sábado, 27 de agosto de 2022

LA MENTE Y EL SILENCIO


Mahavira estuvo en silencio durante doce años. No hablaba, no entraba en los pueblos, no veía a nadie. Y cuando empezó a hablar, alguien le preguntó: “Por qué no hablabas antes?”.

Él contestó: “Hablar solo es valioso cuando has alcanzado el silencio; de otra forma es fútil; y no solo fútil, además es peligroso, porque estás metiendo basura en la cabeza de los demás. Por eso, mi compromiso era que solo hablaría cuando la conversación interior se hubiera acabado por completo. Cuando la conversación interior hubiera desaparecido, y solo entonces, hablaría yo. Entonces, no es una enfermedad”.

Y ellos podían esperar, porque Oriente cree en la reencarnación. Podían esperar. Hay historias que cuentan que un discípulo se acercaba a un maestro y esperaba durante treinta años; no preguntaba nada, sino que esperaba a que el maestro le preguntara: “Para qué has venido?”. Treinta años es demasiado (una vida desperdiciada por completo), pero esperar durante treinta años, había hecho el trabajo.

Hay occidentales que se acercan a mi y me dicen: “Nos vamos esta misma tarde, así que danos alguna clave. Cómo podemos quedamos en silencio? Pero no tenemos tiempo para quedamos; nos tenemos que ir”. Están pensando en términos que les son familiares —café instantáneo—, así que creen que debe haber alguna meditación instantánea, una clave que yo les puedo pasar y se acabó. No, no hay ninguna clave. Se trata de un largo esfuerzo, de una profunda paciencia. Y cuanta más prisa tengas, más tiempo necesitarás. Así que recuerda esto: si no tienes prisa puede suceder en este mismo momento. Cuando no tienes prisa, aparece la cualidad correcta de la mente, aparece e1 silencio.

Te contaré una historia. Una vez ocurrió que dos monjes iban viajando. Cruzaron un rio en una barca, y el barquero les dijo: “a dónde van? Si van a la ciudad que hay más allá de este valle, vayan despacio”.

Pero el monje viejo dijo: “Si vamos despacio nunca llegaremos, porque hemos oído que las puertas de esa ciudad se cierran después de1 atardecer; solo tenemos una o dos horas como mucho, y hay una gran distancia. Si vamos despacio, nunca llegaremos y tendremos que esperar fuera de la ciudad. Además, el exterior de la ciudad es peligroso —hay animales salvajes por todas partes—, así que tendremos que damos prisa”.

El barquero les dijo: “Está bien, pero según mi experiencia, aquellos que van despacio, llegan”.

El otro monje escuchó eso. Era un hombre joven y pensó: “No conozco esta parte del país y puede que este barquero tenga razón, así que será mejor seguir su consejo”. Así que caminó lentamente, relajadamente, como si no fuera a ninguna parte, sin prisas, dando un paseo.

El viejo se apresuró; empezó a correr. Llevaba muchas escrituras a sus espaldas. Así que se cayó: iba tan cansado, cargando peso, viejo, con tal prisa, tan tenso, que se cayó. El hombre que no tenía prisa simplemente caminó y llegó.

El barquero los estaba siguiendo y se acercó al viejo. Estaba tumbado a un lado del camino; su pierna estaba rota y sangraba. El barquero le dijo: “Ya te había dicho que siempre ha sido así: aquellos que caminan despacho, llegan; aquellos que tienen prisa, siempre se las arreglan para tropezar en un lugar u otro. Estos lugares son peligrosos. El camino es difícil y tú eres un hombre viejo. Te lo había avisado, pero tú no me hiciste caso”.

Esta es una de las victorias del zen coreano, y eso es lo que pasa en la vida. Ve despacio, con paciencia, sin prisas, porque la meta no está en ningún otro lugar, está dentro de ti. Cuando no tengas prisa, la sentirás; cuando tienes prisa, no puedes sentirla, porque estás demasiado tenso. Si no vas a ninguna parte, puedes sentirla inmediatamente.

En Japón, a la meditación la llaman zazen. Zazen significa simplemente sentarse sin hacer nada. Así que los sacerdotes zen, los monjes, tienen que sentarse durante seis horas diarias e incluso más; el maestro nunca les da nada que hacer, simplemente tienen que sentarse. Se han entrenado para sentarse solamente, sin pedir ni hacer nada, ni siquiera un mantra, solamente sentarse.

Es muy duro. Parece fácil, pero es muy duro, porque la mente pide algún trabajo, algo que hacer.

La mente continúa diciendo: “Por qué? Por qué malgastar el tiempo? Por qué seguir solamente sentado? Qué va a ocurrir estando simplemente sentado?”. Pero durante tres años, o incluso más, el buscador se sienta. Luego, poco a poco, la mente deja de preguntar. Ahora es inútil, tú no la escuchas. Se ha enfadado contigo, así que la mente deja de preguntar. Poco a poco, cuando la mente no está preguntando, empiezas a ser consciente de una nueva fuerza de la vida dentro de ti que siempre había estado ahí, pero como tú estabas tan ocupado, no podías oír, no podías sentir. Al estar desocupado, empiezas a sentirla.

La mente siempre ha estado creando problemas y soledad. Entra en la soledad por lo menos durante tres meses, y decide de antemano que, ocurra lo que ocurra, no escucharás a la mente. Decide de antemano que estás dispuesto a desperdiciar tres meses, así que no hay necesidad de pensar una y otra vez que estás perdiendo el tiempo. Has decidido que vas a desperdiciar tres meses, y que no vas a hacer nada; simplemente, te sentarás y esperarás. Es posible que ocurra un milagro. Solo en tres meses, un día de repente, te volverás consciente de tu ser.

Cuando no hay acción, te haces consciente del ser. Cuando hay demasiada acción, olvidas el ser que está oculto detrás.

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