sábado, 21 de diciembre de 2019

SOMOS DIOSES Y DIOSAS


Cuando digo que sois dioses y diosas, quiero decir que vuestras posibilidades son infinitas, que vuestro potencial es infinito. Tal vez no estéis poniendo a trabajar todo vuestro potencial, pero es que nadie puede, porque es tan vasto que resulta imposible. Sois el universo entero; ni siquiera en un tiempo eterno podrías llegar a agotar vuestro potencial. Eso es lo que quiero decir cuando digo que eres un dios, que eres inagotable.

Pero hay que poner algo en práctica. Aprendes un lenguaje, te conviertes en alguien muy expresivo y articulado, y te conviertes en orador. Cuentas con un cierto sentido verbal y te conviertes en poeta. Tienes cierto oído musical, te encanta la música, estás dotado para los sonidos y te conviertes en músico. Pero esas son posibilidades muy, pero que muy diminutas. No pienses que te acabas con ellas; nadie se acaba nunca con nada. Sea lo que sea que hayas hecho, no es nada comparado con lo que puedes hacer. Y sea lo que sea que puedas hacer, no es nada comparado con lo que ERES.

El ego significa identificarse con la función. Claro está, un presidente tiene un cierto tipo de ego: es presidente y se cree que ha llegado a algún sitio. Un primer ministro tiene un ego y también cree que ha llegado a algún sitio. ¿Qué más puede haber para él?

Eso es una tontería, una estupidez. La vida es tan grande que no hay modo de agotarla. ¡No hay manera! Cuanto más penetras en ella, más vastas son las posibilidades que te abren sus puertas. Sí, puedes alcanzar una cima, pero luego hay otra, y otra, y es un nunca acabar. El ser humano nace a cada instante si permanece disponible a su ser potencial.

El énfasis del ego está en hacer, y el de la consciencia, en ser. El zen es para ser y todos estamos por el hacer. Así que vivimos en la miseria porque nuestros seres son inmensamente grandes y los forzamos a vivir en túneles muy pequeños. Eso crea miseria, confinamiento. Se pierde la libertad y uno empieza a sentirse impedido, bloqueado, vedado, obstruido, obstaculizado. Empiezas a sentirte limitado desde todas partes. Pero no hay nadie responsable, excepto tú.

Un hombre de entendimiento funciona, trabaja en mil y una cosa, pero siempre se sale de ellas. Cuando va a la oficina puede convertirse en un presidente, pero en el momento en que sale de la oficina deja de serlo, vuelve a ser el cielo abierto, vuelve a ser un dios. Cuando regresa a casa, se convierte en el padre, pero no se identifica con ello. Ama a su esposa, se convierte en marido, pero no se identifica con ello. Tiene que hacer mil y una cosas, pero permanece libre de todas las funciones. Es padre, marido, madre, hermano, hijo, profesor, gobernador, primer ministro, presidente, barrendero, cantante… mil y una cosas, pero puede permanecer libre de todo ello. Permanece trascendente, más allá. No hay nada que pueda contenerle. Pasa por todas estas habitaciones, pero ninguna de ellas se convierte en prisión. De hecho, cuanto más se mueve, más libre se vuelve. No tienes más que fijarte.

Cuando estás en la oficina, sé un administrativo, sé un delegado, sé un gobernador –eso está muy bien-, pero en el momento en que salgas de la oficina, no sigas siendo un gobernador, un administrativo, un delegado. La función ya ha acabado. ¿Por qué seguir cargando con ella? No vayas andando por la calle como si fueses gobernador, porque no lo eres. La funciòn te pesará y no te permitirá disfrutar. Los pájaros piarán en los árboles, pero ¿cómo podrá participar de ello un gobernador? ¿Cómo puede bailar con los pájaros un gobernador? Llegarán las lluvias y un pavo real tal vez se ponga a bailar. ¿Cómo podrá un gobernador plantarse en medio de la multitud para observarlo? Es imposible. Un gobernador debe continuar siendo gobernador. Sigue con lo suyo, nunca mira aquí o allá, nunca se fija en el verdor de los árboles, ni mira la luna. Sigue siendo gobernador.

Esas identidades fijas os matan. Cuanto más fijos más muertos. Tenéis que recordarlo. No estáis confinados por nada de lo que hagáis. Vuestras acciones no significan nada para vuestro ser.

Hay gente que viene a verme y me dice: “¿Y qué ocurre con el karma pasado? ¿Y con las vidas pasadas?. Como digo que podéis iluminaros en un instante, me preguntan: “¿Y qué ocurre con el karma pasado?”. Yo respondo que ese karma nunca es un confinamiento, porque las acciones nunca lo son. Si permaneces confinado es simplemente porque así lo quieres, si no no habría tal confinamiento. Al igual que sales de la oficina y abandonas tu función, también en cada vida puedes salirte de esa vida. Ese sueño ha acabado, fuese dulce o una pesadilla. Te sales.

Eso es lo que hace constantemente un meditador. Se sale a cada momento del pasado, abandona por completo el pasado. Deja de estar allí, no se queda remoloneando, está liberado de él. Entonces no hay karma.

El karma no te obstaculiza, eres tú el que se apega a él. Se trata de un hábito, de una costumbre, y no haces más que practicarlo continuamente.

Cuando no estás con tu esposa, dejas de ser esposo. ¿Cómo puedes ser esposo sin una mujer? No tiene sentido. Cuando no estás con tu hijo, no eres ni padre ni madre. Cuando no escribes poesía no eres poeta. Cuando no bailas, no eres bailarín. Sólo lo eres cuando te pones a bailar. En ese momento palpitas en una cierta función como bailarín, pero sólo en ese momento. Cuando se detiene la música, desaparece el bailarín, y tú te sales de ello. De esa manera uno se mantiene libre, flotando, fluyendo.



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