sábado, 21 de septiembre de 2019

DONDE ESTÀ DIOS


Si empiezas a buscar por el cielo, nunca lo hallarás. Si empiezas a buscar y te lo tomas muy en serio, nunca encontrarás el cielo. ¿Dónde lo hallarás? El cielo no está en algún sitio, está en todas partes… y lo que está en todas partes no puede buscarse. No se puede localizar; no puedes decir que está en el norte, ni en el sur; no puedes decir que está ahí… porque está en todas partes. Lo que está en todas partes no puede encontrarse en algún sitio.

¿Dónde buscarás? Empezarás a dar vueltas por el cielo, de aquí para allá. Y todo es cielo. Dios es como el cielo, como el cielo vacío. Carece de límites, así que no puede ser definido. No puedes decir dónde comienza y dónde acaba. Es extremo, infinito… y no obstante, está justo aquí, justo enfrente de ti. Si estás relajado, ahí está; si estás tenso, desaparece.

Un maestro zen solía decir: “Está claro, así que es difícil de ver. Había una vez un tonto que buscaba una hoguera con un farol encendido. Si hubiera sabido lo que era el fuego, hubiera podido prepararse mucho antes el arroz”.

Ahora estás buscando un fuego con un farol encendido, y resulta que ya llevas ese fuego en las manos desde siempre. Sí, el maestro zen tenía razón: si hubieras sabido lo que era el fuego, podrías haberte preparado mucho antes el arroz. Y tienes hambre, hace siglos que tienes hambre, llevas teniendo hambre toda la eternidad. Y has estado buscando fuego con un farol encendido en la mano.

La gente va por ahí preguntando que dónde está Dios, y lo tienen justo enfrente. Os rodea. Está dentro y fuera porque sólo él es. Pero la gente zen lo llama “ello” o “eso”, o no lo nombra de manera que no se quedan atrapados en la palabra “Dios”.

Cuando intentas conocerlo, no puedes verlo.

¿Por qué? Porque cuando quieres conocerlo, tu propio querer se convierte en algo tenso.Te estrechas, te concentras. Cuando intentas conocerlo no puedes verlo. Lo pierdes, porque sólo puede ser visto cuando se está completamente relacionado, totalmente abierto, cuando no se está concentrado.

Escucha. Por lo general, la gente que no sabe qué es la meditación escribe que la meditación es concentración.

Existen miles de libros en los que hallarás esa afirmación, esa estupidez, que la meditación es concentración. Pero la meditación no es concentración… Es lo último que la meditación puede ser. De hecho, concentración es justo lo contrario. En la concentración se está tenso, centrado, buscando algo. Sí, la concentración está muy bien cuando buscas cosas diminutas. Si lo que buscas es una hormiga, entonces la concentración es estupenda… pero no para buscar a Dios. Dios es tan vasto, tan tremendamente vasto… Si buscas mediante la concentración, encontrarás una hormiga, pero no a Dios. Para Dios deberás estar totalmente abierto, no concentrado, abierto por todas partes, sin buscar, sin mirar. Una consciencia desenfocada, eso es la meditación… consciencia sin enfoque.

Si enciendes una lamparita, la luz está sin enfocar, se desparrama en todas las direcciones. No va a ninguna parte, está simplemente ahí, cayendo en todas las direcciones. Todas las direcciones se llenan de ella. Luego está la linterna. Una linterna es como la concentración; está enfocada. Cuando quieres buscar a Dios, la linterna no te sirve, pero la lamparita sí. Si lo que buscas es una hormiga, entonces fenomenal; si buscas una rata, fantástico, la linterna te servirá. Para lo pequeño hace falta una consciencia enfocada.

En ciencia, la concentración es perfectamente correcta. La ciencia no puede existir sin concentración… busca lo pequeño, y más pequeño, y cada vez más pequeño… busca la molécula, y luego el átomo y a continuación el electrón y más tarde el neutrón. Busca y busca lo pequeño. Así que la ciencia cada vez se concentra más y más, se enfoca.

La religión es justo lo contrario: desenfocada, “infocada”, amplia, abierta en todas las direcciones, a todos los vientos. Con todas las puertas y ventanas abiertas. Abajo los muros, uno es simplemente una apertura.

“Cuando intentas conocerlo, no puedes verlo”.

Así que el mismo esfuerzo por tratar de verlo, el propio deseo de verlo, se convierte en un obstáculo. No busques a Dios. No busques la verdad. En lugar de ello, crea la situación de desenfoque y Dios vendrá a ti… vendrá a ti. Está ahí.





No hay comentarios:

Buscar este blog