viernes, 9 de julio de 2010

LA AVENTURA DE LA VIDA

La vida es un misterio y el primer misterio sobre la vida es que puedes estar vivo y no tener vida alguna. El simple hecho de nacer no es suficiente para tener vida. Nacer es tan sólo una oportunidad. Puedes emplearla para obtener la vida y tam­bién puedes desperdiciarla. Entonces vivirás una vida sin vida. Sólo aparentemente parecerá vida, pero en tu interior no habrá ninguna corriente de vida.

Has de alcanzar la vida; te has de esforzar por conseguirla. En ti es como una semilla; necesita mucho esfuerzo, un suelo -un buen suelo-, cuidado, amor, consciencia. Solamente entonces germinará la semilla. Solamente entonces existirá la posibilidad de que algún día el árbol fructifique, de que algún día florezca. A menos que alcances el florecimiento, estarás vivo sólo en apa­riencia, pero habrás perdido la oportunidad.

El éxtasis, el nirvana, la Iluminación, como quieras llamar­lo... ése es el florecimiento. Si sigues sufriendo, no estás vivo. El sufrimiento mismo revela que no has dado el paso. El sufrimiento mismo te indica que la vida está luchando en ti para explotar, pero el caparazón es demasiado duro. La cáscara de la semilla no le permite germinar; hay demasiado ego y las puertas están cerra­das. El sufrimiento no es más que la lucha de la vida por explotar en millones de colores, en millones de arco iris, en millones de flores, en millones de canciones.

El sufrimiento es un estado negativo. En realidad, el sufri­miento no es más que la ausencia de éxtasis. Has de comprender esto en profundidad, porque sino, empezarás a luchar contra el sufrimiento y nadie puede luchar contra algo que no existe. Es como la oscuridad; no puedes combatir la oscuridad. Si luchas contra ella, eres simplemente un estúpido. Puedes encender una luz y la oscuridad desaparecerá, pero no puedes luchar contra la oscuridad. ¿Contra quién lucharás? La oscuridad no existe, no es nada. No es algo que puedas tirar, matar, o derrotar. No puedes hacer nada con la oscuridad. Si haces algo, disiparás tus propias energías y la oscuridad seguirá siendo la misma, no resultará afec­tada. Si deseas hacer algo respecto a la oscuridad, tendrás que actuar con la luz, no sobre la oscuridad. Tendrás que encender una luz y de repente dejará de haber oscuridad.

El sufrimiento es como la oscuridad; no existe. Y si empiezas a luchar contra el sufrimiento, continuarás luchando con él, pero crearás más sufrimiento. Es simplemente una indicación, una indicación natural para que tu ser se de cuenta de que la vida está pugnando por nacer. La luz no ha sido todavía encendida, de ahí el sufrimiento. La ausencia de éxtasis es el sufrimiento. Y puedes hacer algo en favor del éxtasis, pero no puedes hacer nada contra el sufrimiento. Eres miserable y continúas tratando de arreglarlo.

Aquí, en este punto, los caminos de un hombre meditativo y de un hombre común y corriente, se separan. El hombre común empieza a luchar contra el sufrimiento, tratando de crear situacio­nes en las que deje de sufrir, arrinconando el sufrimiento hacia algún lugar fuera del alcance de su visión, de su vista. El otro empieza a buscar el éxtasis, empieza a buscar el gozo, empieza a buscar el sat-chit-ananda; puedes llamarlo Dios, porque esta persona trata de que aquello -que-existe- la presencia de luz, el gozo, ­aparezca. Has de llegar a comprender que el luchar contra la oscuridad, contra el sufrimiento, es absurdo. Olvídalo y trata más bien de conseguir la luz. Una vez la luz esté presente, no necesitarás nada; el sufri­miento desaparecerá.

La vida existe sólo como una potencialidad. Has de desarro­llarla, has de actualizarla, has de convertirla en un estado existen­cial. Nadie nace vivo; sólo con la posibilidad de estar vivo. Nadie nace con ojos, sólo con la posibilidad de ver. Jesús dice a sus discípulos, "Si tenéis oídos, escuchad; si tenéis ojos, ved". Esos discípulos fueron igual que tú: tenían ojos, tenían oídos, no eran ni ciegos, ni sordos. ¿Por qué Jesús insistía en que vieran si ya tenían ojos? Hablaba de la capacidad de ver a Cristo; hablaba de la capacidad para oír a Cristo. ¿Cómo podrás oír a Cristo si no has podido escuchar tu propia voz? Imposible. Porque Cristo no es más que tu propia voz. ¿Cómo vas a ver a Cristo si aún no te has visto a ti mismo? Cristo no es más que tú mismo en tu gloria absoluta, en el florecimiento final.

La vida es una gran aventura. En la semilla, escondido en la semilla, estás seguro y protegido. Nadie te va a matar. ¿Cómo se te puede matar si no estás vivo? Es imposible. Solamente cuando estás vivo puedes ser muerto. Cuanto más vivo estás, más vulne­rable eres. Cuanto más vivo estás, más son los peligros a tu alre­dedor. Un hombre perfectamente vivo, vive en el mayor de los peligros. Por esto a la gente le gusta vivir como semilla: protegi­da, segura.

Recuerda: la vida, la naturaleza misma de la vida, es la inse­guridad. No puedes tener una vida segura; sólo puedes tener una muerte segura. Todas las seguridades pertenecen a la muerte. No puede haber ninguna seguridad para la vida. Toda seguridad im­plica protegerte, asegurarte, permanecer cerrado. La vida es peli­grosa, hay millones de peligros a tu alrededor. Por eso, el noventa y nueve por ciento de la gente elige seguir como semilla. Pero ¿qué es lo que estás protegiendo? No hay nada que proteger. ¿A quién das seguridad? No hay nadie a quien ofrecerla. Una semilla está tan muerta como una piedra del camino. Y si sigue siendo una semilla, surgirá el sufrimiento. Sufrirás porque no estás des­tinado a ser esto. Tu destino no es ser una semilla, sino nacer de ella. El pájaro ha de dejar la seguridad del huevo y elegir el vasto y peligroso cielo donde todo es posible.

El miedo a la muerte es, básicamente, un miedo a la vida, por­que sólo la vida puede morir. Si tienes miedo a la muerte, tendrás miedo a la vida. Si tienes miedo a caer, tendrás miedo a levantar­te, porque sólo una ola que se alza puede bajar. Si temes ser re­chazado tendrás miedo, miedo de acercarte a cualquiera. Si temes ser rechazado, te volverás incapaz de amar. Temiendo a la muerte te incapacitas para la vida. Entonces vives tan sólo de palabra y sólo el sufrimiento, la oscuridad y la noche te rodean.

Sólo nacer no basta; es necesario, pero no suficiente. Has de nacer dos veces. Los hindúes tienen para ello una palabra; lo de­nominan "dwij", el nacido dos veces. Eso es lo que Jesús denomina "resurrección"; un se­gundo nacimiento en el que rompes todas las protecciones, todos los huevos, todos los egos, con todo pasado, con lo familiar, con lo conocido, y te adentras en lo desconocido, en lo extraño, en una existencia llena de peligros. A cada instante surge la posibi­lidad de morir. Y con la posibilidad de morir, a cada instante te vuelves más y más vivo.

1 comentario:

Nestor dijo...

Osho marca el silencio como un estado del ser, cualquier pensamiento o definicion que tengamos de ese estado nos aleja de el. Si nuestra preocupacion es volvernos locos, entonces sigues siendo marioneta del destino, ya que ella es buena para eso.
Gracias por articulo.
saludos.

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