sábado, 14 de marzo de 2015

EL ASCETISMO

Es un camino al manicomio. Es patológico. Es la expresión de una mente enferma, violenta. Normalmente, la violencia se dirige hacia los demás, pero también puede ser dirigida hacia uno mismo. Y cuando esto ocurre es más peligrosa, porque no hay nadie para defenderte.

Cuando eres violento con otra persona, el otro está ahí para defenderse, para protegerse, para luchar contra ti. Cuando la violencia se vuelve hacia ti mismo, es absoluta; no queda nadie para defenderte.

Si sigues pensando que la persona que se autotortura es una persona espiritual, también tú estás alimentando su masoquismo. Él simplemente está disfrutando torturándose. Existe una alegría que surge de autotorturarse: consiste en sentir el poder. Cuando torturas a otro, también entonces tienes una sensación de poder. Por eso existe la violencia. La gente sigue ejerciendo la violencia entre ellos; esa es su única manera de sentirse poderosos. Pueden destruir al otro; Ese es su poder.

Pero existe una variedad de violencia en la que puedes empezar a destruirte a ti mismo, y te hará sentir poderoso.

Por ejemplo, se cuenta la historia de un santo hindú -no creo que sea cierta, pero podría serlo-, Surdas, que iba caminando por una calle cuando vio a una mujer hermosa, y por un momento olvidó que había renunciado al mundo. Se olvidó que era un santo, olvidó todo acerca de la religión, la disciplina, el yoga.

En ese momento su corazón saltó movido por una gran pasión y amor hacia esa mujer. Un momento después se sorprendió a sí mismo en falta. Regresó a su choza y se destrozó los ojos, se quedó ciego, porque las escrituras dicen que si tus ojos te llevan por mal camino, destrúyelos. Se debió de sentir inmensamente poderoso al destruir sus ojos: «¡Soy capaz de hacer hasta esto!». Su ego debió de sentirse sutilmente alimentado y más fuerte que nunca. Y no fueron los ojos, sino su capacidad de volverse inconsciente; los ojos no le habían llevado por mal camino. ¿Cómo pueden llevarte los ojos por mal camino? Los ojos son solamente ventanas al mundo. De pie en tu habitación mirando por la ventana, ves a una mujer hermosa; tú no rompes la ventana. Y rompiendo la ventana no conseguirás nada: no te volverás más espiritual, no te volve¬rás menos sexual, tu pasión no desaparecerá. Solamente te quedarás encerrado en tu casa y tu pasión seguirá bullendo en tu interior. Los ojos son ventanas.

Hace sólo unos días, creo que siete, en América una mujer se cortó una mano porque la Biblia dice: «Si tu mano te ofende, es mejor cortarla y arrojada lejos que ir al infierno y sufrir toda la eternidad».

¿A esa gente -Surdas o esa mujer, hay millones de este tipo- puedes llamarles religiosos? ¿Puedes llamarles espirituales? Son patológicos.

Una persona religiosa está sana, es una persona total. Acepta la vida como es, y acepta las alegrías que trae la vida. Baila con el baile, canta mil y una canciones. Su perspectiva no es antagonista, no está en contra de la vida.

La perspectiva ascética va en contra de la vida. Es suicida. Quizás estés cometiendo un suicidio muy lento y parcial; eso no cambia las cosas. Alguien salta de un acantilado y se destruye; otra persona se va destruyendo poco a poco a plazos, le lleva años destruirse: eso es envenenamiento lento, pero no hay diferencia. De hecho el hombre que salta del acantilado es más valiente que el que se va suicidando lentamente.

Pero a través de los siglos hemos estado alabando a esta gente insana, les hemos adorado. La humanidad, por culpa de esta reverencia, ha permanecido inmadura y anormal. La gente normal no es normal, sólo se le llama normal. Son muchos pero no son la norma, y además tampoco están sanos. Consiguen vivir sus vidas como pueden. El hombre que es destructivo con su ser está enfermo, y la gente que le adora como a un santo también está enferma.

Estoy absolutamente en contra de las prácticas ascéticas porque esas prácticas van contra la vida. Estoy por completo a favor de la vida, a favor de Dios. Dios es una celebración. Mira a tu alrededor..., la existencia entera está continuamente celebrando, en una especie de "aleluya". No deja de cantar y bailar, de amar y disfrutar. Si observas la existencia comprenderás qué significa ser religioso: ser religioso es ser parte de esta celebración.

El último Aga Khan III, el líder de la secta musulmana ismaelita, era aficionado a los placeres de la buena mesa. Cuando un visitante le preguntó cómo conciliaba esa predilección hacia los placeres mundanos y su estatus como líder religioso, el Aga replicó: «No creo que el Señor quisiera decir que las cosas buenas de este mundo tienen que ser disfrutadas sólo por los pecadores».

Estoy totalmente de acuerdo con el Aga. ¡Es estúpido que sólo los pecadores puedan disfrutar, y que los santos tengan que vivir en unas prisiones llamadas monasterios! No pueden comer, y si comen no se les permite saborear. No pueden escuchar música hermosa porque es muy sensual.

La persona llamada espiritual comienza a eliminar su vida. Una por una, van desapareciendo todas las cosas. Se queda medio muerto. Simplemente vegeta. No estoy a favor de ese tipo de existencia.

Las prácticas ascéticas te dan un tipo de alegría enferma, mórbida. Cuanto más te aficionas a ellas, más sientes que te estás convirtiendo en un conquistador, que estás conquistando algo. Cuanto más te dice el cuerpo: «No me destruyas», más arrogante te vuelves. Creas una escisión en tu interior, entre tú y tu cuerpo, y comienza una gran batalla.

El mismo Dios está enraizado en el mundo. Arranca un árbol de la tierra y morirá. La vida del árbol está entrelazada con la vida de la tierra: necesita agua, necesita abono, necesita alimento, necesita sol, aire, viento. Esas son las necesidades naturales, el árbol vive a través de ellas.

Saca el árbol de la tierra, durante unos días tal vez no te des cuenta de que está muriendo, el agua que contenía quizás lo mantenga verde un poco más, puede que incluso se abra alguno de sus capullos, o algunas de sus flores, pero no por mucho tiempo; más pronto o más tarde se acabarán las reservas del árbol y morirá.

Sal de tu cuerpo y morirás. Tu cuerpo es tu tierra. Tu cuerpo pertenece a la tierra, procede de ella, es una pequeña tierra a tu alrededor. Te alimenta, no es tu enemigo. No está en las manos del diablo. No hay un diablo: este es la creación de una mente patológica, de una mente paranoica. Ha hecho su aparición en el mundo a causa del miedo. Pero tu llamado Dios también aparece a causa del miedo. Tú no has conocido al Dios real. El Dios real no es fruto del miedo; surge del amor, de la alegría, y sólo puede ser experimentado volviéndote cada vez más sensitivo, abriéndote cada vez más.

Permanece en tu cuerpo. Sal de tu mente y penetra en tus sentidos: esa es la única manera de ser religioso.

Parecerá paradójico, pero déjame que te diga: la única manera de ser religioso es estar en el mundo, profundamente en el mundo, porque Dios se esconde en el mundo. No existe "otro mundo". El otro mundo está en el centro más profundo de este mundo, no está separado de él.

Si abandonas toda clase de creencias y empiezas a mirar con claridad, te sorprenderás: el hombre no ha sufrido en las manos de la gente no religiosa, el hombre ha sufrido en las manos de los llamados religiosos.

Las desgracias más grandes del hombre han surgido a causa de la división entre el cuerpo y el espíritu. El hombre se ha vuelto esquizofrénico por culpa de vuestros santos, de vuestras iglesias, de vuestras escrituras. Y no te estoy diciendo que no haya habido nunca santos auténticos. Los ha habido: Jesús o Diógenes, el Buda y Krishna, Zaratustra y Lao Tzu; esas personas amaban la vida. Y la tradición que dice otra cosa, está creada por los patológicos.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Si que es Verdad!!!!!!

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