sábado, 6 de abril de 2019

JESÙS


Jesús murió para el cristianismo a la edad de treinta y tres años. En realidad él no murió; vivió hasta los ciento doce. Pero ésa es otra historia, sin relación alguna con el cristianismo, y murió como uno plenamente Iluminado como Buda, Mahavira y Krishna. Esto es lo primero que ha de ser entendido.

El cristianismo solamente dice esto, que él fue visto resucitado después de su crucifixión. Durante tres días fue visto por algunos discípulos en unos sitios y por otros en lugares distintos, y luego desapareció. Una cosa es pues cierta: incluso el cristianismo cree que, tanto si murió como si no murió en la cruz, él fue visto durante tres días después de su crucifixión.

Ellos creen que murió en la cruz y que luego resucitó, pero entonces no dicen nada de lo que le sucedió a este Jesús resucitado. La Biblia guarda silencio. ¿Qué le sucedió a ese hombre que vieron? ¿Cuándo murió de nuevo? ¿Qué le sucedió pues a este hombre Jesús? La Biblia está incompleta porque Jesús desapareció de Israel.

En Cachemira se encuentra una sepultura que se cree fue la de Cristo; su tumba. Él vivió en Cachemira, en la India, y luego murió cuando tenía ciento doce años. Al ser crucificado estaba entrando en el centro de la luna. En ese mismo día de la crucifixión. Eso es lo siguiente que hemos de entender.

El Jesús de la Biblia no es como Buda, Mahavira o Lao Tse. ¡No lo es! No te puedes imaginar a un Buda yendo a un templo y golpeando a los prestamistas. ¡No puedes imaginártelo! Pero Jesús lo hizo. Fue al templo; se estaba celebrando la fiesta anual. Muchas cosas estaban relacionadas con ese gran templo de Jerusalén. Asociado a él coexistía un gran negocio de préstamos. Esos prestamistas del templo explotaban al país entero. La gente acudía a la reunión anual y a otras celebraciones durante el año y obtenían dinero a un elevado interés, pero resultaba imposible ir amortizándolo. Lo perdían todo y este templo se iba haciendo más y más rico. Era un imperialismo religioso. Todo el país estaba sumido en la pobreza y en el sufrimiento, pero el dinero fluía automáticamente hacia este templo.

Jesús entró en él un día con el látigo en la mano. Volcó los puestos de los prestamistas y luego empezó a pegarles. Creó el caos en el templo. No puedes imaginarte a un Buda haciendo esto. ¡Imposible!

Jesús fue el primer comunista y, en realidad, por esto pudo el cristianismo originar el comunismo. Los hindúes no podrían haberlo hecho, ninguna otra religión podría haberlo engendrado; ¡imposible! ¡Solamente el cristianismo! Con Jesús esto posee una relevancia. Èl fue el primer comunista, y era ardiente y rebelde.

El lenguaje mismo que emplea es absolutamente diferente. Se enfada con una higuera. La destruyó porque él y sus discípulos estaban hambrientos. Profirió amenazas en un lenguaje que Buda nunca hubiera empleado. Los que creyeran en él y en su Reino de Dios serían “arrojados al fuego del infierno”, al fuego eterno del infierno, y no podrían regresar.

Únicamente el infierno cristiano es eterno. Todos los demás infiernos son castigos temporales. Vas allí, sufres, y regresas. Pero el infierno de Jesús es eterno. Parece injusto, absolutamente injusto. Sea cual fuere el pecado, el castigo eterno no tiene justificación, ¡no puede tenerla! ¿Y qué son los pecados? Bertrand Russell ha escrito un libro, “Porqué no soy un cristiano” y en ese libro una de las razones que argumenta es que “Jesús parece absurdo”. Bertrand Russell dice, “Si confesara todos los pecados que he cometido y todos los pecados en los que pensado, pero no cometido, entonces a lo sumo, no me impondrías más de cinco años de prisión”. ¿Castigo eterno? ¿Un castigo que nunca acaba? ¡Jesús emplea el lenguaje de un revolucionario!
Los revolucionarios siempre miran al otro polo, al extremo.

Èl le dice a un rico, y no puedes imaginarte a un Buda o a un Mahavira diciendo esto, que “Un camello pasará por el ojo de una aguja, pero un rico no atravesará las puertas de mi Padre que llevan al Reino de Dios”. ¡No podrá cruzarlas! Esta es la semilla del comunismo, la simiente básica. Jesús fue un revolucionario. No se preocupaba solamente de la espiritualidad, sino de la economía, de la política, de todo.

En realidad, si hubiera sido un hombre espiritual no hubiera sido crucificado. Fue crucificado porque se convirtió en un peligro para todos, para toda la estructura social, para el status quo.

Pero no fue un revolucionario como Lennin o Mao. Desde luego, Marx y Mao son inconcebibles, si no hubiera habido un Jesús en la historia. Pertenecen a ese mismo Jesús, al Jesús de los primeros tiempos, al Jesús que fue crucificado.

Era un hombre fiero, rebelde, dispuesto a acabar con todo, pero no era un simple revolucionario. También era un hombre espiritual. En cierto modo era una mezcla de Mahavira y Mao. Pero el Mao fue crucificado y el Mahavira permaneció con él.

El día en que Jesús fue crucificado no solamente fue el día de la crucifixión. Fue el día de una profunda transformación interna. El día en que fue crucificado, Pilatos, el Gobernador Romano, le preguntó, “¿Qué es la Verdad?”. Jesús permaneció en silencio. Esto no era propio de Jesús. Era más propio de un Maestro zen. Si analizas la vida previa de Jesús, este quedarse en silencio cuando se le pregunta, “¿Qué es la Verdad?”, no es propio de Jesús. Èl no era esa clase de Maestro que permanece en silencio.

¿Por qué permaneció en silencio? ¿Qué ocurrió? ¿Por qué no habló? ¿Por qué fue incapaz de hablar? ¿Por qué se quedó callado? Èl fue uno de los más grandes oradores que haya conocido el mundo, o, podemos afirmar sin dudarlo, el mejor. Sus palabras son realmente penetrantes. Era un hombre de palabras, no un hombre de silencio. ¿Por qué de repente guardó silencio? Estaba ascendiendo, camino de la cruz. Pero Pilatos le dijo, “¿Qué es la Verdad?”. Durante toda su vida estuvo definiendo exclusivamente eso; durante toda su vida estuvo hablando únicamente de la Verdad. Ese es el motivo por el que Pilatos le preguntó. Pero él guardó silencio.

¿Qué le había sucedido al mundo interior de Jesús? Nunca se ha dicho nada sobre ello porque es difícil hablar sobre lo que sucedió. La teología cristiana ha permanecido superficial, porque el mundo interior de Jesús puede ser únicamente interpretado en la india y en ninguna otra parte. Solamente la India conoce los cambios internos, la transformación interna que tuvo lugar.

¿Qué sucedió de repente? Jesús se encuentra a las puertas de la muerte. Va a ser crucificado. Ahora, toda la revolución carece de sentido. Haya dicho lo que haya dicho es fútil, haya vivido lo que haya vivido, está llegando a su final. Todo se ha acabado y debido a la proximidad de la muerte él debe ir hacia adentro. ¡No hay tiempo que perder! ¡Ahora no se puede desperdiciar ni un solo segundo! Debe ir hacia adentro antes de que sea crucificado; debe completar el viaje interior.

El ha estado inmerso en el viaje interior, pero también ha estado inmerso en problemas exteriores. Y debido a esos problemas exteriores, no podía alcanzar ese frío punto que los Upanishads llaman “el punto de la luna”!. Seguía siendo ardiente, fiero. En cierto modo, debió de hacerlo conscientemente.

Hay una historia, Vivekananda alcanzó su primer satori, su primer vislumbre de samadhi, y Ramakrishna le dijo, “Ahora guardaré esta llave conmigo, no voy a entregártela. Te la daré solamente tres días antes de tu muerte. Antes de que mueras, solamente tres días antes, te será devuelta la llave. Se acabaron los vislumbres de samadhi”.

Vivekananda empezó a llorar y dijo, “¿Por qué? No deseo nada. No deseo todo el imperio del mundo. Entrégame tan sólo mi samadhi. El único vislumbre fue muy bello. No quiero nada más”.

Ramakrishna dijo, “El mundo te necesita y hay algo que se ha de hacer. Y si entras en samadhi no serás capaz de hacer nada. No te apresures. El samadhi te esperará. Ve al mundo, esparce mi mensaje. Y cuando mi mensaje haya sido divulgado, la llave te será devuelta”.

Ramakrishna murió, pero esas no son llaves visibles. Y solamente tres días antes de su muerte fue Vivekananda capaz de alcanzar el samadhi, ¡solamente tres días antes! De modo que debió de ser algo muy consciente cuando Jesús no entró directamente en el centro lunar, porque una vez entras en él te vuelves absolutamente inactivo.

Una historia más. Jesús fue iniciado por Juan el Bautista. El mismo fue discípulo de Juan el Bautista, que a su vez fue un gran revolucionario y un gran espiritualista. Esperó durante años a Jesús. El día en que inició a Jesús en el río Jordán, le dijo a Jesús, “Asume ahora mi trabajo y yo desapareceré. Es suficiente”. Y desde esa fecha fue visto en pocas ocasiones. Desapareció en el bosque. En el lenguaje interior, desapareció del punto solar para ir al punto lunar. Se volvió silencioso. Había hecho el trabajo y había entregado el trabajo a alguien que podía completarlo.

Justo en el día de la crucifixión, Jesús debió de tomar consciencia de que el trabajo que estaba realizando estaba llegando a su término. Debió de pensar, “No puedo ir más allá. Ahora no puedo hacer nada más, he de ir hacia adentro. No debo perder esta oportunidad”. Por eso, cuando Poncio Pilatos le preguntó, “¿Qué es la Verdad?”, él guardó silencio. No es lo habitual en Jesús. Son los modos de un Maestro zen; es más propio de Buda. Y debido a esto, sucedió el milagro que ha permanecido siendo un enigma para la cristiandad. Debido a esto, el milagro sucedió.
Cuando se estaba dirigiendo hacia su punto más frío, hacia el punto lunar, fue crucificado. Y cuando por primera vez alguien llega al centro lunar, su respiración se detiene, porque ese respirar es también una actividad del punto solar. Todo se vuelve silencioso; todo aparenta estar como muerto.

Cuando fue crucificado entró en el punto lunar, y ellos creyeron que estaba muerto, y no lo estaba. Fue un error, un malentendido. Aquellos que le crucificaban pensaron que estaba muerto, pero realmente él había alcanzado el punto lunar donde la respiración se detiene. No hay aliento entrante ni saliente. El estaba en el punto medio.

Cuando uno permanece en esta brecha, existe tal equilibrio que uno está virtualmente muerto. Pero no era la muerte. Por eso los que le crucificaron, los que mataron a Jesús, pensaron que estaba muerto, así que permitieron a los discípulos que desclavaran el cuerpo. Como era costumbre en tierra judía, este cuerpo había de ser guardado en una cueva cercana durante tres días y luego entregado a la familia. Se dice, y de nuevo el cristianismo posee sólo fragmentos, que cuando su cuerpo estaba siendo llevado a la cueva, su cuerpo se hirió contra una piedra y manó sangre. Si hubiera estado realmente muerto, hubiera sido imposible que sangrara.

No estaba muerto. Y cuando al cabo de los tres días se abrió la cueva, él no estaba allí. El cadáver había desaparecido, y en esos tres días, él fue visto. Cuatro o cinco personas le vieron, pero nadie les creyó. Fueron al pueblo y dijeron que había resucitado, pero nadie les hizo caso.

De modo que él escapó de Jerusalén. Llegó a Cachemira y se quedó allí. Pero entonces su vida no fue la vida de Jesús, sino la vida de Cristo. Jesús fue el punto solar y Cristo el punto lunar. Y permaneció totalmente en silencio; por eso es que no hay testimonios. No habló, no predicó, no entregó ningún mensaje. Permaneció totalmente en silencio. Dejó de ser entonces revolucionario; fue simplemente un Maestro viviendo su propio silencio, de modo que muy poca gente viajó para verle.

Aquellos que se dieron cuenta, sin tener otra información sobre él, viajaron para verle. Y no fueron pocos, sino muchos. Muy pocos en comparación con el mundo, pero muchos en cierto modo. Y un pueblo entero se llegó a formar a su alrededor. El pueblo todavía se llama Belén. En Cachemira, al pueblo todavía se le llama Belén concordando con el lugar de nacimiento de Jesús, y la tumba se conserva; la tumba de Jesús.

He dicho que el cristianismo es incompleto porque conoce solamente el Jesús de los comienzos. Pero Jesús mismo murió como un hombre plenamente Iluminado, como una luna llena.

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