada exista, más feliz seré. Si el mundo entero se vuelve un infierno, seré muy feliz”. Ésta es la lógica, y se lo que ha estado haciendo el hombre. Observa. Observa siempre. 

Estar feliz cuando alguien es desgraciado es una conducta violenta. Así es como las personas empiezan a coger el rumbo equivocado, volviéndose opresores, volviéndose explotadores, volviéndose peligrosos. Son una maldición para el mundo, siempre se rigen por la misma lógica.

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