sábado, 14 de septiembre de 2019

LOS FUNDAMENTOS DEL ZEN


El zen es pasivo. Por eso, en el zen sentarse se convierte en una de las meditaciones más importantes. Sólo sentarse… zazen. La gente zen dice que si simplemente te sientas, sin hacer nada, empiezan a suceder cosas. Las cosas empiezan a ocurrir por sí mismas; no necesitas ir tras ellas, ni ellas buscarte a ti, ni tú a ellas. Llegan por sí mismas. Tú simplemente permaneces sentado. Si puedes sentarte en silencio, si puedes caer en una tremenda quietud, si puedes relajarte, si puedes abandonar todas las tensiones y convertirte en un estanque silencioso de energía, sin ir a ninguna parte, sin buscar nada, Dios empieza a verterse en ti. Dios viene a ti desde todas partes. Sólo sentado, sin hacer nada, llega la primavera, y la hierba crece por sí misma.

Y recuerda, cuando el zen dice “solo sentarse”, quiere decir sólo sentarse, nada más, ni siquiera un mantra. Si repites un mantra entonces no estás sólo sentado, estás otra vez implicado en tonterías, dándole vueltas a algo mental. En cambio, si no haces nada de nada… Los pensamientos llegan y llegan, y luego se van… Si llegan, bien; si no llegan, bien. No te implicas en lo que sucede, estás simplemente sentado. Si te sientas cansado, te rindes. Si te sientes que las piernas se tensan, entonces estíralas. Permanece natural. Ni siquiera observes. No hagas esfuerzo alguno, de ningún tipo. Eso es lo que quiere decir cuando dicen “sólo sentarse”. Sucede sólo sentándose.

El zen es el enfoque femenino, y la religión es básicamente femenina. La ciencia es masculina, la filosofía es masculina… la religión es femenina. Todo lo que tiene el mundo es hermoso –poesía, pintura, danza- proviene de la mente femenina.

No tiene por qué venir de las mujeres, porque las mujeres todavía no son libres para crear. Pero ya les llegará. Cuando el zen vaya cobrando importancia en el mundo, la mente femenina experimentará un gran despliegue, una enorme explosión. Las cosas se mueven al unísono. El pasado ha estado dominado por lo masculino, de ahí el islam, el cristianismo y el hinduismo. El futuro va a ser más femenino, más suave, más pasivo, más relajado, más estético, más poético. Y en esa atmósfera poética el zen se convertirá en la cosa más significativa del mundo.

La filosofía es lógica; la poesía es amor. La filosofía disecciona, analiza; la poesía es revitalizadora. El análisis es el método de la filosofía, y el de la ciencia, y el de los psicoanalistas. Más tarde o más temprano, el psicoanálisis será reemplazado por la psicosíntesis, más profunda. Assagioli tiene mucha más razón que Sigmond Freud, porque la síntesis está más cerca de la verdad. El mundo es uno. Es una unidad. Nada está separado. Todo palpita a la vez. Estamos unidos a otros, interconectados. La vida entera es una red. Incluso la hojita más diminuta de uno de los árboles que rodea este auditorio está conectada con la más lejana de las estrellas. Si algo le sucede a esta hoja, entonces algo le acabará pasando a esa estrella distante.

Todo es junto… es unidad. La existencia es una familia.

El zen dice que no disecciones, que no analices.

En lo que le ha ocurrido a la humanidad… algo le ha sucedido. Al ser humano le han despedazado. Ahora hay especialistas: los hay que se ocupan de los ojos, otros del corazón, y algunos más de la cabeza, e incluso de otras cosas. Así que el hombre está dividido.

El zen dice que el hombre es un organismo integral.

En la ciencia moderna se ha impuesto un nuevo concepto; lo denominan sinergia. Buckminster Fuller ha definido la sinergia como la característica de un sistema completo, un organismo. Un organismo tiene algo que no es sólo la suma total de sus partes… y se llama sinérgico: es decir, más que la simple suma de sus partes. Cuando estas partes están unidas en un todo operativo, funcionando perfectamente, aparece un dividendo sinérgico, el “tictac”. Si abres un reloj y separas todos sus componentes, desaparece el tictac. Unes las partes de nuevo y el tictac vuelve a aparecer. El tictac es algo nuevo; ninguna parte puede responsabilizarse de él; no pertenece a ningún componente en especial. El todo es el que hace tictac.

Este “tictac” es el alma. Si me cortas la mano, si me cortas la pierna, si me cortas la cabeza, el tictac desaparece. El tictac es el alma. Pero sólo permanece en una unidad orgánica.

“Dios” es el tictac de toda esta existencia. Diseccionando no puede hallar a Dios; a Dios sólo se le puede encontrar en una visión de unidad poética. Dios es una experiencia sinérgica. La ciencia no puede revelarlo, ni tampoco la filosofía. Sólo puede hacerlo un enfoque poético, muy pasivo, muy amoroso. Cuando caes en la cuenta de tu relación con la existencia, cuando dejas de estar separado como buscador, cuando dejas de estar separado como observador, cuando dejas de observar, cuando te pierdes en ello, del todo, entonces allí, en el fondo está… el tictac.

La tercera cuestión es que el zen no es ciencia, sino magia. Pero no es la magia de los magos, es la magia de una manera de ver la vida. La ciencia es intelectual. Es un esfuerzo por destruir el misterio de la vida. Aniquila la maravilla. Está contra lo milagroso. El zen está totalmente a favor de lo milagroso, de lo misterioso.

El misterio de la vida no debe resolverse porque no puede ser resuelto. Debe ser vivido. Uno debe subirse a él, amarlo. Que la vida sea un misterio es una gran alegría. Y algo que debe celebrarse. El zen es magia. Te da la llave para abrir lo milagroso. Y lo milagroso está en ti, y la llave también está en ti.

Cuando vas a ver a un maestro zen, él sólo te ayuda a estar silencioso, de manera que puedes hallar tu propia llave, que llevas encima desde hace mucho tiempo. Y así hallarás tu puerta –que está ahí-, y podrás penetrar en tu santuario más íntimo.

Y el último punto fundamental acerca del zen: el zen no es moralidad, sino estética. No impone un código moral, no te da ningún mandamiento tipo “haz esto o no hagas lo otro”. Simplemente te hace más sensible a la belleza, y esa sensibilidad se convierte en tu moral. Pero a continuación se alza más allá de ti, fuera de tu conciencia. El zen no te proporciona ninguna conciencia, ni está contra ninguna; simplemente te proporciona “más conciencia” se torna tu conciencia. No hay ningún Moisés que te dé mandamientos, ni viene de la Biblia, el Corán o los Vedas… no viene de fuera. Viene de tu centro más íntimo.

Y cuando proviene de ahí, no es esclavitud, sino libertad. cuando proviene de ahí, no es algo que haya que cumplir como un deber, de mala gana. Disfrutas haciéndolo. Se convierte en tu amor.

Esos son los fundamentos.

1 comentario:

José A. Vela dijo...

Muchas gracias por estas publicaciones

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