sábado, 26 de marzo de 2022

AMAR Y ESTAR CENTRADO



Amar y centrarse son un mismo fenómeno, no dos fenómenos distintos. Si has conocido el amor, solo puedes estar centrado.

Amar significa sentirse a gusto con la existencia. Puede ser a través de un amante, puede ser a través de un amigo, o puede ser sencillamente de forma directa e inmediata: al contemplar el amanecer o una puesta de sol. La propia experiencia del amor hará que te centres. Esta ha sido la filosofía de los devotos a lo largo de los tiempos. El amor es su ciencia; centrarse es el resultado.

Sin embargo, hay personas —y solo hay dos tipos de personas— en las que domina la lógica y el razonamiento. Su corazón no está completamente desarrollado. Y hay otras personas cuyos corazones están floreciendo y en quienes la razón y el razonamiento solo funcionan como siervos del corazón. La desgracia del hombre es que está intentando conseguir lo imposible; pretende obligar al corazón a servir a la mente, lo cual es imposible. En eso radica tu caos, en eso radica tu confusión.

Eso ha surgido de la experiencia a la que comúnmente se denomina amor. No es amor, solo se denomina amor; no es más que un destello, solo una pequeña degustación que no será un alimento. Por el contrario, se convertirá en un estado patológico, porque en un momento estás exultante y todo lo demás está lejos, y al momento siguiente todo es oscuro, no puedes creer que haya habido algo importante en tu vida. Todos esos momentos de amor parecen haber sucedido en sueños, o quizá te los hayas imaginado. Sin embargo, esos momentos oscuros están completamente ligados a los momentos maravillosos.

Esta es la dialéctica de la mente del ser humano. Funciona a través de los opuestos. Amarás a un hombre y lo amarás por razones totalmente equivocadas. Amarás a ese hombre o a esa mujer porque llevas en tu interior la imagen de otra persona. El niño la ha obtenido de la madre, y la niña la ha obtenido del padre. Todos los enamorados están buscando a sus madres, a sus padres; a fin de cuentas lo que estás buscando es el vientre, aquel estado maravilloso y relajado.

Psicológicamente, la eterna búsqueda del moksha, de la liberación absoluta, de la iluminación, se puede reducir al hecho psicológico básico de que el hombre, antes de nacer, ya ha conocido el estado más maravilloso y más pacífico. Después, a menos que ocurra algo más grande en su vida, cierto contacto con lo divino, con lo universal, será desgraciado porque, inconscientemente, estará comparándolo todo con su estado anterior.

Es consciente de que ha vivido durante nueve meses, y ten presente que para un niño que está en el vientre de su madre, nueve meses son prácticamente una eternidad porque no sabe contar, no tiene ningún reloj.

Cada momento se basta a sí mismo. No sabe que después de ese momento habrá otro, así que cada uno de ellos es una sorpresa. Además, no tiene ninguna preocupación, ninguna ansiedad por la comida, la ropa, la casa; está totalmente tranquilo, relajado, centrado. No hay nada que lo distraiga del centro.

Ni siquiera hay nadie a quien decir hola.

Esta experiencia de estar nueve meses centrado, en completa alegría, paz, soledad... el otro ya no está ahí; tú eres el mundo, tú eres la totalidad. No falta nada, la naturaleza lo proporciona todo sin que tú tengas que esforzarte lo más mínimo. En cambio, la vida se te presenta de un modo totalmente diferente; de forma hostil, competitiva. Todo el mundo es tu enemigo porque todos están en el mismo mercado; todos tienen los mismos deseos, las mismas ambiciones. Estás destinado a tener conflictos con millones de personas.

Debido a este antagonismo interior todas las culturas del mundo han creado cierto sistema de protocolo, de confianza, de formalidad, y se lo han recalcado al niño constantemente. “Tienes que respetar a tu padre.” ¿Por qué a lo largo de toda la historia de la humanidad todas las culturas del mundo le han insistido al niño: “Tienes que respetar a tu padre”? Hay cierta sospecha de que, sí se le deja solo, el niño no respetará al padre; al menos eso es verdad, simple lógica. De hecho, el niño lo odiará. Al igual que todas las niñas odian a sus madres.

Para ocultar esto —ya que sería muy difícil vivir en una sociedad en la que todas tus heridas estuvieran al descubierto y todo el mundo paseara mostrando sus heridas— hace falta cierto ethos, cierta moralidad, cierto estilo de vida, para ocultarlo y mostrar justo lo contrario; que amas a tu madre, que amas y respetas a tu padre. En lo más profundo, ocurre exactamente lo contrario.

La sociedad te ha dividido en dos partes. A la parte falsa le ha concedido todo su respeto, porque lo falso lo crea la sociedad. A lo auténtico se le niega cualquier respetabilidad, porque lo auténtico proviene de la naturaleza, que está más allá del control de cualquier sociedad, cultura o civilización. Todos los niños tienen que ser entrenados para decir mentiras, tienen que ser programados de tal modo que estén al servicio de la sociedad, que sean unos esclavos dóciles.

Las sociedades rompen la columna vertebral de todos los niños, para que no tengan columna. No pueden alzar su voz, no pueden cuestionar nada. Su vida no es solo su vida. Aman, pero su amor es falso. Desde el principio le dijeron al niño que amara a su madre “porque es tu madre”; como si ser madre fuera una cualidad intrínseca o algo por lo que tú debieras amarla. Pero se ha aceptado que una madre debe ser amada.

Yo hago hincapié en que es la madre la que debe amar, y que no se le debe decir nunca a un niño que ame a nadie si no sale de sí mismo. Sí, la madre, el padre y la familia pueden crear determinado ambiente sin decir nada; toda esa energía puede generar, puede poner en funcionamiento tus propias fuerzas de amor.

Pero nunca le digas a nadie que el amor es un deber. No lo es. El deber es un falso sustituto del amor. Cuando no puedes amar, la sociedad se dedica a imponerte deberes. Puede parecer amor, pero en su interior falta totalmente el amor; por el contrario, no es más que un formalismo social.

Te acostumbras tanto a los formalismos sociales que olvidas que hay cosas esperando para ocurrir en tu vida; pero tú estás tan ocupado que no les das espacio, no permites que el amor florezca en ti.

De ahí que tú no sepas que centrarse y amar son una misma cosa. Centrarse atrae más al intelectual. No hay que creer nada; no hay nadie a quien debas rendirte.

Toda relación amorosa se convierte en una tragedia por culpa del otro. En la literatura india no existen tragedias. En mi época de estudiante preguntaba a mis profesores: “¿Por qué no existen tragedias en la literatura india?”. Pero ningún profesor ni ningún catedrático fue capaz de darme una respuesta convincente.

Simplemente se encogían de hombros y me decían: “Eres muy raro, ¡haces cada pregunta! Llevo treinta años en esta universidad y nadie me ha preguntado nunca eso”.

Yo contestaba: “A mí me parece evidente que es una cuestión que está absolutamente relacionada con la cultura”. En todos los países, excepto en la India hay tragedias —historias maravillosas, novelas, relatos— sin embargo, en la India no hay. Y ello se debe a que la India es un lugar mucho más antiguo que cualquier otro lugar. La experiencia le ha enseñado muchas cosas y una de ellas es que no hay que hablar de "aquello que no debería existir; por tanto, no debería haber tragedia.

Hay que entender este razonamiento. Si el hombre cree que la vida es una comedia constante, existe la posibilidad de que continúe engañándose a sí mismo. Puede que nunca le cuente a nadie sus problemas porque crea que nadie los tiene. ¿Por qué convertirse en el hazmerreír de todos? Hay algo que falla en ti, así que mejor quédate callado. No tiene sentido que te expongas ante una sociedad cruel que lo único que hará será reírse de ti porque eres un idiota que no sabe vivir.

Pero no es tan simple. No se trata únicamente de saber cómo vivir. En primer lugar, se trata de eliminar todo lo que es falso en ti. Lo falso proviene del exterior. Por ello, cuando elimines lo falso y estés completamente desnudo ante la existencia, comenzará a crecer lo auténtico en ti. Esta es la condición indispensable para que lo auténtico crezca, florezca y te conduzca al verdadero sentido y a la auténtica verdad de la vida.

Hay que recordar lo siguiente: o bien puedes comenzar centrándote —y en cuanto te centres descubrirás inmediatamente que rebosas un inmenso amor— o bien puedes comenzar por el amor.

En el momento en el que en tu amor no haya nada de celos ni ningún condicionamiento, sino que solo sea un compartir la danza de tu corazón, te centrarás.

Son dos caras de una misma moneda. Centrarse es un método más intelectual, más científico. El amor tiene una fuente distinta en ti, tu corazón. Es más poético, es más estético, es más sensible, es más femenino, es más bello. Y es más fácil que centrarse.

Yo te aconsejo que, en primer lugar, abandones todas las ideas falsas acerca del amor. Permite que crezca en ti algo auténtico, y poco a poco te centrarás, te iluminarás. No obstante, si te resulta muy difícil comenzar con el amor, no desesperes. Puedes llegar directamente centrándote. Puedes llamarlo meditación, puedes llamarlo conciencia, pero en cualquiera de los dos casos, el resultado final es el mismo: estás centrado y rebosas amor.

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