sábado, 29 de junio de 2019

QUÈ ES LA INICIACIÒN ESPIRITUAL


Iniciación significa que te has rendido a uno que está despierto. Dices: "Yo no entiendo esto y soy parte del mundo que está loco y dormido; sueño todo el tiempo. Mi razonamiento es superfluo porque siempre que actúo lo hago con la parte irracional de mi mente. Siempre actúo inconscientemente, sólo después lo razono. Si me enamoro de alguien y empiezo a investigar por qué amo ¿cuál es la razón? Sucede que primero me empieza a gustar algo y entonces encuentro razones por " las que me ha gustado. Primero me gusta y luego razono, y el gusto es irracional".

Este sentimiento penetra incluso en las personas literalmente dormidas, porque a veces el sueño no es muy profundo: fluctúa muy hondamente y luego sale a la superficie, nunca queda al mismo nivel. Hasta en el sueño ordinario hay fluctuaciones: cuando duermes tan profundamente que no recuerdas nada más tarde, sólo dirás: "No he soñado". Sí, has soñado, pero estabas tan distante de tu memoria consciente que nada recuerdas. Ahora hay aparatos para medir el sueño. Por lo general recordamos sólo lo soñado por la mañana. antes de despertar, cuando el sueño es ligero y el lapso breve. Algunas veces se vacila entre la vigilia y el sueño. Entonces uno puede oír algo que pasa; si es una conversación, parte se entiende y parte no, pero cuando estás profundamente dormido no oyes nada, no es cuestión, pues, de interpretación.

Como en el sueño ordinario, así sucede en el plano metafísico al que me estoy refiriendo. A veces uno está en la línea fronteriza, muy próximo al Buda, y puede uno entender algo de lo que el Buda expresa, algo por supuesto, no igual a lo que se dijo. Pero, al menos, se tiene una idea de la verdad.

Así, una persona que está en el borde del sueño metafísico querrá ser iniciada; podrá ver, entender, oír algo, aunque sea veladamente. Entonces puede aproximarse a alguien que haya despertado y rendirse a él. Hasta aquí una persona dormida, y su rendición, su entrega, significa que comprende que algo existe fuera de su sueño: no puede saber de fijo que es, pero presiente.

Siempre que pasa un Buda, aquellos que están en la zona fronteriza le sienten; ven que se comporta diferente, que habla distinto a los demás, que camina distintamente. Algo tiene. Pero esa zona no es permanente, pueden retornar al sueño; sin embargo, una palabra podría despertarlos. Y así, antes de caer en mayor inconciencia, es posible que se rindan ante el que está despierto. He ahí la iniciación por parte del iniciado que dice: "No puedo hacer nada, y comprendo que si no me rindo ahora, podría volver a dormir profundamente, cuando sería imposible entregarme". Así pues, hay momentos que no deben perderse. Y aquel que los pierda puede que no tenga otra oportunidad en siglos, porque no depende de uno estar en el borde. A veces sucede por razones fuera del propio control. Tú no puedes controlar tu sueño.

Alguna vez Buda pasa; puedes rendirte, pero sólo si estás en la orilla del sueño. Hay una historia significativa en su vida: cuando él mismo despertó, durante siete días continuos estuvo silencioso. Escuchen la hermosa historia. Los dioses empezaron a inquietarse, pues si Buda permanecía en silencio ¡qué pasaría con aquellos que estaban en la zona fronteriza! Para aquellos que estaban en sueño profundo, nada podía hacer, y tampoco para quienes ya habían despertado. Pero había muchos en la orilla que necesitaban un ligero empujón. Su sola presencia podría bastar.

Se acercaron los dioses a Buda y le pidieron que hablara. Buda les respondió: "¿para qué?" Quienes le oirían ya estaban despiertos, y los dormidos estaban sordos. Era mejor, pues, permanecer inalterado”. Pero los dioses insistieron: "Falta una categoría de hombres: los que pueden entender porque ni están tan dormidos, ni están tan despiertos, y a quienes una palabra podría llegarles: debes hablar". Se preocupaban porque la presencia de un Buda significa miles de años. Tenía que hablar; no podía permanecer en silencio. Era una oportunidad que no podía perderse. Buda se convenció. Esa tercera categoría es la de los iniciados.

Por parte de ellos, iniciación implica rendición, entrega; esto es lo que significa la palabra iniciado. El término budista para iniciación e iniciado es Shrotapann, el que ha entrado en la corriente. Buda fluye como una corriente, el que se rinde entra en ella y empieza a fluir. La corriente no puede venir a ti; pasa, a tu lado. Puedes saltar a ella, pero si nadas, te resistes y luchas con la corriente. Tienes tu propia meta, tratarás de llegar a alguna parte. Hay personas que llegan con un iluminado para discutir. Quieren razones, piden pruebas, ser convencidos. Esto es lucha, lucha que no afecta al iluminado, que no le daña, pero a ellos sí, pues el momento se pierde. Estaban en la tercera categoría, por eso llegaron, pero perdieron su momento.

Pueden volver a dormir profundamente: rendirse significa empezar a fluir con la corriente, entregarse a ella.

La corriente fluye y él la sigue en completo abandono. Por parte del iniciado, la iniciación es un abandono, una plena confianza, una rendición; no puede ser parcial. Si te rindes parcialmente, te engañas, porque en una rendición parcial algo escamoteas y este escamoteo te empujará otra vez al sueño profundo, y puede serte fatal. La rendición ha de ser total. He ahí porquè la fe se requiere; siempre es indispensable en la iniciación.

La fe es una condición total, y en el momento en que te rindes plenamente todo empieza a cambiar. Ya no puedes regresar a tu sueño: la rendición conmueve tu entera proyección; conmueve la mente protectora porque está ligada al ego: no puede vivir sin él. EI ego es su centro. ¿Por qué llamo a alguien mi amigo y a otro mi enemigo? El enemigo es aquel que ha herido mi ego, y el amigo es aquel que lo ha alimentado. Por eso decimos que al amigo se le conoce en tiempos' de necesidad: "Amigo en la necesidad es amigó de verdad", ¿cuál es la necesidad? La necesidad se siente cuando el ego está hambriento. Nuestro entero mundo de sueños -nuestra mente dormida- se basa en el pedestal del ego. Si te rindes, has minado la base. Te has entregado. No puedes continuar fluctuando porque renunciaste al sueño.

He ahí la parte del iniciado, ¿qué pasa con el que te inicia? No es difícil entender la iniciación desde el punto de vista del iniciado; es muy simple. Es una persona dormida que pide ayuda para despertar. No hay complicación. Pero sí la hay para el que inicia. Comúnmente pensamos que lo difícil es rendirse, pero no. Quizá no quieras rendirte, pero cuando más sepas llegará el momento en que te sea necesario. Ese día debe llegar porque tú resistencia a la no entrega te originará mise¬rias, agonías; un infierno para ti. No podrás continuar así, llegará un momento en que tu frustración, tu pesadilla misma, te harán rendir. Todo esto es muy simple. Más para el que te inicia es asunto difícil porque muchas cosas esotéricas están involucradas: son esotéricas. Es bueno verlas desde el lado exotérico, es decir de lo externo y luego proceder hacia lo esotérico, lo interno.

Lo primero que corresponde a la rendición es la responsabilidad: el que duerme se rinde, el que está despierto acepta la responsabilidad. Si llegas con un Buda, un Jesús o un Mahoma y te rindes, él acepta toda la responsabilidad. Sólo puedes rendir lo que tienes, nada más: tu sueño, y eso rindes, tu dormir; la entera insensatez del pasado, eso también rindes. La rendición es siempre del pasado, la responsabilidad es del futuro, ese futuro que tú no tienes, porque eres solamente un pasado. Una larga lista de memorias, de sueños de muchas vidas se rinde: y lo rindes trabajosamente: ¡Es tan difícil rendir el pasado, aunque sea un pasado polvoso! Porque nada más que eso tienes. Has estado dormido y soñando. Sólo existe un inventario de sueños buenos o malos, hermosos o feos, pero todos sueños. Te rindes antes de perderte, y con tanta dificultad, con tanta lucha, que también tratas de escamotear algo: resistes. Algo hay que salvar. ¿Qué es lo que tienes? ¡Nada, sino una serie de sueños!

Así, por parte del iniciado es una rendición del pasado. Por parte del que te inicia, una responsabilidad hacia el futuro. Sólo él puede ser responsable, tú no podrías. ¿Cómo puede quien duerme responsabilizarse? La responsabilidad nunca es parte del sueño. Si cometes un crimen en sueños, si eres sonámbulo y cometes homicidio, ninguna corte podría hacerte responsable. ¿Cómo responsabilizar a quien duerme profundamente? La responsabilidad empieza con el despertar, he ahí una ley fundamental de la vida. Aquel que duerme no es responsable ni de sí mismo, y aquel que está despierto incluso de otros es responsable.

Una persona iluminada, la que está despierta, se siente responsable hasta del caos que has creado. Un Buda siente compasión y se siente responsable de tus crímenes y pecados. Se siente involucrado en ello; comprende que no sabes y él tiene plena conciencia. Por ejemplo: se anuncia la tercera guerra mundial. El que está despierto sabe perfectamente que se acerca, cada día más. Pronto se nos echará encima. Tú estás profundamente dormido, él está alerta, como un radar: conoce el futuro que se aproxima y siente que debe hacer algo. Por ejemplo, estás en el avión que vuela por los aires; tú duermes, pero el piloto está consciente; si algo pasa en el motor y oye ruidos inquietantes; si algo anda mal, solamente él puede ser responsable, nadie más: èl es el único que está consciente.

No sólo Buda se siente responsable de nuestros desaciertos y errores. La entera vida de Jesús está basada en esta responsabilidad: se siente responsable de todos los pecados del hombre desde Adán y Eva, y carga con la cruz para que nuestros pecados puedan perdonarse. De ninguna manera él es responsable: si Adán ha cometido algo y la entera mente humana también, ¿por qué él sería culpable? Los cristianos dogmáticos lo han discutido a través de los siglos. Èl no ha cometido pecados, pero se siente responsable porque está despierto. Por el solo hecho de despertar se ha convertido en responsable de lo que todos los que duermen han cometido. Su cruz es pesada; su crucifixión simbólica; por nosotros muere, para que vivamos: por esto la crucifixión de Jesús se convirtió en un acontecimiento histórico.

Es un ser que se sintió responsable de toda la raza humana, y muere para que los hombres puedan transformarse. Pero ni con su muerte nos hemos transformado. Su mensaje fue escuchado en nuestro sueño e interpretado a nuestro modo, y entonces su vida se incorpora a nuestro mundo de sueños. Creamos iglesias y dogmas. Sectas; unas católicas, otras protestantes y con distintos nombres. La entera insensatez prosigue con nuevas formas, y el mundo prosigue igual. Empezamos a adorarle, es decir, a soñar sobre Èl, como el hijo de Dios. No estamos iniciados, transformados, sino al contrario, hemos transformado su realidad en nuestro sueño. Hemos creado una iglesia para El; lo hemos convertido en ídolo, le rendimos culto y continuamos durmiendo. Realmente lo utilizamos como tranquilizante y lo volvemos en asunto de domingo. Durante una hora a la semana nos ocupamos de él y luego regresamos a nuestro carril: nos ayuda a dormir bien; aligera nuestra conciencia, nos sentimos religiosos, y así vamos a la iglesia a rezar, a orar, y regresamos igual, no hay aflicción por transformarnos; ya somos religiosos, pues asistimos a la iglesia y allí hemos rendido culto de adoración: todo continúa igual.

Lo que corresponde a rendición es responsabilidad, es decir, que se responde; significa en este caso, que Jesús se siente responsable de ti. Siente que si hay Dios, Èl será responsable; tendrá que ser interrogado acerca de lo que ha acontecido a la humanidad; es consciente de este aconteci¬miento natural. Pero si llegas hasta él y te rindes; él se vuelve particularmente responsable de ti.

Krishna diría a Arjuna: "Déjalo todo; ven a mí; ríndete a mis pies". Jesús diría: "Yo soy el Camino, la Verdad, y la Vida; ven a mí; pasa a través de mí. Yo seré tu testigo en el último día de tu juicio. Responderé por ti". Pura analogía. Cada día es el día del juicio, y cada momento el momento del juicio. No habrá un último día, esto sólo pudo ser entendido así por la gente a quien Jesús hablaba. Esto es una gran responsabilidad, que ninguna persona dormida puede tomar, pues incluso la propia es difícil en sueños; menos pues, la ajena. Tú puedes aceptar la responsabilidad de los demás sólo cuando la tuya ya no exista, cuando carezcas de carga, cuando tú ya no seas. Esta declaración de ya no ser, se ha hecho en muchas formas.

Cuando Jesús afirma: "Yo soy el hijo del Padre que está en los cielos", realmente aclara que Èl no es hijo del hombre, conocido como su padre ni dé la mujer conocida como su madre ¿Por qué? Algunas veces parece cruel. Un día, estando él en medio de la multitud, alguien le dice: "María, tu madre, ha venido, y te llama". Y Jesús responde: ":No tengo madre. ¿Quién es mi madre? ¿Quién es mi padre? Nadie es mi padre ni mi madre". Esto parece cruel, la madre espera ante la multitud y Jesús manda decir que nadie es su madre, ni su padre. ¿Por qué? Está negando el patrón de tus sueño: "tu esposa, tus padres, tus hermanos. . .", El patrón de la mente dormida, del mundo de los sueños, de la proyección: él simplemente lo niega. Cuando niegas a tu madre, has negado al mundo entero, porque con ella todo empieza, el mundo todo. He ahí el comienzo, la raíz de este mundo durmiente, la raíz de la interrelación, la raíz de Sansara. Si niegas a tu madre, lo has negado todo. Es amargo para aquéllos que duermen profundamente, pero es un hecho; y el ser hijo de aquel que está en los cielos es simplemente patentizar que no es un individuo, el hijo de José y María, sino parte integrante de la Fuerza Divina, la Fuerza Cósmica

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