sábado, 13 de agosto de 2016

VIVIR EN FORMA NATURAL

Un chiquillo estaba jugando junto a su padre que estaba sentado en el jardín. El pequeño estaba tratando de levantar una gran piedra. Era demasiado grande y no podía con ella. Lo intentó en vano. Se puso a sudar:

El padre le dijo, «No lo estás haciendo con todas tus fuerzas» .

El niño le contestó, «No es verdad. Estoy poniendo toda mi energía y no sé qué más puedo hacer”.

El padre le dijo, «No me has pedido que te ayude. Esa también es tu energía. Yo estoy aquí sentado y no me has pedido que te ayude. No estás empleando toda tu energía».

Un hombre que vive de técnicas puede que piense que está empleando todas sus energías; pero no le ha pedido ayuda a Dios. Un hombre que simplemente medita con técnicas es un pobre hombre. Un hombre orientado hacia las técnicas es una mente cerrada. Lo ha de planear todo. Y aunque tus planes se vean realizados, no serás feliz, porque son tus planes. Son tan pequeños como eres tú y aunque tengas éxito, serás un fracasado; incluso en tu éxito tendrás el sabor de la frustración. Porque ¿qué es lo que obtendrás? O, si fracasas, ten por seguro que te sentirás frustrado. Cuando fracasas te sientes frustrado, pero cuando triunfas también te sientes frustrado.

Àbrete a lo divino. Vive de modo natural, sin intentar mejorar, sin vivir a través de las ideas, sin vivir a través de las disciplinas morales, viviendo sencillamente una vida natural. La naturaleza debería ser tu única disciplina y todo aquello que es natural es bueno porque así es como Dios quiere que sea, desea que sea. Si eres capaz de aceptar tu vida con una inmensa gratitud, esa es la forma en que Dios quiere que sea... Si él te ha dado el sexo, pues te ha dado el sexo. El lo sabe mejor. No tienes que tratar de forzar un estado de celibato en ti. Un celibato forzado es repugnante, más repugnante que un sexo natural. Y si aceptas el sexo natural descubrirás que más allá de cierto punto, el sexo se convierte en celibato natural. Entonces surge el brahmacharya, entonces empiezas a vivir de un modo absolutamente diferente.

Pero éste, llega cuando fluyes con el río.

¿Ves? Un río desciende de las montañas, recorre miles de kilómetros y luego, un día, desaparece en el océano. Si el río fuera un gran pensador y empezara a pensar, «Esto es ir hacia abajo. No debería hacer esto. Mi morada está en las montañas. Un río es como las nevadas cumbres de los Himalayas. Allí es mi morada. Y ahora estoy cayendo. Esto es pecado. Cayendo por un glaciar, yendo hacia la tierra desde las alturas del cielo...» Si los ríos fueran pensadores se volverían locos porque esto es ir hacia abajo, descender al infierno. Pero los ríos no son pensadores. Son muy afortunados. Lo aceptan. Era la voluntad de Dios el que estuvieran en las cimas; ahora es su voluntad el que exploren las profundidades.

Y una persona que realmente quiere conocer las alturas también ha de conocer las profundidades, de otro modo no podría conocerlas. La sima es la otra cara de la altura. Cuanto más alto es el pico de la montaña, más profundo es el valle. Si quieres conocer al árbol también has de saber qué son las raíces. El árbol asciende y las raíces descienden, y entre estos dos movimientos existe el árbol. Entre el movimiento ascendente y el movimiento descendente. Esta es la tensión que le da vida al árbol.

El río se mueve, confiando, sin saber hacia donde va. Nunca antes ha ido por allí y no dispone de mapas ni de guías que lo guíen. Pero él confía; si así es como sucede, ha de ser bueno. Continúa bailando y cantando. Y luego, un día, todo río, - tanto si discurre hacia el Este como si discurre hacia el Oeste, o hacia el Sur, o hacia el Norte, no importa - todo río al final, por último, alcanza lo supremo: desaparece en el océano. En el océano ha alcanzado su máxima profundidad.

Ahora se ha completado el viaje. Ha conocido las cumbres de los Himalayas y ha conocido las profundidades del océano. Ahora la experiencia es total, ahora el círculo se ha completado. Ahora el río puede desaparecer en el nirvana, ahora el río puede desaparecer en el moksha.

Esto es lo que es la Liberación. Vive como un río. Un hombre que está demasiado obsesionado con las técnicas es un hombre que no confía, un hombre que duda. No es capaz de confiar en la vida. Solamente confía en sus técnicas.

Oí una bella anécdota:

Un coleccionista de gorilas estaba ansioso por tener más gorilas en su colección, así que se fue a África. Pronto se encontró en la cabaña de un Gran Cazador Blanco.

¿Y cuánto cobras por cada captura? le preguntó el coleccionista.

«Mira» le dijo el cazador, «Cobro quinientos dólares para mí, quinientos dólares más para ese pigmeo que lleva el rifle y quinientos dólares por mi perro».

El coleccionista no podía imaginarse porqué el perro tenía que llevarse esos quinientos dólares, pero siendo un hombre práctico razonó que mil quinientos dólares era un precio justo y que le importaba poco cómo lo dividiera.

En el safari el Gran Cazador Blanco divisó a un gorila en lo alto de un árbol al que trepó y golpeando al gorila en la cabeza éste cayó al suelo. El perro fue hacia él, hizo presa en sus testícülos y lo dejo inerme. Mientras tanto el cazador descendió del árbol, acercó una caja y metió al gorila en ella.

El coleccionista estaba estupefacto. Le dijo al cazador. « ¡Esto es sencillamente fantástico! ¡Nunca había visto algo así en mi vida! Con razón ganas esos quinientos dólares, y ese perro bien... ¿qué puedo decir? Simplemente es terrorífico.

Pero ese pigmeo con el rifle no parece que esté haciendo nada».

El cazador le dijo. «No te preocupes del pigmeo. El se gana su dinero».

Y así siguieron cazando gorila tras gorila hasta que finalmente se encontraron con un gorila que había estado observando todo el proceso. El cazador subió al árbol y estaba a punto de darle al gorila en la cabeza cuando el gorila se giró y le dio a él primero.

Mientras el Cazador caía del árbol, le gritó al pigmeo. «¡Dispara al perro, dispara al perro!»

Esta es la mente orientada hacia la técnica. Lo prevee todo, cada posibilidad. No deja un agujero en el sistema.

Un hombre religioso no puede vivir de un modo tan planeado; no es posible. Ha de dejar muchos orificios por los que Dios pueda entrar. En realidad, si lo entiendes correctamente, un hombre religioso es uno que no planea nada, porque, ¿cómo va a planear? ¿Y cuáles son nuestras facultades para planear? Somos limitados. Poseemos la pequeña luz de la inteligencia, pero es muy poca. Confiar en ella a ciegas da origen a una vida muy mediocre. Lo inmenso nunca entra en esta vida mediocre, lo infinito nunca entra en esta vida mediocre, lo inacabable nunca entra en esta vida mediocre.

El riesgo es abandonar la mente que parece nuestra única seguridad, abandonar la mente que parece ser nuestra única certeza, abandonar la mente que parece ser nuestra única arma. Y entonces, confiar en la no-mente. Llámala Dios. Confiar en la Existencia, sin confiar en uno mismo.

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