sábado, 20 de agosto de 2016

LAS DIMENSIONES DE LA CONSCIENCIA

La consciencia tiene dos dimensiones: una es la del tener y la otra es la del ser. Y solamente hay dos categorías de seres humanos: la del que se esfuerza al máximo por obtener más y más y la de aquél que ha comprendido la futilidad de eso y que ha encauzado su vida en otra dirección, en la dirección del ser. Esa gente está tratando de saber quiénes son.

En el mundo del tener solamente crees que tienes algo, pero realmente no posees nada. Viniste con las manos vacías y te irás con las manos vacías. Todo lo que suceda en medio es como un sueño. Aparenta ser verdad, mientras dura parece ser verdad, pero una vez se ha ido comprendes que no había nada que realmente estuviera sucediendo. La realidad ha permanecido sin ser afectada por tus sueños. El mundo del poseer no es nada más que un mundo de sueños.

La persona religiosa es aquella que se ha dado cuenta de la futilidad de todo. No puedes poseer nada más que a ti mismo. Y todo lo que tienes, excepto tú mismo, no es más que un engaño. Es una ilusión. Y, de hecho, aquello que posees te posee a ti más que tú a eso. El que posee se convierte fatalmente en lo poseído. Crees que posees muchas cosas: riquezas, poder, dinero, pero en lo más profundo tú estás poseído por esas mismas cosas, estás encapsulado, encadenado, encerrado por esas mismas cosas.

Observa a los ricos. No poseen riquezas; son tan pobres como cualquier otro hombre, son tan míseros como cualquier mendigo. En realidad, aquello que poseen, los posee a ellos. Están agobiados con ello.

Por eso lo primero que has de entender son estas dos puertas: el tener y el ser. Si aún estás perdido en el sueño del poseer, todavía estás en el mundo. Puede que estés en una cueva de los Himalayas. Eso no importa. El mundo sigue allí porque el mundo existe en el deseo mismo de poseer. Y nadie nunca ha poseído nada.

Solamente se puede poseer una cosa y esa cosa ya la tienes contigo. Es tu propio ser, tu propia consciencia. Pero para alcanzar ese «ser», uno ha de trabajar duro. No puedes alcanzarlo fácilmente. Primero has de separarte del mundo del tener. Eso se asemejará al morir porque con eso es con lo que te has identificado. Tú eres tu coche, tú eres tu casa, tú eres tu cuenta bancaria. Y cuando empiezas a despertar de este sueño empiezas a, sentirte como si desaparecieras porque todas tus viejas, identidades empiezan a desaparecer. Una identidad desaparece, una parte de ti desaparece: Solamente deja tras de sí el vacío. Cuando todas tus identidades desaparezcan y simplemente quedes tú, habrá tan sólo puro espacio, tan puro como la vida, tan puro como la muerte. No quedará nada más. Ese es tu ser. Solamente se puede poseer ese ser porque de hecho ya está ahí. Solamente puedes poseer aquello que ya tienes, no puedes poseer nada más. Todo deseo es un desear lo inútil. Solamente conduce a la frustración.

Por lo general, hasta cuando la gente se vuelve religiosa, siguen pensando en términos de tener, de poseer el cielo o de alcanzar los placeres del cielo, pero siguen pensando todavía en función del poseer. Su cielo no es nada más que el deseo proyectado de poseerlo todo. Todo lo que se ha perdido estando aquí desearían poseerlo en el más allá. Pero es el mismo deseo.

La persona auténticamente religiosa es aquella que se vuelve consciente de la futilidad del desear, de la imposibilidad de obtener nada, aquí en este mundo o después en el otro mundo. Solamente te puedes tener a ti mismo. Solamente puedes ser el amo de tu propio ser. Si no estás intentando serlo... Es duro, no hay atajos, las drogas no te servirán de nada. Eso es muy fácil, es muy astuto. Es un engaño químico.

Deseas introducirte en el mundo de tu màs recóndito ser sin ningún esfuerzo. Es algo deshonesto. Sin ganártelo deseas poseerlo.

Cuando Mahavira lo posee es porque se ha esforzado duramente por ello; cuando un Baal-Shem lo posee es porque ha trabajado arduamente por ello, ha sacrificado todo su ser por eso. Todo su ser se ha convertido en pura oración, en devoción, en un sacrificio a lo Divino. El no está ahí; simplemente se ha ofrecido totalmente. Entonces él lo posee. O un Kabir, o un Zarathustra... todos han recorrido el duro camino. El camino empinado es el único camino; no hay atajos.

Pero el hombre siempre ha tratado de inventarse atajos de múltiples maneras. El viaje con las drogas es la última invención de la astuta mente humana. Con sólo ingerir una pastilla o inyectarte cierto compuesto químico en el cuerpo crees que te puedes convertir en un Buda, crees que puedes alcanzar el dominio total de tu ser. Simplemente te convertirás en un es¬clavo de la química, no en un amo de tu ser. Surgirá un ansia por tomar más y más y más, una y otra vez. Necesitarás de mayores y mayores dosis. Rápidamente te convertirás en un náufrago, rápidamente te volverás tierra baldía y te abandonará todo lo bello, todo lo verdadero y todo lo que es divino. Pero el señuelo está ahí. La mente humana cree que puede descubrir atajos.

Puede que recuerdes lo que ocurre en determinados sueños. En los sueños, si vas en tren, puedes saltarte muchas estaciones. Estás en Londres y de repente te encuentras en Tokio. Te saltas todo el trayecto. El inconsciente continuamente anhela atajos. En los sueños, vale, pero en la vida real no es posible, no puedes saltarte las paradas y no puedes saltarte ninguna estación en el camino. Por muy rápido que vayas no puedes saltarte nada. Más lenta o más rápidamente, no importa. Has de recorrer todo el trayecto y has de hacerlo por el camino más difícil.

El ácido y las drogas siempre han deslumbrado al hombre. Es algo tan viejo como el hombre mismo. En los Vedas empleaban soma. En la India han seguido empleando drogas durante siglos, charas y ganja y opio. Lo han probado todo. Ahora esta locura existe por todo el mundo. Ahora la gente trata de encontrar un atajo, un método fácil y sencillo que puedas manejar, que te puedas tragar. El samadhi no puede ser ingerido y Dios no es un fenómeno químico. Te lo has de ganar; solamente entonces puedes tenerlo.

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