sábado, 26 de septiembre de 2009

LA IMPORTANCIA DEL DESAPEGO

El comienzo y el final no son dos cosas. El principio es el final, de modo que no las dividas y pienses en términos de dualidad. Si quieres estar en silencio al final, tendrás que estar en silencio desde el principio. Al principio, el silencio será como una semilla, al final, será como un árbol. Pero el árbol está escondido en la semilla, así que el principio es el final.

Sea cual sea la meta suprema, debe estar escondida aquí y ahora, en ti, desde el principio mismo. Si no estuviera al principio, no podría llegar a él al final. Desde luego habrá una diferencia, al principio solamente podrá estar como semilla, al final será el florecimiento total. Puede que no seas capas de reconocerlo cuando sea tan solo una semilla, pero está ahí, tanto si lo reconoces, como si no.

El desapego de las cosas es necesario al comienzo del viaje y es necesario al final. Al comienzo el desapego será con esfuerzo, al final el desapego será espontáneo. Al comienzo tendrás que mantenerte consiente de él, al final será tu forma natural.

Al principio será un constante estado de alerta, habrá una lucha con tu pasado, con tus pautas de apego, la lucha estará ahí. Al final no habrá lucha ni alternativa, ni elección, simplemente fluirás en la dirección de la ausencia de deseos. Se habrá convertido en tu naturaleza. Pero recuerda que, cualquiera que sea la meta, ha de ser practicada desde el comienzo mismo, el primer paso también es el último. De modo que uno ha de ser muy cuidadoso con el primer paso, si este es dado en la dirección correcta, se alcanzará el último. Si yerras el primer paso, habrás errado en todo.

Caerás muchas veces, una y otra vez te apegarás. Y tu mente es tal, que incluso puedes apegarte al desapego. Tu pauta es muy inconsciente, pero el esforzarte, el esfuerzo consciente, poco a poco te hará estar alerta y consciente. Y una vez que empieces a percibir la desgracia de estar apegado, entonces habrá menos necesidad de esfuerzo, porque nadie quiere sufrir, nadie quiere ser infeliz.

Somos infelices porque no sabemos lo que estamos haciendo, pero en todo ser humano existe la aspiración de ser feliz. Nadie suspira por sufrir, todos creamos el sufrimiento porque no sabemos lo que estamos haciendo.

Desde el instante mismo en que un niño nace, se le introduce en su mente mecanismos equivocados y actitudes erróneas. Nadie trata de equivocarle, pero a su alrededor solamente hay gente equivocada.

Un niño anhela la felicidad, pero nosotros no sabemos cómo enseñarle a se feliz.. por ejemplo, un niño se enfada y nosotros le decimos “Enfadarse es malo. No te enfades”. Pero enfadarse es natural y con solo decir “No te enfades” no estamos destruyendo la ira, solamente estamos enseñando al niño a reprimirla. La represión se convertirá en sufrimiento, porque cualquier cosa que es reprimida se convertirá en veneno.

Hay una cosa que no le estamos enseñando: cómo no enfadarse. Le enseñamos simplemente cómo reprimir la ira. Y podemos obligarle, porque depende de nosotros. Está indefenso, ha de obedecernos, le estamos haciendo un hipócrita, falso y dividido. El apego es sufrimiento, pero desde el comienzo mismo, un niño es educado hacia el sufrimiento. La madre y el padre dicen al niño: “Has de quererme por que soy tu madre, o soy tu padre”, como si el ser padre o madre te hicieran automáticamente digno de ser amado.

El apego obligan a las personas que se relacionan a convertirse en objetos y el amor ayuda a las personas a ser más libres, más independientes, más sinceros. Pero la verdad solo puede existir en un flujo constante, nunca puede estar congelada.

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