sábado, 23 de junio de 2018

LA CONSCIENCIA Y LA MUERTE


Los animales viven, pero no son conscientes de que viven porque no son conscientes de muerte alguna. La muerte no es un problema para ellos; por lo tanto viven, pero no están vivos en el mismo sentido en que el hombre está vivo. El hombre está vivo, consciente de que está vivo, solamente debido a la muerte. Con el saber nace el extremo opuesto, y con la polaridad surgen los problemas. Entonces, cada instante es un conflicto. En todo momento te hallas dividido en dos. Nunca volverás a ser uno. Estarás siempre dividido, en conflicto, en agitación interna.

Por eso, ésa fue realmente una revolución; más bien “la revolución”. Adán y Eva fueron expulsados, fueron desterrados. En realidad ésa es una historia muy bonita. Nadie los expulsó, nadie se lo ordenó, nadie les dijo, “¡Marchaos!”. Ellos estaban ya fuera. En el momento en que se hicieron conscientes dejaron de estar en el Jardín. Fue automático. Piensa en esto: un perro sentado aquí y que de repente se vuelve consciente de la situación. Ha sido expulsado. Nadie le expulsa, sino que ya no es más un animal. Ha sido expulsado del estado animal y nunca más podrá volver a ser el mismo.

Adán y Eva trataron una y otra vez de entrar, pero aún no han encontrado la puerta de nuevo. Siguen y siguen dando vueltas, pero no encuentran la puerta. No hay tal puerta. La expulsión es total y definitiva. No pueden entrar otra vez porque el conocimiento es un fruto amargo y dulce; amargo y dulce al mismo tiempo. Dulce, porque por primera vez te vuelves un ego, y amargo, porque con el ego adquieres todos los males. Es una espada de doble filo.

Adán fue tentado porque el Diablo le dijo, “Te volverás como los dioses. Serás poderoso”. El saber es poder, pero si sabes, tienes que conocer ambas caras de la moneda. Puedes sentirte más vivo, puedes sentirte más dichoso, pero serás consciente de la muerte. Serás más dichoso, pero en la misma proporción sufrirás mayor angustia. Este es el problema, esto es lo que es el hombre: una profunda angustia, una profunda escisión entre dos polaridades.

Puedes sentir la vida, pero cuando la muerte se halla presente todo resulta envenenado. Cuando la muerte está ahí, cada instante está envenenado. ¿Cómo puedes estar vivo si la muerte está ahí? ¿Cómo vas a sentirte dichoso si el sufrimiento está ahí? incluso si alcanzas un instante de felicidad, es efímero. Y cuando la ocasión se presenta, eres consciente de que en algún lugar, oculta tras la felicidad, la infelicidad está presente, la desgracia está ahí, escondida. Surgirá pronto, antes o después. Por eso, incluso un solo instante de felicidad se halla envenenado si se es consciente de que la infelicidad está oculta, aproximándose. Está a la vuelta de la esquina y tendrás que afrontarla.

El hombre se hace consciente del futuro, consciente del pasado, consciente de la vida, consciente de la muerte. Kierkegaard lo ha denominado “angustia consciente”. Puedes volver atrás, pero es una medida temporal. De nuevo ascenderás. Por eso, la única posibilidad es crecer. Crecer en conocimiento hasta un punto desde el que puedes saltar, porque el salto solo es posible en los extremos. Poseemos un extremo: el retroceder. Podemos hacerlo, pero es imposible desde el momento en que no podemos quedarnos para siempre en él. Somos lanzados hacia delante, una y otra vez. La otra posibilidad es la de que, si creces en consciencia, alcanzas un punto en el que eres totalmente consciente, y desde allí trasciendes.

Ya hemos “conocido”. Ahora debemos descubrir algo más allá del conocimiento. Hemos salido del Jardín por causa del conocimiento y podemos entrar en ese jardín, de nuevo, solamente si nos desprendemos de este conocimiento. Pero este desprenderse no es posible mediante la regresión. No podremos encontrar nunca otra vez esa puerta a través de la cual Adán fue expulsado. Podemos encontrar otra puerta, a través de la cual Cristo fue invitado o Buda fue invitado. Podemos abandonar ese conocimiento, podemos desprendernos de esa consciencia, pero solamente desde el punto extremo en el que seamos totalmente conscientes.

Cuando uno se vuelve totalmente consciente, cuando se ha desprendido hasta del sentimiento de que “Soy consciente”, cuando uno se vuelve simplemente como los animales en el estado en que son felices y dichosos –ellos no sabes que cuando eres totalmente consciente, te conviertes en un dios-, si esa consciencia es total, entonces eres sencillamente consciente sin darte cuenta de que eres consciente. Esta simple consciencia será el comienzo, será la entrada. Estarás de nuevo en el Jardín, ahora no como un animal, sino como Dios. Y este proceso es inevitable. Esta expulsión del Adán y el surgimiento de un Jesús, es un proceso ineludible. Uno ha de ser expulsado de su propia ignorancia; éste es el primer paso. Y luego uno ha de ser expulsado de su propio conocimiento; ése es el segundo paso.

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