“El que gobierna hombres vive en la confusión;
el que es regido por hombres vive apesadumbrado”
¿Por qué? El deseo de gobernar proviene del ego; el deseo de poseer, de ser poderoso, el deseo de dominar, proviene del ego. Cuanto mayor es el reino que puedes controlar, mayor es el ego que alcanzas. Con tus posesiones tu alguien interior se vuelve más y más grande.
Esto es lo que les sucede a los políticos, a la gente obsesionada con la riqueza, el prestigio, el poder. Sus egos alcanzan tal tamaño que a cada momento están a punto de ahogarse, en el límite, asustados, muertos de miedo. Y cuanto más asustado esté uno más posesivo se vuelve, porque cree que a través de los bienes se alcanza algún tipo de seguridad. Cuanto más asustado estés, más creerás que si tu imperio fuese un poco mayor estarás más seguro.
Realmente, el deseo de gobernar nace de tu confusión, el deseo de ser líder de hombres proviene de tu desorden. Cuando empiezas a dirigir a otros te olvidas de tu propio caos; es una clase de escape, de truco. Estás enfermo, pero si alguien está también enfermo y te interesas en curarlo, te olvidas de tu propia enfermedad.
Oí una vez que G.B. Shaw telefoneó a su médico y le dijo: "Me encuentro muy mal y creo que voy a tener un ataque de corazón. Venga inmediatamente".
El doctor acudió a toda prisa. Tuvo que subir corriendo las escaleras y sudaba copiosamente. Entró sin decir nada, se desplomó en una silla y cerró sus ojos. Bernard Shaw saltó de su cama y le preguntó: "¿Qué ocurre?".
El médico le contestó: "No diga nada. Creo que me voy a morir. Es un infarto”.
Bernard Shaw empezó a ayudarle; le trajo una taza de té, una aspirina e hizo lo que pudo. A la media hora el doctor se había recuperado. Entonces le dijo: "Debo de irme. Págueme mis honorarios".
George Bernard Shaw le dijo, "¡Es realmente increíble¡ ¡Es usted quién debería de pagarme! He estado cuidando de usted por más de media hora y ni me ha preguntado que cómo estoy yo".
Pero el galeno le dijo, "Yo le he curado. Este ha sido el tratamiento y usted tiene que abonarme mis honorarios".
Cuando uno se interesa en la enfermedad de alguien, olvida la suya propia, de aquí que haya tantos gurús, tantos líderes, tantos maestros. Esto te proporciona una ocupación. Si estás pendiente de los demás, si eres un servidor de los demás, un trabajador social, ayudando al prójimo, te olvidarás de tu propia confusión, tu propio torbellino interior, y todo porque estás tan atareado.
Los psiquiatras nunca enloquecen, no porque sean inmunes a ello, sino porque están tan pendientes de la locura del otro, curándolo, ayudando, que olvidan totalmente que ellos están también idos.
He conocido a muchos trabajadores sociales, líderes, políticos, gurús, que se mantienen cuerdos únicamente porque están preocupados por los demás.
Pero si diriges a los demás, los dominas, debido a tu propia confusión crearás el caos en sus vidas. Puede que sea un buen tratamiento para ti mismo, puede que te sirva de escape, pero es esparcir la enfermedad.
Y no sólo es que viva en la confusión, sino que también la contagia a los demás. De la confusión nace únicamente la confusión.
Por esto, si te hallas confuso, por favor recuerda, no ayudes a nadie, porque tu ayuda será venenosa. Si estás desorientado no te preocupes por los demás, pues solamente crearás problemas, tu enfermedad se hará contagiosa. No aconsejes a nadie, y si tienes algo de claridad mental, no recibas consejo de alguien que está desorientado, permanece alerta, porque aquel que está confuso siempre imparte consejos. Y te lo dará sin que pagues a cambio, te lo dará generosamente. Permanece alerta. De la confusión solo nace la confusión...
Si dominas a los hombres, vives en la confusión; si permites que el prójimo te dirija, vives afligido, porque un esclavo no puede ser dichoso.
Deberías intentar no influenciar a nadie, y deberías estar alerta para no ser influido por otros. El ego puede hacer ambos pero no puede mantenerse en el medio. El ego puede intentar influenciar y entonces se siente bien, superior, dominando, pero recuerda que el ego también se siente bien siendo dominado. Los jefes se sienten bien porque hay tantos esclavos dominados, y los esclavos se sienten bien siendo dominados.
Hay dos tipos de mente en el mundo: la mente de los dominadores, la mente masculina, y la mente de aquellos que gustan de ser dominados, la mente femenina. Y por femenina no quiero significar mujeres, ni por masculina hombres. Hay mujeres que tienen mentes masculinas y hay hombres que son de mente femenina. No siempre coinciden.
Esos son los dos tipos de mente: una a la que le gusta dominar y otra a la que le gusta ser dominada. En ambos casos el ego se siente satisfecho porque tanto si eres dominador como dominado eres importante. Si alguien te domina, también entonces tú eres importante porque su dominio depende de ti. Sin ti, ¿qué sería de él? Sin ti, sobre ¿qué tendrá su dominio, su reino, su pertenencia? Sin ti él no sería nadie.
El ego se siente satisfecho en ambos extremos, solamente en el medio el ego muere. No seas dominado ni intentes dominar.
Piensa tan sólo en lo que te sucedería. No eres importante en modo alguno, no eres importante de ninguna forma ni como amo ni como esclavo. Los amos no pueden vivir sin esclavos y los esclavos no pueden vivir sin amos; se necesitan los unos a los otros, son complementarios. Tal y como los hombres y las mujeres, son complementarios. El otro es necesario para su plenitud.
No seas ni uno ni otro. Y pues ¿quién eres tú? Repentinamente desapareces porque no eres importante en modo alguno, nadie depende de ti, no eres necesario.
Hay una gran necesidad de ser necesitado. Recuerda, te sientes bien cuando eres solicitado. A veces, incluso si te crea infelicidad, incluso entonces amas el ser necesario.
Si no hay nadie que te necesite, quien eres tú. Tú creas la necesidad de ser necesitado. Así, incluso los esclavos son necesarios.
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