La mente religiosa es básicamente no ambiciosa. Si hay algún tipo de ambición, el ser religioso es imposible, porque sólo un hombre superior puede llegar a ser verdadero religioso. Ambición implica inferioridad. Trata de comprender esto porque es una de las leyes básicas. Sin entenderlo puedes acudir a los templos, puedes irte a los Himalayas, puedes orar y puedes meditar, pero todo será en vano. Estarás simplemente desperdiciando tu vida si no has comprendido cual es la naturaleza de tu mente: ambiciosa o no ambiciosa. Tu búsqueda será inútil, porque la ambición nunca puede llevar a lo divino. Sólo la no ambición puede convertirse en la puerta.
La psicología moderna concuerda con Chuang Tse, con Lao Tse, con Buda, con todos los que han conocido, que la inferioridad crea ambición. De aquí que los políticos se hayan convertido en la peor calaña de la humanidad. Todos los políticos son intocables. No puede ser de otra forma, porque en cuanto la mente experimenta un complejo de inferioridad trata de convertirse en superior. Lo opuesto nace. Cuando te ves feo, intentas volverte hermoso. Si ya eres hermoso, entonces no hay intento.
La fealdad debe ser superada sea como sea y tienes que crear el opuesto para tratar de esconderla, para escapar de ella. Una mujer realmente hermosa no se preocupa de ello, no es incluso consciente de su belleza. Y sólo la belleza inconsciente es hermosa. Cuando te vuelves consciente, la fealdad ha entrado.
Cuando sientes que eres inferior, cuando te comparas con otros y ves que son superiores a ti, ¿qué puedes hacer? El ego se siente herido: tú eres inferior. No puedes aceptarlo, por esto debes engañarte a ti y a los demás.
¿Cómo lo consigues? Hay dos formas. Una es volverse loco. Puedes declarar que eres Alejandro, Hitler, Nixon. Así lo consigues fácilmente porque no te preocupas de lo que digan los demás. ¡Ve a los manicomios de todo el mundo y encontrarás a los grandes personajes de la historia, todavía vivos!
Mientras el Jawaharlal Nehru vivía, al menos una docena de personas en la India creían ser el Jawaharlal Nehru. Una vez, él acudió a un manicomio a inaugurar unas nuevas dependencias. Las autoridades del manicomio lo arreglaron para que algunos internos fueran liberados por él, puesto que se habían vuelto sanos y cuerdos. Le fue traído el primero y Nehru se presentó al loco que se había vuelto cuerdo y le dijo, "Soy el Pandit Jawaharlal Nehru, Primer Ministro de la India".
El loco rió y dijo, "No se preocupe. Quédese aquí durante tres años y se volverá cuerdo como a mí me ha ocurrido. Tres años hace que llegué a esta casa y eso era lo que creía que yo era: el Pandit Jawaharlal Nehru, Primer Ministro de la India. Pero ellos me han curado completamente, por tanto, no se preocupe".
Esto mismo ha ocurrido en diferentes ocasiones. Lloyd George era Primer Ministro de Inglaterra. En los días de la guerra, a las seis en punto de la tarde solía haber toque de queda y nadie podía salir de su casa. Todo el tráfico se detenía, no se permitían luces encendidas, y todos debían estar en un refugio. Lloyd George estaba dando su habitual paseo y se despistó.
De repente la sirena sonó. Eran las seis en punto y se encontraba a varias millas de su casa. Llamó a la puerta más cercana y dijo al hombre que le abrió, "Déjeme descansar aquí por esta noche; si no la policía me detendrá. Soy Lloyd George, el Primer Ministro".
El hombre le agarró de improviso y le dijo, "Entre. Este es el sitio adecuado para usted. Tenemos ya tres Lloyd George aquí. Era un manicomio.
Lloyd George intentó convencer al hombre de que en verdad él era el verdadero, pero él otro le contestó, "Todos se resisten, no importa que lo intente; entre ya o tendré que emplear la fuerza".
Así que Lloyd George tuvo que permanecer quieto durante toda la noche; de otra forma hubiera sido maltratado. ¿Cómo hubiera podido convencerlos? Había ya tres Lloyd George y todos se empeñaban en ser los auténticos.
Una manera es enloquecer. De repente declaras que eres superior, el más grande. Otra forma es volverte un político.
O bien enloquecer o volverte un político. Siendo político no puedes declarar algo abruptamente, tienes que probar que eres el primer ministro o el presidente. Así que éste es el camino largo. La locura es el atajo hacia el sentirse importante; la política es el camino con rodeos. Pero ambos alcanzan la misma meta.
Y si el mundo quiere alcanzar la cordura, quiere volverse un mundo normal, dos tipos de personas deben ser curadas: los locos y los políticos. Ambos están enfermos. Uno ha tomado el camino largo, el otro el atajo. Y recuerda que el loco es menos dañino que el político, porque simplemente declara su superioridad, no se preocupa de demostrarlo; el político se empeña en probarlo, y la comprobación exige un alto precio.
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