sábado, 6 de julio de 2019

QUIÈN PUEDE INICIARTE


Puede iniciarte quien se siente parte del Cosmos, de otro modo, ninguno puede hacerlo. Ningún individuo particular puede darte la iniciación, y si te la da, lo que sucede todos los días, ambos caerán en el foso. Los que duermen inician a los dormidos, los ciegos guiando a los ciegos; pero el ego quiere iniciar, actitud egoísta que es fatal y muy peligrosa. La iniciación, su pleno misterio, su belleza, se vuelve fea a causa de los que no están capacitados para iniciar. Sólo quien carece de ego, quien ya no sueña, puede iniciar. De otro modo la iniciación se toma en el mayor pecado porque se está engañando no sólo a los otros, sino a uno mismo. No es un juego el hacerse responsable de otro: es aceptar lo imposible en tus manos. Te has hecho responsable del que está en la locura.

No olvidemos que esta responsabilidad puede sólo aceptarse previa una completa rendición, no de otro modo. De quien se resguarda, no aceptaré responsabilidad alguna, pues continuará siendo el mismo: no escuchará. Te interpretará según su criterio.

He aquí una historia sufi: murió un hombre, era no solamente rico, sino también sabio, lo que sucede muy raramente. Su hijo tenía 10 o 12 años. Su última voluntad fue que los más viejos -los panchayat- de la aldea, tomasen aquello que más les gustase de la propiedad y lo entregaran al niño. Estaba claro como el sol. Los cinco viejos dividieron la propiedad y se quedaron con todo lo que valía algo. Sólo dejaron una piedrita para el niño. Pero el hombre había dejado otra carta para su hijo con la recomendación de no abrirla hasta la mayoría de edad. En su momento, el hijo abrió la carta que decía: “Mi voluntad pueden haberla interpretado a la manera de los que la ejecutaron, pero ahora que eres mayor dales mi interpretación: tomad todo lo que más os guste y luego dádselo al niño”. El hijo llevó la carta a los viejos que habían interpretado el testamento según su conveniencia, y no tuvieron más remedio que entregarlo todo al legítimo dueño. La carta incluía una nota donde el padre decía a su hijo: “Es bueno que lo hayan interpretado a su manera, pues, así han cuidado bien tu propiedad, como si fuera suya, de otro modo la hubieran destruido antes de que llegaras a ser hombre”.

Así, cuando hay rendición parcial, interpretarás a tu modo cualquier mensaje, cualquier orden o mandamiento que recibas, en el sentido que más te apetezcas. En tus sueños, lo harás comprensible a través de tu dormida mente. Por eso, hasta que la rendición sea absoluta, la responsabilidad no puede tomarse. Y cuando la rendición es total, la plena responsabilidad recae en el maestro, al DESPIERTO. Antiguamente la iniciación no era fácil, sino algo muy difícil. El fenómeno lo justificaba. La espera era de años, podía implicar toda la vida. Hasta ser una prueba. ¿Eres paciente? ¿Capaz de esperar? Solamente esperando tu madurez se rebela. Un niño no puede esperar, porque cuanto más impaciente es la mente, más inmadura será. Llegar a la iniciación, en los antiguos tiempos, significaba esperar muchos años como prueba y disciplina.

Por ejemplo, los sufis solamente te iniciarían después de esa espera, manteniéndose silenciosos sin preguntar hasta que el maestro dijera algo por cuenta propia. Había que cumplir diversos requisitos; por ejemplo, un sufi podía ser zapatero, y antes de ser iniciado dejar transcurrir el tiempo haciendo zapatos. Estar tranquilo, sin preguntarse ¿qué significa hacer zapatos? ¿Cómo te vas a convertir en un ser realizado? ¿Cómo te divinizas? ¿Cuál es el significado de hacer zapatos? Si incluso preguntaras esto último, serías despedido ya que esto no te importa. Sólo el maestro conoce la importancia de ello. ¿Cómo puedes saberla tú? Tú no conoces lo Divino, así es que no puede continuar, a menos que la alimentes a diario con lo Divino. Por unos cinco años uno sólo espera y ayuda al maestro en su tarea. El nunca hablará de oración o meditación; nunca de otra cosa que no sean zapatos. Tú has esperado cinco años, esto corresponde a una meditación; no meditación ordinaria, pero a través de ella puedes purificarte.

La simple espera sin preguntas, la confianza, constituirán las bases para una completa rendición, la entrega. A veces esto puede parecer fácil, pero no lo es, es muy difícil. Tu mente se resiste, quiere preguntar, crear problemas, y se dice que está desperdiciando el tiempo. Trata de indagar la relación que puede tener su búsqueda con el hacer zapatos. Dentro de ti puede haber un torbellino y, sin embargo, no puedes preguntar. Tienes que confiar, esperar el momento. Si logras esperar un año por lo menos, tu mente puede silenciarse por sí misma. No puede continuar, a menos que la alimentes a diario, que la ayudes. A menos que todos los días te perturbe, no puede continuar; esperas mientras tu mente parlotea; esperas y esperas, hasta que las preguntas se vuelven sin sentido. La mente se extinguirá, perderá interés, se morirá; y aunque sigas esperando, llegará el momento en que no habrá preguntas. Y cuando esto ocurra, el maestro hablará.

En el momento en que las dudas cesan en el discípulo, en ese mismo momento se produce la respuesta del maestro, pues ahora tú puedes oír. El parloteo ha cesado; ahora estás silencioso, te has convertido en medio. Ordinariamente alimentamos la mente, nos sentimos perturbados. No podemos esperar ni una hora, ni siquiera ver si la mente continúa; no puedes, porque nada hay permanente en ella, y cae por su propio peso.

Un maestro tibetano, Milarepa, tenía como regla que si alguien formulaba una pregunta tenía que esperar siete días antes de que diera él la respuesta. He ahí el precio a pagar por cualquier cosa. Si preguntabas antes, él te echaría. Espera siete días, permanece con la pregunta, pero no te es posible: siete días son demasiados.

A veces alguien me hace una pregunta, y si logro evadirla y hablar de algo diferente por dos minutos, la olvida y no vuelve a acordarse de ella; quizá me platique durante una hora, y no la mencionará. Aquella pregunta era un capricho, pura ocurrencia sin significado. Así es que si uno puede esperar cinco años, no es ya el mismo. La espera será una dificultad. En los antiguos tiempos la iniciación se daba después de la es¬pera. La entrega se hacía fácil entonces, la responsabilidad podía aceptarse.

Ahora todo ha cambiado. Nadie quiere esperar. La enfermedad más aguda de la mente moderna es la prisa. El nuevo fenómeno de la mente moderna es la conciencia del tiempo. Nos hemos hecho tan conscientes del tiempo que no podemos esperar ni un minuto. Por eso, esta época se ha vuelto infantil; en ningún sentido hay madurez, porque la madurez es un producto de la espera, eso que es sólo posible para una conciencia que está fuera del tiempo. A causa de esta conciencia del tiempo, la iniciación se ha convertido en imposible; no se está listo para ser iniciado. Tú puedes pasar frente a Buda corriendo y preguntarle: "¿Puedes iniciarme?". Quizá encuentres a Buda en la calle mientras vas corriendo, y ni al decirle estas palabras te detienes. Corres, la madurez se ha vuelto imposible. ¿Por qué esta conciencia del tiempo, tu dificultosa barre¬ra? ¿Por qué no existía antes?

La conciencia del tiempo se ahonda solamente con el mie¬do a la muerte. Puedes no darte cuenta de ello, pero cuanto más consciente estés de la muerte, más lo estarás del tiempo. ¡No perder ni un minuto! La muerte está allí. Cada momento que se pierde se pierde para siempre; vas a morir, hay que aprovechar el tiempo. No puedes esperar porque la espera signifi¬ca esperar a la muerte. La muerte viene, nadie puede esperar; nadie sabe lo que sucederá mañana, el siguiente momento. Te pones nervioso, tiemblas; empiezas a correr. Esta loca carrera de la mente moderna se debe al miedo a la muerte. .

Por primera vez el hombre tiene tanto miedo a la muerte porque por primera vez se ha hecho inconsciente de la inmortalidad. Si de ella estás consciente no hay prisa. Vives en la eternidad. Y hay siempre bastante tiempo, más que suficiente, nada se pierde porque el tiempo es eterno. No existe el momento perdido porque todo es eterno. Del inconmensurable tesoro tù no puedes perder nada, el continuar perdiendo nada significa porque lo que resta permanece inalterable. Nada puedes sacar de ello. Pero nosotros andamos escasos de tiempo, la muerte està ahí y el tiempo es breve.

Somos sólo conscientes del cuerpo que va a morir. No de la conciencia interna que es inmortal. En los antiguos tiempos había gente consiente de la inmortalidad, y gracias a esta conciencia se creó un ambiente en el que no había prisa. Todo se movía lentamente si es que se movía. Entonces la iniciación era fácil, la espera, también, así como la entrega y las responsabilidades. Todo esto se ha vuelto difícil ahora. Aunque todavía no hay alternativa la iniciación es necesaria y la antigua se ha hecho imposible.

Dejémoslo, pues, así, no hay diferencia, porque el proceso será el mismo, como un suceso. Tú no pedirás, y no se te darà: sucederá; sucederá en tu ser interior y tú lo sabrás.

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