sábado, 31 de octubre de 2015

INVESTIGAR LA PROPIA MUERTE

Sócrates se estaba muriendo. Sus discípulos comenzaron a llorar y a gemir; es natural, pero él les dijo: “¡Parad! No me molestéis, dejadme investigar. ¡No me distraigáis! Podéis llorar luego, pronto me habré ido. Ahora mismo, dejadme investigar qué es la muerte. Toda mi vida he estado esperando este momento para entrar en la realidad de la muerte”.

Él fue envenenado. Estaba tumbado en su cama observando qué es la muerte. Investigando qué es la muerte. Y entonces dijo a sus discípulos. “Mis pies se están entumeciendo, pero sigo siendo tanto como era antes. No se me ha quitado nada. La sensación de mi ser es total como antes. Mis pies se han ido”. Luego dijo: “Mis piernas se han ido, pero aún soy el mismo. No puedo verme reducido a algo menos. Permanezco total”. Luego continuó: “Mi estómago se está entumeciendo, mis manos se están entumeciendo”. Pero él estaba muy animado, extático. Y siguió: “Pero aún os digo: soy el mismo, no se me ha quitado nada”. Y entonces comenzó a sonreír y dijo: “Esto muestra que tarde o temprano la muerte tomará también mi corazón, pero no puede tomarme a mí”. Luego continuó: “Mis manos se han ido, ahora incluso mi corazón está apagándose, y estas serán mis últimas palabras porque mi lengua se está entumeciendo. Pero os digo, recordad, estas son mis últimas palabras; aún soy el mismo, total”.

Esto es investigar la muerte. Desde la concepción misma hasta la misma muerte, el hombre es una investigación en búsqueda de la verdad. Y si no estás buscando la verdad, no eres un hombre. Entonces has perdido la oportunidad. Entonces, como mucho, pareces un hombre, pero no lo eres. Tu humanidad es sólo una apariencia, pero no está en tu corazón. Y no te dejes engañar por las apariencias: cuando te miras en el espejo puedes ver que eres un hombre, pero eso no prueba nada. A no ser que tu investigación crezca hasta alturas tales que toda tu energía se transforme en pregunta y te vuelvas una búsqueda, no eres un hombre.

Esa es la diferencia entre los demás animales y el hombre. Ellos viven, no preguntan. Simplemente viven, no preguntan. Ningún animal ha preguntada nunca: ¿qué es la verdad? ¿Qué es la vida? ¿Cuál es el sentido de la vida? ¿Por qué estamos aquí? ¿De dónde venimos? ¿A qué meta estamos destinados? Ningún árbol, ningún pájaro, ningún animal o esta gran Tierra ha preguntado esto. Este cielo tan tremendamente grande nunca ha hecho preguntas sobre ello.

Esta es la gloria del hombre. Es muy pequeño, pero más grande que el cielo, porque hay algo único en él, la pregunta. Incluso el cielo inmenso no es tan grande como el hombre, porque puede que el cielo tenga un final, pero la pregunta del hombre no tiene final. Es un peregrinaje eterno, sin principio, sin fin.

El blanco y negro es el lenguaje de la civilización. El arco iris es el lenguaje de lo primitivo. El blanco y negro no es un lenguaje verdadero, pero tendemos... todas las personas que se han adiestrado en la lógica aristotélica tienden a pensar en blanco y negro, bueno y malo, noche y día, verano e invierno, bien y mal, ¡blanco y negro! Y no hay otras frases intermedias. ¿Quién está entre Dios y el diablo?, nadie. Esto no es posible. Observa un arco iris: siete colores. Negro a un lado, blanco al otro lado, y entre estos dos una gran gama de colores, uno detrás del otro.

La totalidad de la vida está llena de color. Piensa en colores, no pienses en blanco y negro. Esa es una de las mayores enfermedades que ha afrontado la humanidad. La enfermedad se llama “Aristotelitis”, proviene de Aristóteles. Dices: Ese hombre es bueno, ¿Qué quieres decir? Y luego dices: Ese hombre es malo. ¿Qué quieres decir? Dices: este hombre es un santo, y ese es un pecador. ¿Qué quieres decir? ¿Has visto alguna vez un pecador en el que el santo haya desaparecido completamente? ¿Has visto alguna vez un santo en el que el pecador haya desaparecido completamente? La diferencia puede ser de grado; no es la del blanco al negro.

El pensamiento en blanco y negro vuelve esquizofrénica a la humanidad. Dices: Éste es mi amigo y aquél es mi enemigo. Pero el enemigo puede volverse un amigo mañana, y el amigo puede volverse un enemigo mañana. De forma que la diferencia puede ser, como mucho, relativa; no puede ser absoluta.

Piensa en colores, no pienses en blanco y negro.

La visualización es el lenguaje de los niños, de todos los pueblos primitivos, y del inconsciente. Tu inconsciente también piensa en imágenes.

Kakuan –el monje pintor Zen- intentó primero el lenguaje inconsciente porque es el más profundo: pintó los diez toros. Pero se sintió insatisfecho. Entonces escribió diez poemas como suplemento, como apéndice. La poesía es el camino intermedio entre el inconsciente y el consciente : un puente, un terreno brumoso en el que las cosas no están absolutamente en la oscuridad y no están absolutamente a la luz, están por el medio. Por eso, donde falla la prosa la poesía puede indicar. La prosa es demasiado superficial; la poesía es más profunda. La poesía es más indirecta pero más significativa, más rica.

Pero Kakuan aún se sintió insatisfecho, por lo que escribió comentarios en prosa.

Primero escribió el lenguaje del inconsciente, el lenguaje de los pintores, los escultores, los soñadores; luego escribió el lenguaje de los poetas, el puente entre el inconsciente y el consciente, el de todo el arte. Y entonces escribió el lenguaje de la lógica, la razón, Aristóteles, el consciente. Por eso digo que semejante experimento es único; nadie más ha hecho esto. Buda habló en prosa. Mira cantó en poesía. Pintores y escultores desconocidos han hecho muchas cosas. Pero una sola persona no ha hecho las tres cosas juntas.

Kakuan es excepcional, y debe de haber sido un gran maestro. Su pintura es magnífica, su poesía es magnífica, su prosa es magnífica. Raramente sucede que un hombre tenga un talento tan extraordinario en todas las direcciones, todas las dimensiones de la consciencia.

Continuaremos con los poemas de Kakuan…

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